Nuestra historia de San Bartolo se remonta a los tiempos prehispánicos, en el sitio arqueológico de Cerro Paloma, donde se han encontrado restos de una antigüedad de 4 mil años. Se trata de huesos, dientes y otros restos humanos entre los innumerables conchales. Cerro Paloma debió tratarse de una pequeña aldea de horticultores y pescadores de unas 15 familias que dormían en viviendas de forma ovalada. La novedad de este asentamiento es que a cierta distancia de la zona hay una construcción cuadrangular de muros rojizos; es decir, ya existía una separación entre los espacios de vivienda y los locales públicos. En lo que discrepan los arqueólogos es en la función que cumplía este edificio rojizo: ¿Era un templo o un recinto para reuniones grupales? Más allá de la polémica, sabemos que los habitantes de Cerro Paloma fueron los primeros pobladores de una zona que mil años después reunirá a pescadores.
Un poco más allá del propio San Bartolo se encuentra el recinto de Curayacu, que algunos arqueólogos vinculan a Chavín. Los restos de huesos, conchas, piedras y alimentos han permitido determinar que los pobladores de Cuyrayacu eran pescadores que utilizaban pequeños anzuelos hechos con huesos y conchas. Además, se encontraron entierros individuales y comunales en que los muertos estaban en posición fetal. Entre los múltiples restos de una cerámica rojiza se encontraron dos estatuillas pequeñas de color chocolate; una de ellas fue llamada el “Bebé de Chocolate” y la otra es la famosa “Venus de Curayacu”, que recorrió hace poco México y París como parte de una exposición sobre la mujer durante el Perú precolombino. Hoy, esta “Venus” se encuentra en el museo de Pueblo Libre.
La zona que hoy ocupa San Bartolo luego fue ocupada por los Incas. Se cuenta que luego de recorrer y conquistar buena parte de los Andes, el inca Pachacútec se encontarba cansado y algo enfermo. Al llegar a la costa, se dirigió a una playa que, según contaban, tenía poderes curativos. Una vez instalado en el lugar sugerido, Pachacútec decidió entrar al mar para comprobar las cualidades de sus aguas. Dicen que el Inca no solo se curó de sus males sino que se sintió con tanta energía que exclamó curayacu, que traducido al castellano quiere decir “agua que cura”. No se sabe mucho de esta zona durante el periodo colonial. Curayacu vuelve a entrar en nuestra historia cuando desembarcaron en sus playas las tropas chilenas durante la Guerra del Pacífico.
Tropas chilenas en Curayacu
Playa de Curayacu