Ayer viernes 20 de febrero, se cumplió un acto de justicia: se develó en el distrito de Barranco un monumento que honra la memoria de uno de los historiadores más notables que dio nuestro país, José Antonio del Busto Duturburu (Lima, 1932-2006). Ubicado en el cruce de la avenida San Martín con la calle Sucre, es un homenaje que le rinden sus amigos barranquinos.
Tuve el honor de conocerlo cuando ingresé a la Universidad Católica. Fue mi profesor en la especialidad de Historia y luego colega en el Departamento de Humanidades; mi oficina estaba junto a la suya, lo que facilitó nuestra amistad. Viajero inagotable, me contaba sus viajes a la Polinesia, a la Antártica, al norte del África, o su reconstrucción de la travesía de Orellana por el río Amazonas. Cuando fui su alumno, quedé marcado con su descripción de los viajes de Pizarro y la captura del inca Atahualpa en la plaza de Cajamarca. Luego, tuve la responsabilidad de reemplazarlo durante un mes en su curso de Historia del Perú 1 en Estudios Generales Letras cuando se fue a reconstruir el segundo viaje de Colón. Así fue don Antonio del Busto, un viajero tenaz; el único historiador peruano -como decía- que había pisado los seis continentes. A inicios de los 90, tuve el privilegio de recorrer con él buena parte del Perú. Y de todos esos periplos, quizá el que más me marcó fue el que hicimos a Ayacucho. Recuerdo su reflexión sobre nuestra independencia en la Pampa de la Quinua; su reconstrucción de la batalla de Chupas en el mismo lugar donde se dio y que significó la derrota de los almagristas; la escalada a la cueva de Pikimachay, primera huella del hombre en los Andes; la travesía a la mítica y espectacular Vilcashuamán, donde está el único ushnu -o trono del Inca- que se conserva en el Perú. Conversar con él era un deleite, una enciclopedia viva. Sin duda, una de las personas más honestas que conocí, en todos los sentidos. De él aprendimos la terca apuesta por el Perú.
Fotos: Juan Luis Orrego
Mejor homenaje hubiera sido en vida del fallecido historiador.