Esta “Sala de Ejercicios” está ubicada en la primera cuadra de la avenida Abancay y fue construida en 1738 por fray Luis de Santa María; su planta es rectangular de una sola nave con bóveda de medio cañón. Antes de que se abriera la avenida Abancay, formaba parte de todo el complejo arquitectónico de San Francisco; hoy ha quedado fragmentada, o mejor dicho “aislada”, al otro lado de la calle. Sufrió mucho con el terremoto de 1746, por lo que fue reconstruida por el Presbítero Matías Maestro (otros mencionan también la participación del padre Wilson) bajo los parámetros del neoclásico. Por ello, su fachada es sobria y simétrica, a la que sigue un notable atrio neoclásico. Luego del vestíbulo, compuesto por altas arquerías de medio punto, se ingresa a la capilla. Su altar mayor es de principios del XIX, que tiene dos columnas grandes de orden corintio que sostienen un arco de medio punto que corona el conjunto. Al centro, hay un retablo con ocho columnas pequeñas, también de estilo corintio, que rodean una escultura de San Francisco (esta es probablemente del siglo XVIII); corona este retablo una imagen del Cristo Crucificado. El coro alto, tallado en madera, también es neoclásico. Hay una serie de lienzos (Escenas de la Vida de Cristo) y una escultura del Arzobispo de la Reguera atribuidos a Matías Maestro.
Finalmente, tenemos el pequeño claustro, de un solo piso, de arquerías sobre columnas de madera muy sobrias; quizá lo que más impresiona de este bello rincón franciscano son los impresionantes azulejos sevillanos que rodean todo el conjunto; tienen ornamentación barroca (o rococó, que es el barroco tardío del XVIII) y destacan las figuras de la vida de San Francisco de Asís y rostros de indias. Cabe destacar que, esta zona, durante los primeros años de la Conquista, fue la Huerta de Pizarro. Este y otros detalles nos los da Héctor Velarde: Todo este conjunto arquitectónico hacía parte del Convento de San Francisco que fue seccionado para abrir la avenida Abancay. Esto se advierte por los restos del claustro de san Buenaventura cuyas arquerías fragmentadas se pueden observar frente a la Casa de Ejercicios. Es interesante notar que esa zona constituía, en los primeros tiempos de la Colonia, la Huerta de Pizarro, y que ésta fue sorpresivamente incorporada al Convento por los padres que cerraron y construyeron sus tapiales, según cuenta la tradición, en una sola noche.