Ayer hablábamos del perfil del conquistador español del siglo XVI, a propósito de la captura del Inca en la plaza de Cajamarca. Otro tema que se desprende es la idea que un puñado de españoles, con sus armas de fuego y 40 caballos, fue suficiente para derribar el tawantinsuto, un enorme imperio de unos 9 millones de habitantes y con un inmenso territorio que abarcaba toda la América andina. La pregunta de hoy es ¿182 españoles contra miles de indios?
Desde Panamá, Francisco Pizarro y sus socios, Diego de Almagro y Hernando de Luque, planearon expediciones al Sur. Luego de dos viajes, llegaron a las costas del Tahuantinsuyo y lo percibieron como un territorio muy poblado, bien organizado y con evidentes signos de riqueza. En 1529, Pizarro viajó a España y firmó con la Corona la Capitulación de Toledo que formalizó las condiciones de la conquista. En el tercer y definitivo viaje, Pizarro, con poco más de un centenar de soldados españoles y 40 caballos, ocupó Cajamarca y capturó al inca Atahualpa (noviembre de 1532). Allí se repartió el producto del primer saqueo de los tesoros, básicamente en oro. El 26 de julio de 1533 Atahualpa fue ajusticiado en Cajamarca y allí terminó el primer momento de la invasión.
Con la llegada de refuerzos provenientes de Panamá, la hueste creció y Pizarro pudo avanzar hasta el Cuzco, donde se repartió el segundo gran botín, y ocupar otras zonas. Un hecho paralelo fue la fundación de las primeras ciudades: Piura, Cuzco, Jauja y, en 1535, Los Reyes (Lima), que sería después la capital virreinal. Luego vinieron Trujillo, Chachapoyas, Huamanga, Huánuco y Arequipa.
Otro hecho fue el reparto de la población nativa entre los españoles “encomenderos”. Cada encomienda tenía un número de indios y su titular disponía de su trabajo (servicio personal) y cobraba un tributo de ellos; a cambio los indios recibían “protección” y evangelización. De esta manera, las ciudades tenían encomenderos como “vecinos” y este grupo se convirtió en la primera élite del Perú colonial. Gozaron de gran poder económico y político y controlaron instituciones claves como los cabildos. Hasta aquí los hechos.
El rápido derrumbe del Tahuantinsuyo no puede explicarse, como antes se pensaba, por la superioridad de las armas de los españoles o porque la población andina se confundió al ver a estos nuevos hombres como dioses. Es cierto que, en un principio, la población andina vio que los invasores eran seres extraños por su apariencia física (blancos, barbados y con armaduras) y tenían poderes similares a los del rayo y al trueno con sus armas de fuego. Venían, además, en grandes embarcaciones, cabalgaban en un animal desconocido, el caballo, y hablaban en una lengua muy diferente. Algunas poblaciones los llamaron “wiracochas”. Si el imperio fundado por Pachacútec se desplomó en pocos años fue porque los españoles pudieron aprovechar dos circunstancias claves. En primer lugar la crisis política derivada de la pugna por el poder entre las élites cuzqueña y quiteña: la guerra entre Huáscar y Atahualpa, que dividió y desconcertó a la población nativa y a sus curacas. En segundo lugar, los invasores contaron con el apoyo de numerosos grupos étnicos que no aceptaban el dominio incaico; el “colaboracionismo” de amplios sectores de la población (como los tallanes, los huancas y los chancas) contribuyó notablemente en el “éxito” de las huestes conquistadoras, ahora integradas no solo por españoles sino por numerosos indios, quienes se sentían “liberados” del yugo cuzqueño.
muy interesante la historia
very good 🙂