Pantanos de Villa (fuente: teamolima.com)
Según Héctor Aponte y Dámaso W. Ramírez, los humedales son parte de un corredor biológico a lo largo de la costa desértica del Perú[1]. En el caso de Lima y la costa central, la mayor parte de estos parajes coexiste con población humana, que hace uso de los recursos que estos les proporcionan, como el “junco”, utilizado para la fabricación de productos artesanales. Otras actividades en estos ecosistemas son la pesca artesanal, la crianza de ganado vacuno y ovino y hasta algunos deportes acuáticos. En ese sentido, la relación hombre-naturaleza tiene un lado productivo positivo. Sin embargo, esta relación también presenta aspectos negativos: la extracción del junco; también genera desechos que promueven la presencia de plagas (la polilla, por ejemplo), que dañan diversas especies nativas; y otros humedales reciben aguas servidas y desechos orgánicos de poblaciones humanas aledañas, afectando la calidad del agua en estos ambientes.
Hay que recordar, además, que el Perú es uno de los países con mayor cantidad de aves en el mundo. De las más de 1,800 especies que habitan en nuestro país, unas 200 son migratorias que vienen desde Norteamérica (Estados Unidos y Canadá), la Región Austral (Chile y Antártida) e Islas Galápagos. Un significativo número de estas aves habitan temporalmente en los humedales de la costa durante su ciclo biológico en época de migración. Por ello, mantener la integridad y la calidad de estos humedales es vital para la conservación de las cadenas tróficas (alimentación, nutrición) que, en última instancia, permiten el sostenimiento de estas poblaciones de aves.
En síntesis, estos humedales requieren, urgentemente, el establecimiento de una política de conservación y convivencia responsable con el entorno, no solo por la fragilidad de su biodiversidad debido a los impactos que reciben y por la amenaza latente sino también porque son importante fuente de recursos para los pobladores de su entorno desde hace siglos.
Los humedales son ecosistemas en constante relación con masas de agua donde se encuentran plantas adaptadas a estas condiciones. Estos ecosistemas son considerados entre los más importantes del mundo por las funciones medio ambientales que realizan, como controlar los cursos de las corrientes de agua, participar en la regulación del carbono global, proporcionar hábitat a centenares de especies animales y vegetales, y poseer un importante valor cultural y recreacional. Comprender cómo estos ecosistemas han evolucionado frente al impacto humano ha sido objeto de múltiples investigaciones. Los humedales de Lima son parte de un corredor biológico a lo largo del desierto costero del Perú. La mayor parte de estos ambientes tienen recursos que son explotados, como por ejemplo el junco Schoenoplectus americanus que es utilizado para la fabricación de diversas artesanías. La coexistencia de los humedales con las poblaciones humanas ocasionan su deterioro, tanto por las actividades que se realizan en ellos como por la contaminación (vertimiento de efluentes domésticos, depósitos de basura). Varias investigaciones acerca de estos ecosistemas costeros han sido realizadas, sin embargo, estudios de las comunidades vegetales y del estado de conservación en los humedales no protegidos son escasos (Dámaso W. Ramírez, Héctor Aponte y Asunción Cano, Flora vascular y vegetación del humedal de Santa Rosa. Lima, 2010).
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El Humedal de Santa Rosa.- Está al norte de Lima, provincia de Huaral, distrito de Chancay, localidad de Santa Rosa. Posee un área aproximada de 32 hectáreas y comprende un gran cuerpo de agua en la zona central, una pequeña laguna al lado oeste y un canal principal que lo abastece de agua proveniente del río Chancay. Presenta un terreno plano a ligeramente ondulado y sus tierras son aptas para la producción de pastos y cultivos. El humedal se encuentra rodeado, en realidad amenazado, por campos de cultivo (algodón, camote, fresas y zapallo) y de pastoreo, criaderos de chanchos y basurales. Gran parte de la zona cuenta con propietarios legales, pertenecientes a las localidades de Peralvillo y Salinas Alta. Teóricamente, este humedal cuenta con la categoría de “Área de Conservación Municipal” a cargo de la Municipalidad de Chancay. Por su fauna y vegetación, es muy similar a los Pantanos de Villa.
La laguna El Paraíso.- Está a unos 140 kilómetros al norte de Lima, en el distrito de Huacho, provincia de Chancay. En realidad se formó en 1973 como consecuencia de filtraciones agrícolas de la irrigación Santa Rosa. Tiene una longitud máxima de 8 kilómetros con un ancho que va desde los 0.1 y 2 kilómetros (440 hectáreas), así como una profundidad máxima de 1,5 metros. Por su lado sur hace contacto con el mar, por ello, cuando la marea está alta, la laguna se vea inundada por agua de mar. El Paraíso es una de las zonas de mayor extracción de junco y totora en Lima (también tiene grama salada) y sirve para pastar grupos de ganado vacuno y ovino.
Respecto a la fauna, en El Paraíso anidan y viven diversas aves como el zambullidor de pico grueso, el pato gargantilla, el pato media luna, la polla de agua y la cigüeñuela. Dos grandes peligros son la presencia de cazadores furtivos y la quema de vegetación que destruye los nidos de las aves.
La Albufera de Medio Mundo.- Se encuentra entre los kilómetros 150 y 175 de la carretera Panamericana Norte, distrito de Végueta, provincia de Chancay. Tiene un largo de 6.5 kilómetros y un ancho de entre 165 y 525 metros, con un área total de unas 260 hectáreas, que en su mayor parte corresponde al espejo de agua y el resto a pantanos de hasta 2 metros de profundidad. En realidad, la albufera está formada, en su mayor parte, por agua del mar, y filtraciones de agua dulce proveniente de los campos de cultivo aledaños. Su actividad productiva se concentra en la extracción de junco y carrizo, así como en el ecoturismo. Colinda (y recibe la “presión”) de granjas avícolas y empresas urbanizadoras. A pesar de estas amenazas, el paraje sigue siendo refugio para miles de aves entre las que destaca el cushuri o patillo de mar, que llega en enormes bandadas en busca de alimento y anida en los arbustos y árboles del humedal. Finalmente, cuenta con la categoría de “Área de Conservación Regional”.
Respecto a su interés turístico, el lugar es ideal para los que gustan de la naturaleza y observación de la vida silvestre así como de la práctica de deportes acuáticos (carreras en caballitos de totora, remo, kayac, velero, buceo, natación y pesca). Últimamente, la presencia de Caballitos de Totora en esta zona del norte chico (tal como lo hacían los antiguos habitantes de la cultura Chancay) es un atractivo que incrementa su valor turístico y recreativo. Asimismo, en los últimos tiempos llegan los llamados “bird-watchers”. Finalmente, por su ubicación estratégica, la Albufera de Medio Mundo forma parte de un complejo turístico que también comprende la Campiña de Huacho, las Islas (Don Martín, Mazorca), lagunas como La Encantada y las de El Paraíso; no nos olvidemos del histórico Balcón de Huaura, las Lomas de Lachay, Los Mangales y la Ciudad Sagrada de Caral, entre otros.
Los humedales de Ventanilla.- Ubicado muy cerca al balneario “Costa Azul” de Ventanilla (provincia del Callao) se encuentran estos humedales de más de 500 hectáreas. Como muchos de nuestra costa, estos humedales son formaciones de agua que vienen por las filtraciones del mar y por la porosidad del suelo. Su espacio físico está compuesto por albuferas, gramadales, totorales, litoral marino y zonas adyacentes de colinas bajas que conforman en su conjunto un ecosistema. Tiene, en invierno, una profundidad de hasta 1.70 metros. En este complejo habitan 62 especies de aves, 22 migratorias y 30 residentes (23 migratorias locales, 2 migratorias alto andinas y 1 migratoria del norte del país). Las aves migratorias provienen, en su gran mayoría, de Norteamérica (Canadá y Estados Unidos). Podemos observar el pato gargantilla, el pato colorado, la garza blanca grande, la garza azul, la garza tricolor, la gaviota gris, la gaviota dominicana, el zambullidor, el pimpollo, el pato rana, el pollo de agua, la polla sultana, el playero manchado, entre otras.
Según el Equipo de Derecho Ambiental de la PUCP (EDERA), en una época en la que apremia la necesidad de conservar áreas verdes como medios de prevención ante los inminentes efectos del calentamiento global, surgió, el 20 de diciembre del 2006, el DS Nº 074-2006-AG que estableció la creación del Área de Conservación Regional “Humedales de Ventanilla” con un área de 578 hectáreas de extensión, siendo la segunda área de conservación a nivel regional (a nivel nacional) y la primera en el departamento de Lima. Fue una decisión elogiable en un país que, pese a contar con una biodiversidad abundante, tiende en muchos casos a perder aquellas áreas donde hay multiplicidad de especies. La creación del ACR “Humedales de Ventanilla” fue una de las primeras medidas en el esfuerzo de intentar preservar tal biodiversidad, en la figura de un ecosistema que permite la existencia y conservación de la variedad biológica en flora y fauna, cumpliendo también la importante función de ser uno de los pocos pulmones que aun persistente en nuestro litoral.
Añade EDERA que la transcendencia de estos humedales es evidente por el hecho de ser un importante lugar de descanso para una gran variedad de aves provenientes de la zona frías de Estados Unidos y Canadá, que de verse privadas de tal refugio de reposo y alimentación terminarían desapareciendo a lo largo del proceso migratorio, repercutiendo en una cadena de extinción que de uno u otro modo terminaría afectando al ser humano. En lo referente a la variedad de flora (la grama salada, el junco y la totora), además de servir como lugares de anidamiento de diversas especies, son un medio de depuración ecológico del agua.
Los Pantanos de Villa.- Si hasta el siglo XIX fue refugio de bandoleros y cimarrones o lugar para la caza de patos hasta bien entrado el siglo XX, lo cierto es que los Pantanos de Villa (ubicado al sur de la hacienda colonial del mismo nombre, hoy Chorrillos), a partir de la década de 1960 se vieron afectados por la utilización de sus suelos en la agricultura, el pastoreo, la extracción de junco y totora y, sobre todo, la urbanización; asimismo, en los últimos 30 años, se ha incrementado la cantidad de materiales sólidos, generalmente desmonte, que sirve como relleno o con el fin de deshacerse de la basura. Sin embargo, a pesar de estas amenazas, aún sigue siendo una de las reservas naturales más importantes que los limeños aún podemos disfrutar. Además, en 1989, se declaró a los Pantanos de Villa como “Zona Reservada” para la conservación de flora y fauna silvestre; luego, en 1997 fue reconocido como un humedal de gran importancia nacional e internacional por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Ubicado a 20 kilómetros al sur de Lima, ocupa una superficie de 396 hectáreas. La fauna silvestre de este ecosistema limeño está representada por unas 155 especies de aves, en su mayoría migratorias (70%), que vienen del hemisferio norte, otras de la región alto andina del país y unas pocas del sur. Asimismo, hay unas 10 especies de peces y algunos reptiles y roedores. Entre las aves “residentes”, las más importantes son los polluelos de agua, los patos zambullidores, gallinazos, huerequeques y pelícanos; entre las “migratorias”, tenemos gaviotas de franklin, águilas pescadoras, garzas blancas, halcón peregrino, cigüenelas y parihuanas, entre otras. Hay también murciélagos, lagartijas, culebras, sapos, ranas y un sinfín de insectos y arácnidos; entre las 12 especies de peces tenemos lizas, tilapias y mojarras. Finalmente, alberga 55 especies de flora como grama, totora, junco, casuarina, lechuga y lenteja de agua que permiten la alimentación y anidamiento de las aves del lugar.
Los Humedales o Bañados de Puerto Viejo.- Se encuentran al sur de Lima, a la altura del kilómetro 71 de la Panamericana Sur, provincia de Cañete, distrito de San Antonio de Mala. Este humedal ha sido formado por las afloraciones hídricas del acuífero de Mala, que están ubicadas paralelamente al océano. Tiene aproximadamente 200 hectáreas y comprende varios cuerpos de agua zonas pantanosas y terrenos calcáreos. La población local usa esta zona para para la ganadería ovina y vacuna, así como para extraer junco y totora balsa. Sirve, además, como lugar de descanso para aves migratorias como el yanavico, que baja desde los andes a la costa. Actualmente, Puerto Viejo sufre la presión urbana (léase, balnearios privados), que rompe el equilibrio ecológico del lugar. Parte del área es de propiedad privada, pero cuenta con la categoría de Zona Reservada.
Un poco de historia (y una primicia).- La expansión urbana de Lima y de las ciudades de la costa central, a lo largo de los siglos XIX y XX, hizo desaparecer o reducir los diversos humedales o pantanos de la zona. Se sabe que estos ambientes, aparte de servir como refugio de aves, peces, crustáceos y plantas, también eran un foco de infección y podían desatar diversas epidemias por sus aguas “estancadas” (dengue, paludismo, fiebre amarilla, fiebre escarlatina, hepatitis, etc.), especialmente en verano.
Por ejemplo, en tiempos de la Independencia, el ejército patriota sufrió dramáticos momentos en Huaura, pues fue presa de una “mortífera pestilencia”: malaria o paludismo, fiebres intestinales y disentería; hasta San Martín cayó víctima de la enfermedad. De los 5 mil soldados que desembarcaron en Pisco, 3 mil enfermaron y muchos de ellos murieron por falta de medicinas. La escasez llegó a tal extremo que a los enfermos se les suministraba “agua de mar en lugar de purga”. Se ha considerado que el número de fallecidos por día osciló entre 30 y 50 soldados. De acuerdo a Juan B. Lastres, como la terciana ataca sobre todo el hígado, “las filas más parecían sombras de muertos”, donde apenas se encontraban brazos para cavar las sepulturas y menos para empuñar las armas contra un virrey. En estas circunstancias, Guillermo Geraldino, administrador de la Botica del Hospital del Espíritu Santo, envió medicinas avaluadas en 4 mil pesos, entre las cuales se encontró la quina, un valioso producto que se constituyó en la única esperanza de salvación del ejército dirigido por San Martín (de allí la presencia del árbol de la quina en el escudo nacional).
Por otro lado, el centro de operaciones de las tropas del virrey La Serna fue Aznapuquio, que en quechua significa “manantial hediondo”. Su nombre se justificaba por los “olores y miasmas” que emanaban de las extensas ciénagas que circundaban el campamento, siendo un lugar propenso al paludismo, considerado el prototipo de enfermedad miasmática, pues se adquiría por causas exógenas y no por contacto directo. El misma venía a ser la sustancia patológica que invadía el organismo procedente del exterior.
Ante la valancha de enfermos, el virrey dispuso el traslado de los padres mínimos de san Francisco de Paula a su antiguo recinto. La intención era obvia. Los claustros y salones serían habitados como enfermerías para atender a la tropa. Pero, a pesar de las contingencias, el ejército realista tendría ventajas de aclimatación en comparación a los chilenos y argentinos que venían con las tropas de San Martín.
En este contexto, los realistas comprendieron que si permanecían en Lima desaparecerían. La Serna debía evitar que su ejército pereciera de hambre o se sublevara. La retirada era necesaria, por ello las negociaciones en la hacienda de Punchauca (Carabayllo) le sirviera para ganar tiempo y preparar la marcha rumbo a la Sierra, una región con mayores recursos y clima más saludable. De tal manera que, una vez más, la sierra se convertía en muro de contención de las enfermedades, tal como ocurrió en el siglo XVI tras la llegada de los europeos al Tawantinsuyo.
En síntesis, San Martín decidió quedarse en la “pestilente” Lima, mientras el Virrey recuperaba fuerzas en la Sierra.
[1] “Humedales de la costa central del Perú: estructura y amenazas de sus comunidades vegetales”. Lima, 2011.
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