San Martín y el Ejército de los Andes en Mendoza


Ingreso al campo de El Plumerillo en Mendoza

El campo histórico de El Plumerillo fue el lugar escogido por San Martín, en 1815, donde funcionó el Campo de Instrucción del Ejército de los Andes. Aquí se puede reconstruir la preparación de las tropas que lograron las independencias de Chile y Perú. Hay réplicas de las barracas donde vivían los soldados, de los uniformes y de los fusiles de la guerra de la independencia. En este lugar, el Libertador reunió a los regimientos de los cuarteles de La Cañada, San Agustín y Santo Domingo para formar el Ejército de los Andes. Se llama “El Plumerillo” por la abundancia de penachos blancos en forma de plumeros, y el terreno fue cedido en préstamos por el vecino don Francisco de Paula de la Reta. El ingeniero Álvarez Condarco diseñó el campamento y Bernardo O’Higgins construyó los cuarteles definitivos. Concluida la campaña, los cuarteles fueron desmontados, los materiales obsequiados a los pobres y los terrenos devueltos a sus dueños. “El Plumerillo” quedó olvidado hasta que, en 1935, fue puesto en valor

San Martín confiscó a los propietarios los esclavos de servicio doméstico y de labores agrícolas para engrosar su ejército y decidió trasladar a las tropas hacia un sitio cercano. Así, levantó un campamento en el Plumerillo, a unos 4 kilómetros de la ciudad, donde construyó alojamientos, cocinas y un tapial para prácticas de tiro. Implantó ejercicios cada vez más severos, con el ánimo de asegurar la disciplina. Una tarde pasó ante un grupo de oficiales y advirtió que su cuñado Manuel no lo había saludado. Volvió sobre sus pasos y le espetó: Señor Oficial: pico con pico y ala con ala. Sepa que yo no me casé con usted, sino con su hermana. Preséntese arrestado en su habitación hasta nuevo aviso.

En el entusiasmo por la inminente partida, San Martín le pidió al Cabildo que le donase 50 cuadras de tierra para poder asegurarse la vejez. Explicaba que el oficio de labrador era el que más cuadraba con su naturaleza y que no contaba con recursos para adquirirlas, pese a su escaso precio. El cabildo le obsequió las 50 cuadras solicitadas en Los Barriales y agregó otras 200 para su recién nacida hija Mercedes. El General quedó satisfecho, pero la medida escandalizó a sus opositores.

El General y su esposa celebraron la Navidad en la casa del capitán Manuel Olazábal. A la hora de los postres, formuló un brindis y pidió a su esposa y demás damas presentes que cosieran una bandera para llevarla con la Expedición Libertadora. En la víspera del Día de Reyes, las tropas partieron del Plumerillo al son de tambores y pífanos, y se dirigieron hasta el convento de San Francisco para recoger la imagen de la Virgen del Carmen, a quien el escéptico San Martín había designado como Patrona del Ejército. El General se puso al frente de las tropas y las dirigió hasta la plaza principal, donde se celebró una misa de campaña. Al terminar, el General tomó la bandera entregada esa madrugada por las damas y, presentándola, exclamó: Soldados: ésta es la primera bandera que se ha levantado en América. ¿Juráis defenderla, hasta perder la vida, como yo lo hago?

Después del atronador ¡Sí Juro!, las tropas volvieron a su campamento y se inició una jornada de festejos. Hubo un almuerzo campestre y corridas de toros, en las que los oficiales más jóvenes, alentados por el vino de Mendoza, actuaron audazmente como improvisados toreros. Uno de los más atrevidos faenó a su animal y, cortándole las orejas, el rabo y los testículos, ofreció los trofeos a Remedios, quien presidía la fiesta junto a su marido. La esposa del General se sonrojó ante el insólito presente, pero San Martín, mirándola intencionalmente, le sugirió que lo aceptara.

A la noche hubo otro sarao y fuegos artificiales preparados por el fraile franciscano Luis Beltrán. En la culminación de los fuegos, la plaza se iluminó vivamente y, con letras de todos los colores, pudo leerse la leyenda Viva el general San Martín. Una admirativa exclamación escapó de la concurrencia. A los pocos días, el grueso del Ejército iniciaba la marcha por secciones y por distintos pasos para confundir y dividir a las tropas realistas de Chile.

Antes de partir desde el Plumerillo, San Martín fue a la ciudad para despedirse de Remedios. Las relación entre los esposos había sido bastante limitada en los últimos meses, pues ella estaba absorbida por la pequeña Mercedes y él había vivido prácticamente en el campamento. Se había ya arreglado que Remedios regresara a Buenos Aires con la bebe esos mismos días para esperar allá las noticias sobre la suerte de la expedición. San Martín le había escrito a Pueyrredón (Director del Gobierno de Buenos Aires) para recomendarlas y le pidió que le entregara a su esposa 80 pesos mensuales, a descontar de su sueldo.

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