La “era del guano”: lujo y modernización en Lima

Pocas épocas en el Perú han dado lugar a tanto lujo y ostentación de la elite como en la “era del guano”. Luego del empobrecimiento sufrido tras la independencia, la elite tuvo dinero suficiente para gastar y comportarse como las burguesías europeas. El culto a los artículos importados hizo rico a más de un comerciante que estableció su tienda en las calles del centro de Lima. Sumas enormes de dinero fueron derrochadas por esta elite en una desmedida importación de artículos de lujo. En Chorrillos, el balneario de moda, los nuevos ricos se dedicaban al juego y llevaban un estilo de vida opulento. En Lima se abrieron varios hoteles -como el Maury- y empresas de carruajes.

Hacia 1870, año en que se derrumbaron sus murallas, Lima contaba con poco más de 100 mil habitantes. Comenzaba por el norte con el Convento de los Descalzos y terminaba por el sur en la Portada de Guadalupe, muy cerca de la actual Plaza Grau. En el lugar que ocupaban las murallas se trazaron, a la manera francesa, avenidas en forma de boulevards que rodearon a la ciudad formando un cinturón de calles amplias y arboladas.

Además, se diseñaron parques decorativos con quioscos afrancesados como el Jardín de la Exposición (y su Palacio, hoy Museo de Arte) inaugurados con gran pompa por el presidente Balta en 1872. En efecto, en un área de 192 mil metros cuadrados se diseñaron jardines, arcos triunfales y fuentes; había un conservatorio de plantas, una glorieta turca, un teatro y una enorme figura de Hércules. En los salones del palacio se exhibían momias, sombreros de plumas, hachas, máscaras, la “Estela de Raimondi” y “Los funerales de Atahualpa” del pintor Luis Montero. También se exhibía, como una auténtica atracción, el fabuloso reloj del coronel-inventor Pedro Ruíz Gallo: daba las horas, los minutos y los segundos; señalaba los días, los meses, los años, las cuatro estaciones, las fases de la luna y el curso del sol; y tocaba, dos veces al día, el Himno Nacional.

Pero la influencia francesa no sólo se hacía sentir en el diseño urbano. La moda de París entusiasmaba a las mujeres y desplazaba a la saya y el manto tradicionales. La gente quería vivir nuevos tiempos y los gobernantes querían construir grandes obras públicas imitando el estilo de vida de los grandes centros mundiales. Un famoso baile de disfraces, con vestidos pedidos a Europa, se realizó en setiembre de 1873 en el recién abierto Club de al Unión. Las dos señoras que mayor suma de dinero llevaron en alhajas en aquella oportunidad fueron Rosa Elguera de Laos que vestía de Ana de Austria y Fortunata Nieto de Sancho Dávila, de Duquesa de Parma. Cada una llevó 50 mil y 40 mil soles respectivamente en joyas. Los 10 mil soles de diferencia, de Rosa Elguera, se debieron a una diadema de brillantes vendida por la joyería Raybaud de París.

La elite y los extranjeros de entonces también utilizaba su tiempo libre para hacer deporte. Los ingleses empleados de la Peruvian y la Casa Duncan Fox fundaron el “Lima Cricket and Lawn Tennis” (1865) y, por iniciativa de José Vicente Oyague y Soyer, se fundó el “Club Regatas Lima” (1875). Asimismo, apareció el tranvía remolcado por caballos que cubría la ruta Exposición-Desamparados (1871) y se construyó el Teatro Politeama con capacidad para casi 2 mil personas, que presentó en su función inaugural Il Trovatore de Guiseppe Verdi.


Fotografía de la Plaza de Armas de Lima en la década de 1870

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