Así como los limeños somos un tanto distraídos y no nos damos cuenta o no nos preguntamos por qué una calle, una avenida, un parque o una plaza lleva tal o cuál nombre, igual ocurre con nuestros distritos o barrios. Los limeños transitamos por una enorme ciudad, con más de 40 distritos y por lo menos 500 barrios o urbanizaciones, e ignoramos su “toponimia”. Para empezar, diremos que la clave en la mayoría de estos nombres está en la historia agraria del valle del Rímac, recorrido por sus “acequias” como Maranga, Huatica, Surco y Ate. Se trataba de haciendas, fundos y chacras ubicadas en este valle y que, en su mayoría, funcionaron hasta las primeras décadas del siglo XX. La explosiva expansión de nuestra ciudad, obligó a sus dueños a lotizarlas y venderlas como terrenos inmobiliarios a partir de 1920. Como es de suponer, muchas de estas familias acumularon enormes ganancias; otras, por lo contrario, solo vieron pérdidas porque sus haciendas fueron confiscadas por la Reforma Agraria o, simplemente, fueron invadidas por migrantes en busca de un lugar dónde asentar a sus familias. Hagamos, entonces, un breve recorrido por algunas urbanizaciones y distritos de Lima y, como detectives urbanos, hurgaremos hasta lo más profundo del pasado, en algunos retrocederemos hasta los tiempos prehispánicos.
Chacarilla del Estanque.- Esta elegante urbanización, entre los distritos de Surco y San Borja, debe su nombre a que fue un fundo donde, en los tiempos virreinales, se mandó construir un Estanque para regar estos terrenos sino también las haciendas de San Juan y Villa, más al sur. En efecto, este Estanque, por el cual sus dueños cobraban un “estanco”, se nutría de las aguas de los ríos Surco y Ate y las distribuía a otras zonas (es por ello que también en otros documentos se habla de este fundo como “Chacarilla del Estanco”). Desde el siglo XVII, la hacienda “Chacarilla del Estanque” fue propiedad de los jesuitas, quienes la convirtieron en un exitoso complejo agrícola con huertos de árboles frutales y olivares, cercados por tapias. El valor de esta propiedad, entonces, no solo dependía de su producción agrícola sino también del agua que distribuía su Estanque a otras propiedades y por el cual se sacaba una buena renta. Ya en la República, a finales del siglo XIX, la hacienda era propiedad del inmigrante italiano Vicenzo o Vicente Risso, quien calculó el valor de la propiedad en 21 mil soles.
Cañaverales en la hacienda Chacarilla del Estanque (1896)
Colección Herrera (publicada en Haciendas y pueblos de Lima: Historia del valle del Rimac: Valle de Sullco y Lati: Ate, La Molina, San Borja, Surco, Miraflores, Barranco y Chorrillos, de Fernando Flores-Zuñiga (Lima, 2009).
San Borja.- Los terrenos de lo que hoy es San Borja pertenecieron a la familia Brescia y se ubicaban en la jurisdicción de Surquillo. Recién en 1983 se independizó y cobró vida propia. Su nombre viene de la antigua hacienda San Francisco de Borja, que en los tiempos coloniales también fue propiedad de la Compañía de Jesús (en este caso, de los jesuitas del Noviciado de San Antonio Abad). Aquí se cultivó, hasta el siglo XVIII; alfalfa, olivos, trigo, cebada y maíz; también algunas frutas como pepino y zapallo. También había corrales con ganado ovino y vacuno.
Surquillo.- Su nombre viene porque en tiempos coloniales se creó aquí un “barrio” o doctrina de indios, similar pero en pequeñas dimensiones, al Pueblo y Doctrina de Santiago de Surco. De allí que las autoridades le empezaran a llamar al nuevo pueblo “Surquillo” (testimonios cuentan que sus primeros habitante fueron los indios “yaucas”, desarraigados o traídos de Surco). Con los años, se convirtió en un pueblo algo marginal, habitado por gente pobre, entre el camino de Lima a San Miguel de Miraflores. Así transcurrió la vida de “Surco chico” o “Surquillo”, donde luego también se formó la hacienda que llevó el mismo nombre, propiedad de los mercedarios. Ya en tiempos republicanos, en la segunda mitad del XIX, la hacienda aparece como propiedad de Arturo Porta; sus tierras, de otro lado, cobrarían mayor vida cuando pasó cerca de allí el ferrocarril Lima-Chorrillos, construido por el presidente Castilla en 1857.
Higuereta.- Cuando vamos por la avenida Simón Salguero vemos una construcción original, quizá un anexo o la casa del administrador de una hacienda. Se trata del último vestigio de la antigua hacienda o fundo Higuereta. Los terrenos de la actual Urbanización deben su nombre a la próspera industria frutícola de la zona, donde destacaban las higueras. La hacienda pasó por muchos propietarios hasta que fue adquirida por un inmigrante italiano de apellido Venturo en los primeros años del siglo XX. Uno de los hijos, don Pedro Venturo la llevó a niveles serios de productividad frutícola, vitivinícola y otros derivados como el vinagre balsámico. Asimismo, como hacienda ganadera destacó su actividad lechera y la crianza del caballo peruano de paso. En esta hacienda, hacia el año 1670, era enfrenador el mulato Esteban Arrendondo, gran jinete y torero de Lima, nacido en la ranchería de la hacienda hacia mediados del siglo XVII. La tradición la siguió Felipe Marchena en el siglo XX, chalán de La Higuereta quien trabajó para la familia Venturo como enfrenador de la línea genética de caballos que botó esta hacienda. La hacienda fue urbanizada hacia la década de los 60.
La Molina.- El actual distrito de La Molina fue creado el 6 de febrero de 1962. Sin embargo, la historia de sus terrenos, ahora urbanizados, se remonta a varios siglos, desde los tiempos prehispánicos, cuando fue morada de diversos cacicazgos y paso del famoso “camino del inca”, del cual quedan aún sus vestigios. Luego de la Conquista, sus grandes extensiones de terreno fueron dedicadas al cultivo de hortalizas, caña de azúcar y algodón. Como sabemos, cuenta la tradición que el nombre de “La Molina” se debería a los numerosos molinos de caña o trapiches que existían sobre lo que hoy conocemos como “La Molina Vieja”. Luego, con el avance urbanístico de los tiempos republicanos, estos molinos irían desapareciendo, quedando tan sólo su nombre de recuerdo.
Recordemos también que la tradición dice que, desde los tiempos coloniales hasta los primeros años de la República, los esclavos que eran llevados a la hacienda de La Molina eran sometidos a duras tareas; supuestamente recibían despiadados castigos que dieron origen al conocido pan-alivio A la Molina que en su estribillo dice: “A la Molina no voy más porque echan azote sin cesar”.
Sin embargo, es más probable que el nombre del distrito se deba a una de estas dos historias respecto a sus diversos propietarios:
1. Al rico comerciante español Melchor Malo de Molina y Alarcón, quien a principios del siglo XVII (1618) adquirió estas tierras para formar la hacienda, que luego pasaron a manos del Monasterio de Nuestra Señora de la Encarnación.
2. A doña Juan de Molina, esposa del capitán Nicolás Flores, quien al enviudar quedó como propietaria de esta hacienda a principios del siglo XVIII (1701). Desde ese momento, la propiedad sería llamada hacienda o fundo de “la Molina” (esta sería la versión más confiable).
Ate-Vitarte.- La historia y la arqueología han demostrado que el pueblo de Ate tiene un pasado también de siglos, cuando fue habitado por ayllus o cacicazgos de gente muy guerrera. Cuando llegaron los españoles, al lugar lo llamaron San Mateo de Huamán de Huaco; se asume que este nombre fue de algún cacique o curaca de la zona. Pero luego se fundó la “doctrina” de Santa Cruz de Late, a cargo de curas mercedarios, y que en 1570 contaba con 312 habitantes cuando fue visitada por el virrey Toledo.
En este sentido, respecto al origen del actual del nombre de Ate, existen varias opiniones. La más aceptada es que deriva del vocablo “late”, que tiene como etimología el nombre de “lati”, de origen aymara, acaso el nombre de un pueblo preincaico que habitó la zona. Se trataría de mitimaes o colonos traídos por los incas desde otra zona de los Andes y que, al momento de la conquista, los españoles los encontraron aquí. Este territorio, además, era surcado por el antiguo canal de Ate, que nacía a la altura del kilómetro 6,5 ó 7 de la actual Carretera Central, a casi 400 metros sobre el nivel del mar. Luego de regar la hacienda de Vitarte o Ubiarte, fertilizaba las tierras de los fundos Mayorazgo, Puruchuco y Melgarejo, para luego regar La Molina, la chacra de Camacho y terminar en el Estanque de Chacarilla, vecino de la hacienda de San Juan.
De otro lado, las tierras de lo que hoy llamamos Vitarte, antes se denominaban Ubitarte o Uvitarte, propiedad de Pedro de Ubitarte a inicios del siglo XVII. Los testimonios hacen referencia de que se trataba de una finca muy rústica que, como sabemos, cobraría notoriedad desde el gobierno de Ramón Castilla, quien otorgó los terrenos del fundo al colombiano Carlos López Aldana para impulsar el desarrollo de la industria nacional. Así, López Aldana fundó la fábrica de tejidos Vitarte, lo que dio lugar a la construcción de viviendas para los obreros y sus familias, y así formaron el pueblo de Vitarte. Este pueblo, hoy capital del distrito de Ate, tiene especial valor histórico, porque aquí se inició el movimiento sindical peruano. Los pobladores de esta zona fueron los gestores para que se diera la ley N° 3010 del 16 de diciembre de 1918, donde se suprimía el trabajo dominical. También de la ley del 15 de enero de 1919 donde se fija la jornada laboral diaria de 8 horas. Allí se reconoció por primera vez al trabajador peruano. Ambas leyes se dieron durante el gobierno de José Pardo y Barreda.
El Agustino.- El nombre de este popular distrito, creado en 1960, se debe a su famoso cerro rocoso, tomado por los padres agustinos, durante la época colonial, para aprovecharlo como cantera, y emprender el lucrativo negocio de fabricación de bloques de ladrillos de cal. De allí el surgimiento de la “calera del agustino” y de la “chacra del agustino”, en alusión esta última a los cultivos que realizaban los curas de la orden de San Agustín en los alrededores del cerro.
La Victoria.- El nombre de este popular distrito, creado durante el “Oncenio” de Leguía, se debe a una famosa hacienda (del mismo nombre) que se ubicaba entre lo que es hoy la avenida 28 de Julio en su cruce con el Paseo de la República y el Zanjón, según el plano de Lima de 1904. Pero reconstruyamos la historia. Inicialmente, se le llamó “Fundo Cabezas”, pues en el siglo XVII fue propiedad de Juan Cabezas, y “Fundo Gárate”, pues durante los tiempos de la Independencia fue propiedad del comerciante Juan Bautista de Gárate, miembro del Tribunal del Consulado de Lima. Ya en el siglo XIX, la hacienda pasó a ser más famosa aún porque fue adquirida, en 1846, por el futuro presidente, el general José Rufino Echenique con el dinero de su esposa, Victoria Tristán, hija del acaudalado Pío Tristán, terrateniente arequipeño. Fue doña Victoria la que le haría grandes cambios a la hacienda que se inmortalizaría cuando, ya su esposo en la Presidencia, organizó el famoso sarao conocido como el “Baile de la Victoria”, la noche del 16 de octubre de 1853. De allí el nombre del actual distrito de La Victoria. La “quinta de la Victoria”, o la casa-hacienda de este complejo agrícola parece que estuvo situada en lo que es hoy el lado sur de la plaza Manco Cápac, teniendo en frente la avenida Bauzate y Mesa; otros opinan que estuvo donde antes funcionó el desaparecido cine Olimpo. Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la hacienda sería lotizada y urbanizada convirtiéndose en barrio de obreros y de pequeña clase media. En sus linderos funcionó el stud “Alianza”, propiedad del presidente Augusto B. Leguía.
Calle Raimondi en La Victoria
Monterrico.- Sabemos que desde la época colonial aquí había una hacienda y que, al promediar el siglo XIX su propietario, el que luego fuera Presidente de la República, el general José Rufino Echenique, compró para sus plantaciones una máquina desmotadora de algodón. Se trató de la primera máquina a vapor que llegó a nuestras tierras. Fue a principios de la década de 1840: llegó desarmada al Callao y unos técnicos extranjeros tuvieron que ensamblarla y hacerla funcionar. Sin duda, fue una “revolución” en la historia agrícola de nuestra costa. Luego, ya en pleno siglo XX, a partir de la década de 1950, Monterrico se puso de moda gracias a que el general Odría compró un fundo aquí y construyó una casona donde se realizaban reuniones y fiestas muy sonadas (todavía está la casa del “Fundo Odría). Luego, con la construcción del famoso Hipódromo de Monterrico, a inicios de los sesenta, el más moderno de Sudamérica por algunos años, la zona no solo recibió mayor afluencia de personas sino que también se inició su urbanización.
¿Pero de dónde viene el nombre? La noticia más antigua y fiable que tenemos da de los tiempos de Pizarro cuando los conquistadores hablaron de un grupo de asentamientos de indios alrededor de una huaca llamada “monterrico”, que se ubicaba exactamente donde hoy está el Club de Golf “Los Incas”. Esa huaca le dio el nombre a toda esa zona, regada por las aguas del río Surco y, sobre todo, del canal de Ate. También sabemos que hacia 1618, la hacienda –plagada de Huarangos, según algunas descripciones- fue comprada por Melchor Malo de Molina y Alarcón, cuya descendencia obtuvo del rey Carlos II, en 1687, el Marquesado de Monterrico.
Gracias por toda la información rica que compartes siempre y que es para mi lugar de consulta favorito.
Muchas gracias.
Yo quisiera agregar el origen del nombre de mi querido distrito, San Juan de Lurigancho. Tengo entendido que "Lurigancho" es derivación de la palabra "ruricancho", antiguos pobladores cuyos orígenes se remontan a la época incaica. Y "San Juan" en honor a nuestro patrón, San Juan Bautista. Sería interesante ahondar más en la historia de los ruricanchos.
ola bueno me parece que es de mucha ayuda por que m e ayudo en las tareas
hola estoy buscando la direccion sobre fundo ipasa en ate que no puedo hallar en internet se que este fundo existio hasta 1959 aprox y luego se vendio a la empresa de transportes jose leal cocharcas es todo lo que tengo.