Como Lima fue la capital del virreinato más rico del Nuevo Mundo, al menos hasta el siglo XVII, congregó a las más altas autoridades y a las mayores fortunas de la época, que imprimieron sus gustos personales en sus casonas solariegas, gestándose así un estilo arquitectó¬nico muy particular, único en el continente.
Durante el siglo XVI predominó el mudéjar, luego el barroco, pero hacia mediados del XVIII cede el puesto al afrancesa¬miento impuesto por los gustos del virrey Amat y su época, que rompieron la tradición de los viejos bal¬cones cerrados y los llenaron, gracias al yeso, de medallones, mol¬duras, volutas y otras formas curvas. El balcón cerrado andaluz adquirió en Lima personalidad propia, sobre¬vivió a la colonia y se hizo también republicano; se convierte en elemento inseparable y característico de la arquitectura limeña. Los secretos técnicos de su construcción eran conocidos únicamente por un reducido grupo de artistas: uso de determinadas maderas y los métodos para secarlas, de clavos especiales, etc.
La distribución de las antiguas casas coloniales es clásica, y se considera una herencia romana traída por España. Las habitaciones a ambos lados del patio se construían si lo permitían las proporciones del terreno. Frente al zaguán, invariablemente, salvo excepciones, como en las casas de Aliaga o de Pila¬tos, estaba “el principal”, que comprendía una amplia sala de recibo, los dormitorios y el comedor. Casi siempre, la casa colonial tenía un traspatio y en las mansiones importantes había dos o más patios interiores intercalados, unidos todos por un pasadi¬zo lateral que recorría el inmueble en toda su extensión.
Según el arquitecto José García Bryce, el planeamiento y los materiales y métodos de construcción de las casas cambiaron poco en los tres siglos de virreinato; en cambio, las formas de las portadas, balcones, galerías, puertas, rejas y decoración mural experimentaron transformaciones más marcadas por causa de la evolución del gusto y de las influencias estilísticas que provenían de Europa y España. Fueron influencias platerescas, clásico-renacentistas y manieristas hasta bien entrado el siglo XVII, barrocas hasta mediados del XVIII, rococó hacia 1760-1790 y neoclásicas en las dos primeras décadas del siglo XIX.
Durante la República, hasta la década de 1870, la casa solariega se mantuvo prácticamente inalterada. Es más, un considerable número de ellas son realmente casonas coloniales refaccionadas o ampliadas, en las que los balcones, las galerías de los patios, las puertas, ventanas y rejas son republicanas, o tal vez todo el segundo piso, pero cuyos muros y techos son de origen colonial. Además, se conservó la disposición interna como la forma exterior de las casas, con fachadas planas y portón central, con techos de azotea y miradores. Tampoco varió la construcción, ya que se siguieron utilizando los mismos materiales y métodos que antes, salvo en el caso de las rejas, que comenzaron a fabricarse de hierro fundido, y la carpintería, cuyos métodos de fabricación también evolucionaron al introducirse nuevos tipos de herramientas.
Casa O’Higgins.- El solar donde se ubica esta casona perteneció, desde la fundación de Lima, al capitán don Juan de Villalobos. En el siglo XVII la propiedad fue adquirida por Juan Arias Maldonado, cuyo último descendiente, don Andrés de Maldonado Salazar y Robles, la vendió en 1750 a su concuñado, Domingo Ramírez de Arellano. Así, en 1781, el inmueble pasó a ser propiedad de la familia Ramírez de Arellano y Baquíjano, quienes la alquilaron al comerciante irlandés Juan Ignacio Blake en 1792. Fue entonces que en ella vivió, los años de su adolescencia, el futuro prócer y primer presidente de Chile Bernardo O´Higgins, pues su tutor fue el señor el señor Blake. Eran los años del gobierno de don Ambrosio O´Higgins, virrey del Perú.
La familia Ramírez de Arellano alquiló en 1830 nuevamente la casa a Bernardo O´Higgins, exiliado de Chile, quien la ocupó con su familia hasta 1842, fecha de su muerte. Aquí pasó sus días citadinos pues, como se sabe, durante su exilio peruano residió habitualmente en la hacienda “Montalbán” del valle de Cañete. Su segunda estancia en el inmueble, coincide con la época de la apertura al comercio inglés y es bastante probable, que los objetos encontrados en lo que antiguo patio de su residencia, sean los testimonios más cercanos a la cotidianidad de tan famoso vecino. En efecto, en 1994, luego de ejecutados los trabajos de recuperación de la primera planta, fueron descubiertos deshechos domésticos en lo que había sido el patio principal de la casa. Teniendo en cuenta la época en cuestión y determinadas corrientes de consumo no es de extrañar la presencia de abundante loza inglesa.
Luego de la muerte del mariscal Bernardo O’Higgins, en la segunda mitad del siglo, la casa fue alquilada a una sucesión de representaciones comerciales e instituciones entre las que destacan el Club Nacional y el Banco Internacional del Perú. La presencia del Banco redefinió por completo la estructura y estética de la mansión, que perdió su sabor virreinal para adecuarse a los usos de una institución financiera y a los cánones arquitectónicos fines del XIX. Al Banco Internacional se debe la apariencia actual del inmueble con el patio reducido, la antecuadra y cuadra convertidas en un gran hall de recepción y con una decoración de gusto clasicista. En 1933, el Banco Internacional desocupó la planta baja de la casa para pasar a su actual local de la plazuela de La Merced y el inmueble permaneció vacío por espacio de muchos años. En 1944, por muerte de su propietario, don José de la Riva-Agüero y Osma, la propiedad pasó a la Pontificia Universidad Católica del Perú. En 1971, el Seminario de Arqueología del Instituto Riva-Agüero mudó sus actividades al histórico inmueble. Poco después se creó el Museo “Josefina Ramos de Cox”, que exponía las evidencias arqueológicas del señorío prehispánico de Maranga. Desde 1989, fue considerada monumento histórico del patrimonio monumental de Lima. La última restauración culminó en 2008 con el aporte económico del gobierno de Chile.
Casona O’Higgins
Casa Larriva o casa de los marqueses de La Riva (jirón Ica 426).- Esta mansión colonial se remonta al siglo XVIII y fue construida por la familia Larriva. En su fachada luce dos grandes balcones; su magnífica puerta le otorga el acceso al patio interior. Las puertas, ventanas, barras de estilo andaluz y la galería son aún los originales. El ambiente interior destaca por su techo virreinal en el segundo salón y el elegante mobiliario donado por varias familias antiguas de Lima. Como muchas casonas coloniales, la Casa Larriva fue dañada por el terremoto de 1746; además, en 1780, un incendio destruyó la casa aún más, de modo que la restauración era inevitable. Hoy, esta mansión es la sede de la Asociación Cultural “Entre Nous” y se puede visitar con previa cita.
Casona Larriva
Casa Barbieri o de los Condes del Villar (jirón Callao).- En la cuarta cuadra del jirón Callao, antes calle de la Piedra, se ubica esta casona que, según algunos datos, fue adjudicada por el propio Francisco Pizarro a don Francisco de Chávez. Luego de pasar por distintos propietarios, incluyendo a los padres Ermitaños de San Agustín, fue vendida a don Antonio de Fuente, conde del Villar. Su último dueño se apellidaba Barbieri, de donde le viene una de sus denominaciones. Ha sido restaurada siguiendo los planos originales y mantiene sus 80 habitaciones, sus patios y su portada.
Es tan encantador arrivarse a esas épocas, con tanta belleza magestuosidad .