Archivo por meses: marzo 2009

Sobre magnicidios en la historia del Perú

Se considerada magnicidio al asesinato cometido contra la persona que ostenta la máxima representación del Estado. Según la constitución o las leyes de los estados, puede ser un emperador, un papa, un rey, un heredero a la corona, un presidente, un primer ministro, un canciller, etc. Históricamente, es el delito más agravado en los códigos penales y, por lo general, la presión de la opinión pública exige la muerte del culpable o de los culpables del homicidio.

Por extensión, el término magnicidio también se ha aplicado al homicidio de algún líder político, religioso o empresarial, o simplemente de alguna personalidad que ejerce una enorme influencia nacional o internacional. Hay que añadir que, en la memoria histórica, no es lo mismo el asesinato de una personalidad de grandes cualidades personales o intelectuales que el de un dictador impopular; por ejemplo, el asesinato de Kennedy frente al linchamiento de tiranos como Mussolini o de Caucescu.

En la Historia Universal, desde la Antigüedad, tenemos magnicidios famosos; tal es el caso de los asesinatos de Filipo de Macedonia, padre de Alejandro Magno, y de Julio César, muerto en el senado de Roma a manos de Marco Bruto y Casio Longino. Para los nostálgicos de las monarquías, la ejecución de Luis XVI (y de su esposa, María Antonieta), por ejemplo, en plena Revolución Francesa, puede significar un feroz magnicidio. En tiempos más contemporáneos, en el siglo XIX, el asesinato del presidente Abraham Lincoln, conmocionó al pueblo norteamericano.

A principios del siglo XX, Europa recuerda el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austro-húngaro, episodio lamentable que hizo estallar la Primera Guerra Mundial. En la misma línea, podríamos citar el fusilamiento del zar Nicolás II y su familia por los bolcheviques durante la Revolución Rusa. Lamentablemente, el “civilizado” siglo XX siguió cobrando más víctimas que el mundo no ha logrado comprender: el mahatma Gandhi, John F. Kennedy, Martin Luther King y Yitzjak Rabin, solo por citar los más comentados. Hace poco tiempo, en pleno siglo XXI, vimos consternados el asesinato de la líder pakistaní Benazir Bhutto. No debemos olvidar, por último, la gran impresión que provocó en todo el planeta el intento de asesinato a Juan Pablo II en la plaza de San Pedro de Roma por un terrorista turco.

MAGNICIDIOS EN LA HISTORIA DEL PERÚ.- Si bien el término “magnicidio” no existía en la mente de los pobladores andinos, la muerte del inca Atahualpa, en la plaza de Cajamarca, dictada por los conquistadores en 1533, marcó profundamente a los antiguos pobladores del Perú, ya que fue el inicio del fin de su mundo: de sus instituciones políticas, de sus creencias, de sus dioses, en fin, de toda su cosmovisión. Similar impacto causó la ejecución de Túpac Amaru I, último inca de Vilcabamba, en la plaza del Cuzco, por orden del virrey Francisco de Toledo en 1572. Cuentan que su cuerpo fue desmembrado y cada parte enterrada en los cuatro lados que conformaron el Tawantinsuyo, y su cabeza quedó sepultada en el Cuzco. Según el mito, esta cabeza está viva y se está regenerando en secreto el cuerpo del Inca. Cuando se reconstituya el cuerpo de Inkarri, éste volverá, derrotará a los españoles y restaurará el Tawantinsuyo y el orden del mundo quebrado por la invasión europea. Siguiendo con la tradición andina, tenemos, por último, la dramática ejecución de José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, líder de la “gran rebelión” del siglo XVIII, por órdenes del visitador Areche, en la misma plaza del Cuzco en 1781. Los detalles de su ejecución, junto a la de su esposa, Micaela Bastidas, son muy conocidos.

Del lado “español” de nuestra historia colonial, no podemos omitir el trágico asesinato del conquistador Francisco Pizarro, fundador de Lima, en el primitivo Palacio de Gobierno, en manos de los almagristas en 1541; según el contexto de la época, Pizarro era la máxima autoridad del Estado, pues ejercía el cargo de de Gobernador de Nueva Castilla, como se conocía el Perú por aquellos tiempos. Pocos años más tarde, en 1544, ocurrió otro magnicidio. Los encomenderos, liderados por Gonzalo Pizarro, asesinaron al primer virrey del Perú, Blasco Núñez de Vela, en la batalla de Iñaquito. El primer representante del Rey en nuestras tierras había llegado a hacer cumplir las Leyes Nuevas que limitaban fuertemente el poder de los encomenderos. Estos se sublevaron y, con el asesinato del Virrey, desafiaron abiertamente el poder de la Corona. Tuvieron que pasar varios años para que el Perú se pacificara y se asiente el gobierno dictado desde la Península con sus respectivos funcionarios.

Ya en los tiempos republicanos, en la primera mitad del XIX, ocurrió un hecho que aún provoca polémica entre los historiadores: la muerte del presidente Agustín Gamarra, en la batalla de Ingavi, en 1841. Los datos “objetivos” nos dicen que el presidente en ejercicio –Gamarra- tomó al ejército peruano e invadió Bolivia para reanexarla a nuestro país; murió en plena batalla. ¿Dónde está la polémica? Hay versiones que dicen que fue un grupo de soldados peruanos que aprovecharon el desorden de la batalla para eliminar al caudillo, muy enfrentado por muchos sectores de la opinión pública; incluso, cuando se hizo un examen en los agujeros de bala del uniforme de Gamarra éstos pertenecerían a municiones de los fusiles del ejército peruano. ¿Fue magnicidio o no? La polémica está servida (el famoso uniforme de Gamarra está en el Museo de Oro de Monterrico, sección armas). A partir de mañana, comentaremos tres magnicidios de nuestra historia republicana: los asesinatos de José Balta, Manuel Pardo y Luis M. Sánchez Cerro.


Ejecución de Túpac Amaru I, según el cronista indio Felipe Guamán Poma de Ayala

Representación de la muerte de Gamarra en Ingavi

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Increíble: se derrumbó el archivo histórico de Colonia (Alemania)

El edificio de varios pisos que contenía miles de archivos históricos de la ciudad alemana de Colonia se ha derrumbado este martes, incidente que ha dejado al menos un herido y otros nueve desaparecidos. Los bomberos están buscando entre las ruinas de una casa vecina al archivo, con la esperanza de rescatar a una pareja que probablemente está atrapada en ese lugar, según las autoridades.

Los empleados y los visitantes del edificio han podido salir a tiempo antes de que el edificio, construido en la década de los setenta, se viniera abajo completamente. La prensa alemana dice que una posible causa del desplome es la construcción de una línea de metro por la zona, aunque las autoridades no han confirmado esa versión.

El edificio era uno de los archivos más grandes en su tipo en Alemania. Entre sus 65.000 documentos existían algunos que databan de hace más de 1.000 años, y también contaba con 104.000 mapas y planos, 50.000 carteles y cerca de medio millón de fotos sobre la vida de la ciudad de Colonia. Además, albergaba 780 legados y colecciones, entre ellos el de Heinrich Böll, que había sido comprado por la ciudad de Colonia a la familia del escritor el mes pasado. El legado de Böll consta de 6.400 manuscritos, además de cartas y documentos.

Empleados del archivo declararon a los medios de comunicación alemanes que lo perdido en el derrumbe puede ser incluso más valioso que lo que se perdió en el incendio de la biblioteca Anna Amalia de Weimar. “Estamos hablando de 18 kilómetros de estanterías que contenían documentos del más alto valor a nivel europeo”, dijo Eberhard Illner, un hombre que durante muchos años trabajó en el archivo, a la emisora Deutschland Radio.

Fuente: El País de España


Así quedó el archivo histórico de Colonia

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Historiador Eric Hobsbawm frente al espionaje británico

El mundo ha reconocido en él a uno de los más importantes historiadores del último siglo, su vasta obra de investigación es una referencia obligada y su biografía de riguroso intelectual marxista le mereció en su día el muy restringido honor real de Compañero de Honor por sus “servicios a la nación”. Las credenciales que exhibe Eric Hobsbawm a sus 91 años no parecen sin embargo impresionar a los servicios de espionaje británicos, cuya rama doméstica (MI5) se empecina en denegarle el acceso a su propio expediente, amparándose en nebulosas razones de seguridad nacional.

El nonagenario historiador ha solicitado esos documentos para corregir posibles errores en su autobiografía, cuya primera edición fue publicada en 2002. En ella se recoge su filiación al hoy difunto Partido Comunista británico desde 1936, o sus años de universitario izquierdista en el campus de Cambridge, donde entró en contacto con aquella cantera de espías encabezada por Anthony Blunt. Pero “hasta donde alcanza mi conocimiento, nunca he estado implicado en ningún asunto que concierna a la seguridad del país”, aduce sorprendido por el veto. El caso Hobsbawm sí se ha convertido en un asunto de interés nacional.

El laborista lord Lipsey, miembro vitalicio de la Cámara alta, utilizaba ese foro la semana pasada para reclamar al Gobierno que resuelva el absurdo. Antiguo consejero especial del primer ministro James Callaghan, durante los años setenta, Lipsey pudo “comprobar cómo los servicios de espionaje estaba ansiosos por recabar información sobre los comunistas -entonces un partido que no representaba una amenaza para nadie- mientras obviaban a las sectas trotskistas que sí encarnaban una amenaza potencial para la seguridad nacional”. El lord laborista concluye que el MI5 quiere en realidad “evitar exponer su propia ineptitud”.

La actual legislación británica sobre protección de datos permite al ciudadano solicitar el acceso a los archivos secretos sobre su persona, pero también ampara a la agencia de seguridad para denegarlos por diversos motivos, entre ellos si considera que la seguridad nacional puede verse lesionada. Tras dirigir su petición al MI5, en junio de 2007, Hobsbawm recibió una negativa como respuesta. “La única razón que se me ocurre es que no quieren revelar quién me delató a las autoridades”, señala. Igual de sorprendente le resulta la apostilla de la carta remitida por el MI5. “No debe concluir de nuestra respuesta que poseamos o no cualquier dato personal sobre usted”.

Nota: Tomado del diario El País de España


Eric Hobsbawm (n. Alejandría, 1917)

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Seminario en Quito: ‘Ciudadanía y memoria: construcción de la ciudadanía’


Foto oficial en la iglesia de la Compañía de Quito

La semana pasada, entre el 24 de febrero y 1 de marzo de 2009, se llevó a cabo en el campus de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, el III Seminario Internacional del Alumniprogram “Ciudadanía y memoria-Construcción de la Ciudadanía: logros, límites y perspectivas en vista de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia”, organizado por la PUCE y la Stipendienwerk Latenamierika-Deutschland-ICALA (Tübingen-Alemania). El autor de este blog participó como ponente en esta reunión académica que tuvo como sede la capital ecuatoriana, donde hace 200 años se formó la junta de gobierno que, a la postre, declararía la independencia de la Audiencia de Quito, aspiración que fuera aplastada por los ejércitos enviados, desde Lima, por el virrey Fernando de Abascal.



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