El padre Jorge Dintilhac
La Universidad Católica del Perú se fundó en 1917 y fue la primera universidad privada del país. La idea de fundar una universidad católica fue madurando en los círculos religiosos y académicos de Lima desde comienzos del siglo XX. Ya El Vaticano había tomado nota de la situación y, en 1899, en el Concilio Plenario de América Latina, convocado por el papa León XIII en Roma, se llegó a la conclusión de que era necesario “fortalecer la educación católica a todo nivel” en los países de la región. En 1888, se había fundado en Chile la primera universidad católica del continente; en 1910, entró en funciones una institución similar en Argentina. En el Perú, la iniciativa fue tomada por la Orden de los Sagrados Corazones de Jesús, en un proyecto en el que intervinieron muchas personas, pero que fue encabezado por el padre Jorge Dintilhac, de los Sagrados Corazones, y laicos como Carlos Arenas y Loayza, Guillermo Basombrío, Víctor González Olaechea, Raimundo Morales de la Torre y Jorge Velaochaga.
Para poder fundar la Católica, el padre Jorge tuvo que superar más de un obstáculo. En principio, la falta de capital. Aparecieron entonces diversos colaboradores, como doña Josefina Araraz, una anciana que, en 1916, donó su pequeña fortuna a la futura universidad. Por su parte, con un aporte de 20 mil soles, el padre Florentino Prat, Superior de la congregación de los Sagrados Corazones, acondicionó los ambientes del Colegio de La Recoleta, ubicado en la Plaza Francia, para acoger a los primeros estudiantes universitarios. Pese a la oposición que el proyecto del padre Dintilhac despertaba en cierto sector de la prensa, muy crítica respecto de la educación cristiana (por ley del 11 de noviembre de 1915 se estableció la libertad de cultos, suprimiento el artículo 4° de la Constitución de 1860, que reconocía a la Iglesia católica como religión del Estado), a la causa se fueron uniendo cada vez más colaboradores, algunos de ellos muy influyentes, como el Arzobispo de Lima, monseñor Pedro García Naranjo; la esposa del presidente de la República, Carmen Heeren de Pardo; y Rosa Mujica de Bentín, esposa del vicepresidente (ambas tenían a sus hijos en el Colegio de La Recoleta).
El lunes 26 de febrero de 1917, el diario El Comercio publicó los detalles de la organización de la proyectada Universidad Católica a través de un texto enviado por el propio padre Dintilhac. En su primer párrafo dice así: “Con fecha 24 de diciembre de 1916 y en virtud del artículo 402 de la ley orgánica de instrucción, quedó autorizado por el supremo gobierno, el establecimiento de un centro libre de estudios superiores, bajo el nombre de Academia Universitaria, la cual empezará a funcionar este año de 1917 en el colegio de los Sagrados Corazones (Recoleta). Este centro intenta ser una completa Universidad Católica; así es ya conocido en la sociedad y de ahí el epígrafe de este prospecto”. Luego, añade: “Una dolorosa y universal experiencia de todos los pueblos y el mismo movimiento filosófico contemporáneo, eminentemente espiritualista, están concientes en reconocer la suma importancia del elemento ético y religioso para la vida, en todas sus manifestaciones y especialmente en la educación. Por esto cada día se siente más entre nosotros la necesidad de un centro de estudios verdaderamente superiores, donde los hijos de familia en esa alta esfera de la educación que es la decisiva del porvenir de los individuos y de las sociedades, puedan integrar y concluir su formación intelectual, dentro de un ambiente rigurosamente científico; y de un orden moral cristiano tan perfecto, que al hacerlos mejores, los haga también más aprovechados y por consiguiente más útiles a la patria“.
Luego, el padre Dintilhac, añade: “En vista, pues, de estas consideraciones y al amparo de la ley que reconoce la libertad de enseñanza, el que suscribe deseoso de ayudar a los padres de familia en el mejor cumplimiento del máximo de sus deberes y de excitar el celo y asegurar la cooperación de cuantas personas amen al país y comprendan la trascendencia vital de la educación verdaderamente científica e íntegramente cristiana de la juventud, pone en conocimiento del público que desde la fecha queda establecida en esta capital, en el local del colegio de los Sagrados Corazones (Recoleta) una Universidad Católica, a fin de que en ella reciban los jóvenes, cuyos padres lo deseen, una educación intelectual superior tan científica como cristiana, y al mismo tiempo puedan debida y fructuosamente prepararse para los grados oficiales universitarios”. Lo que sigue del texto es interesante: “Para este fin se cuenta ya para la dirección de la universidad y enseñanza de los cursos con un grupo de personas idóneas y respetables. Los derechos de enseñanza serán los mismos que por matrícula y examen se abonan en la Universidad Mayor de San Marcos; y como todas las clases serán públicas, habrá también matrículas de asignaturas especiales para cuantos lo deseen. Con los protectores insignes y padres de alumnos se formará un patronato, que lo será de la universidad“.
Otro dolor de cabeza lo representó la constitución legal de la nueva institución educativa. Por fin llegó el 24 de marzo de 1917, fecha en que el Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción publicó el Decreto Supremo que daba luz verde a la creación de la Universidad Católica con dos facultades: Letras y Jurisprudencia. El decreto llevaba la firma del presidente José Pardo y Barreda. La Universidad Católica del Perú había nacido. No la fundó la Iglesia ni el Arzobispado. Según el registro de firmas de profesores de aquel primer año, la primera clase (Estética) la dictó en la mañana del 10 de abril el profesor Raimundo Morales de la Torre en el local de la Plaza Francia. Asistieron nueve alumnos. En 1937, el padre Jorge inscribió a la Universidad como asociación civil sin fines de lucro y, recién en 1942, cuando la Católica cumplió 25 años, el papa Pío XII le concedió el rango de Pontificia que, en la práctica, más funcionó como título honorífico, pues la Universidad siguió rigiéndose por las leyes peruanas. En el futuro, ni la herencia de Riva-Agüero ni las leyes universitarias ni el Concordato vigente entre el Perú y el Vaticano (1979) variaron la naturaleza jurídica de la Universidad.
Nota: los subrayados son nuestros