La apertura de la avenida Leguía en 1921, llamada Arequipa desde 1930, ocupa uno de los capítulos más importantes en la historia de los cambios urbanos de Lima. Siempre en el centro de la polémica, ya sea por sus cambios arquitectónicos o por el terrible tránsito que debe soportar, ha sido –y es- uno de los paradigmas de los dramáticos cambios que ha sufrido nuestra ciudad, desde que rompió sus antiguos límites coloniales. Actualmente, la desidia e las autoridades y el mal gusto del sector privado han producido la imagen de abandono y deterioro de esta avenida que, en su momento, fue punto de referencia de los nuevos criterios urbanísticos y habitacionales a los que debía apuntar la Lima moderna.
Los antecedentes.- En 1921, a pesar de que 50 años antes ya se habían derrumbado sus murallas coloniales, Lima era todavía una ciudad pequeña. Se extendía sobre un área de poco más de mil hectáreas y albergaba a 170 mil habitantes. Durante los años de la República Aristocrática, la apertura de la avenida La Colmena y del Paseo Colón y la construcción de la Plaza Bolognesi habían sido de escasa utilidad, ya que los problemas de hacinamiento y escasez de vivienda continuaban. Como afirman Juan Bromley y Juan Barbagelata, “en estas condiciones los nuevos barrios no podían descongestionar la gran masa de población excedente, alojada en la parte antigua de Lima”. Además, los distritos del sur, como Miraflores y Barranco, experimentaban un crecimiento acelerado y necesitaban una nueva vía de comunicación con Lima, aparte del servicio del tranvía eléctrico que unía a Lima con Chorrillos. Miraflores, por ejemplo, contaba con más de 5 mil vecinos; Barranco, por su parte, ya rozaba los 10 mil habitantes.
De esto se desprende la importancia de construir una avenida para unir Lima con los distritos del sur. Ya en el gobierno de José Pardo y Barreda (1915-1919) se hizo el primer proyecto, preparado por el urbanista Augusto Benavides, y alentado por los municipios de Lima, Miraflores, Surco y Chorrillos. Así, en 1918, por resolución suprema, se aprobó el proyecto al declararlo de “utilidad pública”. La apertura de la nueva avenida debía hacerse a través de los fundos Lobatón, Surquillo, Barboncito, Chacarilla, San Isidro y Santa Beatriz. Sin embargo, las observaciones y la oposición de los dueños de las haciendas afectadas hicieron fracasar la concreción del proyecto.
La construcción de la avenida.- El proyecto recién pudo llevarse a cabo durante el gobierno de Augusto B. Leguía, que promovió la modificación de una serie de leyes que facilitaban los procesos de expropiación para fines urbanísticos. De esta manera, por ley N° 4108 de 1920, se autorizaba la expropiación de hasta 100 metros a cada lado del trazo de las avenidas interurbanas declaradas de utilidad pública (es necesario aclarar que sin este marco legal no hubieran sido posibles muchos de los proyectos urbanos del Oncenio). Todo estaba listo: la nueva legislación se aplicó para la construcción de la avenida Leguía. La concesión de la obra recayó en la empresa norteamericana The Foundation Company por resolución suprema del 11 de marzo de 1921; el monto de la inversión ascendió a 1’512,590 soles. El diseño original de la nueva avenida contemplaba un gran paseo central con franjas arboladas y pistas a los costados para ser utilizadas exclusivamente por vehículos de llantas neumáticas.
En resumen, la avenida Leguía tuvo una doble finalidad:
1. Unir el centro de Lima antigua con los nuevos “suburbios” del sur que estaban experimentando un rápido crecimiento urbano y demográfico, y que se habían convertido en lugar de residencia permanente de cientos de familias de los sectores más pudientes de la población.
2. Servir de modelo y símbolo para las obras de Leguía. Esto iba ligado a la representación del nuevo estilo de vida que se quiso impulsar: las nuevas residencias, de corte norteamericano, se ubicaban en un eje donde estaba el hipódromo, diversos clubes deportivos, parques y otros lugares de esparcimiento de la elite limeña.
Si embargo, toda la avenida no se construyó en 1921; se hizo por tramos y su apertura continuó hasta el final del Oncenio. Por ello, no tiene un trazo homogéneo en toda su longitud, especialmente a partir del bypass, donde presenta un paseo peatonal central y jardines a los costados. De otro lado, si en un primer momento, los dueños de los fundos se mostraron renuentes, pronto se dieron cuenta de que se verían favorecidos por el incremento del valor comercial de sus terrenos al abrirse las nuevas urbanizaciones.
Urbanización y nuevos barrios.- Como la nueva avenida debía ser un paradigma de urbanismo, el gobierno de Leguía promulgó la resolución Suprema de Ordenanzas sobre tráfico y Construcciones en la avenida Leguía (28 de mayo de 1921). En estas ordenanzas, la Foundation Company y la Dirección de Obras Públicas debían calificar y otorgar las licencias de construcción de los nuevos edificios. Entre otros aspectos, la normativa estipulaba el alineamiento de la fachada en línea paralela al trazo de la vía y a una distancia no menor de 5 metros del límite interior de la acera; asimismo, se debían dejar áreas con jardines hacia los límites laterales; los cercos exteriores debían tener diseño uniforme; por último, se añadían algunos detalles sobre la construcción de entradas de carruajes y sobre las aceras. Como el trayecto de la avenida debía tener solo uso residencial, se prohibía la utilización de los edificios con fines comerciales. Finalmente, después de la compra del terreno, el propietario tenía un plazo máximo de 2 años para construir; de lo contario, el terreno sin edificar revertía al Estado que pagaría el precio original de la adquisición.
La primera urbanización que se formó fue SANTA BEATRIZ, planificada sobre los terrenos del fundo del mismo nombre, en un área de 153.97 hectáreas, de las cuales 61.62 debían servir para vivienda, 20.5 en áreas verdes, 70,97 en circulaciones y 1.23 en equipamientos. Al final, resultaron 652 lotes con una densidad bruta de 21 habitantes por hectárea. Como vemos, en Santa Beatriz se emplearon las últimas técnicas sanitarias y de pavimentación, y con gran preocupación por la ornamentación. Incluso hasta hoy, nos sorprende por su gran cantidad de parques y jardines y por su estilo que se desprende del urbanismo norteamericano. Se nota, además, la intervención del Estado, que quería una urbanización obrera y de clase media, ya que, en un principio, fijó en precios muy bajos la venta de los terrenos y con grandes facilidades de pago; además, el gobierno invirtió cerca de 2 millones de soles en trabajos de agua, desagüe, pavimento, jardinería y alumbrado (por la venta de lotes, obtuvo casi 4 millones de soles). El estado también se reservó el derecho dea signar la localización de las embajadas de Argentina, España, Brasil y Venezuela.
Por su parte, MIRAFLORES venía convirtiéndose en el nuevo distrito residencial de la clase media limeña. Hasta 1910, era básicamente una zona agrícola, como la hacienda Surquillo, donde se empezaron a asentar viviendas en lo que es hoy la Plaza Marsano y los terrenos que están detrás de la demolida Casa Marsano (el escritor Ricardo Palma vivía en esta zona). En 1920, Miraflores tenía poco más de 5 mil habitantes; 10 años después, en 1930, su población se había casi quintuplicado. Todo fue cambio vertiginoso en la década de los 20, como lo señala Rafael Varón: “Mucho de los antiguo fue totalmente destruido por la actividad de la Urbanizadora Surquillo, en la arrasadora década de 1920. Se siguió un patrón ortogonal para la organización del espacio, destruyéndose todo aquello que se interpusiese en la cuadrícula de los planos. De esa manera, se mutiló repetidamente la huaca Juliana; numerosos paredones, acequias y pequeños bosques también desaparecieron ante el irracional avance de la urbanización”.
El caso de SAN ISIDRO fue distinto. Para su planificación, se buscó un modelo diferente de urbanización, más pintoresco y abierto, a cargo de Manuel Piqueras Cotolí, y que se nota en el diseño de la zona de El Olivar, ubicada en el antiguo bosque del mismo nombre. Como anota Elio Martuccelli: “En la zona de El olivar de San Isidro se ensayó un urbanismo de trazo libre, con lotes dispersos en medio de áreas verdes: una manera novedosa de plantear una urbanización, llena de luz, aire y distinción”. Por ello, san isidro se llenó de calles curvas y de lotes irregulares, donde se construyeron casas de tipo chalet, en medio de jardines y con estilos diversos (tudor, vasco, neocolonial, etc). Sin embargo, esta disposición urbana no se extendió por todo el distrito. La zona que atravesó la avenida Leguía, por ejemplo, sí respetó la trama cuadriculada. De esta manera, San Isidro se convirtió en residencia de la clase media alta, que “escapó” del centro antiguo de Lima.
El cambio de nombre.- Luego de la caída de Leguía, por el levantamiento de Arequipa, el cambio de nombre fue impulsado por Luis Alberto Eguiguren, quien alcanzó la propuesta al Consejo Provincial de Lima. Así, el 16 de septiembre de 1930, el cambio de nombre fue aprobado por aclamación. El nombre de “Arequipa se escogió precisamente por se la Ciudad Blanca el foco de la sublevación que derrocó al jefe de la Patria Nueva.
Los usos y el ambiente urbano.- A lo largo de sus casi 90 años de existencia, la avenida Arequipa ha pasado por distintas tipos de uso. Si en un principio fue un corredor residencial, con el típico chalet, pronto aparecieron las embajadas y algunos colegios mesocráticos, como el Raimondi y el Villa María. Luego hicieron su aparición edificios de diverso tipo arquitectónico, además de institutos, más colegios, locales comerciales, oficinas, bancos, hoteles y edificios multifamiliares. Últimamente, los restaurantes de comida rápida, las discotecas, los centros comerciales y los supermercados también forman parte del paisaje urbano de una avenida que ha perdido la fisonomía aristocrática que tuvo en sus primeras décadas.
a. Uso residencial.- Esta fue la vocación principal e inicial de la avenida, acompañado por las embajadas, instituciones culturales (Teatro Leguía) y centros educativos (colegio Raimondi y Villa María). Lo que predominaba era el chalet, el nuevo tipo de residencia que se impuso a partir de los años 20. Como refiere José García Bryce, “cuando a principios de siglo los ranchos de balnearios comenzaron a construirse no ya pegados uno al otro y a la calle, sino en medio de un jardín, se inició la transformación del rancho tradicional en la ‘villa o el ‘chalet’´, es decir en la casa suburbana moderna”. Fue en las zonas de san isidro y Miraflores donde se construyeron las residencias más lujosas de este tipo; las más “mesocráticas” estuvieron en Santa Beatriz. Sin embargo, como señala Eugenio Farro Guerra, “la residencia como uso principal de la avenida fue desplazada progresivamente por los usos comerciales, que causaron un nuevo éxodo de los habitantes de la zona hacia nuevas urbanizaciones”.
b. Los cambios de uso.- Los cambios más profundos se hicieron a partir de los años ochenta, cuando las residencias se convirtieron en academias, colegios, universidades, locales comerciales, discotecas y pequeñas clínicas o consultorios médicos. En la mayoría de los casos, los nuevos usos se asentaron sobre las edificaciones presentes, modificándolas o adaptándolas y, en algunos casos, se construyeron nuevos edificios para albergarlos. Estas nuevas instituciones modificaron la vida de la avenida porque generaron nuevos sistemas y dinámicas, usos del espacio y atrajeron nuevos usuarios, en su mayoría estudiantes y trabajadores de estos centros educativos. Aquí es necesario mencionar el tema de la prostitución, que forma parte de la memoria colectiva de los limeños que identificó a la avenida con la presencia de esta actividad. En realidad, se instaló en los años 70 y le otorgó a la avenida una imagen muy ligada al meretricio; la aparición de discotecas, bares y hostales fue una consecuencia de esta actividad. Finalmente, sobre estos cambios dramáticos, un informe de El Comercio, en 2006, señalaba lo siguiente: a lo largo de sus 52 cuadras, había 5 universidades, 9 colegios, 56 academias e institutos superiores, 20 centros médicos, 4 clínicas, 4 farmacias, 10 centros de idiomas, 13 locales de cabinas de Internet, 6 estaciones de gasolina y 2 centros comerciales.
Zonificación, adaptación, suplantación y demoliciones.- Como respuesta a las nuevas actividades que han invadido a la avenida, los municipios de los distritos implicados han ido aplicando cambios de zonificación muy diferenciados. En la zona de Lince, por ejemplo, predominan los locales comerciales mientras que en San Isidro o Miraflores aún podemos ver que predomina el uso residencial. De otro lado, en su mayoría, los nuevos usos han ocupado edificaciones existentes, transformándolas y adaptándolas a sus necesidades; en otros casos, has sustituido las edificaciones originales. Ejemplos de adaptación, que no afectaron el entorno o la arquitectura, son los locales de la Alianza Francesa, la Asociación Cultural Peruano-Británica y, en cierta medida, el ICPNA. Respecto a las demoliciones, éstas han sido numerosas por la presión inmobiliaria que, por necesidades demográficas, prefieren edificios de alta densidad o que, por presión del mercado, han construido centros comerciales o institutos. En el caso de las demoliciones, hubo dos que provocaron polémica: la de la Casa Marsano para dar paso a un a una galería de artículos informáticos, en lugar del hotel de lujo que se anunció, y la Casa Salcedo, que fue sede de la Orden de Malta (cuadra 46) y ahora es un supermercado.
Un ambiente urbano monumental.- A pesar de la degradación que sufrió la avenida en las últimas décadas, aún conserva varios inmuebles de cierta importancia. Por ello, el Instituto Nacional de Cultura la declaró “Ambiente Urbano Monumental” (2006). Según esta declaración, los tramos de la avenida que cuentan con protección son los que corresponden a la zona del Cercado, entre las cuadras 1 y 10, y el sector que corresponde a Miraflores, entre las cuadras 38 y 52. La salvaguarda no solo incluye a la avenida sino a los inmuebles ubicados en ella y al entorno cercano. Esta “monumentalización” ha sido muy criticada pues en la mayoría de los casos, en lugar de buscar la revalorización o buscar alternativas que vuelvan útil al monumento, los “congela”, es decir, limita cambios y modificaciones. Por ello, en 2007, se modificó la norma al tramo que corresponde a Miraflores. Afortunadamente, en los últimos años, se ha incrementado el interés de las empresas inmobiliarias por intervenir en inmuebles de valor monumental para ser utilizados nuevamente. Con eso, el hecho de “monumentalizar” no bloque, necesariamente, el desarrollo y ofrece alternativas a la inversión, tanto estatal como privada.
Recuerdos del presidente Leguía.- Actualmente existen en Lima 13 calles que llevan el nombre del líder de la Patria Nueva, todas ellas en barrios o distritos nuevos o “periféricos”, ninguna en la zona histórica o tradicional de la ciudad. Y es que cuando cayó Leguía, en agosto de 1930, sus enemigos se dedicaron a destruir todo lo que era “Leguía”; en fin, trataron de borrar su recuerdo. El caso más emblemático fue el de esta avenida, rebautizada como “Arequipa”, en honor a la ciudad donde se sublevó el coronel Luis M. Sánchez Cerro y que supuso el fin del Oncenio. Sin embargo, habría que hacer tres apuntes:
1. Sobre la puerta principal de la “Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia, Vencedores del 2 de Mayo de 1866 y Defensores Calificados de la Patria”, en la cuarta cuadra de la avenida, existe un mural que representa la solemne ceremonia en la que Leguía le entregó al Héroe de la Breña, don Andrés A. Cáceres, el Bastón de Mariscal, en 1920.
2. Sobre el proscenio del que fuera el antiguo Teatro Arequipa (luego regresó a su nombre original: Teatro Leguía) existen entrecruzadas dos letras: T.L., que recuerda su nombre primitivo.
3. En la cuadra 20 (a la altura del edificio “El Dorado”) existe un pequeño obelisco que fue construido con motivo de la inauguración de la avenida. Allí también, en 1930, fue borrada la leyenda recordatoria y, empleando un pequeño camión Ford, modelo “T” (al que ataron unas sogas), se arrancó el busto del Presidente, que miraba hacia Lima. Recién hacia la década de 1970 reapareció, primero, la leyenda, y, luego, el busto, casi desapercibido para la mayoría de limeños.
Felicitaciones Juan Luis , tu blog me resultá un deleite de historia acerca de nuestra ciudad, historia de la cual andó también muy interesado …