Lima, la antigua capital de los virreyes, que hoy cumple un año más de su fundación, albergaba, dentro de sus murallas, un invalorable patrimonio monumental que, lamentablemente, a lo largo de la época republicana, ha sido depredado por la irracional acción de sus propios habitantes en busca de un distorsionado concepto de modernidad. En otras palabras: la anulación irreversible de monumentos arquitectónicos de gran valor histórico y artístico, junto a la pérdida de la memoria de la ciudad. Gran parte, por ejemplo, de la Lima que apuntó Rugendas en sus acuarelas o que recogió Courret en sus fotografías, simplemente, ya no existe. Conventos, templos, casonas, palacios o colegios han desaparecido o se han degradado. Cabe subrayar que la “destrucción” sistemática del Centro Histórico de nuestra ciudad ha sido, básicamente, obra del hombre (planes urbanísticos, negligencia o incendios) y no de la naturaleza (sismos, huaycos o inundaciones). A continuación, sobre la base del estudio de Luis Martín Bogdanovich “Lima centro histórico. La destrucción como historia. Periodo 1822-1940” (Logo/topo, n°1, 2008) haremos una historia de los principales “hitos” de este triste proceso hasta la década de 1940.
EL SIGLO XIX (1822-1879).- La Lima virreinal llegó casi intacta hasta mediados del siglo XIX cuando, con el apogeo del guano, comienzan cambiar su fisonomía y costumbres. No solo desaparecen las “tapadas” sino que el espacio urbano cambia con la construcción de la Penitenciería de Lima, el mercado de la Concepción y el hospital Dos de Mayo; además, las plazas, plazuela y alamedas cambian con el ordenamiento des sus jardines y con la incursión de numerosas esculturas, como las que se instalaron en la Plaza Bolívar, la Alameda de los Descalzos o en la Plaza de Armas. Durante este periodo ¿cuáles fueron las principales destrucciones?
a. La demolición de un sector del convento Nuestra Señora de la Gracia para dar paso a la plazuela del Teatro (1822-1847).- En efecto, se produce la lenta demolición de un sector del convento de San Agustín para cederlo a otros fines. Se trata de la “desacralización” de un espacio para hacer una plaza y facilitar el estacionamiento de coches y carrozas frente al Teatro de la Comedia (donde hoy está el teatro Segura) sin obstaculizar el tránsito.
Plazuela del Teatro hacia 1868
b. La demolición del hospital e iglesia de San Juan de Dios (1848-1851).- Esta iglesia fue, junto a la de San Francisco, la primera obra plenamente barroca de Lima. Lo cierto fue que, el 6 de diciembre de 1848, el gobierno de Castilla decretó la construcción del ferrocarril Lima-Callao, lo que obligaba levantar la respectiva estación de tren. En otro ejemplo de “desacralización” del espacio urbano, tanto el hospital y la iglesia, ubicados en lo que es hoy la Plaza San Martín, fueron demolidos para dar paso a la construcción de la estación del ferrocarril Lima-Callao.
Iglesia de san Juan de Dios durante su demolición
c. La mutilación del monasterio de Nuestra Señora de la Limpia Concepción para dar paso al mercado del mismo nombre (1851-1855).- Desde los tiempos virreinales, el servicio público de basto de Lima se había dado en la Plaza de Armas. Luego se dio en la Plaza de la Inquisición hasta la construcción de un moderno mercado de abastos para la ciudad. El gobierno de Echenique convocó a concurso para levantar la nueva obra y se expropió una manzana, es decir, la mitad del monasterio de la Limpia Concepción. Este mercado sufrió un incendio en la década de 1960, durante la alcaldía de Luis Bedoya Reyes, y sobre su terreno se construyó el actual Mercado Central.
Remodelación del Mercado de la Concepción a inicios del XX (al fondo, la iglesia de la Concepción)
d. La demolición de las murallas de Lima (1869-1872).- En realidad, ya las murallas habían quedado muy dañadas por el terremoto de 1746, por lo que los ingenieros, contratados por el virrey Conde de Superunda, recomendaron al Cabildo su demolición. Esto no se llevó a cabo, como tampoco el traslado de la ciudad hacia las faldas del Cerro San Cristóbal (otra de las recomendaciones de los técnicos). Más adelante, en 1807, el virrey Abascal inicia las obras de reparación. Ya en tiempos republicanos, y como consecuencia también de la epidemia de fiebre amarilla de 1868, se decide la demolición de las murallas como una medida de higiene urbana y para permitir el crecimiento de la ciudad con otros criterios urbanísticos. En 1968 se destruye el tramo de la portada de Juan Simón hasta la portada de Guadalupe para dar paso al Palacio de la Exposición. Al año siguiente, se decreta la destrucción del resto de las murallas, con excepción de las portadas de Maravillas y del Callao. Finalmente, en 1871, el presidente Balta aprueba los nuevos planos urbanísticos y la venta de terrenos sobre lo que fueron las murallas levantadas por el Duque de la Palata a finales del siglo XVII. Cabe destacar, por último, que los restos que hoy se encuentran en el Parque de la Muralla no fueron incluidos en la demolición porque sobre ellos se alzaban casas que estuvieron allí hasta bien entrado el siglo XX.
Fragmento de la antigua muralla en los Barrios Altos hacia la década de 1920
OTROS MONUMENTOS QUE YA NO ESTÁN…
Iglesia de los Desamparados, detrás de Palacio de Gobierno
Iglesia de Belén, donde hoy se ubica un centro comercial dedicado a la informática
Portada que unía la calle Palacio con el Puente de Piedra y el jirón Trujillo
La Iglesia de San Juan de Dios fue adaptada, no demolida, para su uso como estación. La foto de la demolición es, en realidad, la demolición de la estación para dar paso a la Plaza San Martín.
Lo más irónico – y triste – sobre la plazuela del Teatro es que ese mismo edificio, que era aceptable desde un punto de vista artístico, dejó de existir para dar paso a uno de carácter modenro, sin gracia ni buen gusto.