Hacia la década de 1850, en plena bonanza guanera, y cuando ya gobernaba el país José Rufino Echenique, a poca distancia del centro de la capital, se ubicaba la finca o hacienda, “Villa Victoria”, de propiedad de la esposa del presidente, Victoria Tristán de Echenique, prima hermana de Flora Tristán. Esa finca fue la que dio el nombre al hoy populoso distrito de La Victoria.
Fue allí donde se celebró, la noche del sábado 15 de octubre de 1853, la mayor fiesta que se daba en Lima desde que la fundara Francisco Pizarro. La organizó la pareja presidencial para festejar, a lo grande, la elección de Echenique como presidente de la república. La memorable fiesta está detalladamente descrita por Ricardo Palma, en una de sus célebres Tradiciones, quien, muy joven entonces –tenía 19 años-, fue uno de los afortunados invitados. Los periódicos de la oposición estimaron en 60 mil pesos lo invertido en la reparación de la villa, alfombras de Flandes, aparatos de iluminación, mobiliario y demás gastos para el evento. Según los cálculos de la época, fueron invitadas 239 señoras y señoritas, y pasaban de 1000 los caballeros concurrentes. En cuanto a la abundancia de flores que decoraban las puertas, paredes y corredores de la finca, se dijo que se agotaron las de todos los jardines de Lima.
En el centro del gran patio se alzaba un enorme pino de Australia bajo cuya sombra, después de bailar, tomaban asiento muchas señoras, convirtiendo en salón el pintoresco patio. En él empezó a reinar, después de las 12, más animación que en los salones, donde también se agitaban las parejas. En los costados del patio se habían levantado unos tabladillos, con mesas y sillas, en los que se congregaron senadores, ministros, diplomáticos, vocales de la corte suprema y otras autoridades.
Cuenta Palma que había un salón muy espacioso adornado por valiosos cuadros, propiedad del coronel Pascual Saco, deudo de Echenique, y afamado coleccionista. Allí lucían pinturas originales de Velásquez, Murillo y el Españoleto; también una de nuestro pintor Ignacio Merino, recientemente premiada en París. En este salón, además, había mesitas de la China y funcionaba un surtido bar, atendido por un tal Marcenaro, famoso dulcero italiano de la época. Un refresco de naranja con gotas de ron de Jamaica era la delicia de los invitados.
A la 1 de la madrugada hubo media hora de descanso en el baile. Fue entonces que las cantantes de ópera, Clotilde Barilli y Elisa Biscaccianti, interpretaron sus arias; la Barilli cantó Il bacio, de Arditti. La magnífica orquesta estuvo dirigida por el maestro César Lietti, y cuando los músicos tenían necesidad de reposo, eran reemplazados por las bandas militares de la Artillería y del batallón Granaderos. El baile no sufría la menor interrupción. Según testigos, pocos bailarines monopolizaban una pareja: dominó el “mariposeo”.
Quizá lo más espectacular fue la exhibición de alhajas. Las señoras de la antigua aristocracia colonial no dejaron nada en el cofre de la familia y portaron joyas de plata. Pero las señoras de la oligarquía del guano, las “nuevas ricas” de la época, las eclipsaron por el lujo de sus vestidos y por lo vistosas de sus alhajas engarzadas en oro. Cuentan que la esposa de un general llevaba un collar de perlas que llamaría la tención en la más fastuosa de las fiestas de una corte europea. Otra señora, casada con un coronel, lucía un traje adornado de brillantes y rubíes, a la vez de alhajas muy valiosas. La esposa del presidente lució alhajas engarzadas en plata y ninguna en oro; quizá doña Victoria no quiso olvidar que descendía de don Pío Tristán, quien se había proclamado último virrey del Perú.
El baño o toilette para las señoras abundaba en buen gusto y refinamientos orientales. Tenía, además, puerta de comunicación con otra salita donde la costurera, madame Dubreuil, con 6 asistentas, atendía a reparar, a fuerza de puntadas, todo desperfecto ocasionado en las faldas por bailarines poco diestros.
Desde las 3 de la madrugada empezó la cena para 240 cubiertos, y se renovó el servicio 3 veces más. Con el alba se bailó el cotillón, que puso término al más espléndido de los bailes que hasta ese día se dio en la antigua capital de los virreyes.
Tanta resonancia tuvo este baile en todo el país que, como consecuencia de él, se desató una guerra civil pocos meses más tarde cuando se destapó el derroche financiero del gobierno de Echenique; el baile había sido de un lujo insultante. Esta guerra civil recién culminaría en enero de 1855 cuando Castilla venció a Echenique en la batalla de La Palma, en los alrededores de la huaca Pucllana.
José Rufino Echenique
Excelente articulo. No sabes lo util que me ha sido. Muchas gracias.
Excelente artículo. Solamente una pequeña precisión. Echenique ganó las elecciones el 22 de febrero de 1850 y se ciñó la banda presidencial el 20 de abril del mismo año y el famoso baile ocurrió el 15 de octubre de 1853, más de 3 años después, por lo que no se trataba, entonces, de festejar su elección. Asimismo, el pintor aludido cuyas cuadros adornaban la Quinta Victoria era "españoleto", no españolito.
Muy bueno, Gracias. Me ha servido para mi tarea, me resultó más comprensible que en el libro de Tradiciones.
La redacción que has utilizado es excelente. Asimismo has captado las 3 partes necesarias:inicio, nudo y descenlace.Incluso modificando el oden verdadero dentro de tradiciones peruanas. Muy comprensible.