La clase media, tal como la entendemos ahora, nació en el Perú hacia la década de 1890. En 1896, en su Sociología de Lima, Joaquín Capelo trazó una de las primeras descripciones de la azarosa vida de este nuevo grupo social en los siguientes términos: [La clase media es] “amenazada constantemente de las invasiones de la clase inferior y excitada por su parte a penetrar en el campo de la clase superior, tendencias encontradas que la condenan a llevar vida intranquila y desequilibrada, incompatible con todo bienestar físico y moral. Débese a esta causal que la clase media, en Lima, sea la más visitada por la estrechez y la miseria; y este mal se agrava, con la dosis de vanidad y desconocimiento de sí mismo, que lleva a sus individuos a pretender lugar más alto que les corresponde por lo que efectivamente son, y que los induce a suplantar con las apariencias creyendo lograr así el objeto que persiguen, sin más fundamento que la audacia, el cinismo, la miopía moral, cualidades todas, propias precisamente, para traer a bajo y no para subir. ¡Cuántos desgraciados lloran hoy, el pasado bienestar y la modesta existencia, que no pudieron conservar, por haber querido saltar más allá de sus posibilidades y vivir en el medio a que sus propios esfuerzos estaban tan lejos de corresponder!”
Entre 1900 y 1920, la clase media peruana era todavía un grupo pequeño y diverso. Estuva conformada por pequeños comerciantes o propietarios urbanos; descendientes de inmigrantes quienes no habían podido ser aceptados en los círculos de la oligarquía; manufactureros con pequeñas industrias de consumo; funcionarios públicos; y empleados de empresas comerciales o de firmas extranjeras. Muchos anhelaban alcanzar algún puesto en el aparato estatal que les brinde seguridad y un sueldo fijo; otros optaban por la carrera militar o por la vida intelectual. Pero al igual que toda la naciente clase media latinoamericana fue “dependiente”, es decir, actuaba subordinada a la clase alta, tratando o deseando imitar su estilo de vida con mucha dosis de alienación y, a veces, de “huachafería”.
Sus miembros vivieron casi siempre por encima de sus posibilidades intentando, muchas veces sin éxito, ascender en la escala social. Este “arribismo” se explica ya que por esos años la posición social no radicaba en cómo el individuo se autoidentificaba, sino en cómo era identificado por los demás. Si para la antigua aristocracia la “decencia” se basaba en el apellido, la tradición y todo lo que el dinero no podía comprar, el arribista debía reinventar su pasado, incluso manipulando sus apellidos (convirtiéndolo en compuesto, por ejemplo), para poder ser aceptado en algunos salones o clubes de la élite. Pero la estrategia del arribista no quedaba allí: debía buscar un colegio más caro para sus hijos, eludir el trabajo manual, mandar hacer sus trajes en el sastre de moda o frecuentar el restaurante correcto. Tenía que pasar el invierno en Chosica o el verano en Barranco o Ancón.
Todo este intento terminó ahogando económicamente a muchos arribistas. No pocos terminaron en la ruina al hipotecar sus bienes para acariciar ese mundo de lo posible. Esa fue la pobreza de la clase media. Y es que muchos de ellos no se dieron cuenta que el dinero por sí mismo no tenía significación: era el dinero correctamente gastado lo que ganaba posición social. Y si uno no podía seguir los patrones de consumo o comportamiento de la élite podía ser acusado de “huachafo” y verse frustrados sus intentos de movilidad. Tildar al adversario de “huachafo” fue, además, una estrategia bastante eficaz de la élite para “espantar” a los nuevos ricos y a los arribistas. Por último, la mayoría de la clase media vivió, entre 1900 y 1920, en el centro de Lima y en La Victoria; otros en los Barrios Altos, alrededor del Mercado Central y en el área comprendida entre la actual avenida Abancay y la Plaza Italia, mezclados con artesanos y obreros.
Carnaval limeño hacia 1915
Realmente me ha parecido uno de los mejores artÍculos peruanos que he leído hasta ahora, muy entendible e interesante, y por supuesto concuerdo con usted en lo dicho sobre la sociedad de la clase media de esos tiempos, pero me hubiera gustado que ahondara más en como era que estos arribistas conseguian lo que querian, aunque claro está, pasando por encima de los demás, no obstante me hubiera gustado ver su punto de vista.