Diego Thompson, director de la primera Escuela Normal del Perú
El interés por la formación de docentes se remonta a los tiempos del Protectorado de San Martín. Un decreto ley del 19 de octubre de 1822 creó la Escuela Normal o Central de Lima, inaugurada bajo la dirección de Diego Thompson. Habiendo iniciado sus actividades con doce alumnos, llegó a tener 230, pero fue finalmente clausurada en setiembre de 1824 ya que, al no haber culminado aún las guerras de independencia, era imposible formar en una misma aula a jóvenes que se dividían en realistas y patriotas. Luego de la victoria de Ayacucho, Bolívar emitió un decreto evidentemente inviable que pretendía establecer una Escuela Normal en cada departamento. Una norma de alcances análogos intentó establecer Andrés de Santa Cruz en los años turbulentos de la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839).
En 1855, Ramón Castilla, ya en una etapa de aparente calma política, reabrió la Escuela Normal de Lima. Esta vez su dirección recayó en Francisco Marino Ballesteros, quien reformó los planes de estudio desterrando el antiguo sistema lancasteriano. De esta fecha en adelante la formación de profesores secundarios fue eminentemente práctica y estuvo marcada por la llegada de varias misiones de pedagogos extranjeros (alemanes, belgas y norteamericanos). Paralelamente, cada orden religiosa introducía su propio sistema educativo en los colegios que establecía. El panorama, en consecuencia, resultaba un tanto anárquico. Algunos extranjeros que no contaban con título que los respaldase, abrían escuelas y desarrollaban modelos educativos según un discutible criterio. Por ello en los periódicos de la época las autoridades del gobierno advertían a los padres en cuanto a enviar a sus niños a tal o cual colegio extranjero, ya que su enseñanza desquiciaba el orden moral.
De todas estas misiones extranjeras habría que destacar la alemana, que arribó al Perú en 1871 gracias a los auspicios del entonces presidente Manuel Pardo y Lavalle. Estuvo dirigida por el pedagogo Leopoldo Conzter y llegó a fundar el Instituto de Lima, un moderno colegio donde acudían mayormente los hijos de los miembros del civilismo. Aprovechando la estadía de los alemanes, se pensó organizar un centro de estudios pedagógicos, proyecto que quedó sin llevarse a cabo.
Por su parte, la inquietud del mundo universitario por realizar estudios pedagógicos y formar personal competente para la enseñanza se inicia en 1896, durante la presidencia de Nicolás de Piérola. Su gobierno aprobó la creación de la cátedra de Pedagogía en la Facultad de Letras de San Marcos, la cual fue encargada al profesor Isaac Alzamora. De esta manera, el doctor Alzamora se convertía en el primer catedrático de pedagogía en el Perú. Años más tarde, en 1907, el entonces senador Javier Prado presentó un proyecto ante el Congreso a fin de desarrollar la preparación de los maestros en la aulas universitarias. Ya en 1915, desempeñándose como rector de San Marcos, el mismo Javier Prado profundizó su proyecto al intentar crear en cada una de las facultades de Letras y Ciencias una sección especial destinada a la formación de profesores para los colegios nacionales de la república. Los estudios debían durar cuatro años, con trece cursos para los profesores de letras y catorce para los de ciencias. Las prácticas se habrían de realizar en el Colegio Guadalupe.
Este intento finalmente no logró concretarse. Fue a partir de 1927 que surge la posibilidad de graduarse en el Perú de profesor de segunda enseñanza con la creación de los institutos pedagógicos. Esta transformación de la Escuela Normal en Instituto Pedagógico Nacional de varones constituyó un intento de resolver de manera integral el problema de la formación del profesorado. Se pensó en tres secciones principales: Normal Superior, con cuatro años de estudios para formar profesores de Segunda Enseñanza; Normal de Segundo Grado, para formar maestros de primaria; y Normal Elemental, con tres años de estudio para maestros de las Escuelas Elementales. El Instituto fue cesado en 1932 y reabierto en 1939. A partir de ese momento su vida académica fue muy irregular, sellada por la improvisación y por diversos planes de reorganización, casi todos ellos sin buenos resultados.
El receso del Instituto dio lugar a la creación de la Sección de Pedagogía en la Facultad de Letras de San Marcos, bajo el decanato de Horacio H. Urteaga en 1935. Sus títulos eran equivalentes a los del Instituto Pedagógico. La Universidad Católica, por su parte, también estableció su Sección Superior de Pedagogía en 1936, el núcleo a partir del cual se habría de formar la Facultad de Educación. Paralelamente, se abrieron otras secciones en las universidades de Arequipa, Trujillo y Cusco. Es importante señalar, de otro lado, que el grado de doctor en Pedagogía se establece en el Perú en 1941, durante el gobierno de Manuel Prado. De este modo se elevaba la Sección Pedagógica a formar parte de una Facultad de Letras y Pedagogía.
Poco tiempo después, otro decreto gubernamental creaba la Facultad de Educación en San Marcos, integrada por la Sección Pedagógica de la Facultad de Letras y Pedagogía y por la Sección Superior de los Institutos Pedagógicos de Varones y de Mujeres. Quedaba así desdoblada la Facultad de Letras y Pedagogía en el sistema universitario peruano. Rápidamente, en 1946, se crean facultades de educación en Arequipa y Cuzco. Al año siguiente, en 1947, es fundada la Facultad de Educación de la Universidad Católica.
Es necesario mencionar que el magisterio femenino tuvo, hasta la década de 1940, un desarrollo más homogéneo que el de varones. Fue en 1876, por un decreto del 28 de junio, que el gobierno de Pardo creó la Escuela Normal de Mujeres de Lima, encargándole su dirección a las religiosas del Sagrado Corazón. En 1905, el pedagogo Jorge Polar pensó formar otras escuelas normales para mujeres al interior del país. Se llegó a crear una en Arequipa, bajo la dirección de una educadora belga. Finalmente, en 1928 el gobierno de Leguía concedió la categoría de Instituto Pedagógico Nacional de Mujeres a la Escuela Normal de Lima.