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Hoy hace 60 años: el día que cambió la historia del fútbol

El 4 de mayo de 1949, hace hoy 60 años, cambió la historia del fútbol. No hablamos sólo del calcio, que se hundió en su noche más negra, sino de cualquier fútbol imaginable: ese 4 de mayo, a las 17.03, terminó un relato y comenzó otro. Si el trimotor Fiat que transportaba al mejor equipo del planeta, el Gran Torino, no se hubiera estrellado contra los cimientos de la basílica de Superga, a apenas 20 kilómetros de casa, es muy probable que no hubieran existido ni el maracanazo del Mundial de 1950 ni la posterior hegemonía brasileña. Tal vez Italia habría sido la primera selección tricampeona, con tres títulos consecutivos. Tal vez el Juventus de Turín sería hoy una institución menor, peleando en las divisiones inferiores. Tal vez desconociéramos la palabra catenaccio y el calcio simbolizara el fútbol ofensivo. Tal vez.

El Gran Torino nunca fue llamado Torino a secas. El principal club de Turín (la familia Agnelli no había adquirido aún el Juventus) proponía algo más que un fútbol maravillosamente ofensivo: encarnó, junto a los ciclistas Coppi y Bartali, el fin de la pesadilla del fascismo y la guerra. El presidente, Ferruccio Novo, ex jugador y ex entrenador, empezó a construir una formación legendaria en 1942, en plena guerra, con el fichaje de las dos estrellas del Venecia, Mazzola y Loik. Esa temporada, 1942-1943, ganó el scudetto. El campeonato, sin embargo, no se jugó la temporada siguiente. Italia se sumergió en una terrible mezcla de doble invasión (los aliados por el sur, los nazis por el norte), de guerra civil (fascistas contra partisanos) y de vacío de poder. No hubo competición hasta 1945. Para entonces, el Gran Torino ya era irresistible.

El equipo grana jugaba con una absoluta furia ofensiva. Había sido diseñado por el director técnico Ernst Ebstein, un húngaro de origen judío que, a causa de las leyes raciales, había tenido que trabajar en la clandestinidad y, pese a todo, acabó en un campo de concentración, del que pudo huir de forma casi milagrosa. Ebstein no quería defensas. De hecho, el Gran Torino jugaba con dos centrales muy técnicos, Ballarin y Maroso, y los cinco centrocampistas típicos del sistema inglés, dirigidos por Valentino Mazzola. Su leyenda se hizo sólida en la temporada 1947-1948 con 125 goles en 40 partidos. Hubo uno especialmente asombroso, contra el Roma. El equipo visitante, el Gran Torino, llegó al descanso perdiendo por 1-0. En el vestuario, los granas decidieron dar una lección a los romanos: volvieron al césped y marcaron siete tantos en 20 minutos. Ése era el Gran Torino de las cinco Ligas consecutivas.

Vittorio Pozzo, el seleccionador que ganó para Italia los Mundiales de 1934 y 1938 (con la inestimable ayuda de Mussolini y de los árbitros), había asesorado a Novo y Ebstein en su política de fichajes. Después de la guerra, montar una selección le resultó sencillo: ocho miembros del Gran Torino (Bacigalupo, Ballarin, Castigliano, Loik, Maroso, Mazzola, Menti y Rigamonti) eran titulares indiscutibles; en ocasiones, como en su victoria contra la mítica Hungría, la nazionale azzurra alineaba a diez jugadores granas. Italia se perfilaba como la gran favorita para el Mundial de 1950, en Brasil.

El 3 de mayo de 1949, el Gran Torino viajó a Lisboa para disputar un partido amistoso contra el Benfica. Mazzola, el gran capitán grana, había exigido participar en la despedida de su amigo Francisco Ferreira, capitán del equipo lisboeta y de la selección portuguesa. Tras el encuentro, concluido con victoria del Benfica por 4-3, la expedición embarcó en un avión rumbo a Barcelona. En Italia se habían quedado el presidente Novo, acatarrado, y un chavalín húngaro inmensamente triste porque el Gran Torino, tras varios partidos de prueba, había rechazado su fichaje. El chaval se llamaba Laszlo Kubala. Desde Barcelona, el Gran Torino siguió su viaje hacia Turín. El avión estaba a menos de cinco kilómetros del aeropuerto cuando, entre una espesa niebla, se estrelló contra la basílica de Superga, donde la familia real italiana enterraba a sus difuntos. Los 31 ocupantes del trimotor murieron en el acto.

Los funerales por el mejor equipo que ha visto Italia y uno de los mejores que ha visto el mundo congregaron a un millón de personas en Turín. En ese momento, a falta de cuatro jornadas, el Gran Torino llevaba cuatro puntos de ventaja al Inter. Los demás equipos decidieron alinear a los juveniles, como se vio obligado a hacer el Torino, el resto de la temporada. Ése fue el scudetto póstumo.

Sabemos lo que ocurrió después. Gianni Agnelli, el fundador de la Fiat, había comprado el Juventus en 1947 y aprovechó el inmenso vacío abierto en Superga para crear un equipo campeón. La temporada siguiente, la que había de convertirse en Vecchia Signora ganó el scudetto y empezó a forjar su propia historia. Ya era otro fútbol. El seleccionador Pozzo tuvo que viajar al Mundial de Brasil (en barco) con una alineación de circunstancias y un sistema ultradefensivo, que caracterizó al calcio en las décadas siguientes.

La historia de la tragedia tuvo un hermoso corolario en 1960. Sandrino Mazzola, el hijo de Valentino, que tenía seis años cuando murió el Gran Torino, acababa de fichar por el Inter. Era un chico de 18 años. Y le tocó enfrentarse al Real Madrid, campeón de Europa. Ganó el Madrid. Tras el partido, Puskas se acercó a Mazzola, le dio la mano y le dijo unas palabras: “Yo conocí a tu padre y jugué contra él. Creo que eres digno de ser su hijo”. Mazzola, como es lógico, se echó a llorar.

Adaptado de El País (04/05/09)


Imagen de la tragedia

La histórica alineación del Torino


Los funerales del equipo

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La guerra con España y el combate del Dos de Mayo (4)

La entrada de los vencedores a Lima, según El Comercio:

Día 11.- Este día fue el primero que se dedicó a la celebración de la victoria obtenida en el Callao sobre las naves españolas, se ha festejado con señaladas muestras de alegría y entusiasmo. El comercio permaneció cerrado y los demás establecimientos públicos paralizaron el trabajo. Desde las doce del día principió a concurrir un gentío a la Plaza principal… La Plaza estaba completamente iluminada, alrededor del jardín y de las estatuas se veían numerosas luces de gas, los balcones de Plaacio, los del Cabildo y alguno de los particulares se encontraban profusamente iluminados. En el balcón del Hotel Maury se leía la siguiente inscripción con luces de gas: “Dos de Mayo de 1866. Gloria del Perú”.

Día 12.- La entrada triunfal de los vencedores del Dos de Mayo estaba anunciada para este día, y con este motivo un inmenso gentío invadió desde muy temprano la alameda del callao; Las calle que conducen a este sitio estaban llenas de gentes y todos se apresuraban a hacer una magnífica ovación a los defensores del honor peruano. A la 1 del día e esparció la noticia de que la entrada no tendría lugar y la concurrencia se dirigió a la Plaza de Armas. A las 3 de la tarde comenzaron los acróbatas a hacer varias pruebas de equilibrio y de fuerza en las cuerdas y en trapecios. En la noche se quemaron 4 vistosos castillos de fuegos artificiales. Inútil es decir que el número de asistentes a los fuegos fue crecidísimo, las bandas de música estacionadas en el cabildo tocaron los himnos de las naciones aliadas y otras muchas piezas.

Día 13.- Este fue le día dedicado a la más espléndida ovación que ha presenciado Lima. La población de la capital esperaba a los esforzados vencedores del Callao, para tributarles el homenaje debido al valor y al patriotismo. La entrada triunfal del ejército estaba anunciada para las 2 de al tarde, pero antes del mediodía ya estaban invadidas las calles del tránsito por una crecida multitud que ansiosa esperaba ala comitiva para saludar a los vencedores. Las calles que conducen desde la Portada del callao hasta la Plaza de Armas, estaban adornadas con vistosas cintas blancas y rojas. Las fachadas de todas las casas ostentaban el pabellón nacional y las puertas y balcones estaban cubiertos con elegantes cortinas. En el camino que debía recorrer la comitiva desde la extremidad de la población, hasta la Plaza de Armas, había muchos arcos vistosamente adornados, y en los que se veía inscripciones análogas al caso… por fin a las dos de la tarde llegó la comitiva por la Portada acompañada por un crecido concurso de gentes del pueblo que habían ido a alcanzarla afuera de la población.

EL MONUMENTO AL COMBATE DEL 2 DE MAYO.- Según Basadre, un decreto expedido en el Callao el 3 de mayo dispuso que se erigiese un monumento consagrado a perpetuar la memoria del combate del 2 de mayo. Un concurso, cuyas normas fueron señaladas por el ministro José María Químper, fue convocado en Francia al efecto. En la base debía haber cuatro estatuas de pie o sentadas representando alas cuatro repúblicas aliadas. En la cúspide se colocaría la estatua de Gálvez. En una de los cuerpos se grabarían los nombres de los que murieron en esa fecha y habría dos bajos relieves representando dos episodios del combate. Numa Pompilio Llona fue nombrado comisionado para intervenir en la construcción del monumento. El mármol y el bronce podían ser empleados en él. El Máximo del costo fue fijado en 40 mil soles, fue proyectado por el arquitecto Edmund Guilleume y el escultor León Cugrol, y ejecutado en París. Tuvo este bello monumento algunos cambios de detalle en su diseño y fue inaugurado en Lima durante el gobierno de Manuel Pardo el 28 de julio de 1874. Costó 220 mil francos, el transporte y la colocación no pasaron de 10 mil francos.


Plaza y monumento al 2 de Mayo (Lima)

La Punta y el Combate del 2 de Mayo.-La Punta ayudó, por su ubicación geográfica estratégica, en la victoria. Para los españoles, desembarcar hubiese sido un suicidio. El Combate se libró apuntando hacia el flanco sur, aprovechando la posición de la Fortaleza del Real Felipe y la colocación de torreones en el mismo flanco. Tal estrategia pudo darse porque a la armada española le resultaba imposible bordear La Punta – excepto que lo hubiesen hecho por detrás de las dos inmensas islas que nos protegen, movimiento lento, predecible y difícil, por ende infructuoso -, puesto que el subsuelo entre la península y la ínsula es de poca profundidad – de ahí el por qué de la existencia del Camotal, breve elevación del minúsculo subsuelo, último refugio para los tablistas punteños -, por lo que los barcos encallarían si intentasen surcarlo. Esta característica geográfica permitió que la mayoría de fuerzas se aglomeraran en un solo sector, aparte de una batería que se colocó por precaución en el flanco posterior al del ataque central. El Combate mar-tierra se iniciaba con condiciones favorables para las tropas americanas, en su mayoría peruanas. Además, La Punta fungió como zona de ataque, donde se situaron varios frentes de lucha: En lo que hoy es el Regatas Unión estuvo ubicada la Torre de la Merced, colocándose dos cuerpos giratorios del sistema Armstrong calibre 300. A su vez, la Batería Abtao estuvo emplazada en la zona actual del Malecón Figueredo y Jirón More. La Batería Chacabuco se encontraba entre las dos mencionadas, también en Cantolao. En el otro flanco, apuntando al norte, se ubicaba la Batería Zepita, en el actual Malecón Wiese y Jirón Tnte. Palacios.

Debido a que la Torre de la Merced no había sido terminada, quienes en ella combatieron lo hicieron al descubierto. El entonces Secretario de Guerra, José Gálvez, combatió desde dicha torre. Al segundo disparo de los españoles, a los cincuenta minutos de combate, rompieron los fuegos y desplegaron la bandera peruana, desatándose una explosión que inutilizó la Torre de la Merced y al unísono murieron veintisiete combatientes, entre ellos José Gálvez. Por esta razón, el 2 de mayo de 1945, se inauguró en el mismo lugar un obelisco que perpetúa su importancia histórica, y el 8 de julio se coloca en la Plaza de entrada de La Punta un busto en honor a José Gálvez, motivo por el cual aquélla lleva su nombre.

LA PAZ DEFINITIVA.- Perú y España regresarían a la vía diplomática en 1871 cuando ambos países, por mediación de Estados Unidos, se dieron una tregua. En 1879, se cerrarían los incidentes con la definitiva firma del tratado de paz en París entre los representantes de ambos países, Mariano Goyeneche, por Perú, y el Marques de Molins, Roque de Togores, por España.

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La guerra con España y el combate del Dos de Mayo (3)

CALLAO: EL COMBATE DEL 2 DE MAYO DE 1866.- Ese día, a las once y quince de la mañana, la escuadra española, tendida en una línea en forma de “V”, se acercó desafiante al puerto del Callao. A la derecha, al sur del puerto, estaba la Numancia, seguida por las fragatas Almansa y Resolución. El sector de la izquierda o del norte, estaba formado por las fragatas Villa de Madrid, Berenguela y Blanca. La corbeta Vencedora era el punto de intersección de la pirámide. Los barcos más pequeños se situaron atrás. Era, en conjunto, la escuadra más formidable que había navegado las aguas del Pacífico americano.

La ciudad del Callao lucía embanderada y había sido abandonada por todos aquellos que no eran combatientes. El general Buendía había agrupado varios batallones para impedir un posible desembarco español. Entre el Callao y Bellavista se concentraban los bomberos limeños y chalacos. Cerca de allí, los bomberos italianos, franceses, ingleses y alemanes portaban sus respectivas banderas nacionales:

1. En el sector sur del Callao, se prepararon las defensas desde la torre de “La Merced”, el fuerte de “Santa Rosa” y la batería “Chalaca”, improvisada en 24 horas por una multitud. En la zona de la “mar brava” se erigió la batería “Zepita” para evitar un posible desembarco (en el fuerte Santa Rosa, el ciudadano Lorenzo Rondón desplegó la bandera durante el combate; el 28 de julio de 1866 la Municipalidad de Lima lo premió con 200 soles y a petición del pueblo fue coronado).
2. La línea del norte, al mando del coronel José Joaquín Inclán, estaba formada por el fuerte “Ayacucho”, la batería “Independencia”.
3. En el centro, se hallaban los barcos peruanos Loa, Victoria, Tumbes, Sachaca y Colón, de poca o nula fuerza militar. Las fuerzas peruanas contaban apenas con 45 piezas de artillería contra 245 cañones españoles.

La participación de los extranjeros en el combate fue muy importante porque se unieron, en defensa del territorio peruano, soldados ecuatorianos, chilenos, bolivianos y hasta mexicanos, cuyos intereses también estaban en juego. El Secretario o Ministro de Guerra, José Gálvez, se posicionó en la torre de La Merced para dirigir el combate.

Al mediodía, La Numancia, la mejor embarcación de la época, se puso al frente de las naves españolas y lanzó dos cañonazos que fueron respondidos por “La Merced” y las demás baterías. La Villa de Madrid fue la primera baja española, puesta fuera de combate a las 12:20, con una granada con la que perdieron la vida 13 hombres y que abrió un enorme agujero en la nave. Luego, fueron averiadas la Berenguela y la Blanca.

Después de la explosión, la torre y los alrededores exhibían un terrible cuadro de sangre, ceniza, tierra y retazos de uniformes. Sin embargo, la catástrofe no abatió a los defensores del Callao. La lucha siguió incesantemente y los actos de heroísmo también. Una a una fueron cayendo las naves enemigas afectadas por los más de 200 disparos efectuados desde las torres. Aunque los españoles declararon luego que habían disparado dos mil granadas, ninguna llegó a neutralizar las baterías peruanas.

A las 2 de la tarde la Villa de Madrid abandonó la lucha y fue remolcada por la Vencedora. Poco después, se retiró también la Berenguela que, anegada, comenzó a recostarse sobre su costado a babor. A las 3 de la tarde la Resolución se retiró con serios desperfectos y la Almansa con agua e incendio a bordo. Quedaron la Numancia y la Vencedora, ésta con disparos eventuales. A las 5 de la tarde, la nave capitana de los atacantes dio señal de cesar el combate y ordenó la retirada después de dar vivas a la reina. Los peruanos siguieron disparando hasta que los buques españoles estuvieron fuera del alcance de los cañones de sus baterías. Tuvieron destacada actuación en el combate José Joaquín Inclán, patrono del Arma de Artillería del Ejército, el coronel Leoncio Prado y el Teniente Coronel Pedro Ruiz Gallo.

Según Basadre, las destrucciones materiales en el Callao se redujeron ala pérdida de la torre de “La Merced”, al desmonte de una batería y a algunos daños en edificios y a un corto número de incendios, que pronto fueron extinguidos. La población sufrió muy poco. Con esta gesta, el Perú sellaba definitivamente la independencia de América del Sur. Fue una victoria del pueblo americano y del pueblo peruano en particular. La escuadra española tuvo que retirarse definitivamente del océano Pacífico.

LOS HÉROES

JOSÉ GÁLVEZ Y LOS MÁRTIRES DE LA TORRE DE LA MERCED.- Al parecer, en la torre de “La Merced” imperaba el desorden y la impericia de ciudadanos poco conocedores del arte de la guerra. A las 12:55 pm. una explosión en la torre mató a 27 personas, entre ellas, al Secretario de Guerra, José Gálvez; al ingeniero colombiano Cornelio Borda, jefe de la torre; al coronel graduado Enrique Montes, al capitán de artillería chileno Juan Salcedo; al coronel Toribio Zavala, hermano del ministro de Marina de España. Nunca se supo el origen de la explosión. Se dijo que fue una bomba del enemigo, una bomba de la batería Zepita o una bomba de la misma torre que explotó accidentalmente.

Simbólico carácter tuvieron las muertes del estudiante de medicina Abel Galíndez (murió en la torre de La merced y una calle de Bellavista lleva su nombre) y del alumno del Colegio Naval Militar, Abel Jesús Ordóñez. Este último escapó del colegio por los techos con 14 compañeros más para presentarse en el combate.

La muerte de José Gálvez fue muy lamentada y dio lugar a manifestaciones de sincero dolor. Un día después del combate, las autoridades del gobierno ordenaron el reconocimiento del cadáver que se encontraba en la iglesia de Bellavista. El informe que presentaron los médicos es de enorme valor documental. Expresaba que Gálvez murió sin duda alguna por efectos de la combustión causada por el incendio de una cantidad de pólvora; se señalaba: las manos crispadas del cadáver están puestas hacia adelante, como en actitud de defenderse de un ataque. Nada quedó al azar para los efectos del reconocimiento. Estuvieron presentes amigos y familiares; todos coincidieron en que correspondían al ilustre personaje. Se adoptaron todas estas precauciones a fin de evitar equívocos, teniendo en cuenta que las facciones del occiso estaban medianamente carbonizadas.

El cadáver de Gálvez fue trasladado a Lima en la noche del 6 de mayo, es decir tres días después de su reconocimiento. La capilla ardiente fue preparada en el salón de sesiones del congreso, hacia donde fue llevado el féretro desde la estación de Desamparados. El diario “El Comercio” lo narra así: Arrastraba el duelo el nuevo ministro de guerra, general Bustamante. Las cintas del ataúd fueron tomadas en Bellavista por los generales Echenique, Castillo, Freyre, y Cisneros. Los cuatro secretarios de estado y el general Luis La Puerta los recibieron en la estación del ferrocarril. El cuerpo de bomberos de lima llevó el ataúd en hombros que alumbraba con centenares de hachones encendidos el acongojado semblante de todos los circunstantes. Dos días después se llevó a cabo la inhumación del difunto. Se encuentra enterrado en la cuarta puerta del cementerio General.

Gálvez había sido profesor de Guadalupe y, quizá, el político liberal más importante de su tiempo; fue el padre de la Constitución liberal de 1856. Sin embargo, frente a todo su liberalismo, cuentan que debajo de su uniforme de coronel improvisado, se encontró un cordón franciscano. Una plazuela del Callao lleva su nombre.

LOS BOMBEROS.- El 27 de abril, el almirante Casto Méndez Núñez entregó una nota al cuerpo diplomático en el que anunciaba que en 3 días iniciarían el bombardeo al Callao. Esto exacerbó a la población limeña y los voluntarios se alistaron para repeler el ataque. Dicen que tal fue la cantidad, que hubo que rechazar a muchos de ellos. En este contexto, dadas las noticias del incendio de Valparaíso perpetrado por la escuadra hispana, quedaba claro que ni Lima ni el Callao contaban con suficientes bomberos. Fue así que se empiezan a fundar nuevas compañías de bomberos:

1. La Compagnia Italiana di Bombieri “Roma” n° 1 (15 de abril de 1866)
2. La France n° 2 (20 de abril de 1866)
3. La Bomba Municipal n° 3 (21 de abril de 1866), integrada por dependientes de la Municipalidad de Lima

Estas fuerzas contra incendios se sumaron alas ya existentes en el Callao y formaron la primera línea de defensa y salvataje durante la guerra. Antonio Alarco Espinoza fue uno de los voluntarios de La Municipal n°3 que se encontraba en la Torre de la Merced, según el parte oficial de la Comandancia General de la Batería del Sur, firmado por el coronel Manuel G. de la Cotera, quien se refiere así de la acción de Alarco: Entre los muertos en el mencionado combate, el bombero Antonio Alarco, que tan solo contaba con 25 años de edad, nos merece un especial recuerdo. ¿Cuál fue la verdadera historia de este héroe? Antonio Alarco se alistó junto con otros 39 bomberos voluntarios de la Bomba Municipal n° 3, a solicitud del alcalde, Antonio Salinas, para sofocar los incendios y transportar a los heridos a los hospitales. Un sobreviviente de la tragedia contó, según las crónicas de la época, que durante el combate cayó un sirviente de las piezas de artillería. Fue entonces que se llamó a un reemplazo para poder seguir alimentando los cañones. Presuroso se adelantó el teniente coronel del ejército mexicano, César Zubiría. Pero cuando se alistaba a subir a la fatídica torre donde humeaban los cañones, un joven vestido de camisa roja y gorro azul se adelantó y dijo: ¡Yo soy peruano; a mí nadie me toca!, pero justo cuando Antonio Alarco se disponía a alimentar los cañones, un estrépito se sintió y 27 hombres, incluyendo al ministro de guerra, José Gálvez, perecieron. La madre de Alarco pudo identificar la mano de su hijo por un anillo de oro; fue lo único que pudo reconocerse del heroico bombero voluntario.

Cuentan que en el banquete que organizó el gobierno ese mismo mes para felicitar a los bomberos que habían intervenido valerosamente el 2 de mayo, se invitó a hablar al presidente Mariano I. Prado. Pero él solo dijo estas palabras: Brindo, señores, por los viejos que conquistaron la independencia y por los jóvenes que el 2 de mayo de 1866 supieron consolidarla. Esta paraca actitud no fue muy bien recibida por los asistentes.

EL NIÑO HÉROE.- Relata Basadre: En pleno combate, una bomba enemiga iba a estallar y a hacer muchas muertes y el niño de 7 años Enrique Delhorme se lanzó sobre ella y arrancó la espoleta encendida mientras gritaba “¡Viva el Perú!. Por tal hecho tuvo una pensión del Estado y educación gratuita en el Colegio Militar. Su arma era la de artillería. Con el grado de capitán, acababa de ser promovido a la clase intermedia cuando se batió en la batalla de San Juan contra el invasor chileno el 13 de enero de 1881 y allí murió como un valiente. Era limeño y contaba 22 años.



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La guerra con España y el combate del Dos de Mayo (2)

LOS HECHOS

LA EXPEDICIÓN CIENTÍFICA.- Hacia 1862, Isabel II, reina de España, aprobó el envío de una Expedición Científica a los mares de América Latina. La expedición se puso bajo las órdenes del almirante Luis Hernández Pinzón, descendiente directo de los hermanos Pinzón. A las embarcaciones “científicas” acompañaban tres buques de guerra: las fragatas a vapor gemelas Triunfo y Resolución y la goleta Virgen de Covadonga. Como vemos, además de la investigación científica, uno de los propósitos del viaje era apoyar las demandas de ciudadanos españoles que vivían en el Nuevo Mundo.

En abril de 1863, parte de la flota española llegó al puerto chileno de Valparaíso. Los españoles fueron recibidos cordialmente, a lo que respondieron con pruebas igualmente de amistad. Cuando levantaron anclas y llegaron a Perú, en julio de ese año, comenzaron los problemas pues España no tenía relaciones diplomáticas con Perú. A pesar de esta situación, la expedición fue recibida amistosamente por las autoridades.

Desgraciadamente, el 4 de agosto, y por razones nunca aclaradas, se produjo un altercado en la Hacienda norteña de Talambo entre los inmigrantes de nacionalidad española y los habitantes autóctonos peruanos. Como resultado, un español fue muerto y otros cuatro fueron heridos. Informado sobre los sucesos, Pinzón que estaba camino a San Francisco, California, volvió a Perú con su flota.

EL PRETEXTO: EL INCIDENTE DE TALAMBO.- El 4 de agosto de 1863, un grupo de 40 peruanos armados y pasados de copas atacaran con armas en mano a una colonia de trabajadores vascos en al hacienda de Talambo, en la costa norte. Hubo un trabajador español muerto y cuatro heridos. Se sabe que este incidente comenzó por los reclamos de los grupos vascongados frente a la condición de explotación en la que se encontraban. Hay que recordar que este grupo llegó al Perú gracias a la promoción de inmigración de europeos que el estado impulsaba. Al Perú llegaron en primer lugar chinos y mucha menor proporción europeos a trabajar en las haciendas. Sin embargo las condiciones de explotación (prácticamente los trataban como a los antiguos esclavos negros) llevaron a muchos de estos grupos a abandonar las haciendas para instalarse en las ciudades o regresarse a su país.

El Gobierno peruano cumplió con informar acerca de los acontecimientos a los pocos días de que éstos se produjeron. Más adelante, ordenó a Mariano Moreyra, Cónsul del Perú en España, informar a las autoridades de ese país sobre lo sucedido, que no tenía responsabilidad el Gobierno, pero sí voluntad de resolverlos de manera justa y mantener relaciones pacíficas, ordenándole además entregar copia de toda la documentación Judicial pertinente.


Hacienda Talambo

UN PERSONAJE IMPRUDENTE: EUSEBIO DE SALAZAR Y MAZARREDO.- A pesar de estas gestiones, el incidente de Talambo fue mal recibido por algunos españoles, tanto en la península ibérica como en el Perú. En esos momentos, se hallaba de incógnito en nuestro país el antiguo político peninsular Eusebio de Salazar y Mazarredo, quien guardaba sentimientos hostiles hacia el Perú y había tomado contacto con otros españoles descontentos. Salazar y Mazarredo se entrevistó con Hernández Pinzón en Acapulco a principios de noviembre. Aparentemente, ambos acordaron que la escuadra española ocupara las islas guaneras de Chincha, en respuesta al incidente de Talambo. A continuación, Salazar y Mazarredo partió a Madrid para informar a su Gobierno acerca de los planes de la escuadra española. Hernández de Pinzón, por su parte, se dirigió hacia el Perú. El Almirante español pidió explicaciones e indemnizaciones, pero los peruanos pensaban que se trataba de un asunto interno.

Todos los libros de historia mencionan la funesta actuación de Eusebio Salazar y Mazarredo, enviado del gobierno español ante el Perú que viola las instrucciones recibidas en el sentido de negociar pacíficamente las diferencias. Este pintoresco personaje, dotado de mucha labia, logra convencer al almirante Pinzón para que tomase por la fuerza las Islas Chincha, ricas en guano y por lo tanto importante fuente de ingresos para el Perú. Pinzón, hombre enérgico y poco inclinado a las sutilezas diplomáticas, accede a los deseos de Salazar y Mazarredo, ocupando las islas el 14 de abril de 1864. A partir de ese momento la suerte está echada. Las fuerzas antiespañolas en el Perú, con el apoyo de agentes provocadores chilenos, hostigan al gobierno peruano, induciendo una insurrección en Arequipa que eventualmente asumirá el poder declarando la guerra a España. Salazar y Mazarredo abrigaba el descabellado plan de comprar Gibraltar con el dinero obtenido por la venta del guano de las Islas Chincha. Está por estudiar esta pintoresca figura cuya conducta, irresponsable e inmoral, contribuyó poderosamente a la «mini-guerra» entre España y el Perú.

LA OCUPACIÓN DE LAS ISLAS DE CHINCHA.- Pinzón ocupó las islas Chincha como protesta y luego se retiró a España; en su lugar, vino Manuel Pareja que continuó con las negociaciones. La opinión pública se encontraba indignada ante la pasividad del gobierno peruano que por el temor a un enfrentamiento (el Perú se encontraba en desventaja frente a la escuadra española) prefirió firmar un convenio. El gobierno de José Antonio Pezet firmó el tratado Vivanco-Pareja que, en pocas palabras, resultaba humillante para el país:

1. El Perú debía pagar una cantidad superior a los 2 mil pesos por los gastos ocasionados a la escuadra
2. Aceptar la investigación del comisario regio (funcionario de la corona que tenía injerencia en las colonias)
3. Lo más oneroso: cancelar la deuda que el Perú tenía pendiente con España.
4. La aceptación del saludo con artillería a la bandera española una vez desocupadas las islas guaneras

La indignación no pudo ser mayor. Acusado de traidor, el general Pezet huyó hacia Europa cuando se enteró del levantamiento de Manuel Ignacio Prado en Arequipa. Declarado nulo el tratado Vivanco-Pareja, se formó la Cuádruple Alianza entre Ecuador, Perú, Chile y Bolivia y se declaró la guerra a España. La escuadra española bloqueó las costas chilenas y bombardeó Valparaíso pero la armada conformada por los buques peruano-chilenos la derrotó en el combate de Abtao (febrero-1866). Luego, las fuerzas chilenas capturaron La Covadonga, nave española que luego los chilenos utilizarían en la Guerra del Pacífico. Debido a esto Manuel Pareja se suicidó. Fue reemplazado por Casto Méndez Núñez. En el definitivo combate del Dos de Mayo, librado frente al Callao, murió el ministro de guerra José Gálvez al estallar una bomba en el torreón La Merced del cuartel Real Felipe.


Ocupación de las islas de Chincha

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La guerra con España y el combate del Dos de Mayo (1)

El origen de este absurdo conflicto se encuentra en la guerra de nuestra independencia, que se desarrolló entre 1820 y 1824 y que culminó con la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824 y la posterior Capitulación de Ayacucho. En dicho documento, el Perú reconocía ciertas deudas a España, que posteriormente, en 1864, pretendió hacer efectiva, bajo presión de los tenedores de bonos españoles y peruanos residentes en la península ibérica.

¿OSCUROS INTERESES? En 1863, el gobierno español señalaba que el peruano Manuel del Campo Cortázar y Abarca, conde de San Isidro, había presentado, ante un juez de primera instancia de Lima, un expediente en el que solicitaba la devolución de sus propiedades secuestradas durante las guerras de independencia por apoyar al bando realista. Dicho personaje residía por entonces en España y hacía gestiones ante la corte para exigir la cancelación de la deuda, ya que la ley de consolidación promulgada por Castilla no consideraba dichos casos.

Pero el caso del Conde de San isidro no era el único. Sabemos que los poseedores de los bonos de la deuda con España eran, en su mayoría, peruanos. Es sabido que en el siglo XIX muchos hombres de negocios compraban valores de la deuda peruana para luego presionar al Estado y lograr su “consolidación”; estos papeles subían su cotización cuando el Estado aseguraba que asumiría esos compromisos. Por ello, personajes como José Joaquín de Osma o Manuel Ortiz de Zevallos, por ejemplo, hicieron gestiones a favor de la firma de un tratado porque eran poseedores de dichos bonos.

Osma viajó en 1853 a España, como enviado de Castilla, y negoció un tratado de “paz y amistad” con el ministro español Ángel Calderón de la Barca. Luego, colaboró en la organización de la Sociedad General de Crédito Mobiliario Español, a la cual se le atribuyó especulaciones con los títulos de la deuda peruana; además, entre 1856 y 1864, presidió su consejo administrador. Para estos fines, Osma utilizó la enorme influencia que en la corte de Madrid tenía su esposa Ana Zavala de la Puente y Bravo de Ribero, quien rehabilitó el título de Marquesa de la Puente y Sotomayor que había ostentado su abuelo y le reconocía “grandeza de España”.

Por su parte, Ortiz de Zevallos, ministro de Relaciones Exteriores, abogó por la conveniencia de negociar un tratado con España y presionó para que se le nombrase plenipotenciario en Madrid; se decía que su esposa. Josefa Tagle y Echevarría, cuarta hija del Marqués de torre Tagle, segundo presidente del Perú y muerto en el Real Felipe, tenía bienes que reclamar. Otro caso interesante es el del español Merino Ballesteros, quien tenía reclamaciones pendientes contra el gobierno del Perú. Sus hermanos dirigían un periódico, Eco hispano-americano, que se editaba en París, en el que redactaban artículos en contra del Perú. Merino Ballesteros fue nombrado vice-cónsul de España en el Perú, un error de la diplomacia española, pero en Lima se le negó el nombramiento por ser persona no grata al país.

Fue recién en 1853 que España aceptado formalmente la independencia del Perú que, por su parte, ya había reconocido la deuda pendiente con la corona española por concepto de indemnización por las guerras de independencia. Sin embargo, hacia 1860, las relaciones entre ambos países se enfriaron debido a la política intervencionista que España aún tenía en América Latina. La “Doctrina Monroe” (América para los americanos) ya tenía vigencia en casi toda América, aunque algunos territorios aún eran colonias (Cuba y Puerto Rico y algunas pequeñas islas en el Caribe). Cuando Francia, con apoyo español, invadió México, el gobierno peruano, a través de su cónsul, protestó enérgicamente por la intromisión.

¿SUEÑO MONÁRQUICO? Es importante mencionar que por esos años, tanto en España como en Perú, había personas que deseaban la restauración colonial en América del Sur, o concretamente en el Perú. Una carta de nuestro embajador en Washington, Federico Barreda, dirigida a nuestro Canciller, en 1864, resulta interesante: Se ha encontrado un pretexto aunque malísimo en el Perú, el país más codiciado de América. Los retrógrados españoles creen que el elemento monárquico es grande en nuestro país y que sólo necesita el pequeño apoyo que le preste una fuerza extranjera para apoderarse del gobierno, destruir la República y proclamar a un príncipe.

Lo que sí podemos asegurar es que el Perú no debía reconocer la deuda a España por los gastos de la independencia pues hubiera sido admitir que la guerra había sido injusta. Además, el reconocimiento de la deuda era susceptible a muchas interpretaciones y dudas: podía ser muy gravosa para el Perú por probables falsificaciones o alteraciones de documentos, tal como ocurrió con el pago de la deuda interna.


Texto de la Capitulación de Ayacucho en la que se acordó el pago de la “deuda de la independencia”

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