La Europa medieval (una síntesis)


Cristo-Apolo en el centro del zodíaco, siglo XI
(Biblioteca Nacional de París)

Los intelectuales de la Edad Media dedicaron todo su esfuerzo en comprender a Dios y, a partir de Él, entender al mundo. Este pensamiento teológico comenzó con los Padres de la Iglesia, quienes trazaron los límites de la filosofía cristiana. Entre ellos, destaca la obra de san Agustín, acaso el pensador más influyente de Occidente hasta el siglo XIII.

Durante los primeros años de la Edad Media la vida cultural es modesta. Tuvo un primer “renacimiento” durante la época de Carlomagno gracias a la fundación de varias escuelas catedralicias. Pero, en general, solo algunos monasterios y conventos fueron los que guardaron los libros antiguos donde los monjes se dedicaron a copiarlos y comentarlos.

Un importante papel en el desarrollo posterior de la cultura medieval desempeñan los árabes. Desde la España musulmana se filtra en el resto de Europa la obra de muchos autores clásicos, incluso comentados por filósofos descollantes como Avicena, Averroes y el judío-español Maimónides. Cabe también destacar el aporte árabe en la ciencia y la tecnología: los avances en medicina, en química, en matemática y en sistemas de riego serán muy importantes para el desarrollo del Occidente cristiano.

Por ello, pasado el Año Mil, vuelve a despertar la civilización occidental. Los europeos comienzan a construir catedrales y surgen los estilos románico y gótico. En esta fiebre constructora, los hombres de la Edad Media movieron y esculpieron más piedra que sus antecesores clásicos. De otro lado, a nivel académico, surge la Universidad como centro de enseñanza, con independencia intelectual y con estatutos o reglamentos propios. A partir del siglo XII, decenas de universidades se abren por toda Europa en forma de gremios de maestros y alumnos.

En las universidades terminó por imponerse la escolástica como método de enseñanza. La idea fue tratar de conciliar, desde la perspectiva de la razón, los textos de Aristóteles con las afirmaciones bíblicas. Entre los representantes de la escolástica tenemos a Pedro Abelardo (1079-1142) y sobre todo a Tomás de Aquino (1225-1274), profesor en París, quien estuvo en peligro de ser excomulgado por sus opiniones para ser canonizado después. Pero la escolástica pronto se conviertió en un pensamiento estéril por ser muy teórico, es decir, ajeno a la experiencia real.

De otro lado, si el latín clásico seguía siendo la lengua oficial de las monarquías y del trabajo intelectual (en las universidades se hablaba en latín, por ejemplo), en el habla cotidiana se van formando las lenguas romances, antecedentes de los modernos idiomas nacionales. Incluso surge una literatura en romance, como los “cantares de gesta” o la poesía de los juglares.

Este gran desarrollo de la civilización medieval culmina alrededor del siglo XIII cuando surgen figuras como la del científico inglés Rogerio Bacon, quien exigió la observación y la experimentación para llegar a la verdad, una afirmación clave de la futura ciencia moderna. Pero el escritor más destacado de este período será el italiano Dante Alighieri, cuya obra será un puente entre la edad Media y la posterior cultura del Renacimiento en Italia.

LA PRODUCCIÓN INTELECTUAL.- La civilización medieval es ante todo una civilización cristiana. Es teocéntrica, es decir, coloca a Dios en el centro de su pensamiento. Pero en el seno de este pensamiento se fundieron las tres tradiciones culturales que dieron origen a la visión medieval del mundo: la tradición clásica, la tradición judeocristiana y la tradición germánica.

a. La tradición clásica.- El legado del mundo clásico, es decir, de Grecia y Roma, es la primera fuente de civilización en Europa. Los intelectuales de la Edad Media se sintieron tributarios, por ejemplo, de la filosofía antigua. Los nombres de Sócrates, Platón y Aristóteles eran muy populares en las escuelas y universidades. Si bien no se habían conservado sus obras completas, lo poco que pudo rescatarse de ellos se estudió y se comentó con mucho interés.

Si los filósofos antiguos habían tomado al hombre como medida de todas las cosas y exaltado las posibilidades de la razón para entender el mundo, los intelectuales medievales trataron de “cristianizar” el pensamiento de los antiguos filósofos; es decir, trataron ver cómo el pensamiento antiguo podía servir para entender mejor el mensaje cristiano. De esta forma, llegaron al convencimiento de que todo conocimiento proviene de Dios y la fe es más importante que la razón.

Además, muchos autores romanos se revisaron durante esta época. El poeta Virgilio fue muy conocido, quizás fue el poeta antiguo más popular. También los escritos de Cicerón y las historias de Tito Livio, Tácito y Julio César. Las obras de todos ellos se conservaron casi completas. Si tomamos el caso de los poemas homéricos, por ejemplo, sólo se conocieron algunos fragmentos.

Otro aporte del mundo clásico fue su producción artística. Los antiguos tuvieron la habilidad para construir con materiales nobles (mármol y piedra) y realizar escultura monumental. Por ello, durante la Edad Media, los artistas trataron, al construir monasterios o catedrales, de imitar e incluso superar las proezas arquitectónicas de los griegos y romanos. El arte antiguo no había muerto. Si uno paseaba por Roma, por ejemplo, aún podía disfrutar viendo obras como el Coliseo o el Arco de Constantino. En el resto de Europa habían sobrevivido puentes, acueductos, caminos y una infinidad de templos.

De otro lado, el mundo antiguo seguía viviendo gracias al mantenimiento de dos lenguas, el griego y el latín. El griego se seguía hablando básicamente en la Europa Oriental (Bizancio), mientras el latín reinaba en la parte occidental. Además, para estudiar a los clásicos era imprescindible que todo intelectual supiera estas dos lenguas. En las universidades, por ejemplo, las clases se impartían en latín y los alumnos debían usarlo también en su habla cotidiana. Por último, toda la liturgia en Occidente se celebraba en latín.

b. La tradición judeocristiana.- Como sabemos, la religión cristiana terminó imponiéndose sobre todos los cultos antiguos que convivían dentro del Imperio romano. Pero el cristianismo toma el relevo del judaísmo ya ampliamente difundido por el Mediterráneo. Lo importante es que tanto judíos como cristianos aportan la idea de un Dios único y revelado, y que su conocimiento está contenido en un Libro: la Torá de los judíos y la Biblia de los cristianos.

Ambos libros son considerados intangibles. Los eruditos o comentaristas solo pueden explicarlos o profundizarlos. En el caso de la Biblia, por ejemplo, desde el siglo IV los Padres de la Iglesia hicieron enormes esfuerzos de exégesis e interpretación de las Sagradas Escrituras. Ellos sentaron las bases del pensamiento cristiano. Esa literatura llamada “patrística”, junto con la Biblia, constituyen la base de toda reflexión cristiana.

Fue san Agustín (354-430), obispo de Hipona, el más importante de los Padres de la Iglesia en Europa occidental. Se le considera el pensador más influyente en el desarrollo del pensamiento medieval hasta el siglo XIII. Fue bautizado en 387 por san Ambrosio, obispo de Milán. Durante su vida también se dedicó a combatir las herejías y a construir templos. Entre sus obras más conocidas tenemos La Ciudad de Dios y sus Confesiones.

Agustín parte de la idea de que Dios es el ser supremo y en Él residen las ideas eternas e inmutables que rigen el movimiento y el destino del mundo. Afirma que el mundo terrenal no es homogéneo, es imperfecto y que en él reina el pecado. De esta forma, el cristiano no debe buscar los placeres terrenales sino seguir un camino ascendente hacia el Creador. Sostiene, además, que la Iglesia es en parte la máxima expresión del reino celestial; por eso, la Iglesia terrenal no es más que la preparación para la celestial.

La Edad Media fue quizá la época en que mejor se conoció la Biblia. Personajes como Adán, Moisés, Abrahám, David, Cristo, la Virgen y los apóstoles eran muy familiares para los hombres de aquel tiempo. A ellos les siguieron en popularidad los santos y los mártires del cristianismo. Por ello las “hagiografías” o vidas de santos eran muy leídas por los creyentes. En especial los mártires caídos durante las persecuciones eran vistos como modelos de cristianos.

c. La tradición germánica.- Es el legado de los pueblos “bárbaros” a la Edad Media, y es un aporte difícil de evaluar pues, como sabemos, la cultura de estos pueblos que se desplazaban constantemente era básicamente oral. Sin embargo, podemos detectar algunos aportes como la metalurgia, prácticas ecuestres, armas y métodos de combate. Asimismo, persistieron muchos de sus cultos paganos.

Pero de todos estos aportes son las artes menores, en especial la metalurgia, su influencia más visible. Se trata de un arte muy decorativo, con figuras de animales, plantas y muchas veces abstracto, que pone en relieve el esplendor de los materiales: oro y piedras preciosas o coloreadas. Fueron maestros, por ejemplo, en la fabricación de armas (espadas) y adornos corporales (brazaletes, collarines o aretes).

Cuando los “bárbaros” se cristianizan, su arte es llevado a la decoración de objetos litúrgicos (crucifijos o copas) y a la decoración o “animación” de manuscritos, una de las actividades preferidas por los monjes medievales. Es en el norte de Europa, especialmente en Inglaterra e Irlanda, donde se desarrolla por primera vez este arte típicamente medieval.

Otro elemento germano que se filtra a la cultura medieval es su mitología o diferentes tradiciones populares. En este sentido, el relato de hechos fantásticos y de hazañas de determinados héroes fueron la base, o inspiración, de los futuros relatos épicos de la Edad Media.

LOS APORTES DEL OCCIDENTE MEDIEVAL.- Todos los estudiosos de la Edad Media están de acuerdo en considerar al siglo XI como la época de despegue de la gran expansión de la cultura medieval. De este modo, cuando el cronista Raoul Glaber decía que, pasado el Año Mil, el mundo se sacudió de lo viejo y se vistió de un blanco manto de iglesias, aludía, en primer lugar, a la fiebre de los europeos por construir catedrales; pero también utilizaba una feliz metáfora para decir que una nueva cultura iba a reemplazar una época que llegaba a su fin. Las catedrales, el concepto de “universidad” y las lenguas romances terminarían siendo los máximos aportes del Occidente medieval.

Las catedrales.- Todavía hoy en día los europeos ven a la catedral, junto a los castillos, como símbolos indiscutibles de la Edad Media. Pero si bien los castillos son construcciones militares, la catedral no es un simple edificio, es todo un arte que engloba todas las disciplinas artísticas y el pensamiento medieval. De esta forma, la construcción de iglesias hizo que los europeos retomaran la tradición por la arquitectura monumental, herencia de los clásicos. Pero en este “renacimiento” habría que distinguir dos fases o estilos arquitectónicos: el románico y el gótico.

a. el románico.- es el nombre con el que se conoce el arte producido en Europa occidental entre los siglos XI y XIII. Es el arte del tiempo del feudalismo, del auge del comercio y de las cruzadas. En un principio, las iglesias románicas fueron pequeñas, de una sola nave y con escasa decoración. Luego, durante el apogeo del románico, fueron de grandes dimensiones, con tres o cinco naves, con crucero y deambulatorio. Asimismo, la utilización de contrafuertes y, como elemento más importante, la aparición de la escultura tanto en el interior como en el exterior de los templos. Estas iglesias también fueron decoradas con pintura mural, que adornaba las paredes y ábsides con escenas o personajes bíblicos, y con mosaicos en la pavimentación del suelo. La decoración se completaba con vidrieras que tendrían su máximo apogeo en la época del gótico.

b. el gótico.- aparecido en el norte de Francia, fue extendiéndose poco a poco por toda Europa entre los siglos XIII y XV, aproximadamente. La arquitectura gótica emplea nuevas técnicas constructivas como los arbotantes, las gárgolas, las agujas o chapiteles, las bóvedas de crucería, los arcos ojivales, etc. Este nuevo estilo de bóvedas permitieron un volumen mayor de los templos, proporcionándoles mayor luminosidad y armonía. Quizá las iglesias góticas más importantes son las catedrales de Chartres, París y Amiens (Francia), la de Burgos (España), y las de Friburgo y Colonia (Alemania). Estas iglesias fueron decoradas además con vitrales de gran tamaño. Otra manifestación del gótico fue la escultura empleada principalmente en las fachadas de las catedrales y en los monumentos funerarios. Por último a partir del siglo XIII se difunde la pintura gótica, de clara influencia bizantina, y que se propagará desde Italia al resto de Europa.

La catedral gótica fue una suma arquitectónica en la que los constructores, utilizando nuevos hallazgos técnicos, supieron convertirla en un monumento cada vez más grande, más alto y más iluminado. Intencionalmente estas catedrales hacían que la mirada e imaginación del espectador ascendiera a lo trascendental, a lo sobrenatural.

La Universidad.- Hasta el Año Mil, la actividad intelectual se desarrollaba básicamente en los monasterios. En ellos los monjes intentaban adaptar la cultura antigua a las necesidades del cristianismo. También cabría destacar el esfuerzo de las escuelas catedralicias creadas en los tiempos de Carlomagno; sin embargo, eran muy pocas las que seguían funcionando.

Hacia el siglo X, los monasterios más prestigiosos en lo que se refiere a su labor académica eran Saint-Gall (Suiza) y Reichenau (Alemania). Asimismo, brillaban las escuelas episcopales de Utrecht, Colonia y Reims. En Italia, por ejemplo, estas escuelas mantienen la tradición en el estudio del derecho y del notariado. Incluso algunos papas, como Gregorio VII (1079), alentaban a los obispos en conservar estas escuelas para que se difundan las “artes liberales”. Por ello, su funcionamiento estaba estrechamente controlado por el canciller del obispo.

Pero fue hacia el siglo XII que maestros y estudiantes de algunas ciudades decidieron, para ampliar sus temas de estudio, sacudirse poco a poco de esta tutela episcopal. Es la época de la “querella de los universales”. De esta manera, a partir del siglo XIII, se produce el triunfo de la Universidad donde nace un nuevo método de enseñanza, la escolástica.

Las primera universidad se fundo en Italia en la ciudad de Bolonia (1088); en la misma península se abrieron luego las de Salerno (1173), Vicenza (1204), Arezzo (1215), Padua (1222) y Nápoles (1224). La universidad de París (1150) gozó de gran prestigio, especialmente en sus estudios de teología; otras en Francia fueron las de Toulouse (1229) y Montpellier (1289). En Inglaterra se abrieron las de Oxford (1167) y Cambridge (1229). España fue otro imán universitario con las de Palencia (1208), Valencia (1209), Salamanca (1243), Valladolid (1250) y Sevilla (1254). Lisboa fundó su universidad en 1290.

Las universidades contaron desde un principio con la protección de los papas y de los poderes laicos. Fueron al mismo tiempo federaciones de escuelas y gremios de maestros y estudiantes. Todas se rigieron por reglamentos o estatutos propios. En ellas las llamadas “artes liberales” condujeron al estudio de las disciplinas superiores como la teología, el derecho y la medicina. Cabe resaltar que en casi todas las universidades los alumnos y maestros venían de distintas partes de Europa. El uso del latín como lengua común favorecía este reclutamiento internacional. En París, por ejemplo, enseñaban tanto el italiano Tomás de Aquino como el alemán Alberto el Grande.

Hacia finales de la Edad Media, entre los siglos XIV y XV, la institución universitaria había triunfado por toda la Cristiandad latina: desde Coimbra (Portugal) hasta Praga (República Checa), o desde Cracovia (Polonia) hasta Uppsala (Suecia), Europa era un rosario de universidades. Luego, ya en el siglo XVI con la irrupción de los estados modernos, las monarquías siguieron alentando la fundación de estas instituciones. Como vemos, la Universidad fue uno de los logros más importantes de la historia intelectual de Occidente.

Pero también hacia finales de la Edad Media las universidades fueron experimentando cambios en sus métodos de enseñanza con la aparición de las ideas humanistas. Los nuevos conocimientos van a cuestionar la escolástica, denunciaron su carácter puramente teórico y su imposibilidad de poner la razón al servicio de la fe. Por último muchos también cuestionaron el uso del latín como única lengua culta.

LA ESCOLÁSTICA.- El siglo XIII se convirtió en el siglo de la filosofía escolástica, cuya misión fue tratar de coordinar la revelación divina con el racionalismo de Aristóteles. Cabe mencionar que por esta época llegan a través de Bizancio y del sur de España más textos de Aristóteles; se produce, digamos, un “redescubrimiento” de su pensamiento. Uno de los personajes cumbres de la escolástica fue sin duda santo Tomás de Aquino (1227-1274), que dio nombre y contenido a lo que hoy llamamos la Escuela Tomista. Otra corriente de pensamiento, dentro de la tradición escolástica, fue la obra del sacerdote franciscano san Buenaventura (1221-1274).

Las lenguas nacionales.- Hasta el siglo XII la única lengua escrita fue el latín. Era la lengua culta, utilizada tanto en los textos oficiales como en la enseñanza en los monasterios, escuelas episcopales y universidades. Sin embargo en el habla cotidiana iban surgiendo infinidad dialectos que podríamos agruparlos en grandes familias lingüísticas: lenguas germánicas, escandinavas, eslavas, anglosajonas, ibéricas, itálicas y las de oil y de oc (estas dos últimas en la actual Francia).

Fueron estos dialectos los que sirvieron de base al surgimiento de una literatura oral que terminó siendo escrita a partir de los siglos XII y XIII. De esta manera, apareció la poesía épica, la lírica y el teatro. Ya en el siglo XIII, por ejemplo, estas lenguas llamadas “vulgares” fueron conquistando todo el campo de la literatura y también los documentos no oficiales, digamos cotidianos o de uso corriente.

Los poemas épicos o “cantares de gesta” aparecieron en el siglo XI. Narraban las hazañas de personajes y hechos de armas. Por lo general tenían una base histórica pero eran exagerados o distorsionados por la imaginación popular. Su difusión estuvo a cargo de los juglares que los iban recitando de pueblo en pueblo para informar a la gente sobre hechos ocurridos anteriormente. Entre los más importantes tenemos el Cantar del Cid (España), el Cantar de los Nibelungos (Alemania) y la Canción de Rolando (Francia).

De otro lado, fue también en el siglo XIII en que se fueron imponiendo en ciertas familias lingüísticas un dialecto dominante. Tenemos así el fráncico (Francia), el castellano (España), el toscano (Italia) o el alto alemán (Alemania). De esta manera a finales de la Edad Media aparecen autores cuya obra va a ser escrita en estos dialectos dominantes que pronto se convertirían en lenguas nacionales. En este sentido, las obras de Dante (Italia), Chaucer (Inglaterra) y Villon (Francia), por ejemplo, contribuyeron a perfilar las lenguas de la Europa moderna.

Pero, como vemos, a diferencia del latín o de las catedrales que unificaron Europa, estas lenguas nacionales fueron el vehículo de la división. Pronto las modernas naciones se irían formando en base a esta división lingüística.

LA INFLUENCIA DE DANTE.- Para muchos, Dante Alighieri (1265-1321) es el escritor más destacado de la Edad Media. Si bien su obra contiene una síntesis de la cultura medieval, ya tiene ciertos elementos renacentistas. Aunque Dante no deja de poner a Dios en el centro de sus ideas, empieza a dar al hombre una importancia mayor de la que conceden los escritores de su tiempo.

La Divina Comedia es la obra cumbre de la literatura románica medieval. En ella Dante relata un imaginario viaje suyo a los tres reinos de ultratumba (infierno, purgatorio y paraíso) realizado a sus 35 años (la mitad del camino de la vida, según el propio Dante). El viaje se imagina realizado en una semana, que empieza la noche del jueves santo y acaba el jueves después de Pascua del año 1300, en que por primera vez se celebró el santo jubileo. Lo interesante es que para visitar y contemplar el infierno y el purgatorio al viajero le basta la razón, y por esto va guiado del poeta Virgilio; pero para contemplar el paraíso y la trinidad necesita de la gracia, y por esto va acompañado de su amada Beatriz. La alegoría es muy clara para todo cristiano.

Aparte de su racionalismo y la importancia que le da a l hombre en su obra, Dante escribe en italiano, es decir, en lengua vulgar. Y estos va a tener enormes repercusiones. Aunque el latín sigue siendo la lengua de la Iglesia y de la Universidad, las poblaciones de finales de la Edad media se expresaban en lengua vulgar. En este sentido Dante dio carta de nobleza al italiano.

LA CRISIS DEL SIGLO XIV.- Todo el desarrollo y la fuerza creadora de la civilización medieval empezaron a dar muestras de ciertos desequilibrios en el último tercio del siglo XIII. Y es que durante mucho tiempo se pensó que la crisis del siglo XIV fue producida por una serie de catástrofes (hambres, pestes y guerras) que, al afectar la demografía, provocaron una crisis general en la sociedad, la economía, la mentalidad y las actitudes religiosas.

Hoy los historiadores están de acuerdo en que, entre 1270 y 1280, comenzaron a aparecer los primeros síntomas de las contradicciones del crecimiento medieval. Dicho en otras palabras: si las hambres, las pestes y las guerras tuvieron un efecto apocalíptico fue porque actuaron sobre una sociedad llena de desequilibrios y tensiones.

Estos desequilibrios se notan, por ejemplo, en el mundo rural. Durante el siglo XIII se suspendieron las roturaciones lo que impidió el crecimiento de la producción agrícola. Ello trajo un desajuste demográfico: mientras la población había aumentado significativamente, los alimentos escaseaban. De otro lado, los señores feudales, al ver disminuir sus rentas, gravaban con mayores impuestos a sus campesinos. Como vemos, esto afectaba negativamente una economía ya en decadencia. El llamado “orden feudal” se desmoronaba poco a poco.

Por ello, no es difícil imaginar que el hambre de 1315-1317, las consecuencias de la Gran Peste de 1348-1350 y las continuas guerras en algunos países de Occidente (especialmente en Francia e Inglaterra) acentuaron los problemas y provocaron esa imagen de “gran depresión” al siglo XVI. Estamos hablando de una crisis que afectó las estructuras mismas de una sociedad, tanto en el mundo agrario donde se desataron una serie de revueltas campesinas, como en el urbano con los conflictos entre los gremios y las autoridades municipales.

De otro lado, la crisis también provoca otros efectos. En Occidente se tambalea el poder del papado y, en Oriente, el Imperio bizantino llega a su fin. Pero surgen otros poderes: en el seno de las ciudades se fortalece el poder económico de algunas familias y bajo la autoridad del Príncipe, preludio del Estado moderno, se ve el alba de un “renacimiento”.

Por ello, hacia 1450, es decir, ya bien entrado el siglo XV empiezan a aparecer los síntomas de la recuperación de Occidente. Recordemos por ejemplo que las grandes expediciones marítimas de los españoles y portugueses, que se desarrollaron a finales del siglo XV, no hubieran sido posibles en medio de una sociedad estancada o en crisis. Esta fuerza expansiva se enlazará con la del siglo XVI dando origen a la Edad Moderna.

LA PESTE Y LA GUERRA.- Dos fueron los sucesos que remecieron a la Cristiandad occidental durante el trágico siglo XIV: la Peste Negra y los conflictos bélicos, el más importante la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra. Ambas significaron muerte y destrucción. Campos devastados, millones de muertos y ciudades arruinadas fueron el saldo de una época en que muchos europeos se imaginaron el fin del mundo o la venida del Apocalipsis.

La Peste Negra.- Entre los años 1347 y 1352 todo el continente europeo se vio afectado por la llamada Gran Peste o la Peste Negra. Todos los historiadores coinciden en que fue la mayor catástrofe de la Edad Media. Procedente del Asia, fue introducida por los marineros genoveses. Cuentan que estos comerciantes fueron asediados en Caffa (Crimea) por los tártaros quienes iniciaron una verdadera guerra bacteriológica al arrojar cadáveres infectados en las murallas de la ciudad. De esta manera, ya contagiados, los barcos genoveses introdujeron la peste primero en Constantinopla y luego en Italia, por Sicilia y la Toscana. La población europea estaba mal preparada para esta nueva forma de enfermedad, y pronto alcanzó el conjunto del continente, incluidas Inglaterra, Alemania y Escandinavia.

Cuatro o cinco años duró el drama. Azotó ciudades y vastas regiones y, muy pronto, venció a los hombres enfermos. Además, hacia 1348, la peste alcanzó una nueva forma: la infección pulmonar, que evoluciona más rápidamente y se contagia con mayor celeridad a través del aire. Por ello, vemos en tan poco tiempo el avance del contagio y el elevado número de víctimas. De otro lado la medicina, muy poco desarrollada en este campo, era incapaz de combatirla. El único “remedio” era aislar las casas infectadas y huir de las ciudades. Se estima que con este flagelo alrededor de la cuarta parte de la población desapareció.

Muchos interpretaron la enfermedad como un castigo de Dios. Por ello, la desesperación y el impacto psicológico despertó en las gentes un misticismo exacerbado, incluso a algunos los llevó a retomar prácticas supersticiosas o mágicas que ya se creían olvidadas. Fue la época de las grandes procesiones expiatorias como la de los flagelantes. Los flagelantes fueron un grupo muy numeroso de penitentes que, en Alemania, recorrían los caminos y entraban en las ciudades atrayendo multitudes a sus extrañas celebraciones: realizaban mortificaciones colectivas, cantos, danzas y prácticas de éxtasis místicos. Pero estos flagelantes ocasionaron otros efectos sociales. Crearon desórdenes al culpar de la tragedia a los extranjeros y a los no cristianos. Por ello, en muchos lugares, los exaltados persiguieron a los judíos acusándolos de haber contaminado los pozos de agua.

Pero hablando desde nuestra perspectiva, la peste ¿era el precio que debían pagar los europeos por un crecimiento que ya había alcanzado sus límites técnicos y alimenticios? Lo cierto es que entre las consecuencias de esta crisis a nivel demográfico podríamos decir:

1. La Gran Peste frenó, casi por un siglo, el crecimiento demográfico.
2. Entre los años 1360 y 1420 la contracción demográfica frenó el desarrollo económico al no existir suficiente mano de obra.
3. El proceso de recuperación, tanto demográfico como económico, fue muy variable en función de los países. En Italia y España se inició primero, antes de 1450. En Inglaterra hacia 1470 ya podríamos hablar de cierta prosperidad. En Francia, en cambio, la depresión fue más duradera.

La guerra.- Como si la peste no hubiera sido suficiente, fueron varios los conflictos bélicos que agravaron la situación de la población europea durante los siglos XIV y XV:

1. Tenemos el conflicto anglo-francés, conocido como la Guerra de los Cien Años, por el control del noroeste de Europa.
2. Las guerras italo-aragonesas por el dominio del Mediterráneo occidental.
3. Las guerras de las ciudades “hanseáticas” del Mar del Norte y los reinos escandinavos por el control del Báltico.
4. La reacción de los pueblos eslavos contra el expansionismo germánico, simbolizada por la victoria del rey polaco Ladislao III en Tannenberg. Recordemos que el siglo XV es la época en que polacos y lituanos luchan por unificar políticamente al mundo eslavo.
5. También tenemos luchas internas en los diferentes reinos europeos. Entre estas “guerras civiles” de diversa índole tenemos la lucha entre los armagnacs y los borgoñeses en Francia; la Guerra de las dos Rosas en Inglaterra; los innumerables enfrentamientos entre las ciudades italianas; y las luchas entre los reinos ibéricos.
6. También tenemos las diferentes expediciones “multinacionales” para detener el avance turco en el Mediterráneo. Estas nuevas “cruzadas” terminaron fracasando cuando en 1453 los turcos capturaron la ciudad de Constantinopla aniquilando el Imperio Bizantino.
7. Una última guerra, esta vez de carácter religioso, llevaban a cabo los cristianos españoles para acabar con el Islam en la Península. La toma de Granada, último reducto árabe, recién fue completada por los Reyes Católicos hacia 1492.

LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS.- Los conflictos entre los reinos de Francia e Inglaterra eran muy antiguos, aunque el detonante fue el acceso al trono francés, al que aspiraban Felipe de Valois y Eduardo III (rey de Inglaterra). De esta manera se desencadenó el conflicto que duraría entre 1337 y 1453, con diversas treguas y tratados. La guerra demostró la superioridad militar de los ingleses. Mientras los franceses seguían combatiendo como en la época feudal, es decir, con caballeros que atacaban al enemigo a la carga, los ingleses reclutaban numerosos mercenarios a sueldo y campesinos libres armados con grandes arcos.

La ocupación inglesa desató la división entre los franceses. Incluso algunas familias nobles, como los borgoñones, apoyaban la aspiración de los ingleses por ocupar el trono francés. Fue en este ambiente caótico que el rechazo hacia el invasor despertó el sentimiento popular en las zonas rurales. De esta forma surge la figura casi mítica Juana de Arco, quien comandó esta primera toma de conciencia nacional de los franceses. Finalmente los franceses liberan Orleans, plaza fuerte de los ingleses y los borgoñones, y consigue la coronación del rey Carlos VII en Reims. Poco después los ingleses serían expulsados poco a poco del territorio francés. Sin embargo, Juana de Arco, acusada de brujería, sería quemada en la ciudad de Ruán.

La caída de Bizancio.- Durante el siglo XIV, Bizancio estuvo sumida en una serie de conflictos internos. De otro lado, tenía que contener el avance de los turcos otomanos que ya habían ocupado algunos territorios como Tracia y Macedonia. A estas alturas el Imperio ya no tenía fuerzas para defenderse. Había perdido muchos territorios y su extensión se reducía, prácticamente, la ciudad de Constantinopla y sus alrededores.

Pero a Occidente le interesaba la suerte de Bizancio pues la penetración turca amenazaba el control del Mediterráneo. De esta manera, se organizaron numerosas expediciones para salvar el antiguo Imperio romano de Oriente. Todas ellas fracasaron. El último intento terminó con el desastre de Nicópolis (1396). A partir de ese momento la el fin de Bizancio parecía inminente. Un respiro para Occidente fue el enfrentamiento entre turcos y los mongoles de Tamerlán cerca de Ankara que terminó con la victoria de estos últimos. Los turcos se replegaron por casi 20 años.

Pero con el acceso de Mehmed II “el Conquistador” al sultanato turco renacieron los sueños islámicos por conquistar Bizancio. Inútil fue la resistencia del último emperador bizantino Constantino XI, a pesar de la ayuda veneciana y genovesa. La ciudad cae el 29 de mayo de 1453. Ahora Constantinopla dejaba de ser la ciudad guardada por Dios. En cierta forma, también, el Imperio romano dejaba de existir. Mehmed II manda transformar inmediatamente la famosa catedral de Santa Sofía en mezquita. Ahora el poder de los turcos otomanos se extiende por ambas orillas del Bósforo.

LA CIVILIZACIÓN ISLÁMICA.- Los musulmanes tuvieron el mérito de utilizar los diversos legados de los antiguos imperios y las tradiciones de cada región que conquistaban, pero siempre interpretándolas desde su propia fe y su particular sensibilidad. En este sentido, las ciudades de Damasco y Bagdad en Oriente, y la de Córdova en Occidente, fueron los principales focos de esta original civilización cultura.

Los filósofos árabes, por ejemplo, se inspiraron en las obras de Aristóteles y de algunos pensadores neoplatónicos. En las ciudades de Oriente, además, se estudiaron los tratados griegos sobre ciencias naturales, astronomía, medicina y matemáticas: en la academia de Jundishapur (hoy Irán) se impartían las enseñanzas de los médicos de la época clásica. De otro lado, siguiendo la tradición de los reyes persas, se instalaron observatorios astronómicos en Bagdad; asimismo en la India los musulmanes aprendieron la utilización del cero y un sistema de numeración más simple que es el que hoy utilizamos.

Avicena (980-1037), el más famoso de los intelectuales árabes, fue quien mejor estuvo ligado al pensamiento de los clásicos. Él “príncipe de los filósofos” tuvo un espíritu universal humanístico: se preocupó por todas las ciencias, incluso fue médico de renombre. Se sentía heredero directo de Aristóteles y en su razonamiento estuvo liberado de cualquier ortodoxia religiosa. En su labor intelectual destaca la observación directa del mundo, el razonamiento lógico y la experimentación.

Dentro de esta constelación de sabios también podríamos mencionar a Al Juarizmi (780-850), inventor del álgebra; al físico Alhazen (965-1039) quien formuló leyes de óptica, mucho antes que Roger Bacon, y la ley de la inercia; Geber estudió la destilación y definió el alcohol y el ácido sulfúrico hacia el año 800; por último el médico persa Rhazes (860-925) alentó la creación de hospitales y realizó importantes estudios de farmacia mucho antes que en Europa.

La lengua y la literatura árabes.- Ya fuera del norte de África, de Andalucía o de Irán el musulmán rezaba en la misma lengua: el árabe. Los intelectuales usaban también esta lengua común, lo mismo los comerciantes. En síntesis, la unidad de la civilización musulmana se afirmó por el uso generalizado del árabe como lengua oficial, impuesta en toda la administración a partir del año 700.

Los árabes no son autores de una literatura nacional. Como pueblo nómade, su raza y su lengua se extendieron por muchas zonas del mundo; por ello su lengua dio lugar a una literatura internacional clásica, independiente de los dialectos que encontraron al expandirse. En este sentido el Corán dio jerarquía internacional y literaria a la lengua árabe y ejerció una poderosa influencia a la posteridad. Desde entonces los árabes no pudieron escribir sin pensar en el Corán.

La arquitectura árabe.- Los árabes fueron grandes constructores de monumentos. Fue el campo de la arquitectura donde más destacaron. Por donde se expandieron levantaron templos, llamados mezquitas, y palacios. Se trata de una arquitectura original pues combinaron los estilos bizantino, helenístico y persa.

Los árabes tuvieron obsesión por la decoración. Convirtieron a sus edificios en un goce estético integral. De allí el valor de los detalles, de los elementos accesorios, que de secundarios pasaron a ser fundamentales, algo que jamás había sucedido hasta entonces. Las paredes y los techos se cubrieron de filigranas, las columnas se adelgazan y los arcos de herradura hacen más espacioso el conjunto.

a. la mezquita.- Se trata de un templo generalmente de planta rectangular. En el interior se encuentra el mihrab u oratorio, un recinto orientado hacia La Meca. Ante el mihrab se sitúa el oficiante o imán, que no lleva atuendo sacerdotal alguno, y detrás de él, los fieles ordenados en filas regulares. Los fieles, siempre descalzos, se sientan sobre esteras que cubren el piso. Como no se admite el ingreso a las mujeres en el mismo lugar que los hombres, sobre la entrada hay algunas tribunas con celosías a las que suelen acudir algunas mujeres, ya que la mayoría hacen sus oraciones en sus hogares.

La primera de la que se tiene noticia es la de Medina, fundada por el propio Mahoma, en donde reposan los restos del profeta y hoy centro de peregrinación de los musulmanes. Sin embargo para los occidentales la más conocida es la de Córdova. Convertida hoy en catedral, con sus columnas airosas y sus arcos esbeltos, es uno de los monumentos más famosos de España. Famosas son también las de Omar (Jerusalén), Amrú (El Cairo), Ajmer (India), Ahmed (Constantinopla) y la de damasco (Siria).

b. los palacios.- Como la arquitectura árabe fue predominantemente religiosa, hasta los palacios de los monarcas parecen construidos con la aspiración al sentido reverencial que presupone la divinidad. En ellos también no hay un centímetro cuadrado de la construcción que no esté decorada. Además tienen el complemento de las ventanas con celosías, los patios con azulejos, los jardines, los juegos de aguas, en fin toda una serie de accesorios que buscaban un estilo de vida lo más parecido al paraíso celestial. El Alcázar de Sevilla y el Alhambra de Granada son muestras mayúsculas de esta arquitectura no religiosa.

Los árabes en Occidente: la España musulmana.- Desde Lisboa hasta la actual Andalucía, los reyes fueron poetas o protegían a los escritores. Las bibliotecas, de otro lado, ejercían enorme influencia. La labor intelectual era muy estimada y tanto los médicos como los filósofos eran considerados por su importancia para la vida del cuerpo y del espíritu.

La ciudad de Córdova se convirtió en la capital política de la España musulmana. Era una gran metrópoli que maravillaba a los viajeros latinos y griegos que con frecuencia la comparaban a Constantinopla. Se decía que hacia el siglo IX contaba con 500 mil habitantes, más de 80 mil casas, unas 3 mil mezquitas y 300 baños públicos. La labor intelectual era impresionante. Los califas compraban numerosos manuscritos griegos que los hacían traducir al árabe: se calcula, por ejemplo, que su biblioteca contaba con más de 40 mil obras y que sólo el catálogo ocupaba 44 volúmenes. Campos de trigo y olivares circundaban esta espléndida ciudad levantada sobre la margen derecha del Guadalquivir.

En Sevilla, por ejemplo, el rey Almotamid era muy amigo del notable geógrafo El Becrí, autor de un trabajo titulado Los caminos y las provincias. Muy amigo y colaborador del rey Abderramán V fue el filósofo naoplatónico Abén Hazan (siglo XI), autor de la Historia crítica de las religiones, una obra filosófica y literaria sin par en su tiempo; también escribió un interesante libro sobre el carácter de la España musulmana titulado Los caracteres y la conducta. Pero también hay que destacar la presencia de intelectuales como Avempace, uno de los pioneros en los estudios aristotélicos, y Averroes quien trató de armonizar la ciencia con la religión al comentar diversos textos de filosofía clásica.

Lo cierto es que durante gran parte de la Edad Media la Península Ibérica fue, con ventaja, el foco cultural más importante de Europa. Los mismos autores árabes hablaban de España como de una joya, la tierra más privilegiada de todo el Islam. Desde allí se transmitieron muchos conocimientos al resto del continente. Y esto gracias al aporte de las tres culturas que convivían en ese territorio: árabes, judíos y cristianos.

Desde este crisol cultural que fue España fueron filtrándose, antes de las cruzadas, una serie de conocimientos hacia la Europa cristiana. La filosofía escolástica, el arte románico, la escuela de medicina de Montpellier, la poesía lírica de los trovadores y la misma obra de Dante se vieron influenciadas por la España mora.

En otro orden de cosas los árabes continuaron la obra que los romanos habían dejado en España. Mejoraron, por ejemplo, los sistemas de regadío que permitieron una prosperidad agrícola. También introdujeron frutos del África y Persia (arroz, caña de azúcar, palmeras) y prácticas hortícolas hasta entonces desconocidas (las huertas). Asimismo durante mucho tiempo consumieron igual cantidad de vino que los cristianos o judíos.

Como vemos por último, a diferencia de lo que sucedía en el resto de Europa hasta el siglo XI, la vida urbana en España no se estancó: brilló con más intensidad que en la época romana. Los monumentos que se conservan en la actualidad como la Giralda de Sevilla, el Alhambra de Granada y la Mezquita de Córdova, por ejemplo, permiten imaginarnos lo espléndidas que fueron estas ciudades. Ciudades además que bullían de artesanos trabajando los metales, el cuero, la cerámica los tejidos de lana y los muebles; esto sin mencionar la gran cantidad de comerciantes organizados en gremios y controlados por las municipalidades.

VOCABULARIO

ábside.- semicúpula situada en la cabecera de la nave central de un templo.
arbotante.- pilar que termina en forma de medio arco y sirve para sostener un muro o bóvedas. También es llamado botarel.
arco ojival.- arco que tiene forma de ojiva, es decir, figura compuesta de dos arcos de círculo de igual radio y magnitud, que se cortan volviendo a la concavidad el uno al otro.
artes liberales.- en todas las escuelas catedralicias o episcopales los alumnos estaban obligados a estudiar siete disciplinas: gramática, retórica, dialéctica, música, geometría, aritmética y astronomía.
azulejo.- ladrillo pequeño, vidriado y de varios colores.
celosía.- enrejado de listones de madera o de hierro que suele ponerse en las ventanas. Los árabes utilizaban este recurso para filtrar la luz del Sol y cubrir a sus mujeres.
contrafuertes.- refuerzos salientes en un muro.
crucero.- nave transversal que en un templo de planta de cruz latina corresponde al brazo menor. También se le llama así a la zona de intersección entre dicha nave transversal y la nave principal o brazo mayor. También se le denomina transepto.
chapitel.- remate de las torres en figura piramidal
deambulatorio.- nave semicircular formada por la prolongación de las naves laterales de un templo y que corre por detrás del altar mayor; también se le llama girola.
escuela catedralicia.- escuelas de enseñanza que funcionaban en las iglesias o conventos de la Edad Media.
exégesis.- explicación o interpretación de los libros de las Sagradas Escrituras.
filigrana.- decoración primorosa, pulida y delicada hecha de hilos de oro o de plata, o con madera o mármol.
gárgola.- escultura de remate de la canalización del tejado. Presenta generalmente la forma de figuras fantásticas.
hagiografía.- género que narra la historia de la vida de los santos.
intangible.- que no puede ser alterado su contenido.
Padres de la Iglesia.- intelectuales cristianos distinguidos por cuatro criterios: ortodoxia en su pensamiento, santidad de vida, aprobación de la Iglesia y antigüedad, es decir, que vivieron durante los primeros siglos de la Iglesia (hasta el siglo VII en Occidente y hasta el VIII en Oriente). Se dividen en Padres griegos y Padres latinos. El conjunto de sus obras forma la patrología.
patrística.- corriente de pensamiento, formulada por los Padres de la Iglesia, que sentó las bases del pensamiento cristiano.
querella de los universales.- “universales” es un término medieval que alude a las ideas generales o nociones que pueden aplicarse a una multitud de seres o de cosas semejantes (hombre o árbol, por ejemplo). La discusión por los universales desencadenó una gran disputa. Para los filósofos “realistas” (como santo Tomás de Aquino) los universales eran realidades; para los “nominalistas” (como Abelardo) no eran más que palabras, es decir, nombres.

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