Felipe Pinglo Alva (Lima, 1899-1936)
A inicios de siglo XX, el vals criollo era la música de las jaranas de callejón y sus exponentes eran compositores e intérpretes aficionados; esa fue la época de la llamada “Vieja Guardia” del criollismo. Fue la generación de Felipe Pinglo Alva la que consolidó al vals peruano tal como lo conocemos hoy. Según algunos testimonios, Pinglo, autor de El plebeyo, estrenado en un teatro del Callao en 1930, se hizo conocido, primero, como ejecutante de fox-trots y, después, como compositor de música criolla. De este modo, le fue fácil introducir al vals ritmos foráneos dándole identidad e imponiéndole una característica melódica propia.
Con la generación de Pinglo, apareció también una nueva modalidad de producción y difusión musical. Empieza la especialización de las tareas. El compositor se separa del arreglista, y el cantante no es siempre el que compone las canciones. Aparecen empresarios artísticos y casas editoras. Ahora se desarrollan complejas alianzas contractuales. La relación entre el compositor y su audiencia se vuelve masiva y cada vez más lejana, todo ello condicionado por los nuevos medios de difusión como la radio. Esta “profesionalización” hizo que los exponentes del vals criollo dejaran de ser considerados solamente como bohemios o aficionados. Además, la radio consumía a gran velocidad el repertorio de los artistas, lo que obligó a los autores a componer con mayor rapidez.
Como vemos, la radio cumplió un papel vital en este proceso. En 1935, por vez primera, la radio difundió valses y polcas. La primera emisora que transmitió música criolla fue Radio Lima, ubicada en la avenida Abancay. A partir de los años cuarenta, esta emisora, junto a otras como Miraflores o Mundial, acapararon una audiencia multitudinaria estimulando la aparición de nuevos músicos. Fue en estos años cuando la música criolla dejó de ser exclusiva de los sectores populares. La clase media y los sectores altos la incorporan a su manera. De este modo, surge un espíritu criollo alrededor de esta música que se presenta como “nacional”.
De otro lado, a fines de los años treinta llegan a Lima los primeros discos de música criolla grabados en México y Argentina. Esto obligó a los artistas a abreviar las canciones. Debieron limitarse a dos estrofas (antes, las composiciones eran muy largas, con cinco estrofas) por una cuestión de tiempo: el disco de acetato sólo permitía tres minutos.
Hacia los años cuarenta el bolero mexicano, de corte muy romántico, ejerció una notoria influencia en el vals criollo. Los famosos tríos mexicanos, como “Los Panchos”, causaron gran efecto en los grupos que nacían en el Perú, como “Los Morochucos”, “Los Chamas” o “Los Embajadores Criollos”. Surgieron entonces temas recurrentes -el amor imposible o el amante traicionado- que cobraron gran popularidad en las voces, sobre todo, de los “Embajadores Criollos”, tanto así que éstos empezaron a ser conocidos con el apelativo de “los llorones”.
La gran acogida de la música criolla hizo que varias instituciones realizaran una campaña, en 1944, que logró que el gobierno de Manuel Prado institucionalice el “Día de la Canción Criolla”, el 31 de octubre, en un acto público en la plazuela Buenos Aires de los Barrios Altos. En 1950, Chabuca Granda (1920-1983), compositora que le dio al vals una variante más poética y culteranista, escribe La Flor de la Canela, famosa pieza difundida, en 1954, por el trío “Los Chamas”. Durante la dictadura del general Manuel Odría, finalmente, “Los Troveros Criollos” son recibidos con honores en Palacio de Gobierno.
¿Cuál es el trasfondo de toda esta secuencia? Al parecer los sectores medios y urbanos, y la clase dominante de la sociedad limeña, tendieron a buscar su propia versión del criollismo frente a la cada vez más creciente llegada de migrantes andinos a la Capital. No aceptaron que los “serranos” ofrecieran su arte y cultura como símbolos populares de la nacionalidad peruana. Al mismo tiempo, necesitaban alguna raíz propia, alguna base donde apoyarse para legitimar culturalmente su peruanidad.
Jarana limeña en los años 20, según composición de Mariano Osorio