Hoy les presento el artículo publicado hoy en el diario Correo por César Hildebrandt, en el que hace una cruda diferencia entre la burguesía limeña de los años cincuenta -que veraneaba en Ancón- y la nueva, que pasa sus vaciones de verano en las playas privadas del sur, zona conocida genéricamente como Asia. Estoy casi totalmente de acuerdo con las opiniones del conocido periodista.
“Antes, en los tiempos del Antipasto Gagá, Ancón era el epicentro de los mambos, Anakaona la princesa del “Pigalle”, Malena Prado la diosa de la socialité, Marianito Prado la plenitud en saco blanco y los luaus del Club Esmeralda lo más hula-hula del contoneo.
Era esa una burguesía que venía de las varias derrotas y los muchos saqueos pero también –hay que reconocerlo- de una cierta sofisticación.
Sus padres habían pasado un buen tiempo en Europa, y de allí se habían traído bibelós, idiomas, relaciones, juegos de té azulmarinados, algo de Salzburgo, un poco de los Uffizi, una pinta de la Orangerie, una sazón de Liguria.
Eran los tiempos en que Oscar Miró Quesada de la Guerra (Racso) era respetado y los cuadros de Hernández o Sabogal se disputaban y Sérvulo era un acontecimiento y ser más o menos culto no daba vergüenza y ser zafio sí daba y ser Crousillat era para los bragueteros.
Hoy la burguesía de “Eisha”, en cambio, baila con Tongo, bate palmas con “El grupo 5”, disfruta en Punta Cana, lee lo que Gisela Valcárcel lee, no sabe quién fue Racso, podría creer que Salzburgo es un antiácido y que Tagore es un laboratorio de Bombay y, en general, broncea su vulgaridad sin remordimientos y eructa mirando a las nanas de uniforme.
Algo tendrá que ver con todo ello el hecho de que la burguesía de “Eisha” viene, como por un tubo, de la podredumbre Fujimorista y va hacia el continuismo alano-castañedista (o alanokourista, o alanokeikista, da lo mismo). O sea que hay vasos comunicantes de los miasmas.
Con las excepciones del caso, esta es una burguesía que cree que la Música clásica da sueño y que no lee nada interesante ni escucha a nadie que la incomode y que sólo quiere la plata rápida, los divorcios económicos y la basura televisiva en versión de domingos por la noche.
De allí que no extrañe que las actuales páginas sociales de “Eisha” se parezcan poco a las de Guido Monteverde y mucho, en cambio, a las de Coco Salazar, especialista que fuera de sordideces.
Ya no es que la cocaína esté arrasando con el neuronaje de “Eisha” ni que muchas de sus niñitas usen el diafragma antes de LA PRIMERA regla. Esos son, al fin y al cabo, asuntos privados y decadencias íntimas.
Lo que pasa es que “Ei-sha” se está volviendo tan violenta como cualquier pollada barriobravera.
Hace unos días, por ejemplo, el ciudadano peruano Víctor Aspíllaga, campeón sudamericano de remo que iba a competir en los Juegos Odesur, salió a las 4:30 de la madrugada de una discoteca de “Eisha” y fue atacado por un grupo de vándalos que le rompieron una ceja y lo patearon a su gusto en el suelo.
El asunto es que esos vándalos no procedían de algún cono ni de ninguna república de esteras.
Esos asaltantes de a.m. y combo, de mancha y cobardía, fueron identificados plenamente por el señor Víctor Aspíllaga y son -se diría- naturales de “Eisha”, nativos de “Cosas” y admiradores de Bayly.
¿Sus nombres? Pues son estos, según el testimonio televisado del señor Aspíllaga y según consta en la denuncia formal de los sucesos:
Alfredo Neuhaus Rodríguez Larraín;
Carlitos Neuhaus Rodríguez Larraín;
Rafael Roselló Drago.
Los dos primeros son hermanos de la señorita María Isabel Neuhaus, quien estuvo saliendo con el señor Aspíllaga hasta hace unos meses.
El señor Aspíllaga dice que se encontró en la pista de baile de la discoteca con su ex amiga. La señorita Neuhaus, que se divertía con su actual enamorado, dice que el señor Aspíllaga, el que también iba adjunto a una damita, la empujó dos veces y, en un confuso accidente, le echó parte de un vaso de cerveza fingiendo que se le volcaba.
Añade la señorita Neuhaus que ella buscó a sus hermanos para que la defendieran y que no sabe qué pasó después.
“Aspíllaga me acosaba por la red enviándome correos electrónicos amenazantes”, ha dicho la señorita Neuhaus. Y ha detallado la naturaleza de su relación con la víctima de la paliza empleando las siguientes palabras, típicas de “Eisha”:
“Sí, salí con él en varias oportunidades, pero no estuve con él: esto quiero dejarlo claro: no estuve con él”.
Aspíllaga, que ya no podrá competir en Odesur por las lesiones sufridas, ha dicho que sí fue enamorado de la señorita María Isabel y que durante su emparejamiento los hermanos de la susodicha siempre se opusieron a la relación.
La señorita Neuhaus, por su parte, contó que, pocos días antes del inicidente de “Eisha”, encontró algo que describió como un presagio de escalofrío. ¿De qué se trataba?
“Me pusieron un peluchito ahorcado en mi limpiaparabrisas”, dijo ella. Y añadió: “A mí, Víctor Aspíllaga me daba pavor”.
Digamos que los tiempos han pasado, las aguas corrido, las fortunas cambiado de mano. Digamos también que de Racso sólo queda Foncho y de los solemnes y encumbrados Neuhaus este tumulto playero mucho más siciliano que alemán”.
Estoy de acuerdo con la opinión de Hildebrandt sobre lo que ocurre en la actual playa Asia, pero añorar a la vieja oligarquía pre-reforma-agraria me parece un desacierto. En muchos sentidos, ese grupo social era tan podrido como el actual, si no más. Al lado de este nostálgico Hildebrandt, el inefable Bedoya Ugarteche, quien se burla en su columna de los que asisten “a toros”, parece progresista y revolucionario.