La canonización de Santa Rosa (12 de abril de 1671) hizo que varias jóvenes piadosas de Lima decidieran reunirse para imitar a la Santa y, desde 1678, ocuparon, a manera de “beaterio”, una casa próxima a la iglesia de santo Domingo y vistieran el hábito dominicano. Como el número de “Beatas Rosas” (así se llamaban) fue creciendo, se pensó erigir un Monasterio. De esta manera, se pidió al Rey licencia para la fundación y, el 26 de enero de 1704, por la Real Cédula, concedió Felipe V de Borbón que el modesto “beaterio” fuese elevado a la categoría de Monasterio. Sin embargo, no fue hasta 1708 en que se inauguró el nuevo Monasterio. Se dice que las donaciones que recibieron las “beatas rosas” (unos 400 mil pesos) influyeron mucho en el ánimo del Rey para inclinarse a conceder la fundación.
Cuentan que la inauguración fue un acontecimiento notable en la ciudad. El Arzobispo de Lima, monseñor Melchor de Liñán y Cisneros, ordenó el traslado de tres monjas del Monasterio de Santa Catalina al “beaterio”, que ya no se encontraba junto al Santuario sino en la cuadra de San Sebastián. En procesión solemne, el Prelado fue acompañado por casi toda Lima. Recibió en la rígida clausura de las dominicas a las tres monjas que fueron destinadas para dirigir el nuevo Monasterio y a Josefa Portocarrero, hija del virrey Conde de la Monclova, la cual esperaba en Santa Catalina el momento de fundarse el nuevo Monasterio.
Como mencionábamos, el “beaterio” de Santa Rosa quedaba ubicado en una casa cercana al actual Santuario, en la calle de San Sebastián. Parece que allí mismo se intentaba edificar definitivamente el Monasterio, pero se desistió por ser un sitio malsano, como lo atestiguó un médico de la época. Se pensó, entonces, en un nuevo traslado. Las gestiones las hizo el padre Alonso Messía para convencer al virrey, el Marqués de Casteldusrius, entregar la casa de la familia De la Maza, donde santa Rosa vivió sus últimos años; la orden fue del 2 de enero de 1709. Lógicamente, gran alegría produjo en las monjas la entrada a este nuevo local, que tenía el recuerdo de los últimos momentos de la Santa. Tenemos noticias que el 29 de julio de 1709 tuvo lugar la ceremonia pública de ingreso de las monjas Rufina Catalina de Loreto, Leonarda de San José yb Josefa Portocarrero Lazo de la Vega al nuevo local. A ellas se les unieron 12 del “beaterio” de Santa María. Otra fecha importante para el Monasterio fue el 17 de mayo de 1710, cuando tuvo por primera vez Priora propia. Concedida la licencia para la elección de Priora, todas pusieron sus ojos en Doña Josefa Portocarrero Laso de la Vega, quien fue nombrada Priora por el reverendo Francisco Alonso Garcés. El ejemplo que dio la Priora fue decisivo para que muchas jóvenes de la elite limeña se animasen al llamamiento a la vida contemplativa. Más adelante, el 5 de mayo de 1718, el arzobispo Soloaga nombró priora a Sor Ana María de Jesús. Se dice que hoy el Monasterio cuenta con una joven descendiente de la familia de Santa Rosa. Se trata de Laura Flores de Oliva, llamada Sor Laura de San Joaquín, hija de Gaspar Flores de Oliva e Isabel de Arsave (jirón Miro Quesada 605, Lima 1).