Nunca veía sus películas. Al terminar de rodar, Luis Buñuel daba las pertinentes instrucciones de montaje y desaparecía. No conocía el resultado final. Atípica costumbre que dejó anécdotas como ésta: “Una vez, en México -país al que le forzó el exilio- pusieron ‘Los Olvidados’ en televisión y dijo ‘Voy a verla’. A los minutos de empezar, apareció una botella de Coca-Cola sobre las imágenes y Buñuel gritó: “¿Y yo he montado eso?, ¿una Coca-Cola? ¡Me cago en la leche! Y ya no vio más”. Genio y figura.
Quien recuerda este episodio es su hijo Juan Luis, protagonista junto al guionista Jean-Claude Carrière -amigo y mano derecha de Buñuel en películas como El discreto encanto de la burguesía– del documental El último guión, una aproximación al universo ‘buñueliano’ que se estrena el próximo viernes. La película, inspirada en su libro de memorias, El último suspiro, muestra el peregrinaje de Carrière y Buñuel-hijo por los lugares que marcaron la vida del director y los momentos que compartieron con él.
Comienza en su Calanda natal (febrero de 1900), cuya explosión de tambores marcaría sus pensamientos. Sigue en Zaragoza, donde creció entre jesuitas y las conservadoras costumbres de una familia de la burguesía. Y se recrea en Madrid, en los años de la Residencia de Estudiantes que marcarían su vida. Allí le esperaban Lorca y Dalí, con quien compartió afectos, cultura y borracheras, y cuyos recuerdos quedaron para siempre en su memoria.
Relación con Lorca y con Dalí.- “A lo largo de toda su vida le atormentó el recuerdo de Lorca cuando lo iban a fusilar. Se ponía muy triste pensando en lo que habría pasado por la cabeza de su amigo en esos momentos”, recuerda su hijo. Más complicada fue su relación con Dalí, quien, cuenta el documental, se negó a prestarle dinero cuando lo necesitó en EEUU y le delató como ateo y comunista.
“Una vez, estábamos paseando por París y llegamos a un café al que él solía ir con Dalí en sus años de amistad y juventud. Nos sentamos y cuando estábamos allí, apareció él, con sus bigotes, bajando de un Cadillac y con toda la corte de gente tonta que le seguía. Mi padre se escondió detrás de la carta y Dalí subió a la segunda planta. Yo le pregunté por qué no le saludaba”, cuenta Juan Luis. “Si lo hiciese, seguro que nos abrazaríamos, pero a los diez minutos esto estaría lleno de periodistas”, le contestó. El Buñuel adulto rehuía la parafernalia de Dalí.
El documental traslada después a París, a los años del surrealismo, cuando nacen Un perro andaluz y La edad de oro. Y de allí, de nuevo a Madrid, y a Nueva York, adonde se marchó tras el asesinato de Lorca. Después Los Ángeles y, al fin, México, su enclave definitivo, al que llegó tras verse obligado a huir también de EEUU por la persecución que se había emprendido contra los comunistas.
“La cinta muestra sobre todo la importancia que le dio a la amistad, la libertad con que hacía sus películas y sus múltiples contradicciones”, cuenta Gaizka Urresti, codirector junto a Javier Espada, director del Centro Buñuel de Calanda. Y es que el proyecto, que ha pasado ya por numerosos festivales, surge ligado al Museo. “Nos gustaría que la gente se quede con ganas de conocer más de Buñuel, de ver sus películas y leer sus memorias”, añade Urresti.
El exilio mexicano.- A lo largo de dos horas, se suceden imágenes inéditas, como las de Buñuel haciendo de extra en Hollywood, vestido de monja o junto a los surrealistas en París. “Él lo que sabía hacer es cine, ¿qué habría sido de él si hubiese nacido en el siglo XVII”, se pregunta Carrière en un momento determinado. “Sería carnicero”, responde Juan Luis.
Los últimos años en México fueron los más activos como director, con Los olvidados, Nazarín, El ángel exterminador, Simón del desierto… “En casa nunca le vimos como un genio, nunca hablábamos de su trabajo ni le dábamos importancia. Una vez, de adolescente, me puso Un perro andaluz y yo no entendí nada y él tampoco intentó explicármelo”, cuenta su hijo. Asegura que no se ha llevado sorpresas al preparar la cinta. “Me he encontrado con la imagen que tenía de él. Mi padre era un señor muy recto. Puede que lo más importante para él fuese la risa, el humor”, dice. Recto pero lleno de contradicciones.
“Siempre decía que había hecho tres películas en su vida: Un perro andaluz, La edad de oro y Tierra sin pan. Decía que todo lo que tenía que decir ya lo había dicho en esas tres. El resto eran repeticiones”, añade. Y ésta, ¿le habría gustado? “No le habría gustado nada. Odiaba los homenajes”, afirma tajante Juan Luis. “Seguro que habría incluido algún sueño”, aventura Javier Espada (tomado de El Mundo de España).