El pasado jueves 12 de febrero se cumplió un aniversario más del nacimiento de nuestro primer historiador de la República, don Jorge Basadre. Sería imposible abordar un comentario global de su obra en estas líneas; sin embargo, ensayo una aproximación, muy preliminar de uno de sus libros que más aprecio, La vida y la historia.
En 1975, ya casi en el ocaso de su vida, apareció La vida y la historia. Ensayos sobre personas, lugares y problemas del maestro Jorge Basadre quien, en el prefacio, advirtió que no era un libro de memorias en el sentido tradicional de dicho género. Quiere decir que no revive sistemáticamente las peripecias de una vida. Ensaya, más bien, una nueva actitud sobre determinados episodios, arbitrariamente seleccionados, narra, evoca, o pretende interpretar.
En efecto, el volumen no narra toda la vida de Basadre. El autor rescató, sobre la base de una selección muy personal, ciertos episodios y experiencias que le tocaron vivir en su rica trayectoria como ciudadano e historiador. En sus páginas podemos encontrar sus recuerdos de infancia y juventud (“Infancia en Tacna” y “Afuera, hacia la lejanía, hacia el vasto mundo, afuera”); su experiencia como estudiante universitario en San Marcos (“Por primera vez los universitarios hablan al país en nombre del ideal de cultura”); su gestión como plebiscitario (“El conflicto de pasiones y de intereses en Tacna y Arica, 1922-1929”); su relación con la Biblioteca Nacional (“Recuerdos de un bibliotecario”), sus vivencias en la Europa de la entreguerra (“Vida e historia en Alemania” y “Vida e historia en España”); y su primera experiencia como Ministro de Educación (“Diversas notas en torno a la época de Bustamante y Rivero, y algo sobre lo que vino después”).
A lo largo de las páginas de este libro, podemos advertir, una vez más, cómo Basadre repensaba y se desvivía por el Perú. Para él, por ejemplo, no fue fácil nacer y pasar sus primeros años de vida en Tacna, ciudad ocupada por el ejército chileno que hostigaba sistemáticamente a los peruanos que allí residían. Ese complicado contexto obligó a su familia a trasladarse a Lima y vivir, prácticamente, como desarraigados. Luego, ya en la juventud, como plebiscitario, vio impotente cómo, ante la imposibilidad de llevarse a cabo el plebiscito contemplado en el Tratado de Ancón, el país perdía definitivamente Arica. Su infancia y juventud, entonces, marcaron la difícil “peruanidad” de nuestro historiador de la República.
Su experiencia como estudiante universitario también es cautivante. Él vive, en San Marcos, una época efervescente en la que los jóvenes se dejaban seducir por la proyección social y política de la Universidad. San Marcos se hizo protagonista de la vida nacional a partir de la Reforma Universitaria del siglo XIX. Los alumnos salían a las calles, protestaban contra cualquier arbitrariedad y no eran ajenos a las reivindicaciones de los obreros. Pero no todo era política en San Marcos. Dicha coyuntura formó a la generación de intelectuales más importante que dio el Perú en el siglo pasado. Ese fue el grupo de intelectuales que marcó los derroteros para entender al Perú. Junto a Basadre tenemos a Raúl Porras Barrenechea, Jorge Guillermo Leguía y Luis Alberto Sánchez, entre otros. Cabe mencionar, además, que esa generación actuó bajo la modernización autoritaria personalizada en Augusto B. Leguía.
Su periplo por la Europa de entreguerras, de otro lado, nos deja sugestivas reflexiones del maestro sobre la situación política del Viejo Mundo durante los años treinta, especialmente sobre el ascenso del fascismo. Asimismo, ya en el plano estrictamente académico, vemos cómo Basadre entraba en contacto con los intelectuales y el mundo intelectual en España y Alemania. Vemos, por ejemplo, su preocupación por estar alerta de los avances más recientes en la investigación. La frescura de sus libros demuestra ese celo por estar siempre al día con la bibliografía reciente y por los métodos más modernos de análisis.
La Biblioteca Nacional fue otro de los desvelos del maestro Basadre. Cuando joven, en los años veinte, trabajó en ella ocupando los más diversos cargos. Allí encontró la materia prima para su Historia de la República. Pocos como él conocían y manejaban al dedillo todas las colecciones bibliográficas y documentales que guardaba aquel vetusto edificio que, inexplicablemente, quedó convertido en lodo y cenizas por el terrible incendio del 11 de mayo de 1943. Por ello, el presidente Manuel Prado no podía escoger a otro que no fuera Basadre para la reconstrucción del local y su colección. Frente a esta responsabilidad, escribió: “Era mi convicción profunda (escribí en el folleto La Bibilioteca Nacional de Lima 1943 –1945) que las llamas oprobiosas del incendio debían haber destruido algo más que libros, manuscritos y estanterías. Sobre sus cenizas sólo cabía al Perú eregir otra institución, no para que fuese lo más parecida a la antigua, sino para que tratara de ser lo más parecida posible a lo que significa una biblioteca moderna en un país democrático. La incuria burocrática tenía responsabilidad directa o indirecta en el siniestro; a ella habíase sumado también el viejo espíritu. La reconstrucción tenía que ser total: libros, servicios, organización, personal, espíritu”.
En las páginas de La vida y la historia nos dice que no faltaron los escépticos. En efecto, fueron muchos los intelectuales que dijeron y repitieron que el patrimonio cultural del país se había perdido para siempre. Pero nuestro personaje, luego de cuatro años de titánica labor, demostró que ese tesoro era en buena parte recuperable a través de búsquedas en Lima, en provincias y en el extranjero. Así se formó la nueva colección en base a compras, canjes y donativos y, en un lapso relativamente corto, se llegó a tener una aceptable documentación peruana antigua y moderna. Para complementar esta labor y preparar rápidamente al personal técnico, Basadre creó la Escuela de Bibliotecarios, verdadero núcleo de la nueva estructura de la Biblioteca Nacional.
Finalmente, ya en el ámbito político, Basadre nos cuenta su fugaz primer paso por el Ministerio de Educación durante el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero. Fugaz porque sólo se quedó unos meses, en 1945. No fue una experiencia positiva porque no encontró las condiciones necesarias para emprender un programa serio y a largo plazo. El origen político, muy complicado por ser fruto de una alianza de partidos y personalidades, del gobierno de Bustamante explica su rápida renuncia al cargo de Ministro.
La vida y la historia, a pesar de los múltiples acontecimientos y personajes sobre los cuales diserta el autor, demuestra que el maestro Basadre, más allá de su amplia cultura, estuvo indisolublemente ligado a la Historia, disciplina que cultivó tempranamente y que no abandonaría sino muy poco tiempo antes de su muerte en 1980. A Basadre hay que recordarlo como él hubiera deseado: con libros como éste en los que palpita su lúcido pensamiento, su amor inmenso por el Perú, desgarramiento espiritual por sus desgracias y errores, pero también un razonable optimismo en que llegarían días mejores para nuestro país. A un cuarto de siglo después de su desaparición física, el pensamiento de Basadre, su inmensa obra escrita, su magisterio singular que nos brindaba cada día, están vigentes, siguen alimentando el intelecto de nuevas generaciones que lo admiran, tanto o más que las precedentes.
En 1979, en un discurso en el Palacio Torre Tagle cuando se le otorgaba la “Orden del Sol”, Basadre nos decía lo siguiente: “Se ha dicho que quienes olvidan o desprecian su historia están condenados a repetir los errores de ella. Enorme verdad. Permítaseme agregar una vez más que el Perú se va formando contradictoria y penosamente, a través de su historia. Un país en sí, por cierto, una multiplicidad de tradiciones. Esta él ahí, antes e independientemente de nosotros, sus individuos transitorios. Es algo en que nacemos y que nos otorga querámoslo o no muchos elementos fundamentales de nuestra ubicación dentro de la vida. Pero debe estar compuesto de hombres y mujeres capaces de ubicarse no en una sino en las dos grandes dimensiones del tiempo: el pasado y el futuro. Conviene que mantengan esos hombres y mujeres lo que hay de esencial y de insobornable en la memoria colectiva y que no encierren artificiosamente en la asfixia cronológica del momento presente. En suma, repito, un país es multiplicidad de tradiciones. Pero – no lo olvidemos nunca y menos ahora – es también empresa, proyecto de vida en común, instrumento de trabajo en función del porvenir”.
En estas reflexiones reside la grandeza de Basadre. Fue un trabajador infatigable en comprender el Perú y apostó tercamente por su viabilidad como nación. No exageramos al decir que en cada página está su preocupación por el Perú. Por ello, su legado intelectual continúa despertando nuevas vocaciones históricas y su pensamiento seguirá vigente por muchos años más.
BREVES DATOS BIOGRÁFICOS DEL MAESTRO BASADRE.- Jorge Basadre nació en Tacna el 12 de febrero de 1903 cuando la ciudad vivía bajo la ocupación chilena. Fue hijo de Carlos Basadre Forero y Olga Grohmann Butler. Aprendió sus primeras letras en el “Liceo Santa Rosa”, escuela tacneña que funcionaba clandestinamente. En 1912, se traslada a Lima con su familia a continuar sus estudios en el Colegio Alemán, y en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe. Ingresa a la Universidad de San Marcos en 1919, donde obtendría los Títulos de Doctor en Letras (1928) y en Derecho (1935).
Basadre intervino en el célebre conservatorio Universitario de 1919, formando parte de la llamada Generación de la Reforma o del Centenario, junto a destacados intelectuales como Raúl Porras, Luis Alberto Sánchez y Jorge Guillermo Leguía. Entre 1925 y 1926, formó parte de la Delegación Peruana enviada ante la comisión plebiscitaria de Tacna y Arica. Paralelamente a estas actividades, entre 1919 y 1930, prestó servicios en la Biblioteca Nacional. Por una beca concedida por la fundación Carnegie (1931), viaja a realizar estudios sobre Organización de Bibliotecas en Estados Unidos; luego pasa a Europa (1932-35) y seguiría cursos en la Universidad de Berlín y haría investigaciones en archivos de España.
En 1943, al producirse el incendio de la Biblioteca Nacional, fue llamado para que se hiciera cargo de la Dirección de dicha institución y promovió su reconstrucción y reorganización hasta 1948; en ese contexto, fundó la Escuela Nacional de Bibliotecarios (1944). También, entre 1948 y 1950, fue Director del Departamento de Relaciones Culturales de la Unión Panamericana. Por último, siguiendo con su carrera pública, ejerció el cargo de Ministro de Educación en dos oportunidades: 1945 (gobierno de Bustamante y Rivero) y 1956–58 (segundo gobierno de Manuel Prado), en el que trazó las bases de la reforma pedagógica con el Inventario de la Realidad Educativa.
En el campo académico, se inició como profesor en la Universidad de San Marcos en 1928, regentando las cátedras de Historia de la República (1928-54) en la Facultad de Letras y de Historia del Derecho Peruano (1935-54) en la Facultad de Derecho. En 1930 fue Director de la Biblioteca Central de San Marcos. Fue profesor en la Escuela Militar de Chorrillos (1941-45) y en la Universidad Católica (1935). En 1939, fue secretario general del XXVII Congreso Internacional de Americanistas que se celebró en Lima. Dictó cursos en universidades de Argentina, España y Estados Unidos. Fue Presidente del Instituto Histórico del Perú (1956-62).
Como historiador, Basadre estudió fundamentalmente nuestro pasado republicano, introduciendo los más modernos métodos y perspectivas de análisis. Prueba de ello es su monumental Historia de la República, publicada, en 7 ediciones, entre 1939 y 1983, la última de 17 volúmenes. Asimismo, el maestro nos dejó una extensa producción bibliográfica, entre la cual destacamos los siguientes títulos: La multitud, la ciudad y el campo en la Historia del Perú (1929); La iniciación de la República (1929-30); Perú: problema y posibilidad (1931 y aumentada en 1978); La promesa de la vida peruana (1943 y aumentada en 1958); El Conde de Lemos y su tiempo (1945 y 1948); Meditaciones sobre el destino histórico del Perú (1947); Los fundamentos de la historia del derecho (1956); Introducción a las bases documentales para la historia de la República del Perú (1971); El azar en la historia y sus límites (1973); La vida y la historia (1975 y aumentada en 1981); Apertura (1978); Elecciones y Centralismo en el Perú (1980); y Sultanismo, corrupción y dependencia en el Perú republicano (1981). Murió en Lima el 29 de junio de 1980.
Jorge Basadre fue nuestro historiador más influyente del siglo XX. Su vocación por el Perú estuvo marcada desde su infancia le tocó vivirla en Tacna cuando era ocupada por las tropas chilenas. Ese compromiso se acentuó en su juventud cuando formó parte de los plebiscitarios quienes lucharon por el retorno de Tacna y Arica al suelo patrio según lo estipulado por el Tratado de Ancón. Como historiador, su mayor mérito fue reconstruir nuestra historia republicana, etapa en la que los historiadores no se atrevían a estudiar demasiado debido a la cercanía de los acontecimientos y perder la objetividad. Basadre, en cambio, desde muy joven inició ese difícil derrotero académico y nos legó su monumental Historia de la República de 17 volúmenes, obra que abarca todo el siglo XIX hasta la década de 1930 y que es de consulta obligada para todo aquel que quiere informarse sobre la República o de todo investigador que quiera hurgar sobre la experiencia reciente del Perú. Su autoridad académica sobre la República lo hizo también pensar y repensar sobre el futuro del país, sobre las posibilidades del Perú como nación. En artículos, ensayos, entrevistas puso de manifiesto su apuesta por la viabilidad del Perú como proyecto. Por último, su compromiso con el país también se puso de manifiesto cuando le tocó ejercer responsabilidades públicas. Las más importantes fueron su labor como reconstructor de la Biblioteca Nacional luego del incendio de 1943 y sus dos pasos como Ministro de Educación. Con la publicación de La vida y la historia, el lector podrá conocer con mayor detalle cómo Basadre asumió ese acercamiento con el Perú.