Iglesia del Patrocinio en fotografía de inicios del siglo XX
A raíz del terremoto de 1687, unas piadosas mujeres del barrio decidieron formar un beaterio para que, con sus oraciones y mortificaciones, se apiadase la Justicia Divina. Ubicado en la Alameda de los Descalzos, el beaterio se construyó en 1688, bajo la regla de terceras dominicas y bajo los auspicios del licenciado filipino Luis francisco Villagómez; el lugar fue santificado por el entonces fray Juan Macías, hoy santo dominico. Pocas noticias se tienen sobre el proceso de construcción del edificio. Se sabe, por ejemplo, que, poco a poco, se agrandó el recinto y que la gran cúpula que lo corona fue el esquema favorito de los monasterios cuzqueños como Santa Clara, Santa Teresa o Santa Catalina, todos del siglo XVII, al igual que la cúpula de madera sobre el presbiterio, no en el crucero. El interior, que data de la primera mitad del XVIII, es de una sola nave, muy sobria, con muros de adobe y cornisa dentada. Por esa misma época (1734) se culminó la portada, diseñada por Juan José de Asper. El terremoto de 1746 no dañó mucho la iglesia; por ello, se reabrió en 1754. Así trascurrió el tiempo hasta que, en 1913, el Patrocinio fue escogido para recibir a las madres de Santa Rosa de Huesca, misioneras que se iban a dedicar al apostolado en su prefectura apostólica de Santo Domingo del Urubamba y Madre de Dios. El Beaterio sufría entonces de relajación y falta de vida regular. El obispo dispuso que todas se sometieran a las reglas y constituciones de las madres de Huesca y, el 2 de febrero de 1914, nombró a la madre Ascensión superiora responsable. Sin embargo, la reacción de las hermanas peruanas fue muy enérgica y se procedió a organizar la elección: el 1 de abril fue elegida para el cargo de priora por la comunidad del Patrocinio por una mayoría de votos muy grande.