Europa se borra del mapa


Planisferio de Rumold Mercator (1587)

En 1988, unos investigadores de la revista National Geographic pidieron a 3.800 niños de 49 países que dibujaran el mapa del mundo. La mayoría de los chavales -africanos, asiáticos, americanos- colocaron Europa en el centro del mapa. Sin saberlo, reprodujeron la misma visión eurocéntrica legada por sus antepasados desde la época colonial, la proyección de Mercator, la misma que todo occidental tiene en la cabeza como un hecho objetivo ante el que no cabe la más mínima duda.

Un mapa no es más que una mirada, trazada históricamente con una carga ideológica, a veces inocente, que suele generar controversia. Mientras el mapa del poder real en el mundo está cambiando radicalmente, desplazando a Europa cada vez más al oeste y colocando en el centro a Estados Unidos y China, las viejas polémicas sobre el eurocentrismo siguen vivas.

Las dos proyecciones de mapas que más han agitado el mundo de la cartografía son las de Mercator (1569) y la de Peters (1974). Representar fielmente en un plano una esfera achatada por los polos -un elipsoide de revolución, que dirían los expertos- es el reto de los cartógrafos desde el siglo XVI. Desgraciadamente, es imposible; siempre habrá una parte que quede distorsionada.

En 1569, el padre de todos ellos, el flamenco Gerardo Mercator ideó una forma de proyectar el mundo esférico metiéndolo en un cilindro. El mapa, una herramienta útil para los navegantes de la época, es el mismo que se ha enseñado en las escuelas. Coloca a Europa en el centro y representa fielmente la forma de los continentes, pero exagera los tamaños de los países a medida que se acercan a los polos. Groenlandia, por ejemplo, aparece con un tamaño similar al de África, aunque su superficie es de 2,1 millones de kilómetros cuadrados, mientras que la del continente es de 30,1 millones.

De la misma forma, la masa continental de lo que todavía seguimos llamando norte ocupa mucho más espacio que la del sur. La realidad es que el sur ocupa el doble, unos 100 millones de kilómetros cuadrados. En cualquier caso, las inexactitudes de Mercator no pueden atribuirse a supuestas intenciones deshonestas; el hombre sólo quería que los barcos no se perdieran en el océano Atlántico.

Quien sí resultó un experto en propaganda fue Arno Peters. En 1974, este berlinés que había sido cineasta, organizó una rueda de prensa para arremeter contra el mapa de Mercator y presentar el suyo. La proyección de Peters respetaba las superficies reales de los países, pero no sus siluetas, la mayoría de las cuales aparecían demasiado estiradas. Los cartógrafos le dieron la espalda -Arthur Robinson definió el mapa como un calzoncillo largo, mojado y andrajoso colgado del Ártico- pero la visión políticamente correcta de Peters caló en la Unesco y en las ONG, que adoptaron el mapa para mostrar su sensibilidad hacia África y Asia. Además, Peters no había hecho más que apropiarse de una proyección casi idéntica elaborada en 1855 por James Gall, un religioso escocés con menos sentido del espectáculo.

“No solamente es fácil mentir con mapas; es esencial”, señala el experto estadounidense Mark Monmonier en su libro Cómo mentir con mapas (How to lie with maps, 1996), donde revisa cómo los mapas han servido históricamente para hacer propaganda. Monmonier propone un método mucho más efectivo que el de Peters para resaltar la importancia creciente de China o India: los cartogramas.

Este tipo de mapas no se hace atendiendo a las coordenadas para representar con fidelidad la superficie terrestre. Son simplemente gráficos que permiten explicar cómo se distribuyen los países según determinadas variables estadísticas. A eso se dedican páginas web como worldmapper.org o gapminder.org, herramientas estupendas para elaborar cartogramas.

¿Cómo será el mapa del mundo dentro de unos años? Si pintásemos un cartograma geopolítico que dejase claro quién manda en el mundo, ¿qué criterio seguiríamos? Todos los expertos consultados coinciden en que serán los avances tecnológicos los que determinarán principalmente quién mandará en el mundo. “La ciencia es la que define la innovación y eso es lo que marca la productividad de un país y, por tanto, su crecimiento económico”, señala Fernando Vallespín, catedrático de Ciencia Política y de la Administración. “China va ganando poder militar. El centro lo copan China y Estados Unidos”, propone Cristina Manzano, directora de la revista Foreign Policy en España.

“Hay otros factores, como la educación y el número de universidades potentes, pero todos están ligados a ese criterio económico y tecnológico”, explica Antonio Marquina, catedrático de Seguridad y Cooperación en las Relaciones Internacionales, que aporta las predicciones económicas de Goldman Sachs para 2050. Según el análisis del grupo de inversión, China y Estados Unidos coparían la primera y segunda plaza respectivamente. Otros países como Brasil, India y Rusia dominan las primeras plazas. Sólo Alemania sigue manteniendo cierto poderío. España no aparece ni siquiera en la lista de los 20 primeros. Una proyección similar es la que aportan los expertos de Worldmapper para 2015 (ver gráfico).

Muchas cosas pueden poner todo del revés de aquí a 2050, pero, probablemente, si la revista National Geographic repitiese su experimento en esa fecha, los niños europeos dibujarían a China y Estados Unidos en el centro y arrinconarían a Europa al extremo oeste del mapamundi (El País, 20/03/2010).

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