Se ubica entre los valles de Chilca, por el norte, y Asia, por el sur. Petenece a la provincia de Cañete y está ubicado a 86 kilómetros al sur de la ciudad de Lima. Tiene más de un centenar de sitios arqueológicos, pero menores y casi sin “monumentalidad”. Se trata de un valle de origen aluviónico y es conocido porque, según los mitos, el dios Pachacamac tuvo un hijo en esta zona, al cual el Inca le construyó un templo. Éste correspondería, según las investigaciones etnohistóricas, al sitio arqueológico conocido como “El Salitre”.
El Salitre.- El sitio ya ha sido reconocido como parte del Patrimonio Cultural de la Nación y su antigüedad corresponde al periodo del Intermedio Tardío (Siglos XI –XV). Fue un centro ceremonial bastante complejo pues tenía un cementerio, edificios de tipo piramidal y “conchales”. Está ubicado en un promontorio rocoso en la margen izquierda de la desembocadura del río, a 3.2 Km. al Oeste del pueblo de Mala. Se llega a él desde el pueblo de Mala por una carretera asfaltada que llega hasta el balneario de Totoritas, tomando un camino carrozable a la izquierda del promontorio rocoso.
“El Salitre” forma parte de un terreno eriazo y tiene una extensión de 20 hectáreas; el promontorio, al lado del mar, es un acantilado de entre 50 y 60 metros de altura. Los arqueólogos han dividido el sitio en cuatro zonas bien definidas:
1. El cementerio que está localizado sobre la falda del Cerro La Cruz. Hoy está destruido casi en su totalidad por los sucesivos saqueos de los “huaqueros”. A simple vista, se puede distinguir que las tumbas eran tanto individuales como colectivas.
2. Las viviendas se ubican al sur-este del cementerio. Las estructuras son de piedra y barro, y aún se logra distinguir algún decorado en los muros. No queda ninguna edificación en pie debido a la erosión provocada por la brisa marina, ya que están frente al mar.
3. La estructura piramidal se encuentra al este del cementerio y es el sector “monumental” de El Salitre. Se construyó por la superposición de bloques constituidos por paredes de adobe (de clara influencia inca) y relleno de barro. En la parte superior se pueden observar horcones de madera que sostenían los techos de juncos y otras plantas.
4. El templo o edificio Inca se localiza en una cresta rocosa al sur de todo el complejo y domina toda el área de la desembocadura del valle; la vista es espectacular. Se llega a él por unas escalinatas que aún se pueden apreciar en la zona, a pesar de su gran deterioro. El edificio está construido casi en su totalidad con adobes inca paralepípedos (hechos en molde) de regular tamaño. Lo más notorio de este edificio es que en el área central, donde existe un espacio abierto a manera de “plaza”, los muros están decorados con hornacinas trapezoidales con doble jamba.
¿Cómo reconstruir la historia de El Salitre? Según las crónicas del siglo XVI y estudios recientes, al parecer este lugar tuvo especial importancia para los incas por estar dedicado a algún dios, dada su ubicación en un afloramiento rocoso próximo al mar. El sitio cumplió una función administrativa y servía a los intereses del Estado pues era una creación de los gobernantes del Cuzco. Durante el Tawantinsuyo, según Gracilazo de la Vega, los valles de Cañete, Mala y Chilca estuvieron bajo la autoridad de Chuquimanco, curaca de valle Huarcu o Cañete. Estos valles, como sabemos, eran muy ricos por el uso del guano de las islas, el mejor fertilizante natural del planeta. Según las evidencias, Chiquimanco fue conquistado por Túpac Yupanqui hacia 1470; al ser derrotado, su territorio formó parte del Chinchaysuyo. En Mala, los incas (como en otros lugares como Pachacamac o Chincha), utilizaron la zona para construir templos oficiales (dedicados al culto solar) junto a centros ceremoniales dedicados a dioses locales con el objetivo de sintetizar las creencias de los habitantes de la zona y asimilarlos dentro de su sistema de creencias oficial. Al parecer, ese dios local era el “hijo de Pachacamac”, llamado SULCAVILCA, según los testimonios del siglo XVI. Como rezago de dicho “sincretismo”, tenemos que, en el Cerro de la Cruz, donde está el cementerio prehispánico, todavía se practican ceremonias espontáneas, relacionadas con creencias religiosas.