Entrevista a Juan Luis Orrego aparecida en la introducción del libro de V.A. Belúnde, La Realidad Nacional en la colección “Biblioteca Imprescindibles Peruanos” publicada por el diario “El Comercio”. LIma, 2010.
Como parte de la generación del 900, ¿cuáles fueron las coincidencias y diferencias de Belaunde con sus contemporáneos?
Para entender el ánimo de este grupo de intelectuales (Riva-Agüero, los hermanos García Calderón, Belaunde y José Gálvez, entre otros) es necesario recordar las dramáticas consecuencias morales y materiales que dejó la derrota frente a Chile, la guerra civil que enfrentó a Cáceres e Iglesias y la imposibilidad del país en conseguir recursos foráneos para iniciar la Reconstrucción Nacional. Todos ellos nacieron y crecieron en ese difícil contexto. No pudieron evadir el marco de un país sumido en la postración. La idea que dominaba entonces entre la juventud es que el Perú había entrado en una nueva etapa: era necesario sacudirse de ese pasado y construir una verdadera nación. Entre sus maestros, fueron tributarios del la evocación histórica y literaria de Ricardo Palma y del legado político de Manuel Pardo y Nicolás de Piérola. Por ello, quisieron introducir nuevas ideas que agitaran el marasmo de la sociedad peruana, inspirados en los grandes maestros del nacionalismo francés y español, que reaccionaron radicalmente tras la derrota de Francia ante Prusia (1871) y la pérdida de España de sus últimos dominios coloniales (1898). No olvidemos, además, la influencia del uruguayo José Enrique Rodó que, en su libro Ariel construyó la idea de que la unidad espiritual del continente debía estar a cargo de las juventudes universitarias. A lo largo de su vida, Belaunde escribió 25 libros y más de 500 artículos. Fue el más fecundo escritor de su generación; a diferencia de Riva-Agüero o de los hermanos García Calderón, escribió sus principales obras en su madurez y no en su etapa juvenil. Además, mientras los García Calderón se exiliaron en Europa y Riva-Agüero abrazó ideas reaccionarias o ultramontanas, Belaunde, luego de la caída de Leguía, siguió bregando en el campo político e intelectual, siendo el portaestandarte de un catolicismo progresista, tributario de la Doctrina Social de la Iglesia.
Al margen de la respuesta a Mariátegui, ¿cómo Belaunde fue construyendo una imagen del Perú antes de escribir La Realidad Nacional?
Belaunde no fue ni el primero ni el último en señalar los problemas estructurales del país a partir de la historia. En El Estado Social del Perú durante la dominación española (1894), Javier Prado, uno de los maestros de esta generación, buscó los orígenes y las causas de la crisis peruana a partir de la Conquista del siglo XVI. Asimismo, recoge el ejemplo de su compañero generacional Francisco García Calderón, quien publicó El Perú contemporáneo (París 1907), el primer intento moderno por ofrecer una visión global -síntesis e interpretación- del Perú. Escrito en francés, reclamaba la existencia de una clase dirigente que reclutara a sus miembros no sólo por su riqueza y abolengo, sino también por su inteligencia. Una oligarquía abierta e ilustrada que entendiera la necesidad de reformar el país para modernizarlo y ubicarlo en el camino del progreso. Pero el destino del país no era quedar al remolque de los Estados Unidos, sino había que reconocer el carácter latino del Perú y aproximarlo más a Francia e Italia. Por ello, era preciso fomentar una política de inmigración atrayendo a europeos para que poblaran el país, pues requería nuevos brazos para su agricultura. Paralelamente había que ampliar la frontera agrícola impulsando las irrigaciones. Estas tareas debían ser emprendidas por un Estado eficiente en el que esa oligarquía supiera incorporar a los grupos marginados. De esta manera el indio tenía que ser transformado, de siervo o campesino sumiso, en obrero moderno o en propietario respetando sus costumbres. Este colosal proyecto, si fuera preciso, debía ser guiado por un líder excepcional. Dentro de esta perspectiva, Belaunde pronunció, en 1914, su discurso La crisis presente, en el que se refiere al ensombrecimiento en el que había caído el país por causas políticas (el personalismo del Presidente), económicas (el peligroso endeudamiento), parlamentarias (crisis de representatividad), sociales (la postración de la clase media) y éticas (la debacle moral de la clase dirigente). Concluyó su discurso con esta frase “¡Queremos patria!”. Finalmente, tenemos Meditaciones peruanas, un conjunto de artículos publicados en 1917, en el que postula que la crisis del país es, sobre todo, psíquica y señala el “anatopismo”, es decir, que las aspiraciones colectivas estaban ajenas a la realidad. Dice que se percibe una ausencia de intuición para descubrir el ser peruano geográfico, histórico y social.
¿Cuál es la principal crítica de Belaunde a Mariátegui?
Belaunde considera que la aplicación del “materialismo histórico” en los 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana es verdadera por lo que afirma pero falsa por lo que niega. Expliquemos. Es verdadera porque pone énfasis en los factores económicos, que son el problema más evidente, demostrable, de la realidad total. Pero es falsa cuando niega o minimiza el peso de los factores vitales y espirituales en la historia del Perú. Para Belaunde, todo el análisis no puede reducirse a lo económico. Por ejemplo, afirma que el “materialismo histórico” no puede explicar satisfactoriamente algunos procesos como la Conquista del siglo XVI o las guerras de Independencia. Si bien encuentra que el principal mérito de Mariátegui fue abordar el problema del indio y relacionarlo con el problema de la tierra, esto es una solución parcial a los grandes desafíos del país. La solución, entonces, no es el indigenismo sino una síntesis verdaderamente nacional de la tradición histórica, con los nuevos enfoques económico, técnico y pedagógico. No hay que olvidar que, años después, cuando publica Peruanidad (1942) definió al Perú como una síntesis viviente: “síntesis biológica, que se refleja en el carácter mestizo de nuestra población; síntesis económica, porque se han integrado la flora y la fauna aborígenes con las traídas de España, y la estructura agropecuaria primitiva con la explotación de la minería y el desarrollo industrial; síntesis política, porque la unidad política hispana continúa la creada por el Incario; síntesis espiritual, porque los sentimientos hacia la religión naturalista y paternal se transforman y elevan en el culto de Cristo y en el esplendor de la liturgia católica. No concebimos oposición entre hispanismo e indigenismo… los peruanistas somos hispanistas e indigenistas al mismo tiempo”.
Belaunde como pensador católico
Cuando Belaunde planteó su polémica con Mariátegui no lo hizo como una defensa del liberalismo frente al marxismo, sino desde el punto de vista del catolicismo y con tendencias sociales progresistas. Por ello, con la aparición de La Realidad Nacional se inició el renacimiento del pensamiento católico peruano. Dicho en otras palabras: no se inspiró en el liberalismo laico sino en el fermento dinámico y social que vive al interior del cristianismo, planteando así los fundamentos de una nueva actitud para los católicos inteligentes en una “ofensiva” de carácter social-progresista por transformar el país. Belaunde, a diferencia de los intelectuales del 900 y de los del Centenario, rescató el horizonte religioso y espiritual en la formación histórica y cultural del Perú. Es el impulso religioso el que cohesiona a la sociedad y a la cultura. Por ello, Belaunde coloca, sobre muchos otros temas, a la fe católica como principal motor en la formación del Perú y de la conciencia nacional desde el siglo XVI. En este sentido, a lo largo de muchos de sus textos, hace un recuento de la labor evangelizadora y de la defensa de la dignidad humana que propagaron los misioneros a lo largo y ancho del territorio. Si bien reconoce las diferencias de enfoque entre las distintas órdenes religiosas que llegaron al Perú y de los problemas y excesos que hubo en la difícil tarea de la evangelización, Belaunde siempre trató de rescatar la crucial transformación social y cultural que generó este proceso.
¿Cuál fue la relación entre Belaunde y el Oncenio de Leguía?
Ya desde sus primeros ensayos o discursos, Belaunde se declaró opuesto al autoritarismo presidencial. En este sentido, La crisis presente (1914) es una crítica al estilo político del primer Leguía y de Guillermo Billinghust. En 1919, cuando Leguía sumen el poder mediante un injustificado golpe de estado, Víctor Andrés inicia un periplo de conferencias a 40 universidades y colegios en Estados Unidos. A su regreso, al año siguiente, asumió una oposición cerrada al líder de la Patria Nueva, que se hizo evidente cuando abogó por los presos políticos y censuró la expropiación del diario La Prensa (1921). Ello le valió la deportación. Regresó a los Estados Unidos donde enseñó en las universidades de Virginia, Miami y Chicago; también fue funcionario del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de las Naciones. Pero su oposición a Leguía era también una cuestión familiar. Su hermano Rafael (padre de Fernando Belaunde Terry, futuro presidente del Perú), cuando se planteó la reelección de Leguía, fue confinado en la isla San Lorenzo y deportado en 1924. Ambos regresarían al país en 1931, un año después de la caída del líder del Oncenio. Como vemos, la relación de los Belaunde con Leguía fue de total oposición. Sin embargo, a diferencia de Haya de la Torre o Jorge Basadre, también críticos de Leguía, pero que moderaron sus opiniones años después sobre lo que ocurrió en el Perú entre 19191 y 1930, la posición de Belaunde se mantuvo firme hasta el final.