Plazuela de San Pedro


Plazuela de San Pedro a inicios del siglo XX

La historia de esta plazoleta se remonta, según Juan Bromley, a 1626, cuando el procurador de la orden de los jesuitas, fray Cristóbal Garcés, se presentó al Cabildo diciendo que ya había tratado con el vecino Juan Esteban de Montiel la compra de unas casas frente a la iglesia de la Compañía; sin embargo, otro vecino, Pedro de Villarroel se las había apropiado y había empezado a derribarlas. Agregó el fraile que la Compañía quería esas casas para crear una plaza pública que sirviera de ornato a la ciudad pero también como lugar de prédica del Evangelio y adoctrinamiento de niños negros e indios sin interferir con los oficios que se celebraban dentro del templo; asimismo, la nueva plazuela serviría para dejar a los negros y criados y a los caballos y carruajes de los vecinos que concurrían a la iglesia. El tema ya se estaba viendo en la Real Audiencia, pero el padre Garcés acudió al cabildo para que apoyase también la causa. Al final, todo resultó como lo quiso la Compañía: Villarreal vendió las casas a los jesuitas con la expresa condición de que no se edificaría ningún inmueble para dar paso a la plazuela. Cabe destacar que, durante los años del Virreinato, también se le llamó “plaza de los coloquios”, porque en ella los jesuitas montaban sus funciones teatrales de tipo religioso; asimismo, desde la plazuela también podía observar el público lo que se escenificaba en el atrio de la iglesia. También fue llamada “plazuela del gato”, aunque no sabemos el porqué de este nombre. Desde 1986, se encuentra en esta plazuela el monumento al ensayista y diplomático peruano Víctor Andrés Belaunde, cuya escultura en bronce es obra Humberto Hoyos Guevara; el que fuera presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, está de cuerpo entero y dando cátedra.

Mañana, la plazuela de San Francisco

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