El historiador Rafael Sagredo Baeza, profesor de Historia de la Universidad Católica de Chile, nos relata la historia de un país que ha tenido que luchar para sobreponerse al relativo aislamiento en el que vivió durante la época colonial. Su rápida incorporación a la economía global desde principios del siglo XIX, sin embargo, fue acompañado por una permanente tensión en el plano político y social entre autoritarismo y libertad que ha seguido hasta nuestros días.
En el extremo sur occidental de América del Sur, Chile se ha desenvuelto como una sociedad marcada por su situación geográfica y su realidad natural, que han condicionado su organización republicana. El impacto de la realidad natural en la organización institucional chilena se aprecia en la opción nacional de privilegiar el orden y la estabilidad sobre la libertad, llegando a implementar un régimen autoritario que, incluso, la noción de república en ocasiones ha quedado en suspenso. Ha sido un imperativo derivado del ponderado orden natural lo que ha llevado al correspondiente orden autoritario que ha caracterizado su existencia.
‘Finis terrae’ del imperio español.- Debe resaltarse la situación geográfica marginal y extrema de Chile durante el periodo colonial como lo demuestra, en primer término, la toponimia del territorio. Por el sur, en la costa desmembrada del extremo meridional occidental de América del Sur, nombres como los de Puerto de Hambre, Isla Desolación, Golfo de Penas, Seno Última Esperanza, Bahía Salvación, Cabo Deseado y Puerto Misericordia reflejan las dificultades que las condiciones geográficas y climáticas impusieron a los conquistadores, tanto como la impresión que estas causaron entre ellos.
El aislamiento de Chile fue acentuado, a su vez, por la poderosa cordillera de los Andes, otro obstáculo que fue frecuentemente representado en escritos de los viajeros europeos a través de una imagen fatídica. El recuerdo de la amarga travesía de Diego de Almagro y sus hombres permaneció vivo entre los conquistadores y sus descendientes, cohibiendo el cruce del muro de hielo y roca que, por la dureza de sus condiciones climáticas, se transformó en una barrera que separó a Chile del resto del continente.
Su enclaustramiento derivado de las condiciones extremas de sus ambientes limítrofes, tanto como la dureza de una existencia cotidiana marcada por la constante guerra contra los araucanos y las periódicas catástrofes naturales que lo sacudían, por no referirse a la endémica pobreza, la transformó en la colonia más pobre del Imperio español, haciendo de Chile una sociedad casi marginal.
“Copia feliz del edén”.- La necesidad de atraer colonos y recursos a un territorio desprestigiado llevó a los conquistadores a exaltar las bondades naturales de Chile después de la frustrada empresa de Almagro a los confines del mundo, a lo más hondo de la tierra, como para los incas se presentaba el extremo occidental de América meridional.
Por consiguiente, promover la imagen de este territorio como un espacio bendecido por la naturaleza tiene su origen en una necesidad práctica, y el enaltecimiento del suelo propio ha sido una actitud constante que se acentuó a lo largo del siglo XIX. Desde los orígenes de la república, los emblemas patrios representaron las apreciadas características naturales de Chile y su extrema ubicación geográfica tanto como su vocación republicana y unitaria.
La Canción Nacional adoptada en 1847 pondera la realidad natural de Chile y exalta la vocación libertaria de la nación. Las características del país, sus glorias y sus grandes destinos se ven reflejados en ella:
Puro es, Chile, tu cielo azulado,
Puras brisas te cruzan también
y tu campo de flores bordado
es la copia feliz del Edén.
Majestuosa es la blanca montaña
que te dio por baluarte el Señor,
y ese mar que tranquilo te baña
te promete futuro esplendor
.
A esta noción se sumaron concepciones ideológicas con versos que exaltan la determinación libertaria del pueblo chileno derivada de su valorada realidad física. El coro del himno es elocuente:
Dulce Patria, recibe los votos
con que Chile en tus aras juró
que, o la tumba serás de los libres
o el asilo contra la opresión
.
La alusión al “jardín del Edén” no es solo una metáfora en relación a las características físicas del territorio nacional, lo es también como proyección de un espacio político en el cual, se creía, prevalecía la ley y el orden, un verdadero “asilo contra la opresión”.
El orden, la paz y la libertad representaron aspiraciones que emanaban de la realidad natural, pero también de las experiencias sufridas después de la Independencia. Las convulsiones vividas, sumadas a la dramática realidad de algunos de los países que nacían a la vida independiente en América, terminaron por exaltar el orden y la estabilidad como elementos esenciales de la república de Chile, incluso sobre la libertad que, para la élite, de todas formas resultaba asegurada por la vigencia del régimen republicano.
Chile: ¿o el asilo contra la opresión? Sin embargo, ¿cuál fue el precio pagado por la sociedad chilena para alcanzar la posición excepcional que se le atribuía? Sin duda, el autoritarismo, materializado en un arsenal de modalidades represivas contra la “anarquía” y “los perturbadores del sosiego público”. Como la realidad histórica lo muestra, y ha sido estudiado y acreditado, “las modalidades represivas perdurarían en la cultura política de la república”.
La referencia a la naturaleza y a su prodigalidad con Chile fue una manera de legitimar el régimen autoritario, que de este modo terminaba siendo una prolongación civil del orden natural, y por lo tanto prácticamente inmutable, tanto como el predominio político de quienes lo imponían. Después de la dictadura de Pinochet, el presidente Patricio Aylwin encabezó la transición a la democracia en Chile. Entre sus desafíos estuvo reformar la heredada institucionalidad autoritaria.