Los años 40: el primer gobierno de Manuel Prado (2)

El aparente clima de estabilidad política, le permitió al gobierno de Prado realizar algunas obras públicas de envergadura. En 1940 se realizó un Censo General, que arrojó una población de 6’207,966 habitantes para el país que, corregida y proyectada, alcanzó a 7’858,519. El censo, el último realizado bajo criterios raciales, también arrojó una serie notable de informaciones como que 1 de cada 41 peruanos tenía instrucción secundaria; universitaria 1 de cada 202; enseñanza técnica o comercial 1 de cada 336; y más de 5 años de educación primaria, el 11% de la población. Señalaba también que el 57% de los peruanos eran analfabetos y el 35% era monolingüe. En este contexto se promulgó, en 1943, la Ley Orgánica de la Educación Pública en la cual se incluyó a la Universidad y se desconocieron las reformas que se había emprendido durante el Oncenio de Leguía. Con respecto a los pobladores andinos trató de dotarlos de tierras y para su educación organizó un programa integral de alfabetización.

En Lima se inauguró el Hospital Obrero y se propició en el Rímac la construcción de barrios obreros. Se amplió la instalación del servicio de agua potable en algunas ciudades del interior como Huánuco y Chimbote. El turismo, siguiendo la política de Benavides, siguió cobrando impulso y se incrementaron los Hoteles de Turistas (Arequipa, Tingo María, Chala y Camaná) o quedando en construcción otros (Tumbes, Huaraz, Piura, Huánuco, Huancayo, Abancay, Cusco y Puno).


Consecuencias del terremoto de 1940 en Chorrillos

Dos hechos, sin embargo, causaron graves daños al país. El primero fue un terremoto que asoló Lima, Callao y balnearios el 24 de mayo de 1940; fue seguido por un maremoto en el Callao y hubo gran destrucción de viviendas y edificios públicos. El segundo fue el hasta hoy inexplicable incendio de la Biblioteca Nacional el 11 de mayo de 1943. De esta forma, la mayor colección bibliográfica y documental, reunida y protegida con tanto sacrificio luego del saqueo que sufrió durante la ocupación chilena, quedaba convertida en lodo y cenizas. El reto de la reconstrucción fue asumido por el historiador Jorge Basadre (Tacna 1903-Lima 1980). No faltaron los escépticos. Fueron muchos los intelectuales que dijeron y repitieron que el patrimonio cultural del país había quedado hecho cenizas para siempre. Pero Basadre, luego de cuatro años de titánica labor, demostró que ese tesoro era en buena parte recuperable a través de búsquedas en Lima, en provincias y en el extranjero. Así se formó la nueva colección en base a compras, canjes y donativos y, en un lapso de relativamente corto, se llegó a tener la base de una aceptable documentación peruana antigua y moderna. Para complementar esta labor y preparar rápidamente al personal técnico se creó la Escuela de Bibliotecarios, verdadera base de la nueva estructura de la Biblioteca Nacional. Por último, todas estas tragedias dieron pie para que a Prado se le sindicara a quien atraía todo tipo de dcesatres, es decir, de ser el “hombre de la mala suerte”.


Destrucción provocada por el incendio en la Biblioteca Nacional (1943)

Finalmente, a pesar de su astucia política, Prado no pudo escoger a su sucesor como lo habían hecho los presidentes del Segundo Civilismo o como Benavides en su propio caso. En las elecciones de 1945 se hicieron presentes no sólo los partidos ya consolidados sino agrupaciones específicas y nuevas que buscaban un lugar en el juego político, como el Partido Social Republicano integrado por un grupo de intelectuales universitarios. La candidatura ganadora, la de José Luis Bustamante y Rivero, se hizo posible gracias a la concurrencia de diferentes grupos en medio de visibles -y peligrosas- concesiones políticas (como las “renuncias” de Benavides y Haya de la Torre).

Esta idea de un Frente Unico que culminó con la organización del Frente Democrático Nacional se realizó exclusivamente con fines electoreros, en el cual se reunieron: el APRA, los sindicalistas, la Acción Peruana, el Partido Socialista Peruano (de Luciano Castillo) y la Acción Democrática Peruana. El propiciador de este movimiento, que se inició en Arequipa, fue Manuel J. Bustamante de la Fuente. Reunía a todos los sectores que aspiraban a una real democratización de la vida nacional y le permitieran al APRA la legalidad para actuar en próximas elecciones. De este modo el Frente Democrático Nacional reconoció a Bustamante como el hombre ético, de prestigio intelectual, que había elaborado el manifiesto de la revolución de Arequipa que encumbró a Sánchez Cerro. El podía ser el personaje de una transición democrática para reorientar la política nacional. Las elecciones se celebraron el 10 de junio de 1945. Sólo votaron 450 mil electores, de los cuales 300 mil votos fueron para Bustamante y Rivero y 150 mil para el candidato oficial, el general Eloy G. Ureta. El Congreso tuvo una clara mayoría aprista, junto con gobiernistas y algunos comunistas.

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