Para Mariátegui, a diferencia de Haya, en el Perú existía una sociedad semi-colonial y esta condición se iría agravando a medida que se fuera expandiendo el imperialismo. No había forma de alcanzar la independencia nacional dentro del sistema capitalista.
Al igual que Haya, Mariátegui se forma en una América Latina sacudida por grandes convulsiones como la Reforma Universitaria (Argentina), la Reforma Agraria (México) y la lucha antiimperialista (Centroamérica). También hay que recordar que Mariátegui confesó -con alguna exageración- que su mayor aprendizaje lo realizó durante su estancia europea (1919-1922), lo cual exige ubicarlo en el impacto de la Revolución Soviética, los movimientos de masas en Italia o Alemania y el surgimiento de nuevas tendencias dentro del pensamiento marxista, especialmente las ideas del italiano Antonio Gramsci.
De otro lado, debemos recordar que en la década de 1920 la preocupación por el problema nacional adquiere una dimensión generacional; numerosos intelectuales de clase media, muchos de origen provinciano, con sentimiento antioligárquico tratan de responder una pregunta aparentemente simple: ¿qué es el Perú? Ante este tema reiterado Mariátegui, desde un marxismo heterodoxo, escribe su famosos 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana (Lima, 1928) para rescatar la “verdadera” tradición, insertarse en la historia del país.
El Perú era, para Mariátegui, una posibilidad de nación. Quería decir que si bien su proceso de conformación había sido interrumpido y distorsionado por el colonialismo, existían las bases sobre las cuales terminaría levantándose. Los cimientos sobre los cuales debía construirse el nuevo Perú eran fundamentalmente tres:
a) la tradición cultural mantenida y desarrollada por los intelectuales de avanzada, especialmente por la vital corriente indigenista, donde por medio de la reivindicación del hombre andino, los escritores buscaban articularse a las masas campesinas
b) los movimientos populares, al interior de los cuales Mariátegui llamó la atención sobre la necesidad de hacer la crónica de las luchas obreras y estudiar las rebeliones campesinas del presente (como el caso de Rumi Maqui en Azángaro, 1915) y del pasado (Túpac Amaru en el Cusco, 1780)
c) la experiencia histórica del pasado autóctono, anterior a la conquista europea, en el que se había desarrollado un “comunismo agrario” todavía subsistente en las comunidades campesinas.
Este “comunismo agrario” demostraba que el socialismo en el Perú tenía raíces y podía encontrar en la cultura andina ciertas formas -como la reciprocidad- en las que apoyarse. Por lo tanto, en la medida que el socialismo recogiera la tradición colectivista del Incario, cumpliría con retomar la tradición nacional, dejaría de ser extraño al país y sería el instrumento imprescindible para la construcción de la nación peruana.