¿Qué entendió Leguía por progreso? Para determinarlo, será indispensable recurrir a sus discursos. En ellos, notamos con claridad que las alusiones al progreso se refieren a su lado material, lo que lleva a identificarlo con el conjunto de obras públicas llevadas a cabo durante el Oncenio. Ello no significa, sin embargo, que su concepción del progreso fuese puramente material, ya que abarcó otros rubros (problema del indio, solución de problemas limítrofes, inversión norteamericana, etc.), pero es innegable que el peso de lo material fue mucho mayor.
La explicación de por qué durante el Oncenio se ligó el progreso tan estrechamente con lo material es que sirvió para justificar la Patria Nueva. Fue usado por el gobierno como medio publicitario y promotor de su gestión; por lo tanto, no podía quedarse en un concepto abstracto y se manifestó en un conjunto de obras públicas que buscaban convertirse en la mejor expresión real de dicho progreso. Esto mostraba un gobierno que no solo era útil sino también necesario, sobre todo si ello garantizaba su permanencia en el poder.
El afán por hacer del progreso algo visible y usarlo como propaganda lo podemos observar también en todo el conjunto de publicaciones favorables al gobierno con la intención de promover en la población la necesidad de reelegir a Leguía. Es justo, sin embargo, hacer notar que el progreso para Leguía no fue un simple argumento publicitario o demagógico. Creía firmemente en que el progreso era posible y que sólo él era capaz de llevarlo a cabo. Entendía el progreso en su sentido más amplio e incluso podríamos afirmar que su idea de él no se contradecía con la idea civilista del mismo. Lo que varía es el orden en que se debe realizar dicho progreso, y aquí es que se produce el cambio radical. Mientras el civilismo buscaba primero fortalecer la institucionalidad y las leyes así como desarrollar la educación, Leguía considera que todo esto deberá ser la consecuencia natural de un crecimiento económico sostenido y un progreso material sólido. En otras palabras, Leguía buscó el desarrollo integral propio de un estadista, pero el primer paso para lograrlo era llevar a cabo el progreso material.
¿Dentro de lo material, qué era lo prioritario para Leguía? Tal vez su obsesión más grande estuvo en el plan para irrigar la costa. Fue consciente de que la costa no era estéril sino árida y, por lo tanto, su adecuada irrigación permitiría extender las zonas de cultivo y mejorar la agricultura. Su realización era, para el país, el porvenir, la libertad: Comprendiendo que la agricultura sigue siendo la industria Madre de los pueblos, a ella dediqué mis mayores esfuerzos, protegiendo sus frutos, ensanchando sus campos por medio de las irrigaciones y el parcelamiento de sus latifundios, mejorando sus productos por medio de estaciones experimentales y asegurándole el empleo constante del guano… De todas estas obras permítanme decir que tienen capital importancia las relativas a la irrigación, y la tienen no sólo por sus presupuestos que exceden de cinco millones de libras y cuyos rendimientos superarán en un cercano porvenir a cincuenta millones de libras, sino también porque duplican las actuales zonas de cultivo en toda la costa del Perú y porque, en sí, constituyen una verdadera revolución…las irrigaciones… las hacen factibles, primero las posibilidades técnicas de la ingeniería moderna y, después mi voluntad que no cede ni cederá en su empeño de propulsarlas…los que hacemos obras de irrigación somos el porvenir, somos la libertad, y los que dudan de ello representan el pasado, el privilegio odioso e insostenible…
Como vemos, donde otros desconfiaban él creía sin reparos y en este sentido sí tuvo una importante percepción de lo que podía representar el progreso para el Perú: Mi experiencia de la vida y de los negocios hacía contraste con los títulos de mis adversarios. Y ¿por qué no decirlo? mientras casi todos dudaban, yo creía. Es que mi fe se opuso al pesimismo reinante. Al razonamiento de los que daban al país por arruinado, yo oponía mi confianza en las riquezas del Perú y en su resurgimiento.
La minería y el transporte fueron también parte medular de sus preocupaciones y a ellos alude constantemente: Somos el país minero por excelencia que, después de haber ofrecido aquella fantástica acumulación de oro del rescate del Inca y después de haber sufragado durante tres siglos los gastos cuantiosos de la administración colonial y del absolutismo monárquico, había perdido casi la tradición de sus riquezas del subsuelo. Y sin embargo los metales yacían inertes en el seno de la tierra. ¿Por qué? por la falta de capitales para extraerlos y porque no existían rutas de transporte. Pues bien, para que se trabajen y se exporten…mi gobierno atrajo al capital extranjero en proporciones aquí desconocidas y,…en el concepto de transportes que abarca las vías terrestres, las marítimas y las fluviales; mi gobierno… atendió al desarrollo de las unas y de las otras con igual interés…
Es innegable que hubo una importante atención a todos estos rubros de la economía; no obstante, su costo fue muy alto para el país. Muchas se llevaron a cabo sin estudios previos y en medio de un ambiente de desconcierto y despilfarro; también se perdió tiempo y dinero (irrigaciones). Otras significaron importantes concesiones a las naciones extranjeras involucradas en su realización (ferrocarriles), y en todo caso representaron siempre el endeudamiento del Perú, comprometiendo su futuro.
Donde el “progreso material” se hizo realmente visible fue en las obras de saneamiento y embellecimiento urbano y, dentro de ellas, Lima destaca notoriamente: Este vasto plan de realizaciones se completa con las obras de saneamiento que se llevan a cabo en nuestras grandes y en nuestras pequeñas ciudades, dotándolas de agua y desagüe, a muchas de Pavimento y a algunas de edificios modernos. Es así como hemos embellecido Lima, antes refugiada como una sacerdotiza a la falda de sus montañas, asomada hoy como una diosa de los mares…es así como la hemos cruzado de avenidas que la unen a Chorrillos, Barranco, a Miraflores, a Magdalena, al Callao y a la Punta, y que unirán en breve a Chosica y a Ancón; y al margen de las cuales se levantarán las casas modernas en donde la luz, el aire, las flores y la amplitud formarán el ambiente en que han de crecer los futuros habitantes de ésta ciudad, optimistas y vigorosos.. Finalmente, una de sus ambiciones más altas en cuanto a progreso material fue el Terminal Marítimo del Callao que estaba en construcción para 1929.
Leguía fue sincero en casi todas las obras que emprendió y confiaba así alcanzar el progreso. El problema es que en el camino fue seducido por la fascinación que las obras ejercen sobre los gobernantes y perdió el equilibrio necesario para un progreso real y duradero. Así resumió Leguía, en 1929, el progreso: Señores, hemos protegido y desarrollado la agricultura, la minería, las industrias manufactureras; hemos construido las vías de comunicación y estamos levantando frente al Mar un puerto que bien merece el calificativo de estupendo. Yo creo pues, tener derecho para preguntar ¿Quién otro hizo obras de tal magnitud? ¿Quién otro relacionó unas obras con otras tan estrechamente para que obedecieran a un plan lógico y sistemático? Si ahora sorprenden los exponentes aritméticos de nuestros adelantos… Yo digo, cuando se pongan en juego todos estos factores de mejoramiento que hemos creado, ¿en qué proporciones crecerá la producción nacional, la riqueza pública y privada, en una palabra señores, el Progreso del Perú?