Iglesia de Santo Domingo de Lima según grabado del libro del padre Meléndez (1681)
Los primeros religiosos en pisar el Perú fueron los dominicos (la “Orden de los Predicadores”), quienes acompañaron a Francisco Pizarro en su tercer viaje (1531). El más importante de ellos, sin duda, fue fray Vicente de Valverde, protagonista de la captura del inca Atahualpa en la plaza de Cajamarca. Fue el primer obispo del Cuzco y, por extensión, del Perú. Luego, fueron llegando los frailes Juan de Olías, Alonso de Montenegro, Tomás de San Martín, Francisco Toscano, Domingo de Santo Tomás, Gaspar de Carbajal y otros. Tras los años iniciales de la Conquista, el número de frailes dominicos aumentó. En 1595 era de 338 y estaban distribuidos en sus conventos de Lima, Cuzco, Potosí, Chuquisaca, Tarija, Arequipa, Chimba, Parinacochas, Huamanga, Huancavelica, Castrovirreyna, Condesuyos, Huánuco, Trujillo, Chicama, panamá, Yauyos, Yungay, Chincha, Jauja, Huancayo y el Callao.
A partir de las guerras de independencia, y durante gran parte del siglo XIX, los dominicos sufrieron su peor crisis en el Perú. Muchos de sus frailes, de origen español, retornaron a la Península. Además, todos los canales de comunicación con los Superiores de Roma fueron cortados. Así, por Decreto Supremo del 23 de marzo de 1822, fue destituido el Provincial fray Jerónimo Cavero y, prácticamente, fue disuelta la Provincia. Otro decreto, del 28 de setiembre de 1826, suprimió los conventos de Santo Tomás, de la Recoleta y de Santa Rosa y todos los que no contaban con ocho frailes, por lo que la Provincia quedó reducida solo a tres conventos. Solo la visita ocasional de fray Vicente Nardini, en 1879, despertó en el dominico italiano el anhelo de restaurar la antigua Provincia peruana. Conseguidas las facultades de Visitador y Vicario General (1881), inició un arduo trabajo hasta que, el 4 de agosto de 1897, el Maestro de la Orden, fray Andrés Fruhwirth, en su decreto Peruvianis Regionibus, restituyó a la Provincia todos sus derechos como los tienen todas las Provincias de la Orden.
Los dominicos y la Universidad de San Marcos.- Como resultaba ser muy costoso para los españoles enviar a sus hijos (criollos) a la Universidad de Salamanca, se decidió obtener el permiso para tener una universidad en Lima: Si los criollos no pueden ir a Salamanca, venga Salamanca a Lima, fue la consigna. Para lograr la licencia viajaron a España, por 1550, el fraile dominico Tomás de san martín y el capitán Jerónimo de Aliaga. Como no encontraron al emperador Carlos V en la Península, decidieron darle el alcance en Alemania. Allí lograron que Carlos v, por real cédula del 12 de mayo de 1551, creara el estudio General de la Ciudad de los Reyes, o sea, la Universidad de Lima.
Al igual que en Salamanca, los estudios comenzaron bajo la dirección de los frailes dominicos. Las primeras clases se impartieron en el convento de Santo Domingo de Lima, en 1553, local donde había funcionado anteriormente el Colegio del Rosario, regentado también por los dominicos. El nuevo centro de altos estudios fue reconocido y confirmado por el papa Pío V en 1571, cuando fue electo su primer rector, el médico Gaspar de Meneses, quien inició sus funciones en 1572. Luego, en 1574, el local de la Universidad se trasladó a la parroquia de San Marcelo y, en 1577, a su local definitivo, en la Plaza de la Inquisición (hoy está el Congreso de la República), donde funcionó hasta los tiempos de la Independencia.
San Marcos otorgaba los grados de Bachiller, Licenciado y Doctor. De toda América llegaban jóvenes interesados en graduarse de médicos, abogados o teólogos. Se estudiaba en latín, la lengua culta de entonces y oficial de la Iglesia. Cabe destacar que la única lengua ajena al español y al latín que se enseñó en San Marcos fue el quechua, aprendida por los clérigos que eran destinados a las parroquias (curatos) de la sierra o a los que se dirigían a las misiones de la selva. Por ello, aparecieron rápidamente los vocabularios o diccionarios en lenguas nativas.
El Convento de Nuestra señora del Rosario.– Así se llamó la casa de los dominicos en Lima. Se sabe, por noticias de su primer prior, fray Juan de Olías, que la Orden levantó un pequeño convento en los dos solares que les concediera Pizarro, lo que crecieron, en 1541, en dos más, gracias a una segunda donación del Conquistador del Perú; también tenían levantada allí una iglesia o capilla provisional. Con la llegada del segundo prior, fray Tomás de San Martín, se impulsaron las obras. El nuevo templo se dispuso hacia el Oriente y fue levantado con el material que salía de la calera y la ladrillera que explotaba la Orden en Limatambo. Ese es el origen de la iglesia que vemos hoy. El convento, por su lado se construyó durante los siglo XVI y XVII hasta que fue dañado por el terremoto de 1746, especialmente el claustro del noviciado. Respecto al claustro principal, lo más valioso son sus 30 mil azulejos, obra del maestro trianero Hernando de Valladares, a quien contrataron en Sevilla (1604). La reparación de la iglesia, luego del terremoto de 1746, estuvo a cargo del presbítero Matías Maestro, ayudado por fray Ignacio González de Bustamante. De acuerdo a las normas del neoclásico, se pusieron grandes columnas con capiteles jónicos en la portada y se destruyó el templo barroco. Se cubrió la bóveda con una tablazón estucada y oculta por pinturas que realizó el propio Matías Maestro. Estas desaparecieron en una restauración de 1898-1901 que dejaron al descubierto las bóvedas verdaderas. Las cubiertas laterales fueron reemplazadas por pequeñas cúpulas sobre nervaduras neogóticas y todos los retablos fueron retocados y estrenados en 1901, obra del italiano Francesco Sciale, muy criticados pues rompen la armonía del recinto.
Los dominicos y sus haciendas de Lima.- A los dominicos se les entregó parte de los indios del Santiago de Surco, es decir la parte más occidental y noroeste del valle de Surco. De allí surge la hacienda Santa Cruz, con límites aún imprecisos porque llegaban hasta el acantilado, donde desembocaba el río Huatica, hoy a la altura de Marbella. Luego, a esta propiedad se agregó la diminuta hacienda de La Chacarilla, ubicada donde hoy está parte del distrito hoy parte de San Isidro. Así nació la extensa propiedad Chacarilla de Santa Cruz o Santa Cruz y Chacarilla, regada por las aguas del río Huatica, que dieron, luego, origen al barrio de Santa Cruz, en Miraflores. En 1806, fue comprada en 1806 por José Antonio de Lavalle y Cortés, para su hijo Simón, al colegio Santo Tomás de Aquino a la Orden de los Predicadores. Su principal cultivo eran los cañaverales, con mano de obra esclava. Durante el siglo XIX, la hacienda pasó por diversos propietarios hasta que llegó a manos de Adriano Bielich, quien tuvo que entregar parte del terreno a la Empresa del Transporte Eléctrico de Lima y Chorrillos para la construcción del tranvía, en la actual Vía Expresa. Luego pasó a los hermanos Gutiérrez, y, en la década de 1920, como parte del distrito de Miraflores, se empezó a urbanizar en lo que son hoy las avenidas Dos de Mayo, Comandante Espinar y José Pardo para la “alta” mesocracia; la zona más “popular” quedó para lo que hoy son las avenidas Mendiburu y La Mar. Otra zona netamente residencial fue la que hoy corresponde a Dasso, Cavenecia, Pardo y Aliaga y la zona donde hoy está la Clínica Angloamericana y el Óvalo Gutiérrez.
Sus artículos históricos son siempre novedosos y amenos, los leo con regularidad.
Felicitaciones
Carlos Pflucker Vernal