Huancavelica hacia 1943
Por ese entonces, el panorama educativo peruano entraba a un proceso de reforma debido a las cifras arrojadas por el censo de 1940. Dicho estudio reveló que uno de cada 41 peruanos tenía instrucción secundaria; universitaria uno de cada 202; enseñanza técnica o comercial uno de cada 336; más de cinco años de educación primaria el 11%; el 35% de peruanos era monolingüe y, lo más sorprendente, el 57% de la población mayor de 15 años era analfabeta.
Considerando la necesidad de establecer reformas educativas que esta comprobación demandaba, el gobierno de Manuel Prado (1939-45) instaló una Comisión Reformadora de la Educación, integrada por un grupo de jóvenes técnicos, entre los que se contaban a los doctores José Jiménez Borja, Carlos Rodríguez Pastor, Carlos Cueto Fernanadini y Carlos Salazar Romero. Las discusiones de esta comisión dieron por resultado la promulgación de la Ley Orgánica de la Educación Pública, de 1941, mediante la cual el Estado asumía plenamente la responsabilidad de la función de educar. En ella se establecieron, por primera vez, diferencias de acuerdo con la zona, el objetivo y el medio. Especial énfasis tuvo la educación infantil, con la creación de numerosos jardines de la infancia. La Primaria Común fue declarada obligatoria y gratuita, con seis años de duración, en cinco tipos de escuelas: rural, de comunidad, ambulante (en la Selva), escuela-hogar y urbana.
Mención aparte merece el tema presupuestal. Respecto a la ley anterior, se incrementó la partida presupuestal a la educación pública en más de cuatro veces. Como resultado de ello, el presupuesto dedicado a la educación, que en 1939 fue de poco más de 13 millones de soles, alcanzó en 1945 una cifra cercana a los 59 millones. En este contexto, la oferta educativa se vio aumentada y por tanto la demanda de profesores para cubrir las nuevas plazas.
La ley contemplaba, asimismo, un programa agresivo de alfabetización de los adultos analfabetos y comprometía al Estado, junto con los municipios, en la tarea de estimular la creación de patronatos escolares. Estableció además, como requisito para ser profesor de una escuela normal en la Sierra, el conocimiento del quechua. Finalmente, también fue rediseñada la educación secundaria. Esta duraba cinco años y debía proporcionar conocimientos generales y técnicos, de acuerdo con la realidad regional. Al mismo tiempo, se crearon horarios vespertinos y nocturnos a fin de extender la educación a otros segmentos de la sociedad, especialmente a los trabajadores.
La Ley de 1941, para muchos muy progresista y democrática, sufrió varias modificaciones, algunas de ellas contradictorias, y se mantuvo esencialmente en vigencia hasta la Reforma Educativa emprendida por el gobierno militar en la década de los setenta.
No cabe duda de que estos esfuerzos por mejorar la educación tanto pública como privada en el país eran loables. No obstante, las limitaciones en la instrucción del egresado de la escuela nacional eran notorias al momento de enfrentarse, por ejemplo, a la exigencia universitaria. Esta deficiencia en la formación básica se percibía en las aulas de la antigua Facultad de Letras y Pedagogía de la Universidad Católica. En 1945, al momento de presentar su memoria anual, el padre Jorge Dintilhac, rector de dicha insititución, comentaba que “… una circunstancia fundamental que rebaja el nivel intelectual en la Facultad es la deficiente preparación de los alumnos que llegan a la Universidad. La Facultad sufre constantemente esta deficiencia y ello sólo podrá corregirse revisando los planes de estudio en la Instrucción Media”.
Cinco años más tarde, una nota editorial en la Revista de la Facultad de Educación de la Universidad Católica insistía en el tema. En efecto, en 1950 los resultados del examen de ingreso arrojaron cifras preocupantes, como que la Universidad había rechazado a poco más del cincuenta por ciento de los postulantes: “en la Universidad Católica solamente ha ingresado el 43 % de los aspirantes, cuya composición total representa un típico corte transversal de la masa de nuestro alumnado secundario, pues se encontraban presentes todas las regiones, todos los colegios, todas las clases sociales y todas las situaciones económicas”. Por su parte, en la Universidad de San Marcos habían sido desaprobados casi dos mil estudiantes recién egresados de colegios nacionales y privados.
Pero no bastaban las recriminaciones y los lamentos causados por la constatación de esta crisis. La solución se encontraba en el estudio serio del mundo mental del adolescente peruano y del contenido de la enseñanza que se debía proporcionar en relación al particular ambiente social y cultural del país. Como apuntaba la mencionada nota editorial, “toda reforma de la Instrucción Secundaria hecha por comisiones dogmáticas que no obtienen sus conclusiones de la realidad y de la experiencia, y que no siguen como método el seminario de debate público, terminará siempre en el fracaso que afecta, no al prestigio de sus miembros, o al nombre que en la Historia de la Educación Peruana puedan alcanzar los funcionarios, sino a muchos miles de jóvenes que ven frustradas sus aspiraciones e ideales y terminan en la desadaptación y en el fracaso social. Ningún Estado puede poner en riesgo el porvenir de su juventud por inercia, por conservatismo o por miopía en el análisis del problema educacional”. No cabía duda de que había que seguir trabajando.
En 1947, año de fundación de la Facultad de Educación de la Universidad Católica, gobernaba el país el doctor José Luis Bustamante y Rivero. Era una época de ensayo democrático que se vería interrumpido poco después con el golpe de estado del general Odría en octubre de 1948. Habría que destacar, de todos modos, que su gobierno, a pesar de la grave crisis económica y de la oposición política, trató de ampliar la cobertura educativa, en parte por la presión del aprismo y los postulados populistas que alentaba; de allí que se estableciera la gratuidad de la enseñanza en todos los niveles. Al mismo tiempo, el gobierno realizó un nuevo plan de estudios para la enseñanza secundaria que comprendió el estudio dirigido y el plan del colegio; se abrieron más escuelas vespertinas y nocturnas para adultos, tanto para varones como para mujeres y mixtas; finalmente, se prohibió la injerencia de la política en los colegios.
Un hecho importante del gobierno de José Luis Bustamante es la creación de los núcleos escolares campesinos en Puno y Cusco, en cuyo diseño y ejecución participaron notables maestros puneños como Julian Palacios, José Portugal Catacora, la maestra Galindo.
http://joseportugalcatacora…
Ante todo muchas gracias por este valioso articulo ,deseo ayudar y apoyar a mi país mejorando su educacion .
Por ello les agradezco facilitarme datos fundamentales desde cuando empezó a deteriorarse y a castigar nuestra educacion peruana para poder conocer los origenes de esta barbarie y poder plantear soluciones operativas…
Estoy totalmente de acuerdo con esta opinión…Ningún Estado puede poner en riesgo el porvenir de su juventud por inercia, por conservatismo o por miopía en el análisis del problema educacional". No cabía duda de que había que seguir trabajando.