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El distrito de Jesús María


Plaza e iglesia de San José (www.geschichteinchronologie.ch)

El distrito de Jesús María, tal como lo conocemos actualmente, es la reunión de lo que fueron los fundos de “Matalechuzas” y “Matalechucitas”, con las suertes de tierra llamadas Jesús María (en total, unas 240 hectáreas). ¿Cómo empieza esta historia? Durante los tiempos virreinales, esta parte del valle del Rímac (Huatica) se conocía con el nombre de “matalechuzas”, probablemente porque hubo aquí, desde el siglo XVI, una eliminación paulatina de lechuzas, y que, según las crónicas de lo españoles, era un ave muy reputada como oráculo o agente augural (agorera). Lo cierto es que había numerosas huacas dedicadas al culto de la mágica ave. Con el tiempo, “eliminadas” las lechuzas y gran parte de sus huacas, se implementaron tierras para el cultivo de frutales y caña. La plantación más importante fue el fundo o hacienda “Matalechuzas”, propiedad, hacia el siglo XVII, de Martín de Iturain. Con el advenimiento de la República, en el siglo XIX, el fundo “Matalechuzas” tuvo como dueño a un personaje singular: el caudillo revolucionario, nacido en Arequipa, Manuel Ignacio de Vivanco, Director Supremo de la República (1843) y eterno enemigo de Ramón Castilla; el fundo sería heredado por su hijo, Reynaldo de Vivanco, muerto en la guerra con Chile cuando defendía el Morro Solar. Luego de la guerra del Pacífico, “Matalechuzas” sería adquirida por la familia Olavegoya, quienes iniciarían, a principios del siglo XX, la transformación del antiguo fundo a zona de expansión urbana.

“Matalechucitas” sería una huerta, una chacra menor, conocida desde el siglo XVII, que pasó por varios dueños hasta que también llegó a ser propiedad de Vivanco, cuyo hijo, Reynaldo, vendería poco después. Por su lado, las “tierras de Jesús María” eran una pequeña chacra, vecina de Santa Beatriz, que según Fernando Flores-Zúñiga: si ha de atenderse al análisis onomástico de este predio, es necesario remitirse a la recolección monacal de Jesús María y José, integrada por capuchinas que, procedentes de Madrid, tomaron clausura a partir de 1718 en lo que llegó a ser su sede, misma que daría nombre a una calle limeña que aún pasa por su lado norte: Jesús María –Moquegua, primera,. En algún momento no determinado del siglo XVIII, las capuchinas de Jesús, María y José tomaron para sí las suertes que, con la costumbre, acabarían asumiendo esa advocación –aunque prescindiendo de la del humilde carpintero nazareno- por siempre jamás. Es de presumirse asimismo que las monjitas de dicho convento situaron gravámenes en los frutos de dicho predio para su manutención y otros fines.

Según los estudios de Flores-Zúñiga, parece que la casa-hacienda o ranchería principal de “Matalechucitas” y “Jesús María” se encontraba donde está hoy la cuadra 14 de la avenida Arnaldo Márquez (números 1427 y 1433) donde hay trazos de una casa campestre. Al lado se encuentra la iglesia-parroquia “Nuestra Señora del Sagrado Corazón”, quizá reemplazo del antiguo oratorio de la vieja casa. En esta zona del actual distrito de Jesús María las acequias “hijas” del Huatica recorrían lo que es hoy la avenida Garzón y tramos de Arnaldo Márquez.

Hasta la década de 1920, Jesús María tenía un perfil agrícola y su territorio pertenecía indistintamente a los distritos de Magdalena del Mar, Pueblo Libre y Cercado de Lima. En 1927, en pleno Oncenio de Leguía, la Escuela de Agricultura diseñó un proyecto de urbanización para esta zona de Lima. Se trataba de unas 32 islas o manzanas proyectadas entre lo que serían las avenidas Francisco Javier Mariátegui y Arenales. Pero la historia directa del distrito se remonta a 1930, cuando sus pobladores decidieron agruparse y formar la agrupación de vivienda “Jesús María”. Es así que, al año siguiente, se forma la “Comisión cívica pro-distrito de Jesús María”, presidida por Enrique Majuelos, considerado vecino notable del lugar. Luego, hacia la década de 1940, con la apertura de la avenida Salaverry, se dio el verdadero impulsó a Jesús María (lo que la avenida Leguía fue para Santa Beatriz). De otro lado, el flamante Campo de Marte (que reemplazó al Hipódromo de Santa Beatriz) se perfiló como el verdadero pulmón y paisaje estético de una nueva zona residencial, independiente del Cercado de Lima, aunque su creación como distrito fue durante la década de 1960.

Como decíamos, la avenida Salaverry sirvió como eje de expansión y le dio un perfil al nuevo barrio, bien diferenciado respecto a San Isidro y Lince. Su aspecto era el de una zona residencial que oscilaba entre la ciudad y el campo, dada la proximidad al bosque de sauces de Matamula. Entre los años 40 y 50, empresarios, reputados profesionales liberales, miembros de las colonias extranjeras y políticos, entre otros, ocuparon la zona. Las nuevas mansiones, a nivel arquitectónico, mostraban a la gran burguesía limeña que supo preservar los aires señoriales de antaño con los nuevos estilos (neocolonial, morisco y chalet norteamericano); casonas rodeadas de jardines y pradillos o con balcones y ventanales amplios muy republicanos. Cabe destacar que, en lsoa ños cincuenta, la avenida Salaverry tomó un perfil particular al construirse algunos edificios públicos emblemáticos del odriísmo, como los ministerios de Salud y Trabajo, y, luego, los trabajos iniciales del que sería el hospital del Seguro Social del Empleado (hoy Rebagliati). Asimismo, en los años 50, la apertura de la avenida San Felipe, completó este bello paisaje urbanístico (ver también las casas de las calles Inca Ripac, Sánchez Cerro y Estados Unidos).

En 1956 se expide la primera ley que disponía de la creación del distrito, pero no llega a promulgarse. Fue recién el 13 de diciembre de 1963 que se promulga la Ley de Creación Política del distrito Nº 14763; sin embargo, el nuevo distrito no pudo tener administración propia hasta las elecciones municipales de noviembre de 1966. Su primer alcalde fue el ingeniero José Benavides Muñoz, quien inició su gestión el 1 de enero de 1967. Con la creación del distrito, también surgirían zonas más “populares” o de pequeña clase media (años 60 y 70) que le dieron a Jesús María un perfil más heterogéneo, entre lo moderno popular y lo decadente señorial.

PARQUES Y PLAZAS.- En este rubro, el punto de inicio obligado es el Campo de Marte, verdadero pulmón del distrito, construido sobre el terreno de lo que había sido el Hipódromo de Santa Beatriz y el primer “aeropuerto” que tuvo nuestra ciudad; actualmente tiene una extensión de casi 70 mil metros cuadrados, es decir, cerca de 7 hectáreas. En él se encuentra el “Monumento A Los Caídos” del 41, construido en homenaje a los héroes de la Campaña de 1941, en el conflicto bélico con Ecuador. Está compuesto por tres figuras de mujeres que simbolizan las provincias de Tumbes, Jaén y Maynas, provincias que habían sido pretendidas por Ecuador. En la parte alta hay dos estatuas de bronce: la de la derecha representa “El Derecho” y la de la izquierda “La Justicia”. Al frente, delante del arco, hay otra estatua colocada en un pedestal. El parque también alberga otros monumentos significativos, como el que evoca la “Inmigración Japonesa al Perú” y el polémico “Ojo que llora”, de la escultora Lika Mutal y que busca ser un homenaje a las víctimas de la guerra terrorista en nuestro país. También está el “Parque de Mascotas”, en un área de más de 10 mil metros cuadrados. Este espacio cuenta con zonas especiales para juegos, agility y hasta servicios higiénicos para las mascotas, a las que también se les ofrece servicios médicos y seguridad a cargo de la Brigada Canina Municipal.

Luego, por la misma avenida Salaverry, llegamos al Parque de los Próceres (o antiguo “Bosque Matamula”), inaugurado en 1971 durante las celebraciones del Sesquicentenario de la Independencia. Su principal característica es el monumento que allí se ubica, el que muestra las esculturas de los principales precursosres y próceres de nuestra Independencia. Lo que intenta destacar el monumento es el “aporte peruano” a la independencia; es decir, una posición nacionalista que deje un tanto de lado los aportes foráneos (resaltar personajes como Túpac Amaru y Juan Pablo Viscardo y Guzmán, y no a San Martín y Bolívar) a la independencia nacional. Este parque, que cuenta con un área de 4,776 metros cuadrados, hoy también alberga al Minimundo, un nuevo parque de exhibición que nos muestra los más importantes atractivos de nuestra ciudad, pero en miniatura

El distrito también alberga al Parque Habich (jirón Pablo Bermúdez, cuadra 3), que muestra un monumento levantado en 1911, en honor al ingeniero polaco Eduardo J. de Habich (Varsovia 1835-Lima, 1909), maestro de la ingeniería en nuestro país y fundador de la Escuela de Ingenieros (1876); también estuvo entre los fundadores de la Sociedad Geográfica de Lima (1888). Otro punto obligado es la Plaza Mariscal Cáceres (avenida Cuba, cuadras 7 y 8), donde observamos una buena escultura, levantada 1951, en homenaje a Andrés Avelino Cáceres, el “Héroe de la Breña”; hace poco fue remodelada, cuenta con una cámara de video vigilancia y una zona para el servicio de Internet inalámbrico gratuito. Finalmente, en el corazón del distrito, tenemos la Plaza San José (avenida República Dominicana, cuadra 8), ubicada al frente de la tradicional Iglesia de San José y del Mercado del mismo nombre. Cuenta con casi 600 metros cuadrados y, en su parte central, exhibe un peculiar monumento levantado en honor a la familia; también se ha instalado en esta plaza una zona para el servicio de Internet inalámbrico gratuito.

LAS IGLESIAS.- Empecemos por la principal, la Iglesia San José (República Dominicana 480). Su construcción formó parte de la expansión de Lima hacia el fundo “Jesús Maria”, propiedad de Carlo Orézzolí. La parroquia y la iglesia fueron construidas por los Padres Carmelitas. Desde 1920, los carmelitas tenían a su cargo la parroquia de Santiago del cercado en Barrios Altos pero tenían la necesidad de contar con una fundación propia desde donde la orden pudiera ejercer con mayor libertad sus labores. Así fue que el Padre Hermenegildo de la Virgen del Carmen, provincial de la Orden, se lanzó a la búsqueda del terreno apropiado para la obra. Luego de mucho buscar el sacerdote, se decidió a comprar un terreno en un parque en el corazón de la nueva urbanización.

¿Y el nombre de la iglesia? Cuentan que cuando el padre Hermenegildo le comentó al Arzobispo de Lima sus planes para construir una parroquia en el antiguo fundo de Jesús María, éste le preguntó a quién pensaba dedicar el templo. Hermenegildo le respondió que, siendo carmelitas, era evidente que le dedicarían el templo a Nuestra Señora del Carmen, a lo que el Arzobispo replicó: La Virgen del Carmen posee ya su templo en Lima, en cambio San José, siendo Patrón del Perú, no tiene aún ninguna iglesia en la Capital. Hermenegildo le contestó: Excelencia, una insinuación suya es una orden para nosotros; Pero además, qué diría Santa Teresa si un hijo suyo se negara a dar nombre de San José a una fundación de su Orden. Excelencia. San José será el titular de nuestra iglesia (basado en la página web de los carmelitas).

Así, en septiembre de 1945 se iniciaron las obras de la iglesia bajo la dirección del padre Manuel Vidaurre Arrarás, experto arquitecto y constructor de varias iglesias en América Latina y España. Cuatro años después, la iglesia fue inaugurada en medio de gran algarabía. Los vecinos de Jesús Maria quedaron admirados por las torres neogóticas de 50 metros de altura que hasta hace muy poco podían verse más allá del Campo de Marte. Su peculiar estilo “neogótico” le otorga un perfil particular no solo en Jesús María sino en toda Lima. Se distingue, además, por la altura de sus paredes, la forma de sus bóvedas, y la presencia de pilares y arcos, que soportan toda la estructura. Su fachada está flanqueada por dos torres, muy altas, 57 metros de largo, 23 de ancho y alto, 33 metros en la cúpula y 52 metros en las torres, en las cuales se distinguen 5 divisiones, y van reduciéndose desde la base hasta terminar en puntas. La parte central, con techo en forma de caída de agua, termina coronada por una cruz.

Por su parte, la iglesia de San Antonio de Padua (avenida San Felipe 569), inaugurada el 30 de noviembre de 1967, está ligada a la historia del arte vitral en las iglesias de Lima, impulsada por el famoso artista austriaco Adolfo Winternitz (Viena 1906-Lima 1993), fundador de la Facultad de Arte de la Pontificia Universidad Católica (1953). La historia de esta iglesia se remonta al 2 de mayo de 1952, cunado se crea la parroquia “San Antonio de Padua”, siendo su primer párroco el padre Urbano Cloutier; en los años sucesivos se construyó el Colegio Parroquial “San Antonio de Padua”. La Iglesia se inauguró con motivo de la consagración episcopal de su párroco, en ese entonces el monseñor Lorenzo Guibord OFM. Diseñada por el arquitecto peruano Roberto Wakeham (quien diseñó también el auditorio del colegio Santa Úrsula), tiene capacidad para 1,000 personas y dos entradas, principal y secundaria, permitiendo un mayor y más rápido acceso a quienes la visitan. Como sabemos, cuenta en su interior con la valiosa obra de Winternitz: el vitral de ocho cuerpos del “Magnificat” y “Cristo con Él y en Él”. Por último, la iglesia también cuenta con obras de la conocida escultora italiana Anna Maccagno: la Estatua de san Francisco, el Vía Crucis en aluminio fundido y el Sagrario en planchas de fierro. Finalmente, tenemos a la pequeña y austera iglesia Nuestra Señora del Sagrado Corazón, a la que ya nos referimos en la introducción.

EL MERCADO DE “SAN JOSÉ”.- Este tradicional mercado (ubicado entre las avenidas Horacio Arteaga, Arnaldo Márquez, República Dominicana y el pasaje Punta Pacocha) se construyó sobre un terreno que pertenecía a un ciudadano italiano, pero tuvo que entregarlo al Estado como parte de una deuda por impuestos. Así, el Estado se lo entrega a la Municipalidad de Jesús María para la construcción de un mercado. Desde el 2000 es propiedad de los comerciantes (“Asociación de mercaderes del mercado San José de Jesús María”) quienes lo administran a través de una Junta Directiva. El mercado tiene forma rectangular y alberga casi 300 puestos con mercadería tan variada como hierbas y flores, pasando por bateas y ollas hasta juguetes y DVDs. Sin embargo, el mayor porcentaje de puestos de venta es de carnes, luego de menús y desayunos y, finalmente, de abarrotes y verduras y frutas. Es importante señalar que existe una división entre los puestos que se encuentran dentro del mercado y los que se encuentran fuera; estos últimos son más grandes y, aparentemente, no forman parte del mercado, pues dan la impresión de ser negocios independientes: funcionan como heladerías, fuentes de soda, zapaterías, tiendas de abarrotes, bazares, farmacias e, incluso, bancos. Todos los puestos del mercado están ocupados; la gran mayoría por sus propietarios y un porcentaje están alquilados (el alquiler, en promedio, es de 200 dólares).

JESÚS MARÍA Y LA INMIGRACIÓN JAPONESA.- El distrito guarda una estrecha relación con la colonia japonesa no solo porque en su jurisdicción viven muchos descendientes de los inmigrantes nipones sino porque la Asociación Peruano Japonesa (fundada en 1917) recibió del Estado peruano un terreno de 10 mil metros cuadrados aquí en compensación por los sucesos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial. En este terreno la Asociación ha construido sus principales instituciones. Está, en primer lugar, el Centro Cultural Peruano Japonés, inaugurado el 12 de mayo de 1967 como un espacio de encuentro y difusión de las distintas manifestaciones del arte, tradiciones y cultura peruana y japonesa. A la inauguración asistieron, en representación del Emperador del Japón, el Príncipe Heredero Akihito y la Princesa Michiko, así como el Presidente del Perú en es entonces, el arquitecto Fernando Belaúnde Terry y el Arzobispo de Lima, Juan Landázuri Ricketts. En la ceremonia, los entonces príncipes Akihito y Michiko, siguiendo una milenaria costumbre, sembraron dos pinos que hoy se alzan robustos en el jardín japonés del CCPJ como símbolo de amistad entre los pueblos del Perú y el Japón.

Una buena demostración de los propósitos del CCPJ es el moderno Teatro Japonés (con capacidad para 1025 personas) y el Museo de la Inmigración Japonesa (avenida Gregorio Escobedo 803, Jesús María. Teléfono 463-1245, anexo 6). En este museo hay exhibición de documentos, fotografías y diversos testimonios relacionados con la llegada de los primeros inmigrantes japoneses al Perú a fines del siglo XIX. Este museo fue inaugurado en 1981 como parte de las conmemoraciones del 80 aniversario de la inmigración japonesa al Perú, ocurrida en 1979. Los primeros objetos que se exhibieron fueron elaborados por la empresa Tanseisha, traídos desde el Japón e instalados en Lima bajo la supervisión del conocido peruanista Shozo Masuda. Luego, se añadieron en Lima otros objetos museográficos relacionados a los siguientes temas: el cambio de actitud del inmigrante japonés hacia el Perú, la integración, las relaciones peruano-japonesas después de la II Guerra Mundial, la cronología de los principales acontecimientos ocurridos en el Mundo y en paralelo en la colectividad peruano japonesa, las celebraciones por el 80, 90 y 100 aniversarios de la inmigración japonesa al Perú, el fenómeno dekasegi, etc. El museo ocupa un área de 273 m2 y comprende, según el tema y naturaleza de las exhibiciones, la Sala de Exposición Permanente y la Sala de Exposiciones Temporales. La primera muestra la historia de la inmigración japonesa y de la colectividad nikkei, así como algunos aspectos de las relaciones entre Perú y Japón, y de manera esquemática, la geografía y las culturas peruanas; la segunda renueva su exhibición en forma periódica con contenidos relacionados a la temática del Museo. Asimismo, hay un área para el archivo de documentos, fotografías históricas y de un importante conjunto de libros acerca del tema de la inmigración en idioma español, japonés e inglés; esta sección puede ser usada también como sala de estudios y de reuniones. Por último, desde 2003, el museo lleva el nombre de “Carlos Chiyoteru Hiraoka”, en reconocimiento a la labor del destacado empresario y dirigente de la Asociación Peruano Japonesa y de otras instituciones de la colectividad peruana y japonesa.

Asimismo, la Asociación Peruano Japonesa ha construido el Policlínico Peruano Japonés (Gregorio Escobedo 783), en los alrededores del Centro Cultural, proyectado en 1977 e inaugurado, en su primera etapa, el 21 de marzo de 1981 gracias a la donación de dinero y equipos médicos del gobierno japonés, a la ayuda económica de la colonia nipona peruana y al trabajo gratuito de muchos médicos. Finalmente, no podemos omitir al Puente de la Amistad Peruano Japonesa, inaugurado el 29 de mayo de 1999 en el Campo de Marte. Se trata de un monumento que conmemora el Centenario de la Inmigración Japonesa a nuestro país y consiste en un puente que simboliza el lazo de amistad entre los dos países. Tiene como característica el grabado de los nombres de los 790 ciudadanos japoneses que iniciaron la inmigración al Perú.

EL CONJUNTO RESIDENCIAL SAN FELIPE.- Construido en los años sesenta, durante el primer gobierno de Belaunde, es ya sabido que, según el consenso de los especialistas, Residencial San Felipe es casi una joya arquitectónica y urbanística. Representa un período de la clase media limeña y un estilo de vida (unidades vecinales de estrato B hacia arriba), en el que los espacios verdes conjugan de manera casi perfecta. Espacios verdes además que son espacios públicos en todo el sentido de la palabra: lugares de socialización y aprendizaje práctico de ciudadanía, espacios simbólicos y físicos. Incluso existe la idea de convertir a San Felipe en patrimonio arquitectónico de Lima, pues no hay otro caso así en la ciudad. Gente como Rafo León hablan de este conjunto como un micro Central Park de Lima, en el que viven 1.200 familias (casi 10 mil habitantes) y abarca 259,011.32 m2. Su construcción se inició en 1963 y obedeció al diseño del arquitecto peruano Enrique Ciriani. Su concepción apuntó en su momento a definir el estilo de vida del “hombre del futuro”, mediante viviendas organizadas alrededor de un espacio común llamado ágora, con anillos en el segundo nivel para uso comercial e introduciendo una novedosa idea para la época: el dúplex. En este sentido, para muchos, San Felipe representa quizás el intento más relevante de una ciudad que, a mitad del siglo XX, buscaba dar el salto a lo moderno. No cabe duda, entonces, que San Felipe puede dar lugar a una serie de reflexiones acerca de su importancia, si el proyecto que lo representa tuvo éxito o no, si el uso de sus espacios corresponde a las aspiraciones de sus creadores, a analizar sus fallas, sus éxitos y su uso actual.

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Notas sobre la historia de Lima Norte: los tiempos virreinales


Casa hacienda de Punchauca (identidadlocal.oblog.com)

Tras la conquista, el valle del Chillón fue repartido entre pizarristas y almagristas, bajo el sistema de encomiendas, en el que los indios se convirtieron en mano de obra forzada del encomendero. La llegada de enfermedades y el sistema de encomiendas, mermó gravemente el número de la población indígena. Luego, muchos de los indios de Carabaillo, por ejemplo, a través de la mita, fueron a trabajar y morir a las minas de plata de Arahuay (Canta), que administraba Gaspar Flores, padre de Santa Rosa de Lima.

En 1570, con el fin de tener un mejor registro de los habitantes y de los recursos de la zona, el virrey Francisco Toledo ordenó la creación de la “reducción” o pueblo de “San Pedro de Carabayllo”: fueron alrededor de 2,500 indios que fueron ubicados en calles trazadas alrededor de la iglesia y la plaza principal. Luego, el crecimiento de la Ciudad de Lima posibilitó la creación en este pueblo de algunos obrajes (talleres) donde se manufacturaron tejidos como bayetas y frazadas de lana y algodón. Estos productos tuvieron mucha demanda entre los indígenas y los trabajadores de las minas. Fue así como Carabayllo se convirtió en un polo que sustentó Lima por casi tres siglos. Además, el camino que iba al Norte pasaba por estas tierras: Por ello, cruzó por Carabayllo Santo Toribio de Mogrovejo (segundo arzobispo de Lima) para visitar su diócesis. También transitó por estas tierras Isabel Flores de Oliva, Santa Rosa de Lima, pues su padre trabajó administrando minas en el pueblo de Quives (Canta).

Testimonios coloniales cuentan que en un número importante de esclavos negros fueron a parar a las encomiendas de los valles del Chillón y Huaraz; en Carabayllo fueron braceros en las plantaciones de cañaverales, viñedos y algodonales. En el siglo XVIII se hicieron famosos los “palenques”, lugares apartados donde vivían los negros que habían escapado de sus amos y los que habiendo adquirido la libertad no deseaban vivir con los españoles. Era muy famoso por su peligrosidad el palenque de Carabaillo, donde los cimarrones, escondidos en la tupida vegetación, salían a asaltar a los viajeros o cometer fechorías alrededor de Lima. Finalmente, en tiempos de la independencia, en los antiguos linderos se encontraba la hacienda Aznapuquio (hoy, Los Olivos), se gestó el motín que depuso al Virrey Pezuela a favor de José de La Serna. Asimismo, en la hacienda Punchauca se llevó a cabo la conferencia entre don José de San Martín y el Virrey José de la Serna, en la que el Libertador expuso por primera vez su plan de establecer una monarquía en el Perú.

MONUMENTOS DE ORIGEN COLONIAL

La iglesia de San Pedro.- Es la iglesia más antigua de Lima Norte y una de las más antiguas del Perú. Como sabemos, San Pedro de Carabaillo fue una reducción de indios y en este pueblo se construyo la primera iglesia de Lima Norte, que hasta hoy brinda servicios a la población. En ella está el santo patrón del Distrito de Carabaillo, San Pedro. Según los documentos coloniales, fue el visitador Juan Martínez Rengifo quien, en 1571, señaló los espacios donde se debían construir los locales públicos del pueblo. Así, escogió un espacio en el lado suroeste para construir la iglesia, a la que se “bautizó” con el nombre de San Pedro. La construcción se inició en 1571 y culminó en 1632. También sabemos que en 1576 esta iglesia contaba con dos capillas, la de San Juan Bautista y la de Nuestra Señora del Rosario; ambas tenían sus cofradías de indígenas, los cuales eran sustentados económicamente por dos curacas. Asimismo, al no existir cementerios públicos en la colonia, al interior de la iglesia se enterraban los personajes principales y el común era enterrado en el lado exterior lateral izquierdo de la iglesia.

Un hecho relevante en la vida del pueblo de Carabaillo fue la visita realizada por el segundo Arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, el 7 de julio de 1593. Según José Antonio de Benito, su llegada a San Pedro se realizó en la segunda visita a su arquidiócesis y de aquí pasó al pueblo de Quivi (Quites), en donde confirmó a Rosa de Lima, quien tenía 11 años. Durante la visita del Arzobispo, Carabayllo contaba con 245 habitantes: 62 indios tributarios, 8 indios reservados, 45 niños y jóvenes y 85 restantes “aptas para recibir la confesión”.

La estructura de la iglesia sufrió graves daños en los terremotos de 1746 y 1828. El templo, luego de las refacciones financiadas por los mayordomos de la cofradía, reabrió en 1831. El mayordomo de la cofradía de “Nuestro Amo”, don Julián Marquez, vecino del pueblo, donó una campana y se coloco en el único campanario que tiene la parroquia. La campana lleva una inscripción que dice: Me dio Julián Marquez para Nuestro amo únicamente; además, la campana tiene grabado el nombre de quien lo fabricó: Me hizo José Ulloa, año 183″. En 1838, el cura José Antonio Correa, informa a sus superiores que se acuerdo al Padrón que realizó en el pueblo solo habían 24 hombres y 27 mujeres y decía que de estos (los hombres) la mayor parte no tienen de que subsistir (…) y no hay con quien contar para la obra (refacción de la parroquia) que demanda gente y dinero. Además, muchos pobladores se habían enrolado en las montoneras y luchaban por la consolidación de la Confederación Perú-Boliviana. Por su larga historia, la iglesia fue reconocida como Patrimonio Monumental de la Nación (1980). El paso de los años ha afectado sus estructuras y es necesario realizar una intervención arquitectónica; afortunadamente, la Arquidiócesis de Carabayllo tiene un proyecto de restauración.

La hacienda y casona de Punchauca.- La antigua hacienda “Santiago de Punchauca” se ubica en el kilómetro 25.2 de la antigua carretera de Lima a Canta; punchauca significa en quechua punchau (“día con sol”) y huaca (“lugar de adoración”). En 1980 fue declarada Patrimonio Monumental de la Nación. Según el historiador José Antonio Benito, esta casa hacienda ocupa alrededor de 1,400 metros cuadrados y está rodeada de tierras de cultivo donde se sembraban trigo, caña y algodón; asimismo, la casa poseía un huerto ubicado en la parte posterior, una botica, la casa del doctor, de las enfermeras y la servidumbre. También tiene un sótano instalado en las escaleras de las puertas de ingreso principal y era utilizado como calabozo. A pesar de lo deteriorado de sus instalaciones se deja percibir que en esta construcción predominan tres colores, el primer ambiente era de color mostaza, el segundo ambiente añil y por último blanco. Ya en 1932, el historiador Raúl Porras Barrenechea, denunciaba su abandono: En 1932 realicé con mis alumnos de Historia del Perú del colegio Raimondi una visita a este lugar histórico abandonado. La casa Punchauca está hoy deshabitada, pero a la distancia de los que llegan a ella ofrece una noble prestancia antigua. Restaurada en parte, ha conservado su antañona disposición, sus viejos balaustres torneados y sus puertas amplias y talladas de clásica hidalguía hispana…La sala principal donde se realizó la Conferencia está ahora ocupada por fardos de algodón y en la parte posterior de la casa hay una amplia galería que mira a un huerto abandonado en el que una para se retuerce con un gesto añoso sobre la impasibilidad del muro destartalado y polvoriento.

Por su lado, el padre Evaristo San Cristóbal describió su estilo arquitectónico cuando todavía seguía en pie: El núcleo central de la casa- hacienda Punchauca conserva, aunque con deteriores materiales de mucha consideración, las estructuras de dos grupos habitacionales entre los que se intercala un amplio patio central, y la diminuta capilla adosada a la residencia principal…En su conjunto, esta casa hacienda de Punchauca muestra un aspecto variado de noble sencillez, pero muy expresivo de la arquitectura virreinal propias de las casas señoriales del campo. Según José Antonio De Benito, esta hacienda es un modelo de arquitectura rural del siglo XVIII y fue construida sobre las bases de una “huaca”. Se levantó sobre este lugar sagrado para evitar que los indios siguieran rindiendo culto a sus dioses. Por orden del cabildo limeño, estas tierras del señorío de Collique, le fueron otorgadas en 1543 al primer burgomaestre limeño, Nicolás de Rivera “El Viejo”. La casona fue bautizada como Santiago de Punchauca, por su devoción al santo apóstol; para su culto se construyó una capilla interior, con una imagen en su honor de madera policromada. También se hallaba en este altar la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, aunque algunos hablan de La Merced y de un lienzo con la figura de Cristo. Sea como fuere, lo cierto es que hasta hace diez años el altar y la imagen de Santiago todavía perduraban. Los pobladores del lugar dicen que la madera del altar fue arrancada y empleada como leña, en tanto que la imagen de Santiago montado en su caballo (de aproximadamente 50 kilos) fue encontrado semidestruido, y ahora es custodiado por uno de los vecinos.

A la muerte de Nicolás de Rivera, en 1593, su esposa Elvira Dávalos confirma la posesión de esta encomienda; sus descendientes la venden a Francisco Donoso. Después de pertenecer a varios dueños, la propiedad pasó a manos de don Antonio Jimeno, partidario del virrey Don José La Serna. En 1821 cuando Lima era conmovida por las guerras de independencia, esta casa cumplió un gran papel, pues fue testigo de las conversaciones entre el virrey José La Serna y el general Don José de San Martín. Fue a las tres de la tarde del 2 de junio de 1821 cuando La Serna llegó a Punchauca, donde lo esperaba el Libertador para exponer su propuesta monárquica. En este momento se decidió el destino del Perú. Tras días de espera finalmente el virrey la Serna después de haber estudiado el pensamiento y las pretensiones del libertador rechazó sus propuestas. Treinta días después, el 28 de julio, San Martín en Lima proclamó la independencia del Perú.

Luego de la Independencia, la casa cobró notoriedad durante la guerra con Chile, cuando el presidente Nicolás de Piérola, en su huida al centro del país comunica desde Punchauca al coronel Belisario Suárez, jefe militar de la Plaza se retire de Lima sin oponer resistencia para que la capital sea respetada por los chilenos. Luego, en el siglo XX, la hacienda fue propiedad de la familia Nicolini; en 1945 fue embargada y fue adquirida por la familia Dibós. Ellos fueron los últimos propietarios de este inmueble hasta que llegó la Reforma Agraria de Velasco Alvarado, cuando las tierras pasan a manos de los trabajadores, quienes recibieron sus títulos en 1974. Así, Punchauca se convierte en la Cooperativa Agrícola y de Servicio. Hasta hace poco, la hacienda era todo un basural hasta que la Municipalidad decidió limpiarla. Se encontraron valiosos objetos como monedas, clavos hechos a mano, una balanza romana, una herradura, una talla de madera de Santiago Apóstol, un mortero y otras piezas de artículos domésticos. También había fragmentos de cerámica, cristalería, vajillas de la época colonial y republicana.

La casa hacienda Caballero.- No muy lejos de Punchauca, en el kilómetro 31 de la carretera a Canta, se ubica esta casa hacienda, una construcción colonial abandonada en una zona que ofrece una vista privilegiada del valle del Chillón. La casona tiene tres niveles y paredes de adobe de casi medio metro de ancho, además de elementos traídos de Europa como sus baldosas, algunas de las cuales aún permanecen en su lugar original. Esta hacienda perteneció a Juan Caballero de Tejada (1611), uno de los hacendados más importantes de Lima en el siglo XVII. Esta propiedad se convirtió en una de las más importantes del valle por su producción de frutos y ganado, especialmente de toros de lidia. Antes de llegar a Punchauca para su entrevista con el virrey La Serna, San Martín visitó esta hacienda. Lamentablemente, durante la guerra con Chile, “Caballero” fue asaltada por los invasores. Luego del desastre, en 1918, el propietario de la hacienda fue la familia Calmet, quien además era dueña de la hacienda Huarangal, que se encuentra frente a Caballero, cruzando el río Chillón.

La hacienda Chocas.- Ubicada en el kilómetro 34 de la carretera a Canta, fue construida sobre un terreno llamado ychoca, cuya castellanización ha dado lugar a su nombre. De trazo colonial, su estructura ha sido modificada durante la época republicana destacando la escalera caracol con peldaños de mármol y pisos de losetas. La hacienda sirvió de hospedaje al presidente Nicolás de Piérola en 1881, luego de las batallas de San Juan y Miraflores. Hoy la hacienda se encuentra administrada por la comunidad campesina de “Chocas” que la utiliza como local comunal y hospedaje temporal para algunos visitantes.

La casa hacienda Infantas.- Se trata de una residencia de origen colonial que perteneció a Jerónimo Infante del Real, la cual ha sobrevivido al tiempo y se encuentra en la urbanización Infantas, cerca de la comisaría de Infantas, Comas. Ahora la casona está acorralada por diversas viviendas. En sus instalaciones funciona un nido, una agencia municipal y un comedor popular. Ni autoridades municipales ni pobladores se han dado cuenta del atractivo que sería para este barrio restaurar esta casona y convertirla en un lugar de visita para escolares y turistas. Según el portal de la Universidad Católica Sedes Sapientiae, “la Casa Hacienda Infantas viene soportando con poca fuerza el paso de los años y la indiferencia de todos; este bello exponente de la arquitectura rural formó parte de los bienes del convento de Nuestra Señora de la Concepción en el siglo XVI. Uno de los primeros arrendatarios de la casa fue Jerónimo Infante del Real, quien se comprometió en 1667 a pagar un canon de 3 500 pesos anuales por un lapso de tres vidas (padre, hijo y nieto) naturales. Por esos años, la hacienda comenzó a llamarse Infantas, nombre que provenía de la mala pronunciación de Infante. Esta hacienda, de más de 190 fanegadas de extensión (570 hectáreas), se dedicó a lo largo de la colonia a la producción de trigo (XVII) y caña de azúcar (XVIII), además del cultivo de alfalfa y crianza de ganado. Es durante el siglo XX que la hacienda reemplazó el cultivo de azúcar por algodón debido a la gran demanda internacional y al incremento de su precio. Pero el cultivo de caña de azúcar no fue desechado del todo, pues dependiendo de las fluctuaciones del precio del mercado europeo, los propietarios decidían cuando sustituir los cultivos de algodón por lo de caña de azúcar. La gran demanda de materias primas obligó a los propietarios a industrializar la producción. Para ello adquirieron modernas maquinarias y herramientas, las mismas que en la actualidad han desaparecido, al igual que los utensilios y demás enseres coloniales y republicanos. En la actualidad la casa está ocupada por un Centro Educativo inicial y un comedor popular, a pesar de la endeble infraestructura que está a punto de desplomarse. Estamos a tiempo de evitar varias desgracias: perder la valiosa infraestructura rural y perder vidas humanas” (estudio del Lic. Santiago Tácunan Bonifacio, dDocentedel área de historia de la UCSS).

La capilla de la hacienda PRO.- Ubicada cerca de las avenidas Los Próceres y Confraternidad en la asociación de vivienda Adjudicatarios de la Hacienda Pro. La capilla formó parte de la Hacienda Pro, propiedad de la familia Pro León-Colmenares por más de 150 años. En 1847, pasó a poder de la familia Larriva, quien también era propietaria de la hacienda Comas. A mediados del siglo XIX, esta propiedad incorporó trabajadores chinos debido a su especializada producción de azúcar y algodón destinada al mercado europeo. El piso original era liso y de roble que daba comodidad a sus ocupantes, pues la zona esta expuesta a fuertes vientos durante el verano y alta humedad en los meses de invierno.

La casa hacienda Garagay.- Se encuentra cerca al cruce de las avenidas Universitaria y Angélica Gamarra, en el ex fundo Garagay. Fue conocida durante los siglos XVI y XVII bajo el nombre de Nuestra Señora de Gracia y Villaseñor Baja. El nombre actual proviene de la mala escritura y pronunciación del apellido de Luis de Garayar, hacendado que arrendó la propiedad en 1785. Su principal producto agropecuario fue el trigo, alfalfa, aceite de oliva y los carneros de Castilla.

La hacienda Aznapuquio.- Documentos coloniales hacen referencia a Aznapuquio (asnapukyu o “manantial hediondo”), como una zona ubicada en el actual Cono Norte de Lima. A finales del Virreinato hubo en Aznapuquio una hacienda, cuyo propietario fue Ignacio Vargas; hasta el Censo de 1940, seguía registrada como hacienda. Su importancia en la historia peruana radica en los hechos que se desarrollaron allí antes de la proclamación de la Independencia. En noviembre de 1820, el ejército realista acantonó en dicha zona un batallón de vanguardia (Caballería) para detener el posible avance patriota; luego, se concentraron allí todas las fuerzas realistas, e inclusive se pensó hacer un reducto y centro de operaciones en caso de batalla (11 y 18 de diciembre). Pero el gran acontecimiento se daría al mes siguiente. El 29 de enero de 1821, en el
llamado “Motín de Aznapuquio”, los generales realistas colocaron como jefe de las fuerzas realistas y último virrey, al general José de La Serna, destituyendo así a Joaquín de la Pezuela. No podríamos establecer dónde estuvo exactamente. Lo más probable es que se encontraba entre el Aeropuerto y el valle del Chillón, no lejos de los terrenos de Garagay, donde hoy está la huaca Aznapuquio.

NOTA.- Mucha de la información recopilada en las entregas sobre la historia de Lima Norte proviene del portal de la Universidad Católica Sedes Sapientiae y del libro que compiló el historiador José Antonio Benito, Pasado, presente y futuro de Lima Norte: construyendo una identidad. Lima, 2007.
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Notas sobre la historia de Lima Norte: los tiempos prehispánicos


Fortaleza de Collique (peruinforma.com)

Lima Norte tiene un pasado milenario. En los distritos de Carabayllo e Independencia, por ejemplo, se conservan restos arqueológicos del Periodo Formativo Temprano (3,500 años a.C.), como lo demuestran los objetos que se exhiben en los museos de Carabayllo y Ancón. La época de la que tenemos mayor información corresponde al Intermedio Tardío, cuando llegó a la zona la influencia chimú. Fue en este periodo en que se desarrollaron los Collecs o Collis (llamados “colliques” por los españoles), quienes formaron siete curacazgos: Chuquitanta, Carabayllo, Zapán, Macas, Guaraui, Guancayo y Quivi), teniendo su centro o núcleo en el cerro fortaleza Collique (hoy, al costado del hospital Sergio Bernales, Collique, Comas) y que fueron conquistados por las tropas de Tupac Yupanqui de manera violenta.

Según el diccionario de fray Domingo de Santo Tomás, el término colliruna significa “diligente”, y para Diego Gonzáles Holguín, kulliruna es de “mucho brío y esfuerzo por el trabajo, diligente e incansable”. Según María Rostworowski, en Quivi (hoy Quives) se sembraba la mejor coca de la costa peruana. El extenso “Señorío de Colli” comprendía desde el litoral hasta la actual Santa Rosa de Quives, límite desde el cual comenzaban las posesiones de los “canta”. Ambos señoríos vivían en constante guerra por la tenencia de los cocales de Quives, pero los colli siempre lograron rechazar los ataques enemigos protegidos en su imponente fortaleza, donde según fuentes, contaban con extensos campos de cultivo y dos manantiales de agua que les permitía resistir el cerco prolongado del enemigo o burlar la desviación del cauce del río, estrategia utilizada frecuentemente por los “canta”. También sabemos que las posesiones del señor Colli no se limitaban al actual valle del Chillón, sino que en algún momento de la historia ocuparon por la fuerza parte del valle del Rímac.

La fortaleza de Collique.- El sitio arqueológico está ubicado en el Cerro Pirámide, a la altura del kilómetro 16 de la avenida Túpac Amarú, Comas. Lamentablemente, toda el área circundante al sitio se encuentra ocupada por construcciones modernas. Según el arqueólogo Jeffry Jonatthan Vera Roca:

1.- El sitio tuvo una doble función. Una, defensiva, por la presencia de murallas y ubicación; y la segunda, religiosa, por el carácter sagrado que implica tener una huaca.
2.- Según los datos etnohistóricos se dice que el sitio fue la sede o capital de los Collik, pero es difícil dar una respuesta de esa magnitud ya que no hay un estudio arqueológico que sustente esa idea; por lo tanto, el sitio debió pertenecer a un grupo serrano o mezcla de yunga con el anterior.
3.- En el sitio existen construcciones del periodo intermedio temprano; asimismo, hay presencia de arquitectura más tardía (inca), como las colcas o depósitos.

OTROS SITIOS ARQUEOLÓGICOS DE INTERÉS

Centro ceremonial Garagay.- Este importante sitio arqueológico está ubicado entre las avenidas Angélica Gamarra y Universitaria. Lamentablemente, durante los años ochenta, fue mal delimitado por el Instituto Nacional de Cultura, lo que permitió colocar una torre de alta tensión de más de 30 metros de altura sobre el montículo principal. El recinto sobresale no sólo por su estructura en forma de «U», sino también porque en el atrio de la pirámide central se ha encontrado un conjunto de frisos policromos, cuyas imágenes tienen representaciones zoomorfas y antropomorfas, muy vinculadas a las fuerzas de la naturaleza. Los frisos fueron descubiertos en 1974 por Roger Ravines. Las excavaciones arqueológicas han demostrado que el sitio es pre Chavín.

El Templo en U de Huacoy.- Se trata de uno de los restos prehispánicos más antiguos de Lima, un templo en forma de U, con una antiguedada de 1,400 años a. C. Lamentablemente, está a punto de desaparecer debido a “empresarios” que lo han lotizado para su venta; incluso, en un lote han levantado un cerco perimétrico de material noble, mientras que por un lado de la pirámide principal algunas casas están invadiendo la zona intangible. Huacoy es uno de los símbolos de Carabayllo. El complejo arqueológico abarca unas 27 hectáreas; la plaza delimitada por las tres pirámides que lo componen abarca un aproximado de 12 hectáreas. Fue declarado “Patrimonio Cultural de la Nación” en el año 2002. El templo de Huacoy se encuentra en la zona que, según los mitos, fue morada del dios Con, una divinidad norteña que, enojado con los hombres, convirtió la costa en desierto. La ubicación de estos templos junto al cauce de los ríos parece hacer referencia a este dios.

El Templo del Zorro o pirámide Buena Vista.- También en Carabaillo, según cuentan las leyendas, este templo se construyó para avisar a los sacerdotes de que ya era la hora de la siembra o la cosecha. Los cálculos arqueológicos dicen que el complejo se construyó hace cuatro mil 200 años. Robert Benfer, antropólogo norteamericano, encontró aquí (año 2005), según su opinión, el calendario más antiguo del Nuevo Mundo: un observatorio de cuatro mil 200 años de edad, construido con suficiente precisión para fungir como almanaque agrícola: Estaba mirando una escultura situada en una cresta encima del templo y me di cuenta de que todo se alineaba con las estrellas. Fue un momento sorprendente, declaró. La alineación significaba que al amanecer de cada solsticio de invierno, hace cuatro mil 200 años, estrellas clave aparecían alineadas con el templo, y alertaban a los sacerdotes que pronto el río se anegaría y sería tiempo de empezar a sembrar. El templo había sido edificado como un despertador para la comunidad.

Lo cierto es que los trabajos de Benfer sacaron del olvido una pirámide construida en el año 2,200 antes de Cristo, que evidenciaría que los antiguos habitantes de esta zona conocían los movimientos de las estrellas en fechas tan remotas. Benfer exploraba el valle del Río Chillón en busca de noticias relacionadas con la dieta precolombina y se encontró con una pirámide de casi diez metros de alto que en sus días estuvo pintada de blanco y rojo. El sitio, ubicado en el enclave arqueológico de Buena Vista, está dominado por dos edificios: la pirámide del norte, el Templo del Zorro, se construyó alrededor de una plataforma desde la cual los sacerdotes ofrendaban a los dioses. Se nota, por ejemplo, que a través de puertas angostas, el ofertorio miraba hacia una piedra labrada en forma de cabeza. La roca, de casi 2.5 metros de alto, está en la cresta de una montaña a unos 60 metros de distancia. Cada año, al llegar el solsticio de verano del hemisferio sur, el día más largo del año (21 de diciembre), una constelación que para aquel pueblo era el Zorro aparecía alineada con la piedra. Esto ocurría unos días antes de que el río Chillón, del que dependía su agricultura, se inundara. Según los mitos andinos, el Zorro enseñó a los lugareños las artes de la agricultura. El Templo del Zorro es 1.000 años más antiguo que cualquier otro recinto similar hallado antes. También es significativo, porque sugiere que la gente organizaba sus vidas alrededor de las constelaciones andinas y entrega evidencia del comienzo de técnicas más sofisticadas de agricultura, explicó Benfer. En la entrada de la construcción se encontró un mural con un zorro esculpido dentro de la imagen de una llama.

Restos del camino epimural de los Colli (urbanización Tungasuca).- En realidad, se trató de una extensa muralla que comenzaba en la ladera de Cerro Zorro, seguía paralela al río Chillón, hasta llegar al mar de Ventanilla, cercando Zancudo, Allpacoto, Chacra, Huacan-Llanco, Dacha Tambo, Huacas Templo y la Sede Fortificada Colli. Para algunos arqueólogos, esta muralla era una demostración del poder de este pueblo guerrero, los “colli”. Su construcción debió requerir el trabajo de miles de hombres y varios años de esfuerzo. Tenía una altura de 4.57 metros y el ancho del camino que formaba en su parte alta medía 3 metros. Servía para defender a los Colli Lluna y otros pueblos de los ataques de sus enemigos, los “cantas” y los “atavillos”, quienes peleaban por la posesión de la zona de Quivi (Quives), área que producía la mejor coca de toda la región. De esta extensa muralla, solo quedan algunos fragmentos que se han salvado del avance urbano. Uno de ellos es el que se encuentra en la Urbanización de Tungasuca, actual distrito de Comas.

El sitio arqueológico de Copacabana.- Se encuentra ubicado en la parte inferior de la cuenca del río Chillón, margen derecha y sobre el límite norte de los campos actualmente bajo cultivo, más allá de los cuales se extienden las llamadas “Lomas de Carabayllo”. Por ello, se encuentra estratégicamente ubicado como punto de enlace entre la amplia planicie irrigable del bajo Chillón y Playa Grande (distrito de Santa Rosa) y Ancón, así como, con el valle del río Chancay más al norte. El acceso al sitio se logra a través de una trocha carrozable que parte de la carretera Panamericana Norte y se dirige hacia el este, ubicada aproximadamente un kilómetro después del “Ovalo de Puente Piedra”.

El sitio corresponde a la Cultura Lima (“desarrollos regionales”, siglos II-VII d.C.). Hasta hace muy poco se encontraba completamente rodeado de campos de cultivo, pero actualmente está siendo sometido a un intenso proceso de urbanización. La configuración “urbana” del sitio se divide en dos grandes sectores. El primero de ellos concentra las edificaciones más imponentes (Sector A) con estructuras que llegan a alcanzar los 35 metros de altura. El sector B se extiende inmediatamente al este del sector A, sobre una terraza natural que bordea los terrenos de cultivo del valle y en el que se ubican estructuras menores que alcanzan los cinco metros de altura, entre estos pequeños montículos se emplazaban estructuras al parecer más precarias. El sitio fue ocupado de manera continua hasta el Horizonte Wari, sustentando su desarrollo en el dominio de una amplia zona agrícola y el uso extensivo de sistemas de riego.

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Notas sobre la historia de Lima Norte: introducción

El también llamado “Cono Norte”, es el sector septentrional de Lima Metropolitana. Es la zona comprendida por 8 distritos que se ubican al norte de la ciudad de Lima. Se extiende en dos ejes, uno de ellos por el noreste a todo largo de la Cuenca del Río Chillón hasta el Kilómetro 40 de la carretera a Canta y el otro por el Noroeste, hasta el Kilómetro 43 de la Carretera Panamericana, abarca además parte de la cuenca del Río Rímac. Se une al Centro histórico de Lima a través de estos dos ejes viales: la Avenida Túpac Amaru y su prolongación, la Carretera a Canta y la Carretera Panamericana. Una tercera vía, la Avenida Universitaria, sirve de conexión con la zona de San Miguel. Su población estimada, según el censo del 2005, es de 1’524,252 habitantes, casi 43 habitantes por kilómetro cuadrado.

El termino Cono Norte, al igual que en otras metrópolis, fue acuñado inicialmente para distinguir los ejes de crecimiento urbano de Lima Metropolitana y los lugares donde se concentraban las poblaciones de pobreza y pobreza extrema de la capital. El termino Lima Norte es más reciente referido a esta misma zona geográfica nace en base a una redefinición del espacio urbano de la ciudad a partir de su desarrollo económico, urbano y factores de dependencia: La ciudad de Lima ya no tiene conos o extremos dependientes de un centro económico, sino esta constituido por centros de desarrollo económico independientes, uno de ellos y el de mayor crecimiento es Lima Norte. En efecto, Lima Norte ha adquirido mayor notoriedad en la vida nacional por su crecimiento económico a partir del año 2000. Prueba de ello es que los distritos de Los Olivos y San Martín de Porres han elevado sus categorías de sectores socio-económicos C y D hacia B y C respectivamente. Este relativo auge se refleja en la gran cantidad de negocios que se han desarrollado en los alrededores del centro comercial “Mega Plaza Norte”, considerado uno más prósperos de Lima; otro centro comercial de mayor magnitud, el “Plaza Lima Norte”, se encuentra en construcción. Finalmente, un nuevo eje de desarrollo comercial en Lima Norte se viene gestando desde hace algunos años en Puente Piedra, donde actualmente el comercio crece aceleradamente (esta información general es de wikipedia).

LA FORMACIÓN DE “LIMA NORTE”.- Hay consenso en señalar que a partir de la década de 1940, la sociedad peruana ingresa en una nueva etapa en su historia que se caracteriza por una fase de modernización e industrialización capitalista. Uno de los factores que impulsó ese proceso fue el incremento de la demanda de materias primas como consecuencia de al Segunda Guerra Mundial. Uno de los efectos directos de este proceso de industrialización fue el explosivo proceso de urbanización del país: aumento violento del flujo migratorio hacia Lima y, especialmente, la consolidación de la Capital como una metrópoli que terminaría por concentrar y centralizar casi toda la capacidad productiva y los recursos del país.

Los orígenes de Lima Norte se remontan a la década de 1930 con la construcción de los barrios obreros en Caquetá y San Martín de Porres, construidos durante el gobierno del general Benavides. Hasta allí, hubo cierta “planificación” en esta zona de Lima. Pero en la década siguiente, surgen las invasiones y las barriadas. A mediados de la década de 1950 ya están constituidas las barriadas “27 de Octubre”, “El Pedregal” y toda la zona de “Zarumilla”. La Panamericana Norte sería, junto a la carretera a Canta y al ferrocarril Lima-Ancón, un eje decisivo para el crecimiento de Lima Norte. A partir de la década de 1960 se produciría una sucesión de nuevos asentamientos: “Pampa de cuevas”, “La libertad”, “Comas”, “Carabayllo” e “Independencia”, entre otros.

El caso de “Ventanilla” fue distinto porque respondió al concepto de ciudad “satélite”. “Previ” (Proyecto Experimental de Vivienda), a la altura del kilómetro 19 de la Panamericana Norte, también respondió a este modelo, y forma parte del patrimonio urbanístico de Lima Norte. Pocos saben que “Previ” fue uno de los laboratorios de experimentación urbanística más importantes de América Latina y hoy es un foco de “turismo urbanístico”. Según Wiley Ludeña, el barrio es interesante por las propuestas y por la obra allí presente de arquitectos mundialmente conocidos, como james Stirling, Alexander Christopher, Aldo van Eyck, Charles Guerra, entre otros. Cada uno tiene una casa modelo construida. Previ debería formar parte del patrimonio urbanístico de la ciudad de Lima Norte. Son este tipo de evidencias e iniciativas que coadyuvan a dotarnos de una especie de autoestima por aquello que tenemos en este territorio valioso de Lima Norte.

En la década de 1990, concluyó un ciclo histórico y se inició otro: la barriada aspira a convertirse en ciudad. Deja de ser el “Cono Norte” y surge la “Lima Norte de hoy. Temas como el de la renovación, el ornato público y la instalación de un equipamiento urbano adquieren sentido para los nuevos distritos. Se inicia así un proceso de renovación urbana de la nueva-vieja periferia constituida por cientos de barriadas, muchas de las cuales aparecen hoy como demasiado viajas sin haber llegado nunca a ser ciudades nuevas. Como concluye Ludeña, para el caso de Lima Norte, creo que el gran desafío es restituir y configurar una centralidad urbana que pudiera afirmar una idea de ciudad radicalmente distinta, porque de una u otra manera esta piel que cubre a Lima Norte va a cambiarse y modificarse. Y este es un proceso que va generando transformaciones dramáticas en diversas zonas de Lima Norte. No nos referimos solo a la zona de Megaplaza Norte, sino a una serie de espacios donde surgen rápidamente edificios de cinco o diez pisos, así como grandes centros comerciales. El problema es que en el fondo, aun cuando detrás de este tipo de cambios existen normas o profesionales que la hacen aparentemente “formal”, sigue siendo un modo informal, caótico y espontáneo de hacer ciudad. Cambiar para no cambiar. Corregir esta tendencia histórica es el reto principal.
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Nuevo libro: ‘La nación y la muerte. La Shoá en el discurso y la política de Israel’


LOS USOS Y ABUSOS DE LA MEMORIA

Con La nación y la muerte, la profesora israelí Idith Zertal consigue lo que tal vez ningún otro ensayo sobre el conflicto de Oriente Próximo había logrado hasta ahora: interpretarlo como una experiencia de valor universal, de la que extraer conclusiones capaces de iluminar los riesgos potenciales de las relaciones de una sociedad con su pasado o con lo que sus dirigentes deciden consagrar como tal. Como bien señala Shlomo Ben Ami en el prólogo a la traducción española, publicada por la editorial Gredos, Zertal adopta una perspectiva infrecuente al tratar del Holocausto y su banalización: no la de criticar a quienes comparan cualquier tragedia con el exterminio de los judíos, sino la de desvelar las razones de su aparición en escena cada vez que el país se ha enfrentado a “problemas políticos y de seguridad cuyos costes y consecuencias, hasta ese momento, no ha querido asumir o afrontar”. De ahí la paradoja, señalada por Zertal, de que al mismo tiempo que Israel insiste con toda razón en el carácter único del Holocausto, “el uso sistemático y descontextualizado” que han realizado sus Gobiernos y clases dirigentes sea “uno de los principales ejemplos de devaluación de la extraordinaria relevancia y magnitud de la Shoah”.

A partir de esa constatación, Zertal traza un minucioso recorrido a través de las distintas funciones que el discurso político ha asignado al intento de exterminar a los judíos en los campos de Centroeuropa, empezando por la creación misma de Israel, a tenor de las intervenciones públicas de Ben Gurión en el momento de la fundación del Estado. Esas funciones han contribuido, por una parte, a interpretar la historia de los judíos como una sucesión de episodios que, desde los tiempos más remotos, prefiguraban la formulación de la utopía sionista a finales del siglo XIX y su realización en 1948. Pero han contribuido, por otra, a lo que Shlomo Ben Ami define en su prólogo como “la base ideológica de una sociedad de víctimas con inmunidad moral en su confrontación con el mundo árabe y con el mundo en general”.

Este doble aspecto en el uso que los discursos políticos hacen de la Shoah ha dado lugar a conflictos de naturaleza simbólica en Israel, vinculados a la necesidad de definir un ser nacional. Zertal se detiene, entre otros, en la polémica en torno a la crónica de Hannah Arendt sobre el juicio a Eichmann y su expresión “la banalidad del mal”, una de cuyas consecuencias fue que la filósofa no volvió a recibir invitaciones para impartir conferencias en Israel. Zertal analiza, además, las consecuencias estrictamente políticas, como las conexiones entre las referencias políticas a la Shoah y el desarrollo del programa nuclear israelí o las implacables reacciones a la Intifada.

La nación y la muerte puede ser leído, desde luego, como un ensayo que permite comprender la ideología detrás de las posiciones israelíes en el conflicto con los palestinos. Pero puede ser leído también, y ahí radica su excepcional valor y su carácter imprescindible, como una reflexión que trasciende los límites de su objeto, y que alerta sobre los usos y abusos políticos de la memoria. En esto Israel sólo sería un ejemplo extremo Tomado de El País de España).

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La bailarina rusa Norka Rouskaya escandaliza Lima


Norka Rouskaya

La madrugada de domingo 4 de noviembre de 1917, el Cementerio General de Lima vivió un hecho inédito y escandaloso. El sábado, a las 8 de la noche, dos jóvenes, Alejandro Ureta y César Falcón, se habían presentado en la casa del señor Pedro García Irigoyen, inspector del camposanto, para solicitarle permiso a fin de que la bailarina rusa pudiera visitar, en la noche, el cementerio. Al principio, el señor inspector se negó pero los jóvenes alegaron que la señorita ya partía a su país y que quería conocer, de todas maneras, el Cementerio para llevarse algunas impresiones nocturnas de la ciudad. García Irigoyen terminó aceptando y llamó al administrador del Presbítero Maestro, el señor Valega, para que brinde las facilidades.

Lo cierto es que poco después de la 1 de la madrugada llegaron dos automóviles, descendieron los visitantes, entraron al camposanto y recorrieron algunas de sus calles. Al llegar a la avenida principal, el violinista Cáceres desenfundó su violín, se encendieron las velas y Norka Rouskaya, despojándose de sus vestiduras (quedó en malla y cubierta con una túnica gris) empezó a danzar bajo la luz tenue entre las tumbas, al son de la danza fúnebre de Chopin. Mientras el grupo de jóvenes, entre los cuales se encontraba José Carlos Mariátegui, estaba estupefacto del espectáculo, el administrador –escandalizado- impidió que continuara la bailarina pues el permiso era solo para una visita. Pero ni modo: la noticia se había esparcido por la ciudad. Llegó el Prefecto; más tarde los involucrados prestaron declaraciones pero había un vacío legal para cualquier acto de este tipo. Solo circuló el rumor que el Arzobispado había resuelto proceder a la reconciliación del cementerio pues había sido “profanado”.


La bailarina en la piscina de la hacienda Chiclín

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El Sistema Métrico Decimal en Lima

Luego de varios intentos fallidos, que se remontaban a la segunda mitad del siglo XIX (un primer intento fue el del presidente Miguel de San Román en 1862), por fin, al menos en Lima, la Municipalidad hizo conocer el lunes 4 de septiembre de 1916, que el Sistema Métrico Decimal quedaba establecido obligatoriamente, en sus unidades de medida, para las transacciones entre vendedores y consumidores, ya sea al por mayor o al menudeo. La ordenanza municipal establecía el plazo de 30 días para la adecuación del nuevo sistema, en todas las tiendas y mercados de la ciudad, especialmente en el Mercado Central. El nuevo sistema reemplazó al sistema de pesos y medidas español que imperaba desde los años virreinales.


Antiguo Mercado Central de Lima

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Los orígenes del balneario de San Miguel

El surgimiento de esta zona de Lima no hubiera sido posible sin la construcción de la avenida Brasil. Comencemos la historia. El 30 de abril de 1898, se decretó la apertura de esta nueva arteria que comenzó a llamarse “Piérola”; la obra fue inaugurada en marzo de 1899. Esta nueva avenida provocó el crecimiento de Magdalena Vieja, actual Pueblo Libre, el desarrollo del barrio de Magdalena Nueva (o Magdalena del Mar) para una clase media acomodada y luego, a partir de 1913, el del “Balneario de San Miguel”. Esta urbanización, semilla del futuro distrito de San Miguel, se inició alrededor de una obra muy singular realizada por el propietario de ese fundo, Federico Gallese. Consistía en la construcción de una gran piscina de agua de mar que se bombeaba desde el pie de los acantilados por medio de una electrobomba que era movida por los desagües de la piscina, de la urbanización y de las sangraderas de los fundos San Miguel y Orbea. El edificio que albergaba la piscina todavía existe, convertido ahora en escuela, frente a la plaza principal del distrito. Seguramente, el proyecto de esta piscina se hizo por lo complicado que es bañarse en el mar de San Miguel, con mucha piedra y las olas que revientan en los acantilados.


San Miguel en la década de 1920

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El Palais Concert


Foto antigua del Palais Concert, ubicado en el cruce de lo que es hoy e jirón de la Unión y Emancipación

Según algunas fuentes, el martes 29 de febrero de 1913, a las 6 de la tarde, en su famoso local de la esquina de la calle Baquíjano, se inauguró el Palais Concert, a imitación del Cafè de la Paix de París, por obra de los señores Visconti y Velásquez. Hecho a todo lujo y gusto, esta confitería y bar tenía cine, teatro de variedades y una orquesta –compuesta por señoritas- que tocaba valses vieneses. La decoración era extraña para los limeños de entonces: profusión de luces eléctricas, espejos en las columnas y paredes, lunas en blanco y amarillo que separaban los ambientes, las puertas y ventanas con lunas vitró, escaleras de mármol y palcos bien alumbrados. La ceremonia de inauguración estuvo presidida por el alcalde de Lima, Nicanor Carmona, quien, después de pronunciar un breve discurso, brindó con champán. El local, con sus modernas máquinas, fabricaba sus propios helados, pastas y confitura. Desde el día de su inauguración, el local se convirtió en el principal punto de encuentro de la sociedad limeña y su aforo era desbordado cuando se recibía el Año Nuevo. Según la revista Variedades, la pobre “vida nocturna” de entonces mejoraría notablemente con la apertura del Palais Concert, lugar de encuentro de la elite social e intelectual de Lima. En 1921, se hicieron cargo del negocio los señores Alberto Gamarra y Enrique Valenzuela hasta que cayó en la decadencia y cerró sus puertas en 1930.

Sin embargo, el diario El Comercio, da otra fecha respecto a la inauguración del famoso local entre las calles Baquíjano y Minería: “Ayer a las 6 de la tarde se inauguró la confitería Maury, situada en el piso principal y planta baja del hermoso edificio, recientemente construido, en la esquina de Baquíjano. Este nuevo establecimiento, uno de los mejores que hoy poseemos, es hecho a todo costo y lujo, con su cine, Palais Concert y teatro de variedades, responde a todas las exigencias de la vida moderna, con sus comodidades y buen tono. El ala principal de lainmensa sala está dividida en tres secciones: la confitería, el bar y el salón, elegantemente arreglado. En el fondo y al centro se encuentra la orquesta. La profusión de luces eléctricas es considerable y al reflearse en los espejos que tapizan las columnas y paredes, presenta un aspecto extraño y hermoso. La parte principal y la central de la sala, están separadas por una inmensa división de lunas de color blanco y amarillo. Forman las puertas y ventanas grandes lunas vitró, de caprichosas y bellas combinaciones. Cuatro escaleras de mármol conducen a la planta baja del edificio, a cuyo frente se ven dos pequeños escenarios: el del cine y el del teatro de variedades; en el centro los divide el lienzo de una bella alegoría. Las decoraciones han sido pintadas por el conocido escenógrafo señor Narváez. Al pie de los proscenios se encuentra la orquesta. Varios palcos, bien alumbrados, con buen número de ventiladores que contrarresten los rigores de la estación, harán de este punto de reunión de nuestra culta sociedad. Una moderna maquinaria y buen personal en el servicio, responde a la exquisita fabricación de helados, pastas y confitura. Apadrinó la ceremonia el alcalde del honorable Concejo Provincial, señor Nicanor M. Carmona, quien brindó, en ese acto, una copa de champaña con adecuadas frases. Crecida y selecta concurrencia, invadió hasta altas horas de la noche los varios compartimentos del Palais Concert, donde la orquesta de las damas vienesas dejó oír los acordes de una música, movida y retozona, que comunicaba a los nervios la vida de sus notas, o los suaves y sentimentales sonidos de los violines húngaros, que llegaban al alma intensamente. Allí esperó gran cantidad de gente el amanecer del año nuevo” (1 de enero de 1913).


Interior del Palais Concert


Abraham Valdelomar y un grupo de damas que actuaba en el Palais Concert

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