Los orígenes de nuestra Marina de Guerra (1)


Almirante Guise

El 8 de octubre de 1821 se produjo la creación oficial de la Marina de Guerra por el libertador San Martín, muestra de la importancia que le dio el Protector a los temas navales. Es decir, desde los tiempos del nacimiento de nuestra vida republicana, se apreció de forma muy clara la función cumplida por el mar para los objetivos del bando patriota. El dominio del mar fue el eje de la guerra de la Independencia. El mismo San Martín, desde Argentina y Chile, planeó una forma de llegar al Perú en el que el mar era el elemento protagónico.

Sin embargo, esa clara visión que tuvieron los fundadores de la Independencia respecto a nuestro litoral se fue perdiendo en los primeros años de la república. Hasta la década de 1850, los gobernantes no tuvieron “conciencia marítima”. Y esto ocurría a pesar de que, a mediados del XIX, el mar adquiría enorme importancia cuando Europa y Norteamérica comprobaron el gran valor del guano peruano como abono para su agricultura. Dicha circunstancia originó que de inmediato se produjera en nuestro país un aumento impresionante del tráfico marítimo lo cual incrementó las relaciones del Perú con el mundo de la Revolución Industrial.

Así, con el apogeo del guano, se hizo más evidente el papel del mar en la vida nacional. Pero, a pesar de ello, faltó “conciencia marítima”, como reconoce Basadre. Periodos excepcionales fueron los gobiernos de Ramón Castilla y José Rufino Echenique. Lamentablemente, como lo reconocen casi todos nuestros historiadores, en el momento más trágico que vivió el Perú, en 1879, su debilidad en el mar fue la premisa de la catástrofe. Las terribles enseñanzas de la Guerra del Pacífico originaron que ya, en el siglo XX, el Estado peruano buscara la formación de un poder naval proporcional a la importancia y necesidades de nuestro territorio.

NUESTROS HOMBRES DE MAR.- A lo largo del siglo XIX, se tenía la idea de que el poderío naval no descansaba tanto en el tipo de buque o en el armamento utilizado, sino principalmente en la calidad de los hombres que dirigían o tripulaban una determinada embarcación.

San Martín, con la Escuadra Libertadora, creó el momento histórico a partir del cual nació la Marina peruana. Luego, el temperamento y la audacia de lord Thomas Cochrane, unidos a su permanente beligerancia le dieron la actitud de alerta que debía mantener la institución. Guise, en cambio, al haberse identificado con el Perú, dejó en la Marina un sentido jerárquico, de valor y de notable preparación náutica. Bernardo de Monteagudo, finalmente, inspiró las primeras normas de organización, de acuerdo con las orientaciones de San Martín.

También fue variada la procedencia de los primeros integrantes de la Marina. Había muchos marinos ingleses en las primeras escuadras de América del Sur, ya que la Marina británica tenía un gran número de oficiales que carecían de puesto fijo debido al fin de las guerras napoleónicas. Desde un principio se reconoció como “oficiales del Perú” a todos aquellos que integraron la Expedición Libertadora, tanto en el Ejército como en la Escuadra. Asimismo, hubo el interés de convocar a los jóvenes que reunieran las condiciones para convertirse en oficiales.

Desde la creación de la Marina, hubo la preocupación por formar oficiales peruanos. La fundación de la Escuela Central de Marina (noviembre de 1821) tuvo como propósito establecer el conducto regular a través del cual la Marina recibía a sus nuevos oficiales. Pero, en la realidad, las cosas no funcionaron así: se hizo costumbre incorporar a los buques a jóvenes a los que se instruía de modo práctico hasta convertirse en guardiamarinas. Así, por esta vía “práctica” podía alcanzarse el mismo grado que obtenían quienes egresaban de la Escuela Central de Marina. Esto, a lo largo del siglo XIX, ocasionó manifestaciones de indisciplina y falta de identificación con los ideales nacionales, y perjudicó a que la Marina de Guerra se constituyese en pieza clave de la nueva organización republicana.

1. El modelo educativo.- Fue el británico. El atractivo que ejerció el modelo británico no surgió simplemente por la presencia de muchos oficiales oriundos de esa nación. Por esos años, era muy grande el prestigio que gozaba la Armada británica, sobre todo a partir del triunfo de Trafalgar, con Lord Nelson a la cabeza. Además, era muy rica la tradición marinera inglesa, y el Imperio Británico tuvo como sólido fundamento el dominio de los mares. A ello contribuyó el hecho de que no pocos oficiales peruanos visitaron Inglaterra por largos periodos con el propósito de adquirir buques para la armada peruana y de supervisar su construcción.

2. La educación naval.- Bajo la batuta de su director, Eduardo Carrasco, eran muy variados los cursos que se dictaban en la Escuela de Marina: las matemáticas, la geometría y la astronomía tenían gran importancia, junto con materias prácticas y con otras disciplinas como la Historia. También se implantaban una serie de castigos con distintos grados de dureza: desde el poner de rodillas a quien hubiera infringido una norma hasta el encierro en el calabozo. Pero la vida de la Escuela fue accidentada: debido al desorden político, dejó de funcionar en distintos periodos.

Ramón Castilla restableció en 1849 la Escuela Central de Marina y dispuso que iniciara sus actividades en Bellavista. Asimismo, se realizaron negociaciones con Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos para que sus respectivas Marinas admitieran en sus buques de guerra a guardiamarinas peruanos para mejorar su instrucción y adquirir mayor experiencia naval. Aceptaron Francia y Gran Bretaña. Por esos años también se aprovechó, para las prácticas de nuestros guardiamarinas, el viaje de la fragata Amazonas alrededor del mundo, entre 1856 y 1858.

En 1870 fue creada, por disposición del presidente Balta, la Escuela Naval con la denominación que hasta hoy posee y se señaló, de modo específico, que debía ser un centro de formación exclusivamente naval. Se determinó que funcionara en uno de los buques de la escuadra, el transporte Marañón. Su primer director fue el capitán de navío Camilo Carrillo y el plan de estudios de la Escuela siguió siendo bastante similar a los anteriores, con la diferencia que Carrillo era muy conciente de la formación del marino en valores: el espíritu de cuerpo, la disciplina, la valentía y el buen ejemplo. También estableció exámenes privados y públicos. Pero la crisis económica y la guerra con Chile hicieron que los nobles propósitos de Carrillo no llegaran a concretarse.

Luego de la guerra con Chile, en 1988 el presidente Cáceres ordenó la reapertura de la Escuela Naval. Y se le asignó como sede el vapor de transporte Perú, alquilado por el Estado a una empresa privada. Su primer director fue el capitán de navío Gregorio Casanova, cuya gestión se vio condicionada por la casi escasez de recursos económicos. Así fueron egresando de la Escuela las primeras promociones de oficiales de la post-guerra. Al no existir buques de prácticas, estos egresados las fueron haciendo en diversos buques pertenecientes a países amigos como Argentina, Francia, España, Italia y los Estados Unidos. Así, nuestros oficiales emprendieron viajes por Europa, Oriente y la costa pacífica de los Estados Unidos. Hasta inicios del siglo XX, siguió este sistema de prácticas en buques de Armadas extranjeras debido a que la Marina no contaba con buques apropiados para ello.

El gran cambio vino en 1904 cuando el estado peruano firmó un convenio con el capitán de fragata Paul de Marguerye, oficial francés que se encargó de la Escuela Naval. Fue el gestor de una auténtica reorganización de la Escuela: el plan de estudios, características del cuerpo docente, la sede del plantel, normas de funcionamiento y su proyección a la comunidad. La reforma quedó aprobada en 1906. Coincidentemente, ese año, se creó la Compañía Nacional de Vapores, la cual benefició a la Marina de Guerra pues en sus embarcaciones realizaron prácticas numerosos oficiales de la Marina.

Luego, en la década de 1920, la presencia de la Misión Naval de los Estados Unidos, contratada por Leguía, supuso significativos avances en el campo de la educación naval. Por ejemplo, se establecieron los “Cruceros de Verano”, los cuales debían tener una duración aproximada de tres meses, y se revelaron como muy útiles, ya que permitían a los oficiales peruanos tomar contacto con las maniobras que se ejecutaban en escuadras más poderosas, y a la vez, acostumbraban a los alumnos de la Escuela Naval a la vida marinera durante su estancia en el plantel, y no tan solo al regresar al mismo, como ocurría con los viajes de práctica en tiempos anteriores. En suma, la Misión Naval norteamericana hizo posible que nuestra Escuela Naval se convirtiese en un establecimiento modelo.

3. Los oficiales y el personal subalterno: su desarrollo profesional.- La historia siempre destacó el alto nivel de preparación, en líneas generales, de los oficiales de la Marina de Guerra, al igual que su claro sentimiento de los intereses del país. Quizá la etapa de nuestra historia en que ello se vio demostrado fue el la guerra con Chile, durante la cual se hizo trágicamente evidente la diferencia entre la preparación y las virtudes de la oficialidad, por un lado, y por el otro la escasa aptitud del grueso de las tripulaciones subalternas de los buques peruanos. Incluso, testimonios de la época coincidieron en que si bien el nivel de nuestra oficialidad fue superior a sus homólogos del sur, en el caso del personal subalterno el panorama fue distinto: a la impericia y falta de preparación de la mayoría que tripulaban los barcos peruanos, se enfrentó una muy buena preparación y adiestramiento por parte de los chilenos, tanto en el caso de la marinería como, especialmente, en el decisivo nivel de los artilleros (esto se hizo evidente el combate de Iquique cuando Grau se vio en la obligación de utilizar el espolón porque nuestros artilleros no eran capaces de apuntar bien a la Esmeralda de Chile).

Una de las tareas pendientes para el siglo XX fue, precisamente, elevar el nivel profesional del personal subalterno. Esto se materializó, por ejemplo, en 1906 cuando se creó la Compañía peruana de Vapores en la que se preparó el personal subalterno de la Marina ya que no pocos marineros, al igual que el personal de máquinas, adquirieron allí una notable formación práctica que luego demostrarían en la Armada. En lo referente al personal de máquinas, debe destacarse que en los primeros años del siglo XX se inició la costumbre de enviar a Inglaterra a los mejores alumnos de la Escuela de Artes y Oficios con el objeto de mejorar su formación y convertirlos en especializados maquinistas de los buques de guerra de la Armada. En la década de 1920, con la llegada de la Misión Naval de los EEUU, debe destacarse el positivo desarrollo experimentado por el personal subalterno: el establecimiento de un escalafón y la adopción del reenganche, junto con la creación de un Depósito de Marineros anexo a la Escuela Naval, en el cual se les instruía antes de que ingresaran a los buques.

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