HACIA EL BICENTENARIO: ¿CÓMO CONMEMORAR LA INDEPENDENCIA EN 2021?


El autor de este blog junto a la corona de oro, perlas y diamantes que le obsequió la ciudad del Cuzco al libertador Simón Bolívar cuando ingresó a la antigua capital de los Incas en 1825 (Museo Nacional de Colombia, Bogotá)

Para gran parte de los peruanos, los 200 años de nuestra Independencia es todavía un episodio lejano. Sin embargo, en casi toda América Latina, el Bicentenario se desborda en múltiples iniciativas y actividades. Abundan las comisiones, se construyen desde estadios a bibliotecas, se publican cientos de libros y se programan infinidad de encuentros. Este despliegue, que cuesta mucho dinero, está desdibujando un poco el sentido de la celebración. Y es que las formas de celebrar y ordenar el pasado solo dan cuenta de una autopercepción coyuntural. Son expresiones de un deseo de representación a menudo idealizado. Los monumentos y cualquier otra construcción conmemorativa, por grandiosa que sea, pueden, con el tiempo, perder o cambiar su significado.

En nuestro caso, cuando llegó el Centenario, en 1921 y 1924, las celebraciones llevadas a cabo por Leguía fueron la ocasión para proyectar una imagen de orden y progreso; en fin, fueron utilizadas por el leguiísmo como medio de propaganda. Se llevaron a cabo con el mayor despliegue y Leguía supervisó los detalles de todos los acontecimientos. Fueron fiestas cívicas que evocaron la Independencia y quisieron generar la unión del país, teniendo como testigos a las embajadas de los países amigos. Lo singular del Centenario es que muchas de las obras no quedaron listas a tiempo y se inauguraron a lo largo del Oncenio. Los peruanos vivieron una década celebrando los 100 años de la Independencia. Al final, la Patria Nueva se derrumbó y el discurso que le dio vida quedó sin contenido. Como las obras del Centenario estuvieron muy ligadas a la figura de Leguía, estas también perdieron su significado.

Por su lado, el Sesquicentenario de la Independencia, en 1971 y 1974, estuvo más politizado que el Centenario, aunque menos ostentoso en cuanto a obras públicas. La dictadura militar del general Velasco vivía el éxtasis de su plan revolucionario. Con la abolición del “orden oligárquico”, la dictadura asumía que estaba alcanzando la “segunda independencia del Perú”. Velasco cayó en 1975 y los logros de sus reformas son motivo, aún, de amplio debate.

¿Cómo debemos enfrentar el análisis histórico sobre nuestra Independencia? La vieja historia cumplió con su objetivo de canonizar el origen del estado nacional. La Independencia encarnó el mito de origen de la nación. Independencia y nación terminaron construyendo una simbiosis de larga duración. Buena parte del mensaje que se sigue divulgando sobre nuestra Independencia no considera algunas cuestiones de fondo. No perdamos de vista, por ejemplo, que la presentación gloriosa y heroica de las batallas ha maquillado la traumática experiencia de aquella lucha, que en realidad fue una larga guerra civil, incluso una guerra de ocupación por la presencia de ejércitos extranjeros. Asimismo, nuestra Independencia debe ser vista desde una perspectiva iberoamericana y en el marco de una revolución civilizadora. Es también un desafío considerar, con más imaginación, los factores azarosos que terminaron provocando el proceso de emancipación. Frente a eventos tan inesperados ¿los peruanos de hace 200 años supieron reaccionar creativamente? Una nueva historia debería explicar la participación de todos los actores sociales y los desafíos que tuvieron que enfrentar. Esto nos lleva a hacernos cargo de los conflictos que acompañaron a la construcción de la temprana República.

Es cierto que en los últimos años ha habido importantes avances en la comprensión de nuestra independencia. Sobre la base de ellos, las nuevas investigaciones, y su divulgación, deben seguir desprendiéndose de la vieja visión heroica, episódica, maniquea y elitista. Heroica, en cuanto está destinada a mistificar a determinados personajes; episódica en la medida en que se descontextualizan los acontecimientos y solo se describen un conjunto de acciones; maniquea porque representa a la sociedad segmentada entre patriotas y realistas; y elitista, ya que privilegia la acción de un grupo hegemónico y relativiza la participación de sectores populares e incluso posibles proyectos políticos fallidos.

Creo que las nuevas investigaciones deben servir como insumos para emprender el gran debate sobre la memoria, en el que los peruanos decidamos qué elementos del pasado deben ser rescatados en función de un proyecto nacional inclusivo, democrático, diverso y descentralizado. Si hasta hace unos años se justificó la elaboración de una historia “oficial” ante el reto de “inventar la nación”, hoy ya no es aceptable una construcción desde arriba de la memoria nacional, dirigida desde el Estado y sin la participación de los ciudadanos. Al Estado y a la futura Comisión Nacional del Bicentenario le corresponden proponer la nueva política de la memoria nacional y evitar el uso inadecuado del pasado para fines particulares o proyectos políticos sectarios.

¿Cómo se deben encauzar las celebraciones que apuntan al 2021? Debe ser la oportunidad de abrir un debate nacional no solo sobre la Independencia sino sobre el largo proceso de los grupos que han habitado este territorio, para entender la complejidad de nuestra sociedad y dibujar la construcción de una sociedad más dialogante y multicultural. También debe promover el nuevo rol que debe cumplir la historia en el vigente estado nacional. Hay que buscar una nueva relación entre la historia nacional y las múltiples historias que se escriben desde las otras orillas, que reflejan la existencia de muchas memorias provenientes de una sociedad tan diversa. Conviene recordar el pasado, en sus grandezas como en sus miserias. Hay que festejar, pero también hay que ser conscientes de cuánto ha costado mantener el país que hoy tenemos.

La historia no solo pertenece a los historiadores. Por ello, la futura Comisión debe tener una composición diversa y multidisciplinaria, en la que sus miembros entiendan que una verdadera celebración es una fiesta en que nadie debe sentirse excluido y que, respetando los puntos de vista, entiendan que no es cierto que el Perú sea un espacio geográfico accidental, que no es cierto que el desarrollo de ninguna localidad o región se haya hecho –o pueda hacerse- sin el aporte de las demás y que no es cierto que la “diversidad” sea un problema sino una gran posibilidad de enriquecimiento mutuo.
El habernos independizado tarde nos puede dar algunas ventajas. Nuestro Bicentenario tendrá lugar cuando ya varios países habrán celebrado el suyo. Vamos a competir, pero con la ventaja de conocer los aciertos y errores de los demás. Si Leguía quiso quebrar la imagen de crisis, heredada de la Guerra del Pacífico, de un país pobre y dividido, para el 2021 no tratemos de resolver todos los problemas y no abordar si quiera uno de ellos. Trabajamos desde ahora en aquellos que nos permitan vivir en comunidad y en plena democracia. ¿Nos sirve el pasado para aquello? Sí, por ejemplo, recuperar la imaginación creativa de quienes, en tiempos de la Independencia, quisieron un país verdaderamente libre. Tenemos que volver a esos valores para vivirlos y practicarlos, en vez de exaltarlos en términos puramente retóricos.

Puntuación: 3.6 / Votos: 10

Comentarios

  1. Pedro Pablo Arellano Barreto escribió:

    Comparto con lo expuesto en su blog, referente ¿Cómo conmemorar la idenpendencia del Perú hacia el 20121?, solo decirle hoy en día las ecuelas es un espacio o una porción de un territorio donde participan un colectivo o actores (directivos, docentes, administrativos, apoyo. padres de familia, ccomundidad y sobre todo ,lo mas importante los estudiantes), debemos centrar la mirada en los estudiantes y aprender a escucharlos porque, son el pueblo que nos soliciatan cambios ante las diferentes necesidades y demandas . En las ecuelas existen autoridaes y también poder, por eso diferenciar el buen uso del poder y de autoridad para lograr un verdadero cilima de convivencia institucional, asi estaremos hablando de igualdad y de equidad entre todos.
    Estaremos hablando de inlusión, democracia, Estado de derecho y lo más sublime de Libertad.
    Pedro Pablo Arellano Barreto.

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