En 1621, Holanda autorizó la formación de la Compañía de las Indias Occidentales que, entre sus propósitos, debía efectuar una ofensiva contra España privándola de los metales obtenidos de sus posesiones coloniales. Así, en 1623, se armó una expedición hacia el Perú, a cargo del almirante Jacques Clerk L’Hermite, de origen francés.
Holanda había sido informada que en las minas de Potosí se había desatado una lucha entre españoles y los criollos por la posesión de las minas de plata. Los informes aseguraban que, si se tomaba el puerto de Arica, llegar hasta Potosí, no sería tarea difícil.
La armada contaba con 11 naves y casi 2 mil hombres. Su objetivo era conquistar todo el territorio del virreinato del Perú. Las primeras noticias acerca del ataque holandés llegaron al virreinato en 1623, cuando circularon rumores que indicaban el avistamiento de 15 naves enemigas en las costas chilenas. Ello motivó al virrey Marqués de Guadalcázar a ejecutar una serie de mejoras en las defensas artilleras de Lima y Callao, disponiendo el emplazamiento de 56 cañones, los que fueron distribuidos en la costa comprendida entre Pachacámac y Ancón. En cuanto a los fuertes existentes, el Virrey dispuso la ubicación de 7 piezas de artillería sobre las bases del inconcluso fuerte Santa Ana, que una vez terminado fue rebautizado como fuerte Guadalcázar. El Virrey disponía de unos 2 mil hombres para defender el Callao. Otra de las medidas preventivas, y quizás la más acertada, fue la de adelantar el despacho del oro y la plata Panamá. Esta precaución resultó ser providencial, pues la expedición holandesa ya estaba muy próxima al Callao, y pocos días después iniciaría su largo asedio y bloqueo en aquel puerto.
Así, el 5 de mayo de 1624 las naves holandesas habían sido divisadas en Mala cuando el Virrey presenciaba en el Callao una corrida de toros, organizada para celebrar la partida de la armada con los tesoros a Panamá. El jueves 9 de mayo llegó el momento temido. La armada de L’Hermite estaba a la vista del puerto del Callao, estableciendo de inmediato el bloqueo. Las 11 once naves se ubicaron desde la mitad del canal entre la isla San Lorenzo y La Punta, hasta llegar a las cercanías de la desembocadura del río Rímac. Luego de fondear, los holandeses aferraron banderas rojas en la popa de sus naves, en señal de hostilidad.
En tierra, el ejército estuvo listo para actuar. La primera acción hostil de los holandeses ocurrió al día siguiente cuando, al amanecer, pretendieron desembarcar por la zona norte del Callao. Pero en el lugar había un batallón de 60 infantes, reforzado por 30 hombres a caballo que lograron rechazar a los holandeses. El día 11, los holandeses capturaron 3 barcos mercantes que se hallaban navegando hacia el Callao. Una de estas embarcaciones llevaba 2.500 botijas de vino a Pisco, abundante fruta fresca, cuya captura fue bien recibida por los holandeses para aliviar a sus enfermos y tripulantes. La segunda embarcación provenía de Huarmey con leña; la tercera venía de Huanchaco con trigo y documentos.
El 15 de mayo, L’Hermite, viendo que los intentos por desembarcar en el Callao y los ataques realizados a dicho puerto no habían tenido éxito, decidió establecer el bloqueo. Así, el Virrey convocó a una junta de guerra, luego de la captura del artillero holandés Carten Carstens, cuyo testimonio resultó ser fundamental: se comprobó la debilidad de los invasores. Quien se encargó de interrogar al Carstens, fue el jesuita Juan Baptista Exidiano: se supo cuáles eran los planes de los holandeses, el descontento por los fuertes trabajos que habían efectuado, las pocas raciones de comida que recibían y que L’Hermite se hallaba enfermo, como muchos holandeses.
Conociendo estos datos, se decidió por defenderse desde tierra, rechazando cualquier intento por desembarcar. En suma, esperar rechazar cualquier intento de desembarco y con dicha resistencia y sin capacidad de reabastecerse, los holandeses desistiesen de su empresa por agotamiento de sus recursos. El bloqueo holandés duró hasta agosto. El día 14, los holandeses juzgaron inconveniente seguir atacando el Callao y decidieron acabar con el bloqueo al puerto. Alistaron sus naves para partir y procurarse agua en el sitio más próximo posible. Partieron desde San Lorenzo las 14 naves; 3 eran de las capturadas. Su primera –y última- recalada fue la bahía de Ancón en donde se detuvieron para excavar pozos en busca de agua durante dos días. Luego, reiniciaron su viaje a través del Cabo de Hornos. En 1626 llegaron a Holanda.
Luego de la huida de los holandeses, el Virrey mandó reconocer la isla San Lorenzo para ver lo que dejó el enemigo y si había algún sobreviviente. Lo que hallaron fueron 60 cuerpos enterrados, entre ellos el del almirante L’Hermite, enterrado en una caja así como el de un pastor protestante. Según refiere un impreso español sobre la “victoria” hispana sobre los holandeses, en 1625 el cuerpo del pastor fue quemado en una hoguera por “algunos curiosos”, y después de dos días, los restos del marino enemigo siguieron la misma suerte. En la isla también se encontraron con que los holandeses ante la falta de agua, pensaron buscarla en el subsuelo, cavando varios pozos, pero al parecer tan solo hallaron agua salobre (la información del post de hoy nos fue proporcionada por el capitán de fragata John Rodríguez Asti).
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