Archivo por meses: agosto 2009

60 años de ‘Condorito’


“Pepo”, creador de Condorito

Sesenta años después de que apareciera robando gallinas en una tira cómica de la revista chilena “Okey”, Condorito está presente en 77 diarios de América Latina y EEUU, y sigue haciendo reír mientras reivindica la astucia de los chilenos en historias centradas en el ya célebre Pelotillehue. El aniversario 60 es recordado por una edición especial de la revista que salió a la venta ayer martes 4 de agosto en Chile y que compila los mejores chistes y parte de la historia del personaje, creado por el caricaturista René Ríos Boettiger, mejor conocido como Pepo.

Con rostro de cóndor -el ave emblema de Chile-, de carácter pícaro y con sólo dos enormes dedos en cada pie, Condorito nació como una respuesta a unos personajes latinoamericanos de la película ‘Saludos Amigos’ de Walt Disney, según contó su creador. “El personaje nace como un representativo del pobre chileno, marginal, que llega de la provincia a vivir a las márgenes de la ciudad capital”, explicó a la AFP Hernán Montealegre, autor de Historia del Humor Gráfico en Chile. “Además incorpora varios de los símbolos chilenos. El cóndor, que está en el escudo nacional del país, su camiseta con el color de la selección y sus pantalones negros de campesino”, agregó.

Jefe caníbal, pintor de líneas de carreteras, millonario de zapatos brillantes y hasta loco con ojos en espiral, Condorito siempre ha desarrollado sus aventuras en Pelotillehue. Montealegre precisó que el sufijo ‘hue’ en lengua mapuche (etnia original chilena) significa ‘donde abunda algo’ o ‘lugar de’, y eso se suma al ‘pelota’, que alude al tonto. Entonces Pelotillehue significaría pueblo de tontos. En este lugar están el bar ‘El Tufo’, el restaurante ‘El Pollo Farsante’ el santo ‘San Guchito’ y el diario ‘El Hocicón’, cuyo lema es ‘pobre pero honrado’ y fue fundado el 15 de noviembre de 1943, según se lee en su portada. En Pelotillehue viven Yayita -la curvilínea y eterna novia de Condorito- y Doña Tremebunda, la madre de ésta; sus amigos como el borracho ‘Garganta de Lata’, el servicial Don Chuma, el inocente Ungenio y Huevoduro, entre otros. Pelotillehue creció además con la modernidad: la clásica bebida ‘Tome Pin y haga Pun’ es ahora ‘Tome Pin Zero, Zero Pun’.

Desde Chile, el ‘pajarraco’ -como lo llama su archirrival, el petulante Pepe Cortisona-, llega hoy a 13 países, incluido Estados Unidos. Para su internacionalización lentamente fue dejando de lado los modismos chilenos, aunque se mantiene la esencia del personaje. “Ahora tiene un lenguaje neutro que permite que se lea en un país latinoamericano sin mayores problemas”, considera Montealegre. Para el historietista chileno Pedro Peirano nunca “Condorito provocó carcajadas pero por alguna razón siempre fue imposible dejar de leerlo”. “Nunca se manejó en el terreno de lo que denominamos ‘humor inteligente’, pero su autenticidad y gentil incorrección lo hacían irresistible”, señala. Condorito partió en las pequeñas editoriales Zig-Zag o Pincel. Poco antes de la muerte de Pepo, en 2000, la edición de la revista de Condorito pasó a Televisa Chile, mientras las tiras cómicas de diarios, el merchandising y las producciones audiovisuales recaen sobre Inverzag en Chile y World Editors, que tiene los derechos a nivel internacional. En la revista trabajan una decena de dibujantes y guionistas que dan vida a unas seis ediciones mensuales en distintos formatos que llegan a unos 80 millones de lectores, según Peirano. Un total de 77 diarios publican las tiras cómicas en América Latina y Estados Unidos. En EEUU está presente en 26 diarios, algunos de ellos en inglés. Coné, el pequeño sobrino de Condorito que llegó de provincia, tiene su propia historieta donde se narra el origen de su nombre: Condorito fue a bautizarlo, y quiso ponerle de nombre Ugenio. El padre Venancio no entendió bien y le preguntó: “¿Con ‘e’ será?”. “Bueno, padrecito, como usted quiera”, le respondió Condorito. Y quedó Coné. Plop (AFP).

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La música que censuró la dictadura argentina


Serrat, vetado por los militares argentinos

Hasta ahora se sabía que la dictadura militar argentina (1976-1983) prohibió las canciones del cantautor catalán Joan Manuel Serrat, entre otros. Pero este martes se reveló que la censura castrense no ‘perdonó’ ni siquiera algunos temas de los cantantes españoles Camilo Sesto, Manolo Galván y José Luis Perales. A pesar de que son canciones almibaradas y románticas, sin compromiso político ni social, los entorchados generales no tragaban con los músicos alicantinos ni el conquense . Y prohibieron la difusión de sus respectivas canciones ‘Amor libre’, ‘Mi Luna’ y ‘Pequeño Superman’ por considerarlas contrarias a la moral “occidental” y “cristiana”.

El Comité Federal de Radiodifusión (Comfer), dependiente de la Presidencia argentina, destapó el tema en su página web, donde publicó archivos secretos de la dictadura. Allí figuran las instrucciones musicales que los militares daban a las emisoras de radio y televisión, así como en recitales, conciertos, discotecas y teatros.

La lista de más de 200 canciones censuradas incluye algunos éxitos internacionales como ‘Do You Think I’m Sexy?’, de Rod Stewart; ‘Kiss, Kiss, Kiss’, de John Lennon con Yoko Ono, ‘The Wall’, de Pink Floyd y ‘Cocaine’, de Eric Clapton, además de temas de Queen.

Entre los músicos e intérpretes locales, los militares prohibieron ‘Viernes 3am’, de Charly García; ‘Su primer desengaño’, de Sandro, ‘Me gusta ese tajo’, de Luis Alberto Spinetta, ‘Canción de amor para Francisca’, de León Gieco; ‘Chamarrita de los milicos’, de Alfredo Zitarrosa; y varias canciones de Armando Tejada Gómez y César Isella que suele interpretar Mercedes Sosa. Tampoco se podía difundir durante el régimen de los uniformados ‘Cara de tramposo, ojos de atorrante’, de Cacho Castaña; ‘Loco por tu culpa’, de Palito Ortega; ‘Gilito de Barrio Norte’, de María Elena Walsh; ‘Ayer nomás’, de Moris y Pipo, y ‘Mía’, del italiano Nicola Di Bari.

A raíz de esta auténtica ‘caza de brujas’ lanzada por los dictadores ultraderechistas hubo muchos músicos que treinta años atrás huyeron de Argentina y se exiliaron en España, por un tiempo o afincándose definitivamente en la península. Por ejemplo, Mercedes Sosa, Rafael Amor, César Isella, Horacio Guarany, Roque Narvaja, y Leopoldo Castilla, entre otros (El Mundo).

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La bajada de ‘Armendáriz’ (Miraflores)

El nombre de este emblemático lugar miraflorino, camino casi obligado a la Costa Verde, no viene por el virrey José de Armendáriz, Marqués de Castelfuerte, o por el obispo del Cuzco José Pérez Armendáriz, precursor de la independencia del Perú. Su nombre está asociado a un fundo o chacra que estaba por sus inmediaciones. Hasta hace un siglo se le llamaba “Quebrada de Armendáriz” o “Quebrada de las parras”, por los sembríos de vid de este fundo, colindante con Surco.

El extenso fundo “Armendáriz” comprendió también los terrenos de “Ocharán”, “Leuro” y “Hueso”, ubicados en el actual Miraflores, y su historia se remonta al siglo XVIII cuando, en 1766, don Mateo Ninavilca y don Mariano Morales, mayordomos de la Cofradía de la Parroquia del Cercado, cedieron la propiedad a José García Urbanega. Éste, a su vez, en 1780, legó el fundo a don Francisco Armendáriz (comerciante español de origen vasco, recién llegado al Perú), de allí el nombre de la propiedad. Por testamento, el señor Armendáriz legó, en 1808, la propiedad a su hija doña Josefa Armendáriz. Así, el fundo pasó por algunos propietarios más hasta que, a mediados del siglo XIX, llegó a manos de la familia Porta, siendo su última propietaria, antes de que estos terrenos empezaran a urbanizarse, doña María Adriana Porta y Rescio (1897).

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La epopeya del ‘Odyssey’ (y las monedas acuñadas en el Perú)


Bustamante y Guerra con Malaspina

En algunos casos, el dinero es lo de menos. Frente a la audacia, el arrojo, la honra y eso para tantos anecdótico pero que es ni más ni menos que la historia; el oro, la plata, el vil metal, es lo de menos. Aunque hablemos del mayor tesoro hundido y cuantificable del mundo, aunque se trate de más de 3.000 millones de euros de hoy perdidos hace dos siglos frente a las costas…

Es el caso de la peripecia de Joseph Joaquín Bustamante y Guerra. La mala fortuna quiso que fuera él quien viera hundirse a la mítica Nuestra Señora de las Mercedes y a las tres fragatas que la acompañaban (La Clara, La Medea y La Fama) en su viaje de Montevideo (Uruguay) a Cádiz aquel 5 de octubre de 1805. La saña de los ingleses hizo el trabajo sucio. Su provocación acabó con los buques a pique y 249 tripulantes y comerciantes de las Indias con sus familias ahogados a escasas millas del Algarve, en Portugal.

Doscientos años después vino la polémica. Nadie se acordaba de aquello hasta que la empresa “Odyssey”, una especie de tinglado basado en la piratería posmoderna, diera con sus restos y comunicara que había hallado el tesoro de lo que dio en llamar misteriosamente “El cisne negro”. El Gobierno español lo llevó a los tribunales y un juez de Tampa (Florida), donde tiene sede la compañía, les obligó a dejar de marear la perdiz e identificar el tesoro. Era, tal y como se contó en este diario, el pecio más buscado del mundo: el de La Mercedes, con sus 500.000 monedas, acuñadas en Perú a finales del siglo XVIII, y un equivalente a 17.000 kilos de oro y plata. Pero con vidas como la de Bustamante y Guerra, con implicaciones históricas fundamentales para lo que años después fue la Europa contemporánea como las que tuvo aquella acción, lo dicho: el dinero es lo de menos. Porque tras la violenta carga contra La Mercedes, la historia del continente cambió. Dio un giro radical de equilibrio de fuerzas, de estrategias políticas. “El hundimiento de La Mercedes nos llevó directamente a la batalla de Trafalgar y de ahí acabamos en la guerra de la Independencia”, comentan José Luis Casado Soto, director del museo marítimo de Santander, y Aurelio González de Riancho, estudioso de la figura de Bustamante y Guerra. En aquella época, España se mantenía neutral frente a Francia e Inglaterra. La acción del almirante Cornwallis les obligó a retratarse. Al no querer rendirse, el fuego desató todo lo demás. Obligó al reinado de Carlos IV a posicionarse junto a Napoleón. Después, lo que sigue…

Al mando de aquella flota estaba Bustamante. Un personaje que durante toda la polémica por el episodio del “Odyssey” apenas ha cobrado protagonismo más allá de una línea. Es su sino. Haber acometido auténticas peripecias, empresas de las que cambian el rumbo y la vida de la especie y caer en el olvido. “Es un completo desconocido, no se le ha hecho nunca la justicia que merece”, clama González de Riancho, quien ha dedicado algunos años al estudio de él y su familia cántabra de Alceda.

El caso es que el amigo Bustamante y Guerra fue un personaje de película. Uno de esos lobos de mar nada al uso, mezcla del altivo Fletcher Christian de la mítica Bounty y capitán Cook. Surcó los siete mares, entregó el pellejo en cada travesía y abrió brechas como las de la expedición Malaspina, junto al marino italiano. “Fue un ilustrado, una extraña mezcla de marino y científico”, comenta González de Riancho.

Nació en Ontaneda en 1759. A los 11 años ya era guardamarina y emprende su carrera naval. Primero se las ve con berberiscos, muy pronto se hace plenamente consciente de que lo suyo contra los ingleses será un pleito largo. Le apresaron tras una refriega en la que detuvieron su rumbo a Filipinas y estuvo cautivo un año. Pero después hubo un encuentro que cambió su vida. Conoció a un italiano de rompe y rasga, encantador y digno espíritu de la floreciente ilustración que se llamaba Alexandro Malaspina. Aquello fue un hito. Cambió la fisonomía del mundo y las expediciones científicas posteriores, incluida la más famosa entre las famosas, la del Beagle de Charles Darwin. “Expertos de todo el mundo han venido a España a conocer las aportaciones que consiguió la Malaspina, pero nosotros hasta hace cuatro o cinco años no nos hemos enterado de lo que todo eso supuso”, dice Casado Soto.

Aquello fue, ni más ni menos, el experimento naval y científico más imponente de la época en Europa. Corría el año 1788. Malaspina y Bustamante y Guerra escriben a su majestad proponiéndole la aventura. En menos de un mes, el ministro de Marina, Antonio Valdés, les responde que lo que haga falta. La idea era tan simple como descabellada: dar la vuelta al mundo y describirlo.

Se construyen dos corbetas, la Descubierta y la Atrevida, diseñadas especialmente para el viaje. Tenían capacidad de carga, aguante y destreza para cualquier tipo de mar. Se podían almacenar víveres para dos años, leña para seis meses, disponían de espacio para transportar animales y plantas y fogones para dulcificar el agua del mar con alambiques. Medían 120 pies e iban armadas con 22 cañones.

Entre la tripulación, escogida por Bustamante y Guerra, había médicos, científicos, cirujanos, pintores y especialistas en historia natural dispuestos a aguantar los cinco años que pasarían lejos de sus casas. “Había otro problema, los marineros que una vez llegaban a los mares del sur y eran recibidos por indias desnudas en grandes fiestas, no querían volver…”, cuenta Riancho. Los que lo hicieron después de surcar el Atlántico y el Pacífico dos veces y bordear las costas de toda América y llegar a Australia, trajeron cientos de especies y dibujos de ciudades míticas y lejanas.

La España de Godoy estaba para pocas bromas. Cuando Malaspina desembarcó y denunció la situación en las colonias y los males incipientes que acabarían con la ruina del imperio, fue arrestado y su trabajo enterrado en el olvido. Bustamante y Guerra también pagó las consecuencias. Fue enviado a Montevideo. A la vuelta, ya saben lo que le pasó. Aun así sobrevivió.

Tuvo tiempo para luchar en Trafalgar y para hacerle un corte de mangas a Napoleón cuando los franceses le quisieron obligar a jurarles lealtad. Huyó disfrazado de fraile a Sevilla y acabó abrazando el absolutismo de Fernando VII. Pero un error lo comete cualquiera. Lo malo es cuando has tocado la gloria y nadie sabe reconocértela cuando has muerto. Justo como le ha pasado a él, por los siglos de los siglos (El País, 03/08/09)

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Notas sobre el hospital ‘Larco Herrera’


El hospital en la década de 1920

El nombre del más conocido hospital para enfermos mentales de Lima se debe al empresario agrícola, político y filántropo trujillano Víctor Larco Herrera (Trujillo 1870-Santiago de Chile 1934). Larco tuvo a su cargo la dirección de la hacienda Chiquitoy, en el valle de Chicama. Cuando fue alcalde de Trujillo (1913), obsequió a su ciudad el edificio que ocupa hasta hoy la Municipalidad. Se incorporó a la Sociedad de Beneficencia de Lima y se encargó de la inspección de hospitales para enfermos mentales. De esta manera, dio su pleno apoyo al médico psiquiatra Hermilio Valdizán para desaparecer los métodos inhumanos a los que eran sometidos los pacientes en su tratamiento. En pocos años, donó más de un millón y medio de soles para la construcción de un nuevo hospital psiquiátrico, que hoy lleva su nombre. Fue inaugurado el 1 de enero de 1918 con el nombre “Asilo Colonia de la Magdalena”; desde 1930, se le llamó “Víctor Larco Herrera” en honor a su benefactor.

El nuevo hospital recibió a los pacientes del antiguo Hospicio de la Misericordia (conocido como el “Manicomio del Cercado”) que albergaba, desde 1859, a los enfermos mentales, luego de que fueran trasladados de los antiguos servicios custódiales (“loquerías”) que existieron desde antes como anexos de los hospitales de San Andrés (varones) y Santa Ana (mujeres). Su primer director fue el doctor Hermilio Valdizán. Le sucedieron en el cargo Baltasar Caravedo, Juan Francisco Valega y Honorio Delgado. El hospital dependió de la Beneficencia hasta 1966, cuando pasó a ser administrado por el Ministerio de Salud. Es importante mencionar que este hospital tuvo el prestigio de ser el primer centro psiquiátrico en América Latina en aplicar los más modernos tratamientos de la época. En nuestro país, fue el único hospital de su especialidad hasta 1961, año en que se inauguró el hospital “Hermilio Valdizán”

Regresando a Víctor Larco Herrera, también dio dinero para la construcción del nuevo orfanato (el Pérez Araníbar). Asimismo, donó el nuevo museo arqueológico (hoy llamada de la Cultura Peruana, en la avenida Alfonso Ugarte) y el terreno donde hoy se erige el Club de la Unión, en la Plaza de Armas de Lima.

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Egipto oculta al ‘Doctor Muerte’


Prisioneros en Mauthausen reciben a las tropas que liberaron el campo en 1945. En la torre, una pancarta de los españoles.

Los sabuesos de Joachim Schöck, el policía de Stuttgart que dirige la búsqueda del criminal nazi más perseguido en Alemania, han regresado de El Cairo con las manos vacías. Las autoridades egipcias no les han permitido interrogar a los testigos que durante 30 años convivieron con Tarek Husein Farid, un hombre alto y atlético que bajo ese nombre ocultó su verdadera identidad: Aribert Ferdinand Heim, Doctor Muerte, médico en los campos de exterminio de Mauthausen, donde hubo 8.000 españoles presos, Buchenwald y Sachsenhausen.

La última pista sobre el criminal nazi, acusado de matar en su consulta a más de 300 prisioneros a los que sometía a sus retorcidos experimentos, conduce hasta el hotel Kasr el Medina en El Cairo, propiedad de la familia Doma. Hasta allí han viajado los policías de la unidad de fugitivos que dirige el agente Schöck en el curso de una comisión rogatoria de un juzgado alemán que intenta determinar si Heim murió en 1992 en una habitación de este establecimiento en los brazos de su hijo Rüdiger, de 53 años, el familiar que ha revelado el misterio de una de las personas más odiadas y buscadas del planeta.

El 23 de julio el agente Schöck se entrevistó con Rüdiger Heim, residente en Baden Baden (Alemania), y le comunicó el resultado de su viaje a El Cairo. “Han vuelto sin nada. La policía egipcia no les ha permitido interrogar a los empleados del hotel donde residió mi padre, ni al doctor que le atendió en su enfermedad o al oficial que certificó su muerte. Tampoco han podido leer las declaraciones tomadas por la propia policía de ese país a estos testigos”, dice el hijo de Heim en una conversación telefónica con EL PAÍS.

Rüdiger Heim asegura que la policía egipcia ha comunicado a la delegación policial alemana en El Cairo que no han logrado acreditar que el Doctor Muerte se hubiera convertido al islam y que tampoco han encontrado un documento oficial que demuestre su permiso de residencia en ese país. “Han vuelto sólo con la promesa de que en el futuro les facilitarán las declaraciones por escrito de los testigos. Yo no puedo hacer más. He dicho la verdad, he contado cómo, donde y cuando murió mi padre. ¿Por qué Egipto pone tantas pegas para verificar mi versión? Parece que les incomoda la verdad”, se queja el hijo del médico austriaco.

Y él mismo ofrece una respuesta: “Quieren ganar tiempo porque es una mala publicidad para el país haber sido el protector, durante casi 30 años, del último criminal nazi que asesinó a miles de judíos. No dan facilidades porque ya es una cuestión política”.

Rüdiger Heim, que se dedica a rehabilitar edificios, asegura que su padre huyó de Alemania en 1962, un año después de que se emitiera una orden de detención, recorrió Francia y España en coche y cruzó el Estrecho hasta Marruecos. Desde allí entró en Egipto donde residió hasta su fallecimiento. El criminal nazi residió en el hotel de la familia Dona en El Cairo y trabajó como médico para la policía egipcia, lo que explicaría las reticencias que las autoridades de ese país han puesto a la delegación policial alemana.

Según el relato de su hijo se convirtió al islam en la famosa mezquita de Al Azhar y se hizo llamar Tarek Husein Farid. Hay una carta de identidad egipcia a nombre de Tarek con la fotografía del miembro de las SS, su fecha de nacimiento, 28 de junio de 1914, y el número correcto del pasaporte alemán, documento que apareció en una vieja maleta en el hotel de los Doma y que periodistas de The New York Times entregaron a los investigadores del policía alemán Joachim Schöck. “Ahora, la policía egipcia ha dicho a sus colegas alemanes que no encuentran en sus archivos el certificado oficial de ese permiso de residencia”, explica el hijo del nazi.

Rüdiger relata las circunstancias del fallecimiento de su padre. “Tarek Husein existió. Yo estuve con él en 1986, 1990 y 1992, en aquel cuarto viejo del hotel de los Doma. Murió el 10 de agosto de 1992, el mismo día que terminaban las Olimpiadas. Estaba muy enfermo, padecía un cáncer de recto, y se durmió frente al televisor. Hay múltiples testigos: el médico que le asistió, las dos personas que lavaron su cuerpo, el oficial del barrio que certificó su muerte, los médicos de guardia del hospital universitario de El Cairo adonde llevé su cuerpo para donarlo a la ciencia. Esa fue su última voluntad”.

La existencia de estos y otros testigos está acreditada por testimonios independientes, ya nadie discute que el Carnicero de Mauthausen se refugió en El Cairo, pero nada se sabe de su cadáver, una prueba decisiva para certificar mediante análisis de ADN la muerte del hombre que decoraba su despacho con los cráneos de sus víctimas.

Rüdiger asegura que la última vez que vio a su padre fue en una cámara frigorífica de aquel hospital universitario, pero que al regresar a El Cairo tres años después se enteró de que su padre había sido enterrado en un cementerio de anónimos. Y lo explica así: “Su cadáver no se pudo utilizar para la ciencia porque la ley islámica lo prohíbe y un juez decidió su entierro. No sé donde está, pregunté a varias personas, pero nadie me lo aclaró. Ahora la policía alemana cree que es casi imposible encontrarlo. Un juez debería autorizar que se hurgara en los cementerios de pobres y en esos países musulmanes esa tarea no es nada fácil. Los agentes alemanes me han confesado que tienen pocas esperanzas”.

Un tribunal en Berlín, creado por los aliados al terminar la II Guerra Mundial y facultado para expropiar a viejos nazis, retiene 777.000 euros embargados en 1988 en Alemania al criminal nazi. Su fortuna proviene de la venta de un edificio propiedad del ginecólogo. La familia de Heim, su esposa e hijos, se enteraron de la existencia de esta cuenta en marzo de 1997 cuando, según su relato, les telefoneó Alexander Dettling, el policía de Stuttgart que dirigía entonces la búsqueda.

Durante años Rüdiger negó conocer el paradero de su padre. La última vez que lo hizo fue a este periódico en diciembre durante una investigación sobre la fortuna de su padre. Nunca ha explicado el por qué de su cambio de actitud, un giro que le llevó a escribir en marzo a un tribunal de Berlín para comunicarles el óbito de Aribert en Egipto. “Les expliqué las circunstancias de su muerte y me han respondido que se liberará su dinero cuando la policía certifique el fallecimiento. No tenemos interés económico y si alguna vez nos lo entregan lo donaremos a las víctimas”, promete su hijo.

El misterio del doctor acusado de inyectar veneno en el corazón de sus víctimas sigue vivo. Su esposa, una amable anciana que descuelga el teléfono en su casa de Baden Baden, lo conoció en 1948 y un año después se casaron. Los dos trabajaron como ginecólogos hasta su fuga. Se divorciaron cinco años después, en 1967, y desde hace décadas ella mantiene una nueva relación sentimental (El País, 02/08/09).

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El Hospital ‘Edgardo Rebagliati’


El hospital en plena construcción

La historia de este hospital se inició el 3 de noviembre de 1958 durante el segundo mandato del presidente Manuel Prado y Ugarteche: el año pasado cumplió 50 años de vida. Cuando se fundó, el Hospital del Empleado tenía un personal de 167 médicos y enfermeras. Su primer director fue el médico Guillermo Kaelin, cuyo nombre ahora lleva el auditorio del nosocomio.

¿Cómo y cuándo el cambio de nombre? En 1973, el Hospital del Empleado pasó a llamarse Edgardo Rebagliati Martins, en reconocimiento al periodista y abogado que logró crear el Seguro Social de Salud del Empleado. Fue ministro de Salud Pública y Asistencia Social; no logró ver culminado su gran proyecto pues falleció en 1957. En 2008, el hospital fue declarado “Patrimonio Arquitectónico de la Seguridad Social del Perú”.

A principios de 1935, el doctor Edgardo Rebagliati, especialista en derecho laboral, fue encargado por el general Benavides para que hiciera un estudio integral de los diversos sistemas de Seguro Social que existían en el mundo, con incidencia especial en los aspectos asistenciales y de financiamiento, con el fin de optar fórmulas que descartaran los factores que habían hecho fracasar la valiosa conquista social en otros países. Terminado el trabajo preparatorio, el 12 de agosto de 1936, se promulgó la ley Nº 8433 que establecía el Seguro Social Obrero para cubrir riesgos de enfermedad, maternidad, invalidez, vejez y muerte. Se procedió, luego, a la instalación de las oficinas de la Caja Nacional del Seguro Social con sus organismos administrativos y servicios técnicos, estadística, inspección, control y contabilidad, así como los de dirección médica general y de los departamentos médicos de maternidad y lactancia, tuberculosis, paludismo, estadística de la natalidad, morbidez y mortalidad obrera, central de farmacia y laboratorio. El Seguro Social Obrero se convertía, así, en una realidad de alto contenido de justicia social. Luego, en los años 50, el doctor Rebagliati, al mando de un grupo de destacados especialistas en derecho laboral, implementaría el Seguro Social del Empleado.


Así luce hoy el hospital

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Hoy 1 de agosto: Varsovia conmemora el 65 aniversario del levantamiento contra la ocupación nazi

Varsovia conmemoró hoy el 65 aniversario del levantamiento contra la ocupación nazi con varios actos festivos en los que participaron veteranos que sobrevivieron a la revuelta que costó la vida a dos centenares de miles de personas. Tras un cambio de guardia solemne en el monumento de recuerdo a los héroes y víctimas del levantamiento, varios cientos de veteranos desfilaron ante la tumba del soldado desconocido. En el acto participaron también el primer ministro, Donald Tusk, y el presidente, Lech Kacyznski, cuyo padre murió en el levantamiento. Pese a que la revuelta acabó con una derrota, los polacos pueden sentirse orgullosos de esta fecha pues, con su levantamiento, los ciudadanos de Varsovia defendieron la libertad de Polonia, destacó el presidente en su intervención. Para las 15.00 GMT está previsto que suenen las sirenas de alarma y que haya un minuto de silencio en todo el país, en recuerdo de la hora en que comenzó el levantamiento.

El 1 de agosto de 1994, unos 40.000 hombres y mujeres del denominado ejército nacional-polaco “Armia Krajowa” atacaron edificios ocupados por los nazis, en un intento de liberar Varsovia de las tropas alemanas ante la prevista llegada del ejército soviético. Lo que en un principio todos pensaban sería breve acabó prolongándose por 63 días, con un saldo de unos 180.000 civiles muertos, además de los 18.000 insurgentes polacos y 17.000 soldados alemanes caídos o desaparecidos. Tras la capitulación de los insurgentes el 2 de octubre de 1944, los nazis expulsaron a medio millón de ciudadanos de Varsovia; en señal de venganza, Adolf Hitler ordenó la destrucción total de la ciudad, lo que acabó consiguiendo en un 95 por ciento (EFE).

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Libros: Una visión abierta y plural de la historia de España *

Historia. “Hay que admitir que la historia de España es bastante compleja y por ello existe una cierta pereza a entrar en su estudio o en su análisis. En ese sentido, nuestra colección intenta combatir esa pereza y buscamos a un lector que busque seguridad en el conocimiento”. Así de didáctico se muestra Ramón Villares, catedrático de Historia Contemporánea y ex rector de la Universidad de Santiago de Compostela, que ha coordinado junto con Josep Fontana la primera obra, en décadas, con voluntad de ser una referencia. Cuando esta historia de España -que podríamos llamar de Josep Fontana y Ramón Villares- ha pasado ya el ecuador de haber publicado 7 de sus 12 títulos previstos, ya queda claro para los estudiosos y los aficionados que se trata, nada más y nada menos, del esfuerzo de toda una generación de historiadores progresistas para ofrecer una inmensa obra de síntesis. “Hemos intentado”, señala Fontana, uno de los pocos historiadores considerados maestro por sus colegas, “una visión abierta y no dogmática, desde la tradición de la historia social y desde un enfoque plural, sin caer ni en el nacionalismo español ni en el antinacionalismo. Hemos elegido además a profesores de categoría indiscutible y que se hayan distinguido por sus investigaciones en los años recientes”.

Desde Antonio Miguel Bernal a José Álvarez Junco, desde Pedro Ruiz Torres a José Manuel Sánchez Ron o Santos Juliá, pasando, por supuesto, por los coordinadores que han asumido los volúmenes de La época del liberalismo, en el caso de Josep Fontana, o Restauración y dictadura, en el caso de Ramón Villares junto con Javier Moreno Luzón, la lista de los especialistas en las distintas épocas procede en buena medida también de las nóminas de las editoriales Crítica y Marcial Pons, dos veteranas de la alta divulgación histórica y responsables de esta obra. Precisamente esa vocación de buscar un público ilustrado, pero amplio, subyace en el enfoque. A juicio de Fontana, “es lógico que exista mucho interés en España por las lecturas sobre historia porque representa una demanda que no siempre ha sido bien atendida”. “Muchos historiadores”, aclara el profesor, “publicaban y publican para su propia tribu y alejan de esta forma a los lectores. Tenemos aún mucho que aprender de los anglosajones o de los alemanes, que son capaces de escribir bien, ser rigurosos y trasladar sus conocimientos”.

Esta necesidad de entender nuestro propio pasado, de contar con instrumentos para analizar el presente y de disfrutar del inmenso placer de la historia bien contada se acentúa en España por un sistema educativo que ha marginado o adulterado esta disciplina básica. Esas carencias, que proceden de la enseñanza de la historia en institutos y universidades o incluso de los medios de comunicación, han coincidido además con un final del siglo XX donde los acontecimientos se han sucedido a un ritmo vertiginoso que requiere del reposo de un libro, de un ameno y buen ensayo. “Nadie confía en el futuro y sólo se confía en el presente. Además la tradición ilustrada entró en crisis cuando terminaba el siglo pasado con esa implosión que incluyó la caída del muro de Berlín, el auge de los fanatismos religiosos y la desaparición de la guerra fría con su secuela de conflictos y de surgimiento de nuevos Estados. En una palabra, vivimos una época, y más desde el famoso 11-S de 2001, donde predominan la incertidumbre y la perplejidad. En la medida de nuestras posibilidades, los historiadores debemos contribuir a clarificar ese panorama, aunque nuestra misión no consiste en predecir el futuro”.

Una y otra vez, tanto Villares como Fontana alertan sobre los sucedáneos de la novela histórica -que son pura ficción y no acercamiento investigador y científico- y sobre los revisionismos que pretenden reescribir la historia desde una ideología conservadora y sectaria. Formados todos los autores de esta colección en la historia social de España, Josep Fontana enarbola de nuevo esa bandera de un relato de la colectividad, de los acontecimientos que protagoniza toda una sociedad y no sólo de los hechos que afectan a una minoría elitista. “La historia de España”, agrega Fontana, “no es en modo alguno una sucesión de reinados o de reuniones de consejos de ministros, sino de procesos sociales”. O en palabras de Villares, “que el individuo haya regresado al relato histórico con un peso mayor de las conductas o las vidas cotidianas no significa que renunciemos a una investigación que contemple a las sociedades en su conjunto”.

* Historia de España. Josep Fontana y Ramón Villares, directores. Editoriales Crítica y Marcial Pons. 33 euros cada volumen. Los últimos aparecidos han sido Hispania antigua (Domingo Plácido) y Restauración y dictadura (Ramón Villares y Javier Moreno Luzón). Tomado de “Babelia”, suplemento de El País.

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El hospital ‘Guillermo Almenara’


El Hospital Obrero en1940

Desde 1981, el antiguo Hospital Obrero, inaugurado por el presidente Benavides en su segundo mandato (ver en nuestro blog las obras sociales del régimen de Benavides), se llama “Guillermo Almenara Irigoyen”. ¿Quién fue Guillermo Almenara? El doctor Almendara fue hijo de Francisco Almenara Butler, destacado médico, profesor de la Facultad de Medicina de San Marcos y fundador de la cátedra de pediatría; su madre fue Elvira Irigoyen. Don Guillermo hizo sus estudios primarios en el San José de Cluny y luego se trasladó a La Recoleta, donde culminó la secundaria. A los 16 años, ingresó a la facultad de Ciencias Naturales de San Marcos donde, cinco años más tarde, se graduó de bachiller; un año después obtuvo el grado de Doctor en Ciencias Naturales. Simultáneamente estudió Medicina; se graduó de bachiller en 1915 y obtuvo el título de Médico Cirujano.

En 1939, el presidente Benavides nombró una comisión integrada por el doctor Guillermo Almenara y los abogados Edgardo Rebagliati y Juan José Calle para presentar un proyecto que sentara las bases de la seguridad social en el Perú. Así nació la Ley de la Caja Nacional del Seguro Social Obrero Ley 8433, la primera norma de seguridad social en nuestro país. En 1940 se le encomendó a Almenara la organización del Hospital Obrero de Lima. Para culminar la obra adquirió equipos médicos de Estados Unidos e introdujo las técnicas mas avanzadas en procedimientos asistenciales y de administración hospitalaria. Cuando dejó la dirección del Hospital Obrero fue nombrado Superintendente General de Hospitales de la Caja Nacional de la Seguridad Social, cargo que ocupó hasta 1958. El doctor Almenara falleció en 1974, a la edad de 84 años. Desde 1981, en su memoria, el hospital que él organizó lleva su nombre.

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