Se encuentra ubicado entre los valles de Mala, por el norte, y el de Cañete, por el sur; pertenece políticamente a la provincia de Cañete y está dividido en tres distritos: Asia, Coayllo y Omas.
El nombre “Asia” viene por la presencia, en tiempos de los Incas, del tambo de ASYAC, descrito por cronistas como Felipe Guamán Poma de Ayala y nombrado en varios documentos coloniales. Su paisaje es árido pues el agua proveniente de la sierra sólo llega por unos cuantos días al año, en el verano, hasta el bajo valle, y esto limita la actividad agrícola. En los meses de mayo y junio, en sus lomas, gracias a la acumulación de neblina, reverdece el valle y se forman pequeños arbustos que sirven para alimentar ganado caprino y vacuno de la sierra contigua. La riqueza de la zona, entonces, proviene de la pesca en su litoral, presidido por la Isla de Asia donde anidan miles de aves guaneras y lobos marinos. En la actualidad, dos nuevos elementos han contribuido a cambiar la economía de la zona: el cultivo del espárrago (regado con aguas del subsuelo) y los balnearios de moda en el litoral.
Huaca Malena.- Está ubicada a la altura del kilómetro 101 de la Panamericana Sur, en el valle bajo y a 4 kilómetros del litoral. El sitio fue excavado por primera vez por Julio C. Tello y Toribio Mejía Xespe hacia 1925. Ellos exhumaron poco más de 300 fardos funerarios y establecieron, tentativamente, que el sitio tuvo ocupación de los wari y de los incas. Luego, excavaciones realizadas en 1963 por Frederic Engel, demostraron que el sitio fue ocupado desde el segundo milenio antes de Cristo, y que su población se alimentaba de productos marinos y del cultivo de calabazas. Lo cierto es que este sitio, con toda seguridad, ha sido ocupado sucesivamente desde los tiempos del precerámico (2,000 a.C.) hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI.
Afortunadamente, desde finales de la década de 1990, las autoridades de Asia contrataron arqueólogos y el sitio ha sido investigado y puesto en valor para los visitantes. Huaca Malena ha pasado del abandono hasta tener un museo (Museo Municipal “Huaca Malena”), inaugurado en 2001, que muestra los hallazgos principales entre los que destacan los tejidos recuperados gracias al programa “Adopte un textil”. Sin duda, el proyecto de Huaca Malena es un excelente ejemplo de cómo las ganancias obtenidas por la expansión inmobiliaria en Asia han servido para proyectos de desarrollo, en este caso cultural, que ponen en valor nuestro rico patrimonio arqueológico. El museo está ubicado en la esquina de las calles Pedro La Rosa y Miramar, junto a la Capilla del distrito de Asia.
Según los arqueólogos, los pobladores de Huaca Malena vivieron agrupados en aldeas y tenían un patrón funerario bien definido: los individuos eran enterrados envueltos en esteras de junco. Desde el precerámico, ya confeccionaban sus tejidos de algodón. Parece que durante el Horizonte temprano (100-600 d.C.) la zona pierde importancia política hasta que, con la conquista Wari (700-1,100 d.C.), recobra su esplendor: hay un tejido muy fino y la zona se convierte en uno de los cementerios más importantes de la costa central. Ya en la época inca, en el sitio se construyen edificios piramidales y su cerámica guarda mucha relación con la fabricada en Lurín, Chilca y Mala.
A lo largo del siglo XX, lamentablemente, los “huaqueros” le ganaron el paso a los arqueólogos y destruyeron buena parte de Huaca Malena buscando lo más atractivio del sitio: sus finos tapices de lana y algodón que databan, como habíamos mencionado, de la época Wari. La iconografía de estos tejidos se relacionan con la tradición Tiahuanaco-Wari y presentan colores muy nítidos, como beige, rojo, rosado, celeste, blanco y negro. Los que se han recuperado recientemente, y están expuestos en el museo local, son excelentes y llegan a casi 4 mil fragmentos. Hay mantos, tapices, camisetas y unkus. En muchos de ellos se ve la figura estandarizada del “dios de los báculos”, más conocido como Wiracocha, lo que demuestra la clara influencia altiplánica traída por los ejércitos wari a la costa central. Muchos de estos tejidos, lógicamente, están asociados a tumbas o contextos funerarios.
Uquira.- Según las últimas excavaciones arqueológicas, esta pequeña ciudadela o centro administrativo habría sido construido en tiempos de los incas y dirigido por un señor local (curaca) vinculado a los valles de Mala, Chilca y Lurín y que, luego de la conquista del Tawantinsuyo, fue intermediario entre los gobernantes del Cuzco y la población local. Los arqueólogos han dividido la ciudadela en 7 sectores (“barrios”), casi todos destinados para artesanos, burócratas y, lógicamente, el “palacio” del curaca. Algunos de sus muros se elevan hasta 20 metros del suelo y algunas de sus plazas, habitaciones y pasadizos han resistido al paso del tiempo.
El sitio se encuentra en la parte baja de la cuenca del río Omas (que es el río de Asia), en el caserío de Uquira, el distrito de San Pedro de Coayllo, provincia de Cañete. Limita al norte con la cuenca de los ríos Mala y Chilca y al sur con el fértil valle de Cañete. Para llegar al sitio, se toma el desvío a la altura del kilómetro 101 de la carretera Panamericana Sur que conduce por los distritos de Asia y Coayllo. En el kilómetro 24,5 se encuentra el sitio arqueológico, en la margen izquierda del río, en la última quebrada antes de llegar al pueblo y a 400 metros sobre el nivel del mar.
El área construida es de 2,4 hectáreas y se nota planificación. El material de construcción empleado para los muros, los espacios para las puertas y nichos rectangulares consiste mayormente de adobes, pero existen muros de tapia con cimientos de piedra, así como los que se usó tanto adobe como tapia. Es decir, el mismo patrón de construcción que utilizaron los incas en otras zonas de la costa central como Tambo Colorado, La Centinela, El Salitre, y Pachacamac. La materia prima consistía en barro, arena gruesa y, en algunos casos, fragmentos de valvas de moluscos; la mayoría de los muros de adobe son anchos. Lamentablemente, el sitio ha sufrido destrucciones parciales, casi todas perpetradas por los “huaqueros”.
Algunas conclusiones de los arqueólogos sobre el sitio son las siguientes:
1. Urquira tuvo dos ocupaciones: una durante el imperio inca y otra a la llegada de los españoles; esta última transformó parcialmente la ciudadela entre 1580 y 1610, en la que funcionó como reducción de indios. En el siglo XX, el sitio fue destruido en, por lo menos, su tercera parte.
2. Durante al ocupación incaica, se desarrolló una cerámica local con cierta semejanza a la encontrada en zonas como Lurín, Chilca y Mala. Su decoración es muy sencilla: líneas, círculos, rombos y estrellas, pintadas o dibujadas; hay también peces y figuras escalonadas. Los colores que emplearon en sus ollas y cántaros fueron marrón, blanco, negro y rojo. Se trata de una cerámica relativamente independiente en su decoración ya que las formas clásicas incaicas no prendieron mucho en la zona.
3. Hubo un camino que conectaba a Uquira con el tambo de Asyac, ubicado en la desembocadura del río Omas, que fue descrito por el cronista Guamán Poma de Ayala. El camino empalmaba estos asentamientos con el camino o red vial que los incas construyeron a través de toda la actual costa peruana.
EL NACIMIENTO DE LOS CLUBES DE PLAYA.- En la década del 60, urbanísticamente hablando, las playas del sur de Lima no eran ni remotamente lo que son ahora. Una vista panorámica de la época muestra casas aisladas, que en realidad eran haciendas, colocadas como casitas de monopolio, sin mayor orden ni pretensión urbanística. Un paisaje, sin duda, inimaginable en este tiempo.
El primer club de playa en constituirse al sur de la capital fue Las Palmas, formado al principio por menos de 10 casas. Ahora los clubes son una suerte de ciudad aparte. “La gente buscaba entonces escapar de la Lima tugurizada, que ahora es mucho más caótica que cuando los clubes recién se formaron”, dice Santiago, uno de los residentes. El acceso a los clubes es, como en toda propiedad privada, restringido. Pero el estatus público que ostenta toda playa abre siempre una vía para caminar frente a las casas que ellos albergan, y preguntarse en qué momento se construyó una ciudad paralela frente al mar.
Espacio para los amigos.- El momento fue a fines de los años 60. Cuenta la historia que en 1968, a la altura del kilómetro 98 de la Panamericana Sur, había una hacienda frente al mar, donde se criaban toros de lidia. A la hacienda Galesi (este era el apellido del dueño) acudían muchos fanáticos de la crianza de toros, acompañados por sus esposas. Mientras los señores departían con el anfitrión, las señoras se juntaban cerca de la playa a disfrutar de las bondades del sol y el mar. Este ritmo de vida ocasionó que no pocos visitantes de Galesi optaran por ser asiduos de la hacienda y acamparan a la orilla del mar, que frente a ella reventaba. Durante la época de la reforma agraria, según cuentan algunos residentes, Galesi tuvo que lotizar su hacienda y la vendió por partes a sus amigos habituales para que construyeran lo que serían las primeras casas de playa de esta parte del litoral.
Según residentes veraniegos de este club, la idea de formarlo partió de esos fines de semana en los que los amigos se juntaban a departir y pasar buenos momentos. “La camaradería es el motor de la historia del club”, dicen. Al ir creciendo el club, Galesi —tal vez añorando las áreas verdes de su hacienda— impulsó el sembrío de las palmeras que ahora son la característica principal de este club, uno de los más cercanos al famoso bulevar, y a cuya playa se puede acceder por el acceso público de playa Asia. Luego, el “boom” inmobiliario convirtió Las Palmas en el gran club que es ahora. Aunque es cierto que gran cantidad de veraneantes son los residentes de las casas de playa, también llegan muchos visitantes esperando disfrutar de sus altas olas con sus tablas. Las aguas que están frente al club son un excelente punto de partida para los zódiac que visitan las islas que frente a Asia se encuentran, donde el contacto con la fauna natural es, sencillamente, sorprendente, y donde las historias de costa, mar y verano para contar, sobran.
Otros datos:
1. El club Las Palmas tiene una extensión total de 25 hectáreas y alberga a por lo menos 250 socios.
2. Esta propiedad cuenta con áreas verdes extensas, zona de juegos infantiles, capilla, canchas de frontón, tenis, bochas, fútbol, gimnasio, sauna, piscinas y hasta plaza de toros.
3. Las Palmas se fundó casi paralelamente a los clubes Cayma y Cocos, que se ubican en playas colindantes. Los accesos públicos al mar de Las Palmas son justamente por los límites con estas dos últimas playas.
NOTA.- La historia del origen de los clubes de palya la hemos tomado del diario El Comercio (edición del sábado 13 de marzo de 2010).