Por ANTONIO LÓPEZ VEGA, historiador español
Recientemente he tenido ocasión de visitar Perú. Con motivo del cincuentenario del fallecimiento del Dr. Marañón en 2010, esta nación iberoamericana donde el célebre médico pasó los difíciles meses de agosto y septiembre de 1939, se dispone a conmemorar la efeméride con la concurrencia de instituciones políticas, civiles y académicas, que impulsarán exposiciones, cátedras universitarias o el descubrimiento de placas y bustos, entre otros actos conmemorativos.
La opinión pública internacional ha seguido con atención el conflicto desatado con motivo de los decretos legislativos impulsados por el Gobierno de Alan García, que abrían la selva amazónica a la inversión privada y que condujeron a una revuelta de la población indígena que consideraba lesionados sus derechos y cuyo resultado, según cifras oficiales, ha sido de 24 policías y 10 civiles muertos, así como un centenar largo de personas heridas. El Gobierno, reconociendo una evidente falta de tacto en la tramitación -además de una deficiente política de comunicación- derogó dichos decretos y una de las regiones más pobres del Perú recobró, momentáneamente, la tranquilidad.
Con todo, fue el comienzo del fin del Gabinete encabezado por Yehude Simon, a pesar del inicial respaldo público del presidente de la República. Su descrédito ante la opinión pública y la ciudadanía fue consecuencia, no sólo de las revueltas en la Selva, sino también de otros importantes frentes políticos abiertos como la moción de confianza superada por escaso margen y planteada por la intervención estatal de un canal de televisión, por citar un ejemplo. El propio García también ha visto seriamente mermada su imagen pública al defender un Gabinete ya amortizado.
Pero más preocupante que la propia situación política es, a mi modo de ver, la percepción de deterioro socioeconómico que se tiene en la calle. Ya sabemos que, en ocasiones, la apreciación generalizada no coincide con la realidad si medimos ésta en cifras macroeconómicas. Y el Perú es un buen ejemplo. Ahora que comienza a sentirse el efecto de la crisis económica, se tiene la sensación de que se ha dilapidado un momento inmejorable, tras más de seis años de crecimiento sostenido del PIB por encima del 5% de tasa media anual -con excepción del 2003 con el 4%-, para conformar esa clase media tan necesaria para que las democracias caminen por los senderos de la estabilidad.
De hecho, no son pocos los que sostienen que, en este tiempo prolongado de bonanza en el Perú sólo se han enriquecido unos pocos, mientras que el común de la población no ha visto mejorada su situación. Y esta es una sensación que cunde por todo el país, no únicamente en su centro neurálgico, Lima, donde junto a los bellos barrios de clases acomodadas, como Miraflores, San Isidro o La Molina, se encuentra un cinturón donde aflora la pobreza. Aunque algunos distritos hayan experimentado una evidente mejoría -piénsese, por ejemplo, en la buena gestión del Alcalde Dupuy en Ate-, en todo caso, la percepción de amplias capas sociales del país sobre la situación real es negativa y si el sentir común es éste, el nuevo Gabinete del hasta ahora presidente del Congreso, el aprista Velásquez Quesquén, debe tratar de contrarrestar dicha imagen si quiere tener alguna posibilidad de éxito.
En la bellísima nación andina uno encuentra tres áreas bien diferenciadas en lo étnico, cultural, social y económico: Costa, Sierra y Selva. Con una población que roza los 29 millones de personas en un territorio que supera en kilómetros cuadrados la superficie de Francia, España y Portugal, Lima tiene más de ocho millones de habitantes. Es decir, un país escasamente poblado con excepción de su populosa capital. Si en la selva la situación es convulsa, en la costa, además de la crispada realidad limeña, he tenido ocasión de visitar la ciudad de Chiclayo en la región de Lambayeque. Aquí sí la situación es más tranquila a día de hoy, aunque hay una sorda insatisfacción, sobre todo entre los más jóvenes, ante las escasas esperanzas de desarrollo profesional. Por otro lado, en la otrora siempre revolucionaria región de la Sierra la situación no es más halagüeña. Por poner un ejemplo, días atrás en Cuzco, donde hay un estado latente de potencial violencia y coincidiendo con la fiesta popular del Inti Raymi, se produjeron algunos altercados en el orden público con el bloqueo de carreteras y del aeropuerto.
En definitiva, el acierto de las medidas que adopte el nuevo Gabinete de Javier Velásquez Quesquén será fundamental para que las aguas políticas retornen a su cauce en los próximos meses. Ante las elecciones presidenciales del próximo 2011, las encuestas dan como favorita a Keiko Fujimori y, entre los posibles aspirantes a la segunda vuelta, apunta otra vez, como ya sucediera en 2006, la candidatura del indigenista Ollanta Humala que, dada su formación, universitaria y de importante rango militar, no creo que sea preciso identificarle exactamente con otras figuras del continente como Evo Morales o Hugo Chávez.
En este hipotético escenario, quedarían desarbolados tanto la izquierda socialdemócrata aprista, muy deslegitimada por la actual situación política, como el centroderecha, por su propia fragmentación, si bien tiene candidatos muy bien valorados como la democristiana Lourdes Flores, que ya perdió dos concurrencias electorales, el Presidente Regional del Callao, Alex Kouri, o el de Lima, Luis Castañeda. Si el APRA no recompone su imagen y ese centroderecha no alcanza una candidatura de coalición que podría aglutinar el expresidente Toledo, parece que la contienda electoral se planteará entre las opciones menos moderadas del neofujimorismo por la derecha y el neoindigenismo de Ollanta, por la izquierda.
En todo caso, de aquí a 2011 puede ocurrir de todo. Confiemos en que los baluartes de la política peruana, así como algunos de sus mejores intelectuales, que están alertando de la gravedad de la situación -no hace mucho lo ha hecho en estas mismas páginas Mario Vargas Llosa, Victoria pírrica 28 de junio de 2009, y también lo reflejaba en una brillante columna Fernán Altuve-Febres Lores en el diario peruano La Razón, Esperando a los bárbaros, el pasado 25 de junio-, acierten a guiar los pasos de esta querida nación por el sendero de la estabilidad y el progreso. A nadie se le escapa que la tentación extremista alarga su sombra sobre el continente americano y que Perú, por su importancia histórica y geoestratégica, es fundamental en la lucha por la libertad (publicado en El País, 27/07/09).