Para Albert Camus no sólo la vida era absurda: tampoco su muerte hace 50 años pudo ser más absurda. El automóvil en que el escritor y filósofo viajaba a París como acompañante chocó el 4 de enero de 1960 contra el único árbol que había en el camino, después de que reventara un neumático trasero. Camus tenía 46 años.
La pregunta por el sentido de la vida erigió a Camus en filósofo del absurdo y la rebeldía, y su sublevación contra el absurdo del mundo lo moldeó como el inconformista que aún hoy tiene millones de seguidores. Entre ellos, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, que hace poco propuso trasladar la sepultura del escritor al famoso Panteón parisino, con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento. Pero la propuesta del mandatario generó críticas enérgicas porque, en vida, Camus rehuyó cualquier subordinación y homenaje. “No le gustaban los homenajes. El Premio Nobel de Literatura en 1957 sólo lo aceptó por motivos financieros”, explicó su hija Catherine, que a comienzos de diciembre de 2009 publicó un libro sobre su padre.
El título Solitaire et solidaire (“Solitario y solidario”) expresa dos lados esenciales de su progenitor, que marcaron a Camus como un marginado entre los intelectuales franceses. Camus era alguien comprometido con la política, al tiempo que rechazaba un pensamiento posicionado en un solo espectro político y las ideologías. Detestaba la violencia, también aquélla usada para imponer objetivos políticos. Criticaba el fascismo, tanto el español como el alemán, así como los campos de trabajos forzados en la Unión Soviética de Stalin.
‘El hombre rebelde’.- Como redactor jefe del periódico clandestino de resistencia Combat condenó el lanzamiento estadounidense de la bomba atómica sobre Hiroshima y la represión del levantamiento húngaro en 1956 por parte de los soviéticos. Su ensayo crítico con el comunismo ‘El hombre rebelde’ fue para la izquierda una señal definitiva de que Camus se había convertido en un disidente reaccionario y derivó en el quiebre de la relación amistosa e intelectual que lo unía a Jean-Paul Sartre y muchos amigos de antaño.
Camus provenía de un hogar pobre. Nació en 1913 en la argelina Mondovi, hijo de un empleado de bodega y una empleada doméstica de origen español que casi no sabían leer y escribir. En 1914, su progenitor falleció en la Primera Guerra Mundial. En 1957 Camus fue distinguido con el Premio Nobel de Literatura por su no tan vasta obra literaria y filosófica, en la que se destacan ‘El extranjero’, ‘La peste’, ‘La caída’, ‘El hombre rebelde’ y ‘El mito de Sísifo’. Sus obras tratan de la búsqueda del sentido de la vida y el desgarramiento interno del ser humano. A menudo la fachada es el paisaje argelino y mediterráneo que para él era muy importante. Sin embargo, no calificó de autobiográfica ninguna de sus obras. “Las obras de una persona a menudo reflejan la historia de sus pasiones o sus tentaciones, pero casi nunca su propia historia”, consideraba el filósofo (DPA).