Huacas de Lima

¿QUÉ ES UNA HUACA O WAKA? Por definición, huaca es el término quechua que hace referencia a un lugar u objeto sagrado. Por lo tanto, huaca puede ser una construcción religiosa, un cerro, una laguna, un riachuelo, un árbol, una cueva o cualquier lugar u objeto (una piedra, un ídolo o una momia) que los antiguos peruanos consideraban sagrado. Con el tiempo, el término ha cambiado de connotación y hoy llamamos huaca a todo el patrimonio monumental y arquitectónico prehispánico como templos, centros administrativos, fortalezas, cementerios, etc. Es decir, los peruanos actuales, asociamos el término con cualquier construcción física levantada por nuestros antepasados. De la misma manera, aplicamos el término huaco a casi cualquier objeto de cerámica precolombina cuando, en realidad, alude a un “cántaro ceremonial”.

En la costa peruana, suele reservarse el nombre de huaca a pequeñas pirámides escalonadas o a un montecillo artificial, que hacían de figura cónica, en que ponían el cadáver sentado con todas sus alhajas y riquezas. Los españoles, poco después de la conquista dieron en abrirlas para sacar el oro y la plata, y los indios, para deslumbrarlos, en el paraje en que había alguna hacían otras muchísimas iguales, pero vacías, por lo cual se abandonó este modo de enriquecer, en que algunos empobrecieron gastando en excavar huacas vacías, pero algunos se hicieron ricos (Antonio de Alcedo).

LIMA, UN ROSARIO DE HUACAS.- En el siglo XVI, cuando llegaron los españoles a nuestras tierras, la costa central, la zona comprendida entre los valles del río Chillón, Rímac y Lurín, era la más densamente poblada. Por ello, dentro del perímetro de la Gran Lima, podemos encontrar numerosas muestras de la arquitectura prehispánica, popularmente llamadas “huacas”. Según cálculos del INC, en Lima existen 250 huacas. La gran mayoría de ellas, lamentablemente, está en abandono.

Cuando se fundó la ciudad de Lima, los españoles destruyeron muchas huacas en búsqueda de tesoros escondidos. Luego, con el proceso de evangelización, los curas doctrineros continuaron con la destrucción de cualquier vestigio que hiciera recordar a los indios su religión ancestral. Ya entrada la república, en el siglo XIX, muchas huacas fueron utilizadas como cementerios ante la escasez de nuevos camposantos (especialmente, personas de otras religiones que no era la católica o cuando los muertos abundaban debido a una epidemia). Luego, con la rápida expansión urbana e inmobiliaria de la Capital, a lo largo del siglo XX, se continuó con la destrucción de estos recintos prehispánicos ante la ausencia de control por parte de las instituciones del Estado. Esto sin mencionar la depredación de los “huaqueros” en busca de posibles tesoros prehispánicos.

Incluso, actualmente, vemos cómo muchas huacas limeñas han sido invadidas con viviendas informales, tienen canchas de fulbito, son escondite de gente de mal vivir, refugio de animales sin dueño (incluso lechuzas) o son usadas como improvisados talleres de mecánica. Es urgente, entonces, la intervención del Estado y de la empresa privada para rescatar, restaurar y poner en valor estos importantes vestigios de los antiguos habitantes de Lima y, por qué no, integrarlos en los circuitos turísticos de nuestra ciudad.


Huaca de San Marcos captada por Hutchinson en 1873

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