Hace 25 años, en 1983, yo seguía Estudios Generales Letras en la PUC y justo, a estas alturas del año, empezaba a sonar en las radios “Every breath you take”, el mayor éxito de la banda británica The Police. Se trataba de una canción con una letra algo obsesiva, pero el público la asumió como de amor y fidelidad. Sting, el líder de la banda, reconoció que la compuso en media hora. Pese a su resonante éxito comercial, la crítica fue muy dura con este primer single del álbum Synchronicity. El Record Mirror, por ejemplo, sentenció: “Sting se toma una tarde libre de su filosofía y nos sacude con una canción de medio tiempo minuciosamente normal”. Lo cierto es que la canción fue lanzada el 1 de junio, estuvo 8 semanas como número uno en las listas de éxito en Estados Unidos y Gran Bretaña y ganó el Grammy a la mejor canción del año.
En una entrevista, Sting declaró: “Me levanté en medio de la noche, con un verso en mi cabeza. Me senté en el piano y estuve escribiendo durante media hora… La melodía era genérica, una amplia de tantas otras, pero las palabras eran interesantes. Sonaba como una canción de amor, pero no me di cuenta en el momento de lo siniestro que era… En ella subyace el pensamiento del Gran Hermano, de la vigilancia y el control. Era el año de Ronald Reagan y La Guerra de las Galaxias con la URSS”.
Es muy probable que “Every breath you take” no sea la mejor canción de The Police, pero para la gente de mi generación fue una de las melodías más emblemáticas de nuestros años como estudiantes universitarios; una época en que hacía agua el segundo belaundismo: el país vivía con las secuelas del Fenómeno del Niño (recuerden los bonos de “Reconstrucción Nacional”) y con el incremento de la guerra de Sendero Luminoso.