Los datos biográficos de Santiago de Cárdenas, más conocido como Santiago “el volador” son escasos. Se sabe que nació en Lima (algunos dicen en el Callao) en 1726 y que, cuando niño, se destacó por su curiosidad, por sus ansias de conocer y que, en poco tiempo, logró leer y escribir, a pesar de no haber asistido a la escuela: un modelo de autodidacta. Cuentan que a los 10 años, debido a la estrechez económica de su familia, se enroló como grumete en un barco mercante. No solo aprendió a navegar sino que también adquirió conocimientos de mecánica. Asimismo, en sus travesías por el litoral, observó a las aves marinas e intentó explicar el “mecanismo” que les permitía alzar y mantener el vuelo. Su trabajo como marino “mercante” se truncó por el terremoto y maremoto en el Callao de 1746 (sobrevivió al desastre de las naves) y decidió cambiar su trabajo.
Se traslado a Lima, continuó con su trabajo de mecánico y profundizó sus investigaciones sobre el vuelo de las aves, ahora observando a los gallinazos y, eventualmente, a los cóndores (cazó algunas aves para analizar sus formas y sistemas de vuelo); asimismo, había que profundizar sobre la dirección del viento y otros detalles. Fue así que, luego de 14 años de paciente investigación, diseñó un modelo mecánico para poder volar, muy parecido a la moderna “ala delta”. Corría el año 1761.
Pero su trabajo no quedó allí. Una copia de su proyecto se la remitió al entonces Virrey del Perú, don Manuel Amat y Juniet, a quien solicitó la ayuda económica respectiva para materializarlo. También se sabe que, en 1762, mandó un memorial al propio Rey de España titulado Nuevo sistema de navegar por los aires, sacado de las observaciones de la naturaleza volátil (cabe resaltar que en este documento, Santiago de Cárdenas incluyó grabados e ilustraciones del movimiento de las plumas guías, su curvatura, su colocación y su importancia para el vuelo). Hay que subrayar que este documento es considerado el primer tratado latinoamericano sobre vuelo (el título original era Nuebo sistema de Nabegar por los Aires sacado delas observaciones dela Naturalesa Bolatil). Nuestro personaje sería el primero en utilizar el vocablo “aeronauta”.
Lo cierto es que –seguramente muy sorprendido- el virrey Amat remite el proyecto de De Cárdenas al científico Cosme Bueno para ser evaluado. ¿Quién era Cosme Bueno? Nacido en España en 1711, fue médico, matemático y cosmógrafo. Llegó al Perú en 1730 y estudió en San Marcos. Por sus conocimientos en geometría, trigonometría, óptica y dióptrica fue nombrado Cosmógrafo Mayor. Lo cierto es que cuando llegó a sus manos el proyecto de De Cárdenas, Cosme Bueno lo desestimó. Su informe fue todo un tratado sobre el arte de volar, en el que hizo agudas comparaciones entre la anatomía de las aves y la de los humanos; además hizo interesantes apuntes sobre la gravedad. Concluyó que era posible el vuelo humano, pero no con el diseño de De Cárdenas. Cabe resaltar que por este trabajo, Cosme Bueno está entre los precursores de la aerodinámica. Murió en Lima en 1798.
El escándalo.- En una ciudad tan “chismosa” como Lima, la noticia de la petición de De Cárdenas al Virrey corrió por toda la ciudad y nuestro personaje fue bautizado con el seudónimo de “Santiago el Volador”. Pero lo peor vendría luego. Un día se difundió la falsa noticia de que Santiago iba a “volar” desde el Cerro San Cristóbal hasta la Plaza de Armas, usando el modelo que había inventado. Como es lógico, en una ciudad tan pequeña y en la que sus habitantes no tenían en qué invertir todo su tiempo, gran cantidad de limeños se reunió tanto en l cerro como en la plaza. Pasaron las horas y Santiago no daba muestras de intentar su hazaña. Fue en ese momento que casi ronda la tragedia: muchos de los reunidos fueron a buscarlo y lo amenazaron, incluso de muerte, si no realizaba su publicitado vuelo: “O vuelas o te matamos a pedradas”, le espetaron.
El asustado Santiago, casi al borde del linchamiento, tuvo que huir y se refugió en la Catedral. El Virrey, por su lado, enterado de los sucesos, envió su escolta para resguardar al héroe frustrado y refugiarlo en su Palacio. Sin embargo, al menos de la burla popular, no se salvó:
Cuando voló una marquesa
un fraile también voló,
pues recibieron lecciones
de Santiago Volador.
¡Miren qué pava para el marqués!
¡Miren qué pava para los tres!.
Santiago moriría en Lima en 1766, el mismo año en que el virrey Amat inauguraba la plaza de Acho.
El contexto.- la confrontación entre el conservadurismo y la búsqueda de lo nuevo, la crítica social, la impecable trama y la recreación de la sociedad limeña del siglo XVIII son quizá algunas de las principales virtudes de la obra. Santiago Cárdenas, personaje histórico rescatado por Palma en Santiago el volador, resulta un hombre con una perspectiva más allá de su tiempo, cuyo criterio de verdad está basado en la experimentación y no en el academicismo, precisamente la confrontación de esas dos visiones del conocimiento es el meollo del conflicto dramático que ha hecho pensar en algunos atisbos brechtianos en esta obra, sobre todo si se considera a Galileo Galilei.
Al rescate de la leyenda.- La historia de este pintoresco personaje limeño (o chalaco) fue descrita y rescatada por diferentes escritores. En 1878, por ejemplo, el tradicionalista Ricardo Palma, recogió la historia, le insertó un prólogo escrito por él mismo y la hizo imprimir en Valparaíso, Chile. Palma recogió la tradición bajo el título Santiago “Volador” y escribe que, al presentarle un memorial al virrey de su proyecto, “decía que por medio de un aparato o máquina que había inventado, pero para cuya construcción le faltaban recursos pecuniarios, era el volar cosa más fácil que sorberse un huevo fresco y de menos peligro que el persignarse”.
Luego, a fines del siglo XIX, apareció la obra Viaje al Globo de la Luna, de autor desconocido, en la que se insertan varias notas dedicadas a “Santiago el Volador”. Ya en el siglo XX, Julio Ramón Ribeyro, también homenajeó a este personaje a través de su obra teatral Vida y pasión de Santiago el pajarero (Lima, 1958), puesta dirigida por el director y también autor Hernando Cortés y musicalizada por el maestro Enrique Iturriaga.
excelente