La flora de Lima: los árboles


Estampilla postal con la Higuera de Pizarro (1938)

Los olivos y el Parque “El Olivar” de San Isidro.- Este es uno de los parques más emblemáticos de nuestra ciudad que, con sus 23 hectáreas, alberga diversas zonas para dar un paseo, hacer ejercicios o, simplemente, descansar. Durante los tiempos virreinales, El Olivar fue un fundo de 27 hectáreas. Según los documentos coloniales, los primeros árboles de olivo llegaron desde Sevilla (España) en 1560, traídos por Antonio de Rivera, alférez y maestre de campo de Gonzalo Pizarro. Se cuenta que muchos de estos ejemplares no resistieron el largo viaje hasta el Perú, pero algunos, felizmente, sobrevivieron y se adaptaron a las tierras del valle del Rímac (en este caso, del Huatica) y dieron, con el tiempo, jugosas aceitunas.

Fue así que el actual San Isidro tuvo olivos desde los años iniciales del Virreinato. Las aceitunas negras fueron cosechadas y el aceite, una vez extraído, era conservado en botijas de barro cocido. El aceite se usó, especialmente, como bálsamo para los santos óleos de la época y, con los años, se hizo tan popular que se vendió mejor que el aceite andaluz proveniente de la Península. Un inventario realizado en 1730 da cuenta de que en El Olivar había 1,500 árboles de olivo; un siglo más tarde, en 1828, dichos ejemplares sumaban 2,338.

Hay una tradición que dice que los españoles, en venganza por las guerras de independencia, talaron numerosos árboles de El Olivar antes de abandonar Lima. Otra leyenda, esta más antigua, cuenta que San Martín de Porres, en su peregrinación por Limatambo, plantó un árbol de olivo, conocido como el “Olivo de la Felicidad” y que aún podemos apreciar. En la década de 1840, llegó a nuestra ciudad el viajero suizo-alemán, Jacobo von Tschudi y nos dejó el siguiente testimonio sobre cómo los limeños consumían sus frutos: El olivo crece fundamentalmente en las provincias sureñas de la costa, sus frutos son muy inferiores a los de España. El aceite tampoco alcanza la misma calidad, lo que podría deberse al malo y burdo proceso de exprimir los frutos. Las aceitunas se preparan de un modo muy curioso. Maduran en el árbol, luego se les exprime levemente, se les seca y se les guarda en olla de barro. Este procedimiento les da un aspecto arrugado y un color negro. En esta forma llega a al mesa, donde se les sirve con trozos de tomate y de ají. Este último es un excelente suplemento a este fruto aceitoso. Otra manera de preparación es la conservación en agua salada, así mantienen su color verde y su forma llena.

Hasta 1931, El Olivar fue un huerto cerrado, con muros altos. Pero ese año, este espacio fue destinado al uso público y actualmente alberga unos 300 rugosos árboles, entre jóvenes y vetustos, que brindan verdor, salud y sombra a los sanisidrinos y a cualquier limeño que decide visitar el parque. Cabe mencionar, por último, que en 1959 fue declarado Monumento Nacional por Resolución Suprema n° 5773.

La higuera.- Es otra de las plantas traídas por lo españoles cuyo fruto, el higo, era muy consumido, tanto al natural como en una serie de dulces de almíbar. Cuenta el padre Bernabé Cobo, en su “Historia del Nuevo Mundo”, que luego que los conquistadores de este reino del Perú poblaron esta ciudad de Lima, se dieron sus vecinos a sembrar y plantar en su comarca todas las semillas y plantas que iban trayendo de España; y así, cuantas se han extendido ya por todo el reino, se dieron primero en estos términos de Lima, excepto una o otra que nació primero en otra parte; lo cual acaeció también en las higueras, que las primeras que hubo en este reino se plantaron media legua de lima e una chácara que está junto a la caja del agua que se trae conducida a la ciudad, donde aún viven y se ven todavía… Tienen una propiedad en esta tierra las higueras muy diferentes de las de Europa, y es que su madera no es tan fofa y esponjosa como las de las higueras de Europa, sino maciza y buena para el fuego, a cuya causa se suelen plantar para sólo el provecho de leña, como se hace en este valle de Lima.

Históricamente, la higuera está relacionada con los siguientes acontecimientos de nuestra ciudad:

1. Según la tradición, luego de la fundación de Lima, la casa del gobernador Francisco Pizarro (donde está hoy el Palacio de Gobierno) fue construida de manera sencilla, con patio al centro y un jardín en el que sembró una higuera que existe hasta nuestros días.
2. Otra tradición atribuye al libertador Simón Bolívar haber sembrado una higuera en la casa de verano de los virreyes en Magdalena Vieja. La “higuera de Bolívar” puede verse hasta hoy en el Museo Nacional de Historia (Pueblo Libre).
3. “La higuera de Pizarro” es también el título de una novela de Luis Alayza y Paz Soldán que rememora los acontecimientos de los últimos días del coronel José Balta, en el sangriento atentado de los hermanos Gutiérrez, y los estallidos revolucionarios que estallaron durante el gobierno de Manuel Pardo y Lavalle.
4. “Como higuera en un campo de golf” (1972) es el título de un poemario escrito por Antonio Cisneros.

La higuerilla.- Oriundo del África, se trata de un arbusto oleaginoso de 1 a 5 metros de altura, de tallo hueco y ramificado de color verde café rojizo. Sus hojas, divididas en varias partes, tienen forma de estrella, nervaduras rojizas y bordes dentados de tamaño irregular. Las flores crecen en racimos y tienen color blanco, y los frutos, globosos y espinosos, albergan tres semillas grandes y semiaplanadas. Los viejos limeños no tienen un buen recuerdo de esta planta pues de sus semillas se extraía el famoso ACEITE DE RICINO, de pésimo olor y que servía como purgante.

La higuerilla también se hizo famosa en la literatura peruana, concretamente en el cuento de Julio Ramón Ribeyro titulado “Al pie del acantilado”. Al parecer. Hace medio siglo, en los acantilados de al Costa Verde, abundaba esta planta. Dice Ribeyro, en alusión a la marginalidad de Lima: Nosotros somos como la higuerilla, como esa planta salvaje que brota y se multiplica en los lugares más amargos y escarpados. Véanla cómo crece en el arenal, sobre el canto rodado, en las acequias sin riego, en el desmonte, alrededor de los muladares. Ella no pide favores a nadie, pide tan solo un pedazo de espacio para sobrevivir. No le dan tregua el sol ni la sal de los vientos del mar; la pisan los hombres y los tractores, pero la higuerilla sigue creciendo, propagándose, alimentándose de piedras y de basura. Por eso digo que somos como al higuerilla, nosotros, la gente del pueblo. Allí donde el hombre de la costa encuentra una higuerilla, allí hace su casa porque sabe que allí podrá vivir también.

El guarango o huarango.- Es un árbol, leñoso, que formaba extensos bosques a lo largo de los ríos de la costa. Durante los tiempos prehispánicos era también usado para tallar en madera objetos de uso cotidiano, así como para sostener los techos de las viviendas. En la medicina popular, a través de diferentes preparaciones, el algarrobo “sirve” para detener las diarreas, inflamaciones de la garganta o del oído, o el cansancio de lo ojos. Esto sin mencionar la miel de algarrobita para postres o cócteles con pisco. El padre Bernabé Cobo nos dice lo siguiente: En el Perú tienen nombre de guarango cinco o seis especies de árboles muy parecidos entre sí, que casi todos echan unas vainas como algarrobas. Al que produce las mejores llaman los españoles algarrobo de las Indias… Es árbol mediano, del grandor de un olivo; la hoja es muy menuda, la cual en tamaño y hechura es parecidísima a la hoja del helecho o a la de la sabina. La fruta del guarango son unas vainas como algarrobas, aunque no tan anchas y largas, cuyas pepitas, en color y lisura, son como las de nuestras algarrobas, salvo que tienen muchas espinas. Es fruta ésta buena de comer, y los indios, en algunas partes, hacen de ella harina y pan… De la madera del guarango se hacen estacas para las viñas, y duran muchos años sin pudrirse; y en muchos valles no tienen otra madera para los edificios, aunque es nudosa, torcida y que nos e pueden sacar tablas anchas, por tener todo el tronco a manera de nervios y costurones; pero es de grandísima dura y para el fuego y carbón mejor que encina (tomado de la “Historia del Nuevo Mundo”).

El molle serrano.- Es un árbol de tallo torcido y agrietado, con hojas menudas y siempre verdes, de flores verdosas y racimos colgantes de frutos rojizos. Antiguamente, los indios hacían de sus frutos una “chicha” muy embriagante o los cocían para curar dolencias renales. El padre Bernabé Cobo, en su “Historia del Nuevo Mundo”, nos dice: Es de la grandeza de un olivo, y de aquí para abajo se halla de diferente tamaño; es agradable a la vista, de un verde claro y su hoja parecida a la del lentisco, algo más luenga, más angosta y más delgada. Echa una frutilla en racismos colorada, del tamaño de la del saúco, de la cual suelen hacer chicha los indios, y es tan fuerte que embriaga más que la que se hace de maíz y de otras semillas, y la que tienen los indios por la más preciosa y regalada… Finalmente, con las hojas verdes de este árbol se defienden los negros que trabajan en las viñas, de los mosquitos, poniéndose en la cabeza una guirnalda de ellas, porque deben huir de su olor. Por su parte, el inca Gracilazo, da mayores detalles sobre los “beneficios” del molle: El conocimiento de sus hojas en agua es saludable para lavarse las piernas y el cuerpo y para echar de sí al sarna y curar llagas viejas; palillos hechos de las ramas tiernas son muy buenos para limpiar los dientes.

El ceibo.- Oriundo del Perú, también llamado “palo borracho”, es uno de los árboles más altos y vistosos de nuestra flora. Tiene tronco grueso, cilíndrico o fusiforme. Es muy ramificado y se deshoja al florecer; de su base salen raíces laminares dispuestas en planos verticales. Tiene una enorme capacidad para almacenar agua en su abultado tronco, lo que le permite sobrevivir en los largos períodos de sequía y escasez. El ceibo llega a alcanzar 25 metros de altura y florecen de forma extraordinaria al final del verano (justo en esta época!). Sus frutos son del tamaño de una manzana y sus semillas se encuentran rodeadas de un grueso algodón, el cual les permite volar por los aires hasta llegar a un sitio adecuado para germinar y crecer. Esta especie de algodón es utilizada por las aves para la construcción de nidos y madrigueras; el hombre emplea esta fibra en la fabricación de cojines esponjosos. Hacer la locación en la avenida Canaval y Moreyra, San Isidro, a la altura de Córpac.

El jacarandá.- Oriundo de Argentina y Brasil, su nombre, al parecer, tiene origen brasileño. Es longevo y mide de 5 a 12 metros de altura. Tiene flores azul violáceo en racimos. En la costa peruana, el término “jacarandoso” hace alusión al caballo desenvuelto, alegre y donairoso. En el vals “Zeñó Manué” de Chabuca Granda se hace referencia a las flores del jacarandá:

Dicen que hubo alguna vez,
Una Lima sandunguera,
alfombra, jacarandá,
que tenia su quimera,
soleada cerca a los cerros,
y mojada junto al mar,
dicen que hubo alguna vez,
una Lima de bandera

.

Asimismo, el poeta Juan parar del Riego, inspirándose en este árbol, tradicional de Barranco (Parque Central), compuso este poema titulado “Los jacarandás”:

Tienen esa actitud de los abuelos
Cuando cuentan sus idas y fracasos,
Que miran la dulzura de los cielos
Y abren la patriarcal paz de sus brazos

Sus armas se inclinan bondadosas
No sé qué espiritual tristeza dicen;
Parecen unas manos temblorosas
Que llaman, que suplican, que bendicen.

Y como amparan tantas soñadoras
Cosas de amor sus sombras protectoras,
Muchas veces, románticas, deshojan

Sus flores lilas que en silencio llueven,
Para que las mujeres las recojan
Las prenden en su pecho y se las lleven.

Los eucaliptos.- Es un árbol oriundo de Australia, Tasmania y de Tailandia. Fue introducido, con éxito, en Sudamérica en el siglo XIX. En nuestro país hay casi 10 variantes. Es un árbol longevo que puede llegar hasta los 40 metros de altura. En el Parque Castilla (Lince) hay muchos. También está asociado a la historia de Miraflores, concretamente al barrio de Santa Cruz, como lo demuestra la evocación que hace Ribeyro en su cuento “Los Eucaliptos”: Además de los ficus de la avenida Pardo, de los laureles de la costanera, de las moreras de las calles trasversales, en nuestro barrio había eucaliptos. La casa del millonario Gutiérrez estaba rodeada de una cincuentena de estos árboles enormes que crecían desde el siglo anterior, quizá desde la guerra con Chile. Ni los hombres más viejos de santa Cruz sabían quién los había plantado. Sus poderosas raíces levantaban la calzada, abrían grietas en la tierra. Sus ramas crujían con el viento y cada cierto tiempo alguna se desprendía y caía sobre la pista con un ruido de cataclismo. En menos de diez minutos desaparecía. De todos lo corralones acudía gente del pueblo con hachas, con machetes, con cuchillos y la destrozaban para fabricar leña, como se descuartiza una res. Estos árboles eran como los genio tutelares del lugar. Ellos le daban a nuestra calle el aspecto pacífico de un rincón de provincia. Su tupido follaje nos protegía del sol en el verano, nos resguardaba de la polvareda cuando soplaba el viento. Nosotros nos trepábamos a sus troncos como monos. Conocíamos su gruesa corteza por cuyos nudos brotaba una goma olorosa. Sus hojas se renovaban todo el año y caían, rojas, amarillas, plateadas, sobre nuestro jardín. Sus copas, donde cantaban los cuculíes, se veían desde la huaca, desde el mar, porque nuestros árboles eran los más arrogantes de todo el balneario. Tan solo en el parque había un pino soberbio del cual estábamos celosos. Bajo los eucaliptos desfilaron todos los personajes pintorescos de Santa Cruz.

El Ficus.- Árbol oriundo de India y Malasia, longevo, llega a medir de 10 a 20 metros de altura. Siempre está verde pues su recambio de hojas es muy lento. Muy diseminado por Lima (avenida Arequipa, avenida Salaverry, Miraflores, Barranco). Son conocidas las fotos de la “alameda Pardo” (hoy avenida Pardo en Miraflores) con sus bancas y sus ficus. Ribeyro hace referencia a los ficus en el contexto del terremoto de 1940 que asoló Lima y sus balnearios, como Miraflores: Algunos alumnos corrieron rumbo al Parque y nosotros hacia la Alameda Pardo, por donde pasaban mujeres dando gritos con los brazos en alto. El ruido subterráneo cesó, pero la trepidación fue en aumento., la pista fluía comos i fuese líquida, la fachada de la bodega Romano se tambaleó, su gran vitrina se hizo triza, dos indias de pollera cayeron de rodillas y clamaban al cielo dándose de golpes en el pecho, una nube de polvo llegó de los acantilados y llenó nuestros ojos de tierra, el muro de un rancho se vino abajo, ramas de ficus cayeron estruendosamente, mientras que automovilistas pasaban fiero a fondo tocando con estridencia sus bocinas.

Puntuación: 4.09 / Votos: 33

Comentarios

  1. juan alorda sans escribió:

    Hola me pregunto si podria hacer uso de su informacion para editarla en un boletin cultural de lima,llamado pantagruel, haciendo publicidad de su blog.

  2. angel escribió:

    Hola chicos!!
    Hasta ahora solo había leído en este foro, pero hoy quiero compartir con vosotros una aplicación que me he encontrado en Google Play. Se llama “Calendario del Hortelano” y os la podeis descargar desde el siguiente enlace:

    https://play.google.com/sto

    Esta aplicación tiene información muy completa sobre todas las tareas que podemos realizar en nuestro huerto y en nuestro jardín durante todo el año. Para mi lo mas eficiente que han hecho es separarlo por meses para saber en cada momento lo que podemos hacer. Una cosa que tiene también que me ha gustado es que se pueden comentar en cada apartado con lo cual podemos ir haciendo aportes los que sabemos para ayudar a los que no saben.

    Yo ya soy usuario y si me quereis buscar en la aplicación mis aportaciones mi Nick es AngelHortelano. Un saludo y espero que les guste tanto como a mi……

  3. violeta escribió:

    que buen programa

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *