El historiador Pablo Buchbinder, profesor de la Universidad de Buenos Aires, nos relata la historia de una nación en el corazón de Sudamérica que ha tenido que luchar sin tregua para afirmar su soberanía y su identidad propia, y que ha logrado finalmente establecerse como una de las piezas del concierto de naciones sudamericanas que trabajan por alcanzar una mayor unidad a principios del siglo XXI. En este sentido, interesa mucho conocer las claves de su turbulenta historia desde la consolidación definitiva de su independencia como Estado en el cuarto decenio del siglo XIX.
Desde la década de 1840, en declaraciones públicas y documentos oficiales comenzó a utilizarse la expresión “República del Paraguay” para indicar la existencia de un Estado independiente y plenamente soberano. El término “Paraguay”, de todos modos, era utilizado ya en los primeros tiempos de la conquista para designar a una muy amplia región sudamericana situada en el espacio relacionado con el río del mismo nombre. Diferentes especialistas han debatido, a la vez, sobre dicho término sin llegar a un acuerdo. “Río de plumas”, “río del cacique paraguá” y “agua o río como mar” fueron algunos de los significados atribuidos al vocablo “Paraguay”. Durante los últimos tiempos de la colonia, finalmente el término “Provincia del Paraguay” fue utilizado para aludir a los territorios situados en la jurisdicción de la ciudad de Asunción.
Con la caída de virreinato del Río de la Plata, las autoridades residentes en Asunción convocaron varios Congresos Generales de carácter constituyente que se reunieron entre 1811 y 1814. En los documentos de aquella época se utiliza indistintamente el término “provincia” y el término “república” para referirse al Paraguay. El Congreso de 1813, por ejemplo, que adoptó la forma de gobierno consular para el país estableció que dejaba investido “el Gobierno de la Provincia en dos cónsules que se denominarán de la República del Paraguay”. En realidad, el término provincia se siguió usando hasta la década de 1840. Su uso refleja cierta ambigüedad sobre el estatus del nuevo estado. Si bien el término provincia era por entonces, como ha afirmado José Carlos Chiaramonte, compatible con una “afirmación soberana de independencia estatal”, reflejaba aún cierta indefinición en torno a la naturaleza definitiva de los nuevos estados. En realidad, la utilización de la expresión “provincia”, habitual en el mundo rioplatense de la primera mitad del siglo XIX, dejaba todavía abierta la posibilidad de la integración en una unidad política mayor.
Declaración de independencia.- La situación cambió sustancialmente durante la década de 1840. Los gobiernos asumidos desde principios de aquella década se propusieron rearticular los vínculos con los estados vecinos, en particular con Brasil y las provincias pertenecientes a la Confederación Argentina bajo la hegemonía de Juan Manuel de Rosas. El nuevo proyecto requería una definición clara del estatus político del país y también su reconocimiento como estado independiente. Cabe destacar, en este sentido, que en 1842 las autoridades paraguayas habían declarado formalmente la independencia e iniciaron iniciativas para el reconocimiento de esta. El Imperio del Brasil la reconoció en septiembre de 1844 y poco tiempo después lo hicieron Francia, Gran Bretaña y Bolivia. Un Congreso Constituyente en 1842 ratificó la independencia declarándose entonces “a la República del Paraguay nación libre e independiente de todo poder extraño”. Desde ese año, en los documentos oficiales y en los pronunciamientos públicos de las autoridades la expresión “Provincia del Paraguay” comenzó a ser sustituido por el de “República del Paraguay”. La declaración formal de la independencia se tradujo así en el abandono del término “provincia” y la personalidad y naturaleza del nuevo estado quedaron indefectiblemente asociadas al uso del término República (El País, España).