Fue, bien mirado, la primera guerra mundial (implicó a casi toda Europa y parte de América) y, después de la Guerra Civil de 1936, el episodio de la historia de España más ideologizado. Se trata de la Guerra de Sucesión. El historiador Joaquim Albareda (Manlleu, Barcelona, 1957) lleva desde 1985 a vueltas con el tema, como demuestra la bibliografía de su recién La Guerra de Sucesión de España: 1700-1714 (Crítica): más de 600 referencias. Leído todo, digerido como pocos y rebuscada la documentación en 18 archivos de cinco países, su último libro pasa por ser, hoy, de los mejores compendios sobre el episodio, con tres ideas de las que rompen tópicos: no fue una guerra dinástica ni entre los nacionalismos catalán y español; la victoria borbónica no comportó la modernidad de España y el único que ganó fue Inglaterra.
PREGUNTA. Leído su libro, uno tiene la sensación de que la Guerra de Sucesión española se ha enseñado muy mal.
RESPUESTA. El problema es que es un episodio al que se ha vertido tanta carga ideológica que ha ocultado su esencia. Ya no se puede explicar como una guerra estrictamente dinástica. Y tampoco en clave nacionalista en términos actuales porque no responde a la realidad de la época.
P. ¿Entonces?
R. Entonces, lo que se enfrentó fueron dos modelos de entender la política y, por ello, dos modelos de Estado: por un lado, una concepción jerárquica, de obediencia casi sagrada al rey, en la que éste, representado por el Borbón Felipe V, gobierna por pragmática sanción, y un modelo más parlamentarista, un republicanismo monárquico, donde las leyes, las constituciones catalanas o los fueros valencianos o aragoneses, por ejemplo, se aprueban en Cortes, representado por Carlos III, de la casa de los Austria. Pero los mitos sobre 1714 van cayendo.
P. ¿Mitos caídos?
R. Sí, como ese de la pugna entre nacionalismos o el de que, gracias a la victoria de Felipe V, España se convirtió en un Estado moderno. Creer que los reyes transformaban la realidad es, como mínimo, ingenuo; lo hacían las fuerzas sociales emergentes y éstas, en el sistema austriacista, mantenían organismos que les daban voz: ahí había más fluidez social y política. Decir que el absolutismo borbónico aportó la modernidad a España es muy exagerado.
P. Se queja con nombres y apellidos de historiadores que van en esa línea, como Carlos Martínez Shaw y Henry Kamen.
R. Es que es difícil ver modernidad allí donde, por ejemplo, se militarizan estructuras políticas con el Decreto de Nueva Planta: más del 90% de los corregidores que se imponen en la antigua Corona de Aragón habían sido militares y eso acabó así en todo el país. ¿Es moderna la venta de cargos de la Administración sistemática como se dio con Felipe V? ¿O las reformas pensadas sólo para fortalecer el poder del rey y de la dinastía?
P. El libro recuerda que la Guerra de Sucesión afectó a toda España.
R. Es que también había austriacistas en el resto de la Península; ahí está el almirante de Castilla, que en 1704 ya conspira contra Felipe V. El mismo Consejo de Estado del rey, entre 1704 y 1705, le dice al monarca: “Así, sin respetar fueros y constituciones, no se gobierna”. Felipe V arrinconará a toda esa gente. Además, en Castilla también había una tradición política de siglos anteriores, pero el pueblo estaba secuestrado por una política en clave teológica, que exigía fidelidad ciega al rey; la mentalidad castellana era más jerárquica. Pero también hay resistencia en Valencia, en Aragón y en Cádiz, que ahí si no cuajó fue por los excesos que las tropas inglesas hicieron tras su desembarco y que malograron la imagen y las expectativas austriacistas en Andalucía.
P. La represión borbónica, económicamente fue más fuerte en Castilla, pero más numerosa en Cataluña. ¿Cómo se explica?
R. Por un doble motivo: parte de las clases dirigentes castellanas se dan cuenta de que Felipe V va introduciendo, por influencia de su abuelo Luis XIV, una notable cantidad de franceses en la Administración y temen, no sin razón, que se lo acaben comiendo todo; por otro, desde finales del XVII en Cataluña se dan mecanismos de ascenso social más flexibles y estas clases, más numerosas, tendrán una mayor adhesión a la causa austriacista porque ésta les permite tribunas de representación que perderían con Felipe V. Los patrimonios, claro, eran distintos.
P. Asegura que hay que quitarle carga nacionalista al tema, pero la Guerra de Sucesión se da en el contexto de la formación de los Estados-nación en Europa…
R. Toda monarquía tiende entonces a incrementar su Gobierno, fortalecidas las maquinarias de los Estados por las guerras. El aumento de poder regio sólo quedaba limitado según las fuerzas sociales que podían mantener a raya a esos monarcas. Eso es lo que ocurre en Inglaterra en 1688, con los whigs (liberales) y los tories (conservadores) y un parlamento en el mismo plano que el rey. Comparado con Escocia y Hungría, en la construcción del Estado-nación Cataluña fue la más perjudicada porque lo perdió todo; Escocia, parcialmente, porque si bien se quedó sin parlamento firmó el Acta de Unión de 1707, reversible y que dio escaños a los escoceses en las salas de los Comunes y la de los Lores, o sea, nada que ver con el Decreto de Nueva Planta borbónico; los mejor parados fueron los húngaros, que obtuvieron la monarquía austro-húngara.
P. Ni Carlos III ni Felipe V quedan, como monarcas, muy soberanos en el libro.
R. Los dos reyes tuvieron problemas económicos y políticos similares; por ello los dos acabaron siendo sendos títeres de dos potencias: Felipe V, de la Francia de su abuelo, y Carlos III, de la ambiciosa Inglaterra de la princesa Ana. El factor internacional marcó el conflicto, pero quien lo ganó de veras fue Inglaterra, que logró arrancar de España prebendas comerciales en América y logró que Francia le hiciera otras y además se quedara exhausta… El cinismo de los ingleses fue impresionante, por ejemplo, incitando a los catalanes a la guerra y luego abandonándoles a su suerte… Trabajaron con tantas trampas y negociaciones a dos bandas que confundieron hasta a sus embajadores.
P. Es curioso que ganara Felipe V y la monarquía borbónica porque en diversos momentos estuvieron contra las cuerdas.
R. Felipe V tuvo suerte. Su abuelo intentó un acuerdo de paz cuatro veces con ingleses y holandeses, aliados de Carlos III; incluso, en 1710, estaba dispuesto a que Felipe V abdicara; pero la llegada de los tories al Gobierno inglés, partidarios ya de dejar la guerra, y la muerte del emperador José I en Austria que significó que Carlos III fuera emperador, dieron un vuelco a la situación.
P. ¿Felipe V estaba enfermo?
R. Padecía un trastorno bipolar, melancólico, de gran dependencia sexual de su mujer que compensaba confesándose inmediatamente y que hallaba consuelo en la guerra… ¡Si estuvo a punto varias veces de ser hecho prisionero, la última en 1710 en la batalla de Almenar, de tanto que se exponía!
P. Como hoy, el ruido mediático estuvo.
R. Fue la primera vez que se daba de una manera tan planificada una guerra de plumas. En Inglaterra, Jonathan Swift y Daniel Defoe estuvieron al servicio tory para que Inglaterra saliera de la guerra y pactara con Francia; y un pensador como Leibniz escribió a favor de la causa austriacista; en España, Felipe V impulsó la Gaceta de Madrid y Carlos III, la Gaceta de Barcelona.
P. Triste modernidad
R. Sí, como todo el episodio en sí, raíz de un grave problema que afecta al presente: una visión de España muy unitaria frente a una más plural. O el hecho de que vascos y navarros conserven hoy sus fueros, gracias a que financiaron buena parte de la guerra a Felipe V… La Guerra de Sucesión marcó la entrada de España en la decadencia y en clave interna significó el fortalecimiento de los Borbones porque se gobernó al servicio de sus intereses; el XVIII acabó siendo un siglo desierto de avances políticos y de hierro en lo social, con un alto grado de militarización y absolutismo liquidando sistemas conciliares: la Guerra de Sucesión la ganó la dinastía de los Borbones, no España.
Armas, muertos y exilio.- Las dimensiones y la dureza de lo que dirimió la Guerra de Sucesión podrían simbolizarse en las siguientes cifras:
– 1.300.000 soldados en liza en 1710 por el conflicto en todo el mundo.
– 1.251.000 muertos en Europa; de ellos, 500.000 en Francia.
– 200.000 doblones fue la cifra en que se tasó Menorca, vendida a Inglaterra como pago de las deudas militares de Carlos III.
– 72.000 armas requisadas en Barcelona tras la victoria de Felipe V.
– 40.000 bombas cayeron en Barcelona durante el asedio borbónico.
– 39.000 soldados borbónicos sitiaban Barcelona en 1714.
– 30.000 personas se exiliaron fuera de España tras la victoria borbónica.
– 12.000 fusiles se comprometió a aportar Inglaterra, junto a 8.000 hombres y 2.000 caballos, en la alianza con Cataluña contra los Borbones en el pacto de Génova del 20 de junio de 1705.
– 7.000 soldados perdieron las tropas aliadas en la batalla de Almansa en 1707. Será el inicio del fin de la causa austriacista.
– 5.400 soldados resistentes en Barcelona en 1714, 3.500 de la famosa La Coronela, tropa pagada por los gremios.
– 61 días resistieron los barceloneses con la muralla abierta por las tropas del sorprendido duque de Berwick.
– 11 veces los resistentes reconquistaron el Baluarte de San Pedro, clave para el acceso, en la madrugada del 10 al 11 de septiembre de 1714.
(Tomado de BABELIA, 22/05/10)