El 29 de septiembre de 1839, para celebrar la batalla de Yungay y el fin de la Confederación Perú-boliviana, la dama limeña Mercedes Subirat Cossio, esposa del general Antonio Gutiérrez de La Fuente, ofreció un gran baile en su casa. A continuación, el texto del redactor de El Comercio:
Digan lo que quieran los que gustan alabar los tiempos pasados y deprimir los presentes. Lima es siempre ciudad de alegría y diversiones; lo mismo antes que despues[sic] de cambiar la ciudad de los libres, su antiguo nombre de ciudad de los reyes. Las personas y aun parte de las clases, que figuraban antes de 1830, es el único que ha cambiado despues[sic] en la escena política y social; pero las mismas fiestas han quedado, la misma disposición á divertirse entre las jentes[sic], el mismo ardor por los espectáculos públicos, para aprovecharse de cualquiera circunstancia en que pueda reunirse un cierto número de curiosos á otro de picantes tapadas. Lo hemos visto en estos días pasados; la fiesta insignificante de Cocharcas, atrajo ácia[sic] la portada, por 8 dias, un concurso lúcido de elegantes carruajes y no menos vistosos caballeros, con un indispensable salsa de tapadas; y mas[sic] recientemente las vísperas y procesión de la Virgen de Mercedes, presentaban cierto aire de alegría y fiesta, que raras veces se vé[sic] en otras partes. Pero en lo que seguramente llevamos hoy grandes ventajas á nuestro s antepasados, es en las reuniones ó fiestas domésticas. La misma fiesta de Mercedes ha sido celebrado á un tiempo en muchas casas, en obsequio de varias interesantes Merceditas: en unas un banquete de familia, en que reinaba el buen gusto á la par del mejor humor; en alguna de estas mesas dos amantes próximos á reunirse con el lazo indisuluble, despues[sic] de haber livado juntos porque se acercase el deseado dia[sic] han vuelto tal vez los ojos á una tierna amiga y han brindado con ella por el amante ausente, á quien no era dado tomar parte de tanta alegría…..
Pero dejemos á un lado los banquetes del día, y sus incidentes, más ó menos interesantes, que los bailes de la noche del 24 y los que con el mismo motivo han sucedido hasta el 29, reclaman por ahora toda nuestra atención. Entre estos ninguno como el que ha dado el jeneral[sic] La Fuente en obsequio de la S[eñor]a su esposa: ha sido seguramente digno de la muy cumplida señora a quien se dedicaba: felicitamos al jeneral[sic] por su buen gusto en todos los preparativos, por la acertada elección en de sus huespedes[sic], y por la cortesía y elegancia con que no cesó toda la noche en atenderlos y obsequiarlos. La casa del jeneral[sic] La Fuente nuevamente reparada, se prestaba maravillosamente para una fiesta en que la juventud y las gracias dabían[sic] hacer el papel principal y la iluminacion[sic] y amueblado correspondían perfectamente a este designio. A las 9 de la noche estaban poblados todos los salones de personas de ambos sexos vestidas con elegancia y ya alternaban las vistosas contradanzas nacionales con la alegre y rápida valza alemana. Notamos entre los personajes de distincion[sic] (y toda lar reunión se merecía calificarse de ese modo) al señor jeneral[sic] del ejército Restaurador con su estado mayor, señores encargados de negocios británicosy chilenos, el comandante de la fragata de S.M.B. “Presidente” con algunos de sus oficiales, el cónsul jeneral[sic] del Ecuador, los señores jenerales[sic] Raigada y Salazar, el señor Álvarez de la Corte Suprema, el coronel Ugarteche , los señores de Mendiburu, &. &. Nada diremos de las damas, sus atractivas y sus galas: cada una de ellas merecería nombrarse y elogiarse en un artículo por separado; y a nosotros, a quien escasamente le toca un rinconcito del diario, abandonamos la empresa para otra ocasion[sic] en que nos sea permitido dar algun[sic] ensanche á nuestros sentimientos de admiracion[sic] por parte selecta del bello sexo de la capital. A eso de las 11 y media fueron conducidas las señoras, por caballeros designados al efecto, á una suntuosa mesa de refresco, preparada en el patio interior que habia[sic] sido entoldado y entapizado con sumo gusto: el efecto de este salon[sic] improvisado, medio rustico[sic] por decoracion[sic], iluminado brillantemente, animado con una musica[sic] melodiosa, y sobre todo por la presencia de tantas bellas damas, era verdaderamente majico[sic] y parecía que hubiésemos sido transportados á una escena de ilusion[sic] y de encantos. Un intermedio de musica[sic] siguió inmediatamente despues[sic] de la mesa: y aunque es menester confesar que en esta parte no ha hecho todavia[sic] grandes progresos nuestra sociedad, debemos citar el placer que nos causo[sic] la señorita Vivero en algunas arias italianas, cantadas con sumo gusto y la mas deliciosa voz: un buen acompañante creo habria[sic] hecho brillar mas[sic] el bello talento de esta señorita. Otras arias italianas fueron desempeñadas por un caballero extranjero, cuyo nombre ignoramos, atrayendo nuestra atencion[sic] en trozo escojido[sic] de piano por la Señorita D[oñ]a Carolina La Fuente (que sea dicho de paso es un modelo de buen tono y eduacacion[sic]) y que por su ejecuacion[sic] rápida y brillante y su estilo puro y delicada espresion[sic], va a ser sin duda la primera pianista de la capital. A las contradanzas sucedieron las contradanzas interpoladas con cuadrillas y bailes aislados, todo con el mejor orden y decoro, hasta la hora de la cena, que se sirvió en el mismo salon[sic] de refresco, y correspondió en un todo al primer servicio de refrescos. La luz de la mañana se mezclaba ya con la luz artificial de las arañas y lámparas, y en nada había disminuido la alegría y la buena disposicion[sic] de los concurrentes solamente á la sonora orquesta militar y al piano del salón, habia[sic] succedido[sic] la guitarra con el tamborilero popular que hace danzar á los mas[sic] graves, y que retuvo á casi toda la concurrencia hasta las 7 de la mañana, en que se separaron todos muy contentos y satisfechos. Así, pues, ha sido suficiente el que renazca entre nosotros la calma para que hayan vuelto con ella todas aquellas diversiones que hacen el encanto de nuestra sociedad. Por nuestra parte preferiremos siempre las que se parezcan á la del Sr. Jeneral[sic] La Fuente, por el buen humor y franqueza unidas con el mas[sic] perfecto decoro y cortesania[sic] entre los convidados.
Fuente: El Comercio, miércoles 2 de octubre de 1839, p. 2.