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Plazuela Felipe Pinglo Alva

Ubicada en el jirón Junín con la iglesia del Prado (en los Barrios Altos), esta plazuela fue construida, posiblemente, cuando el arzobispo de Lima, Pedro de Villagómez, reconstruyó el edificio del Monasterio del Prado a mediados del siglo XVII. Ahora, este espacio es un homenaje de la ciudad al compositor Felipe Pinglo Alva, quien vivió en este barrio y fue el propulsor del vals criollo tal como lo conocemos ahora. En la placa se encuentra la siguiente inscripción: “Municipalidad Metropolitana de Lima, remodelación de la Plazuela Felipe Pinglo Alva 1899-1936. Dedicada a la memoria del padre de la música criolla. El cantor de los humildes, visionario vanguardista de la forma musical, creador de valses y poemas de gran contenido humano y social. Alberto Andrade Carmona Alcalde-Febrero 1997”.

Fin de la serie “Plazuelas de Lima” Sigue leyendo

Plazuela de Santo Cristo o Maravillas


(blog Lima de Siempre)

Ubicada en la cuadra 14 del jirón Ancash (en los Barrios Altos), el trazo de esta plazuela se remonta al siglo XVIII y forma parte de la Iglesia de Santo Cristo, ubicada donde antes estuvo la Portada de Maravillas, una de las puertas de la antigua Muralla de Lima. La capilla del Santo Cristo de las Maravillas fue mandada a levantar por el arzobispo Juan Domingo de la Reguera ya que, según la tradición, allí se encontró abandonada una imagen del Redentor. Es una plazuela de regular tamaño, en una esquina, con cuatro bancas de madera y cemento, y con jardines en aceptable estado. Por su cercanía, esta plazuela y su templo, era el antiguo punto de partida de los cortejos fúnebres hacia el cementerio Presbítero Maestro.

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Plazuela del Carmen


(skyscrapercity.com)

Esta pequeña explanada se encuentra entre los jirones Huánuco y Junín y su origen se remonta al siglo XVII cuando se construyó el templo de Nuestra Señora del Carmen (declarado santuario en 1988 por el cardenal Juan Landázuri). En realidad, la plazoleta forma parte del atrio de la iglesia y está enrejada. Tiene una extensión de 16 por 18 metros y, por estar en zona elevada, se le llama del Carmen Alto. Cabe destacar la portada de la Iglesia del monasterio de las Carmelitas Descalzas.

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Casa del presidente José Pardo y Barreda


(archivo de la Pontificia Universidad Católica del Perú)

Esta es una fotografía de la casa de José Pardo y Barreda, presidente del Perú en dos periodos (1904-08 y 1915-19) e hijo de Manuel Pardo y Lavalle, fundador del Partido Civil y también presidente de la República entre 1872 y 1876. La residencia estaba ubicada en la calle de Santa Teresa, actual cuadra 5 del jirón Puno. Sigue leyendo

Plazuela Buenos Aires

Esta plazoleta, ubicada a la altura de la cuadra 7 del jirón Huánuco, en los Barrios Altos, no aparece en ninguno de los planos de la Lima virreinal, por lo que suponemos que su origen es republicano. Para muchos, es el lugar con más esencia barrioaltina, puesto que aquí, el 31 de octubre de 1944, el presidente Manuel Prado y Ugarteche proclamó el “Día de la Canción Criolla”. Aquí también se encontraba el antiguo cine “Conde de Lemos” y está la célebre Quinta o Callejón San José, que parece un pequeño pueblo dentro del barrio. Todavía la plazuela luce su antigua pileta y, luego de su reciente remodelación, en la que talaron sus vetustos árboles, presenta bancas de madera con fierro, faroles de estilo republicano y mesas de cemento para los aficionados al ajedrez.

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Plazuela del Cercado

Ubicada en el cruce de los jirones Conchucos y Desaguadero (Barrios altos), esta plazuela remonta su historia hasta el siglo XVI, cuando el gobernador Lope García de Castro mandó fundar un pueblo de indios, El Cercado, y dispuso que los indios que vivían en la ciudad y alrededores fueran reducidos en este lugar, con el fin de evangelizarlos mejor y cobrarles el tributo. El nuevo barrio, cuyo nombre completo era “El Cercado de Santiago”, se encontraba rodeado por muros, de allí su nombre. Tenía todo: calles, plazuelas, cabildo, hospital, cárcel e iglesias, formando así una pequeña ciudadela que se extendía desde la puerta principal del barrio hasta la plaza de Santa Ana (hoy Plaza Italia.). Recién en al década de 1590, por mandato del virrey García Hurtado de Mendoza, se logró trasladar definitivamente a todos los indios del valle del Rímac a esta zona, que quedaron bajo la tutela de los padres jesuitas. Por ello, la plazuela aparece en los primeros planos de Lima y tenía forma circular, con una gran cruz de madera al centro; luego, se cambió la cruz por una pila para el abastecimiento de agua del vecindario. A principios del siglo XX, se colocaron en las esquinas de plaza cuatro bellas esculturas de mármol italiano (falta una) que originalmente estuvieron en el antiguo Parque de la Exposición. Asimismo, en uno de sus extremos se ubica el templo de Santiago Apóstol del Cercado, que sufrió grandes daños por el terremoto de 1940. Fue reconstruido y hoy la plaza luce, en su parte central, la antigua fuente de bronce.

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Programa para el Centenario de Jorge Chávez en Briga (Suiza)

Programm

Donnerstag, 23. September 2010
10.30 Uhr
Medienkonferenz: KMU Wirtschaftsförderungstag “Technologie- und Wissenstransfer”
Philatelie- und Modellflugausstellung

Freitag, 24. September 2010
10.00 bis 16.00 Uhr
KMU-Wirtschaftsförderungstag mit dem Hauptreferenten Piccard Bertrand
Detailliertes Programm
17.00 Uhr Vernissage Wanderaustellung Geo Chavez Stockalperschloss in Brig, Offenes Singen internationaler Alpenchöre in Brig-Glis
17.00 – 02.00 Uhr Fliegerfest beim Geo Chavez Denkmal in Ried-Brig, Flugmanifestationen
19.00 Uhr Musikalische Unterhaltung, Auftritt internationaler Alpenchor, Kantinenbetrieb
20.00 Uhr Galakonzert Internationaler Alpenchöre im Zentrum Misione in Naters

Samstag, 25. September 2010
10.00 Uhr Kranzniederlegung bei Geo Chavez Denkmal in Brig, Ansprache des Peruanischen Botschafters
Auftritt internationaler Alpenchor
10.30 – 12.15 Uhr Festakt im Hof des Stockalperschlosses
Begrüssung OK-Präsident Odilo Schmid, alt Nationalrat,
Ansprache Viola Amherd, Stadtpräsidentin und Nationalrätin
Uraufführung Komposition für Blasorchester von Eduard Zurwerra und Lesung aus der Novelle Geo Chavez von Nicolas Eyer
Taufe neues Flugzeug Swiss
Apéro mit Auftritt internationaler Alpenchor
13.15 Uhr Kranzniederlegung beim Geo Chavez Denkmal in Ried-Brig, Ansprache Herbert Schmidhalter,
Gemeindepräsident Ried-Brig, musikalische Umrahmung MG Simplon, Ried-Brig

10.00 – 18.00 Eröffnung Philatelie- und Modellflieger-Ausstellung in der Simplonhalle in Brig
11.30 – 17.30 Singe uf der Gass an 7 Standorten in der Briger Altstadt
12.00 – 04.00 Uhr Fliegerfest beim Geo Chavez Denkmal in Ried-Brig
14.15 Uhr Grosse Flugschau beim Geo Chavez Denkmal in Ried-Brig
Flugdemonstrationen mit Patrouille Suisse
Starts und Landungen auf dem ehemaligen Flugfeld
Helikopter-Rundflüge mit der Air Zermatt
Ab 18.00 Uhr offenes Singen und Galakonzert der Alpenchöre im Stockalperhof

Sonntag, 26. September 2010
09.00 – 16.00 Uhr Philatelie- und Modellflieger- Ausstellung Simplonhalle in Brig
ab 10.00 Uhr Jubiläumsfestivitäten in Domodossola
9.30 Uhr Messe und Abschluss-Matinee im Stockalperschlosshof mit den internationalen Alpenchöre

Kulturelle Veranstaltungen
Vernissage des Buches 100 Jahre Geo Chavez von Georges Tscherrig (Mai 2010)
Kunstausstellung des Peruanischen Künstlers Rafael Garcia Miro
Dokumentation / Ausstellung in Zusammenarbeit mit dem Verkehrshaus Luzern
Wanderausstellung Geo Chavez, Stockalperschloss Brig
Philatelie- und Fliegerausstellung, Simplonhalle Brig (Samstag und Sonntag)
Zeitgenössische Kunstausstellung des Kunstverein Oberwallis (Siehe Detailprogramm)

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Bicentenario de Chile


Fiesta popular por el día nacional de Chile en el siglo XIX

Nuestro vecino del sur, Chile, festeja hoy los 200 años del inicio de su proceso emancipador, cuando el 18 de septiembre de 1810 se instaló su Junta de Gobierno. Recién ocho años después, con la ayuda de los ejércitos de del libertador San Martín, los patriotas sureños lograrían su independencia en la batalla de Maipú. Si bien los chilenos estaban preparando con mucho entusiasmo las fiestas del Bicentenario desde tiempo atrás, presentando al mundo sus logros económicos y sociales de las últimas tres décadas, en febrero de este año, un terrible terremoto, que azotó varias zonas del país, hizo replanter la forma de la celebración. Aquí presentamos un balance particular de cómo Chile hizo frente a los desafíos que impuso la Independencia durante su temprana república.

Chile nació como país independiente sin mayores contratiempos. Es cierto que en la década de 1820 tuvo un peligroso desorden político pero ya en 1833, quince años de conseguida la separación definitiva de España, su clase política diseñaba, de la mano de Diego Portales, un sistema de gobierno y las bases de un estado nacional. Mientras los demás países de la región aprobaban constituciones provisionales y se sumían en la anarquía, la Constitución chilena de 1833 reflejaba fielmente el escenario social y lo perpetuaba. Consagró el presidencialismo y el centralismo; además, le dio a la oligarquía conservadora el control del país por lo menos en los próximos 30 años.

Todo esto se vio favorecido, de un lado, por el perfil del territorio. Era un país estrecho, compacto y manejable. Se extendía desde la zona minera del Copiapó hasta el río Bío-Bío en el sur, más allá del cual los indios araucanos, unos 200 mil, preservaban tenazmente su identidad e independencia. La mayoría de los chilenos, un millón al momento de la independencia, vivía en la región del valle central al sur de Santiago (productor de fruta y cereal). Había unificación étnica, clave de la estabilidad social: una minoría blanca y una mayoría mestiza; el número de negros y mulatos era muy reducido, y los indios vivían excluidos al sur. Esto hacía que la sociedad chilena estuviera compuesta por una reducida elite criolla terrateniente y de una masa de trabajadores agrícolas y mineros. También había comerciantes, empresarios mineros y profesionales liberales que, en su mayoría, también recurrían a la posesión de tierras como símbolo de prestigio social . En este escenario, a pesar de una evidente conciencia racial, no había conflicto social. Solo la clase dominante estaba dividida por algunas ideas e intereses, pues algunos pensaban que sus negocios estarían mejor protegidos por un sistema liberal y otros por un gobierno conservador.


Una chingana del siglo XIX durante las fiestas patrias

¿Cuál fue la clave del orden? Quizá la respuesta se encuentra en un pasaje de una de las cartas del Epistolario de Diego Portales: El orden social se mantiene en Chile por el peso de la noche y porque no tenemos hombres sutiles, hábiles y cosquillosos: la tendencia casi general de la masa al reposo es la garantía de la tranquilidad pública. Si ella faltase, nos encontraríamos a obscuras y sin poder contener a los díscolos más que con medias dictadas por la razón, o que la experiencia ha enseñado a ser útiles; pero entre tanto…. Lo que Portales expresa es una constatación, el reconocimiento de un hecho. El orden opera porque la estructura social está sólidamente asentada y es aceptada, y porque el liberalismo no existe, carece de hombres (sutiles, hábiles y cosquillosos) que lo puedan hacer posible. Analizando un poco más, diríamos que se trata de una mentalidad proclive a aceptar la jerarquía social, el orden y una autoridad política fuerte (Góngora 1986), y al hecho de que la hacienda (una sociedad autoritaria y jerarquizada en pequeña escala) fuese la estructura social dominante. Sabemos, por último, que al ministro Portales, estadista de genio, no le gustaba teorizar, era pragmático, intuitivo. En Chile, reconoce, hay una inercia (el peso de la noche) y no habiendo fuerza externa actuando sobre un cuerpo inerte, este seguirá en reposo o bien continuará moviéndose en forma recta y uniforme, según Jocelyn-Holt.

Portales era el interlocutor de una elite tradicional que giraba alrededor de “semi-principios” rara vez verbalizados pero efectivos: que no se altere el orden jerárquico, que el mundo rural esté al margen de los cambios, que ni la Iglesia o el Ejército sean demasiado poderosos, que el estado debe estar controlado por la elite tradicional, y que los grupos que pudieran amenazar el orden (los liberales) deben estar también controlados, neutralizados o, si es posible, volverlos propios. Esa fue la esencia del orden portaliano que funcionaría, con ligeras adaptaciones, hasta por lo menos 1890. Pero más allá del indudable talento político de Portales, el triunfo de los conservadores (llamados pelucones) se debió a que representaban mejor que los liberales (llamados pipiolos) las estructuras culturales y mentales heredadas del pasado colonial (Sergio Villalobos). En este escenario, como vemos, había poco espacio para los liberales: fueron combatidos (exiliados la mayoría de veces) o asimilados poco a poco al sistema siempre y cuando moderasen sus posiciones (tal como ocurrió a partir de 1860).

La primera generación de liberales chilenos no era muy democrática. Es cierto que deseaban una base de gobierno más amplia o la abolición de los fueros eclesiásticos, pero no contaban con apoyo popular. Una de sus figuras más influyentes fue el general Ramón Freire quien trató de evitar el autoritarismo de Bernardo O’Higgins. En 1826 dio paso a una serie de gobiernos y Chile retrocedió hacia un federalismo que lo condujo a la anarquía. En este confuso periodo destaca la Constitución de 1828 que dio otro aviso liberal: la supresión de los mayorazgos. Otro liberal de entonces fue el presidente Antonio Pinto quien, a la par de proclamar la libertad y la igualdad individuales, la libertad de prensa, trató de calmar los ánimos dando ingreso a su gobierno a algunos conservadores. Todos estos intentos de institucionalización política respondían a una idea utópica, en el sentido de que un sistema teórico (racional) bien pensado e implantado adecuadamente podía alterar rápidamente la realidad. Pero estas constituciones no respondían a las condiciones históricas del país y, aunque bien intencionadas, demostraron reiterada y rápidamente su ineficacia. De este modo, el prestigio de los liberales quedó seriamente dañado por la anarquía entre 1824 y 1829. Su federalismo no tuvo éxito y habían demostrado incapacidad para gobernar. La preponderancia pipiola sucumbió .

El camino estaba allanado a los conservadores, unidos a los estanqueros, cuyo interlocutor era Portales. Su proyecto, como vimos, sería plasmado en la Constitución de 1833, obra de los juristas Mariano Egaña y Andrés Bello, pero inspirada en Portales, que defendió un gobierno de mano dura que tomaría medidas severas contra el desorden y la inseguridad . Tres gobiernos conservadores, de diez años cada uno, simbolizaron este orden envidiable para otras repúblicas latinoamericanas: Joaquín Prieto (1831-41), Manuel Bulnes (1841-51) y Manuel Montt (1851-61).

Durante esta coyuntura, se produjo la victoria sobre la Confederación Perú-Boliviana (1836-39) que produjo un efecto a largo plazo en el plano de las identidades: un nacionalismo incipiente y una temprana identidad corporativa. Los habitantes del Valle Central y su elite, núcleo del desarrollo del país, comenzaron a considerarse el centro de la nueva comunidad nacional: “Según ellos, la victoria se debió a que las tropas chilenas, en gran parte originarias de esta zona, eran blancas y mestizas, mientras que las tropas peruanas y bolivianas tenían una mayoría indígena. De este modo, comenzó a conformarse la idea y la imagen del valle central como el espacio vital de una “raza chilena”. Esta idea y esta imagen crecieron con el tiempo y fueron utilizadas por los gobernantes chilenos para justificar su política de control y expansión territorial. Cuando a principios de los años sesenta, por ejemplo, se organizó la pacificación del Arauco, la frontera india al sur del país, lo hicieron en nombre de la misión civilizadora del valle central, según Juan Maiguashca.

Esta experiencia colectiva le dio un temprano y gran prestigio al estado oligárquico chileno y postergó, al menos por un tiempo, la pugna al interior de la clase política. Los chilenos pudieron contar con una transición pacífica y atemperar las medidas represivas tomadas contra los liberales durante el periodo dominado por Portales (muerto en 1837). Por ello, el gobierno de Bulnes, héroe de la guerra, se consideró como de reconciliación, orden y progreso. En efecto, a lo largo de su decenio se definió la política como el arte de la negociación, se dio espacio a una oposición moderada, al ejército se le neutralizó, se institucionalizó un civilismo, se formó una clase política consciente de su misión y se hizo un gran esfuerzo por seleccionar un personal administrativo competente. El orden, por su lado, se logró mediante una severa ley de prensa y el progreso a través del incremento del comercio.

Pero el progreso también se vio en un renacimiento cultural estimulado por la presencia de algunos exiliados políticos de notable talla intelectual: el venezolano Andrés Bello y los argentinos Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre y Juan Bautista Alberdi, quienes huían de la dictadura de Rosas. Esta presencia reavivó la prensa, y fue Sarmiento quien surgió como el observador más agudo de las relaciones entre prensa y política ya que prestó especial atención al periodismo como profesión. Sus cualidades como articulista, además de un certero instinto político, lo convirtieron en un escritor cuyos aportes a la prensa fueron lo suficientemente poderosos como para significarle no solo enorme popularidad sino también las más enconadas enemistades.

Los indios.- El problema del indio era una cuestión que no afectaba la vida del país, como sí ocurrió en las repúblicas andinas o centroamericanas, al menos hasta después de 1850. La mayoría vivía más allá de las fronteras (al sur del río Bío Bío, a 500 kilómetros de Santiago) y, si bien los indios en algunas oportunidades pusieron a prueba la eficacia del estado, no plantearon serios problemas de tierras, mano de obra o raza a los políticos. El Bío Bío fue el límite entre las dos naciones, aunque por los chilenos jamás reconocido y eventualmente violado. A partir de la década de 1850, con el boom del trigo, se inició la llamada “pacificación de la Araucanía”, es decir, la guerra colonizadora del estado contra los araucanos (Kannemann 1993). La guerra contra los araucos, sin embargo, había sido activa solo durante un siglo, hasta la década de 1650, produciéndose a continuación un apaciguamiento que solo fue roto de vez en cuando, dando paso a una intensa compenetración fronteriza y a una ocupación espontánea de buena parte del territorio indígena, antes que se iniciase la intervención estatal a partir de 1860. Así las cosas, hubo una vida fronteriza más que una lucha y de ella derivaron actitudes que nada tuvieron que ver con el espíritu marcial. La Araucanía y el ajetreo que unía a los nativos con los hispano-criollos y mestizos, fue un mundo donde tenían cabida los más variados tipos humanos. Allá iba a dar cuanto bandolero producía el país al sur del Maule también al norte de aquel río. Se enrolaban en la milicia y la dejaban, traficaban con aguardientes y armas, robaban o compraban indias y niños, esperaban de cualquier lance, ayudaban o traicionaban a los indios y vivían sin ninguna ley. Inagotables en triquiñuelas, asiduos en la procreación de mestizos, tomaban la vida a la ligera. Los de mayores ínfulas adquirían tierras de los caciques con buenas o malas artes y se convertían en ganaderos. En esa atmósfera, no fue propiamente el ánimo gallardo el que se desarrolló, sino la vida irresponsable y desordenada, la improvisación, el vivir a salto de mata, la evasión y la picardía constante. Todo ello entroncaba, además, con el ocio rural de los siglos coloniales, según Sergio Villalobos.

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Plazuela de Santa Clara

Según algunos testimonios, por el lugar donde se levantó el Monasterio de Santa Clara (1606), hubo una ermita llamada Nuestra Señora de la Peña de Francia. Según el padre Bernabé Cobo, el monasterio dispuso de una extensión de más de una cuadra y media, por lo que hubo suficiente espacio para crear la plazuela. La iglesia de santa Clara, de otro lado, hubo de varias constantemente de su ubicación por las necesidades del tránsito y el tamaño de la plazuela. Actualmente, podemos reconocer el gran valor de este espacio, tanto por su carácter, muy limeño, como por la peculiaridad de las calles que desembocan en aquí. La iglesia y monasterio de Santa Clara (fundados por el arzobispo Toribio de Mogrovejo) está frente a la plazuela, sobre una elevación de terreno. El área de la plazuela abarca 50 por 55 metros por los que pasan 5 vías.

En la plazuela también encontramos, ya muy deteriorado, el antiguo edificio conocido como el “Molino de Santa Clara”. ¿Quién lo construyó? Resulta que en 1845 llegó al Perú el inmigrante italiano Luis Josué Rainuzzo (nacido en Santa Margarita, en la Liguria) quien, a diferencia de muchos de los inmigrantes de la época, trajo una fortuna que la invirtió y formó una empresa con su hermano Elías. Asimismo, como era muy amigo del arte, adornó su casa con 17 magníficas esculturas de mármol que representaban, en la parte baja, a Miguel Cervantes, Alejandro Volta, Andrea Doria, Rafael Sanzio, Dante Alighieri, Miguel Ángel, Maquiavelo, Víctor Alfieri y Galileo Galiei; en la parte superior estaban Víctor Manuel, Marco Polo y Diógenes; las otras cinco eran alegorías mitológicas. Sin embargo, cuando don Luis murió, las estatuas fueron bajadas y vendidas a Juan Levaggi quien, a su vez, las revendió a distintas personas de Lima. Hoy, a la entrada del Museo de Arte Italiano, podemos ver cuatro de ellas.

Según los recuerdos de Pedro Benvenuto Murrieta, la vida de la plazuela de santa Clara es en todo momento del día animada; desde temprano las carretas del molino la llenan de ruidos especiales. Los carreteros gustan de restallar fuertemente sus chicotes, mientras a grandes gritos, salpicados de juramentos, azuzan a sus bestias. Un poco más tarde llegan las recuas de burros serranos cargados con cajoncitos en los que traen huevos, pasan lentamente, cuidados por dos o tres indios calzados con “ojotas” o “shucuyes”, que abrigados con multicolores ponchos listados y tupidos “shullos”, que van “chaccchando” coca, camino de los tambos del Lechugal y San Ildefonso… Desde las diez de la mañana a las cinco de la tarde los vecinos de santa Clara presencian un fúnebre e ininterrumpido desfile. Todos los entierros de Lima tienen forzosamente que tomar este camino… Las carrozas de primera clase, tiradas con cuatro mulas con caparazones de paño negro, cochero vestido de gala y paje sentados en altísimo asiento, las más modestas de segunda y tercera, las comunes de cuarta y quinta y de la sexta que conduce los muertos de hospitales y pobres de solemnidad, suben lentamente hasta llegar frente a la estatua de don Miguel de Cervantes… Al paso de los cortejos, la gente se descubre respetuosa y las viejas se santiguan, unciosas, rezando un padre nuestro por el alma del finado. Después del regreso del último coche, a las seis de la tarde, la plazuela entra en una calma relativa hasta las siete de al noche en que empiezan a llegar a sus esquinas los pianitos ambulantes. El chiquillo ayudante abre el banquillo de tijera junto ala vereda, el cargador se coloca el piano encima y la manizuela diestramente manejada entra en funciones… Uno a uno los pianitos dejan el campo. Han venido a llamarlos para que alegren una reunión. Un estribillo perenne acompaña hasta casi el alba el sueño de la plazuela, es el ha, ha, ha monótono de los sudorosos amasadores de la panadería, situada en al esquina de las “Carrozas”, con el que acompañan su nocturna faena.

Mañana, plazuela del Cercado.

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